‎- Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir. Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura...

¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Fragmento de Sinsajo


Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos
Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.
Aquí es seguro, aquí es cálido
Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño
Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.

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sábado, 20 de agosto de 2011

Primeras Imagenes Pelicula






Personajes Juegos del hambre

Personajes

Nombre completo: Katniss Everdeen
Apodo: La chica en llamas
Edad: 16 años
Aspecto: no muy alta, delgada de apariencia saludable. Sus movimientos son precisos y agiles. Look informal
Ojos: grises
Pelo: moreno y largo, habitualmente peinado con una trenza.
Lugar de residencia: la veta, una parte del distrito 12, el distrito minero de Panem.
Familia: su madre es boticaria, una gran experta en remedios naturales. Después de la muerte de su marido, un minero que cantaba como los ángeles, nunca ha vuelto a ser la misma. Prim Everdeen es su hermana menor. Dulce y algo frágil, siente debilidad por sus mascotas: el viejo gato Buttercup y la cabra Lady.
Amigos: Gale, Cinna, Madge y la gente del quemador.
Habilidades: es la mejor con el arco y las flechas. tambien es buena negociadora. y canta muy bien, aunque no le guste hacerlo.
Le gusta: los sinsajos, las moras silvestres, refugiarse en el bosque. cazar furtivamente con Gale.
No soporta: las teselas. el ruido de las explociones en las minas y la tirania del capitolio.
En tres palabras: valiente. intrepida. rebelde.
Adaptacion cinematografica: Jennifer Lawrence (anunciado)


Peeta:
Nombre completo: Peeta Mellark
Apodo: el chico del pan
Edad: 16 años
Aspecto: altura media, bajo y fornido. manos solidas y calidas.
Ojos: azules.
Pelo: rubio ceniza que le cae en ondas sobre la frente.
Lugar de residencia: la panaderia de la veta.
Familia: su padre es panadero. es un hombre algo triste pero buena gente. su madre que tambien trabaja en la panadería, tiene caracter difícil. Y sus dos hermanos mayores.
Amigos: sus compañeros del colegio, Haymitch y Effie.
Habilidades: se le da bien la lucha libre y camuflarse como camaleon.
Le gusta: Katniss. el chocolate caliente. el olor a pan recien horneado. las buenas conversaciones.
No soporta: ver pasar hambre.
En tres palabras: generoso. noble. carismatico.
Adaptacion cinematografica: Josh Hutcherson (anunciado)


Gale
Nombre completo: Gale Hawthorne
Edad: 18 años
Aspecto: Alto, delgado y musculoso, de piel aceitunada.
Ojos: grises
Pelo: negro
Lugar de residencia: La Veta, un lugar del distrito doce, el distrito minero de Panem
Familia: Es la cabeza de la familia. Vive con su madre , su hermano Rory de doce años, su hermano Vick de seis y su hermana Posy de cuatro años.; su padre murió en una explosión en las minas, en la misma en la que murió el padre de Katniss
Amigos: Katniss ,la gente del Quemador , su cuadrilla de las minas y las chicas del colegio
Habilidades: Es bueno teniendo trampas; a demás de ser rápido y silencioso y conoce los misterios que se esconden detrás de la alambrada.
Le gusta: Soñar con un Panem más justo. El silencio del bosque. Katniss.
No soporta: Los Juegos del hambre y la opresión del capitolio
En tres palabras: Solitario. sexy. cazador.
Adaptación cinematográfica: Liam Hemsworth (anunciado)

Prim
Nombre completo: Primrose Everdeen
Apodo: Prim
Edad: 12 años
Aspecto: Pequeña, tierna, dulce
Ojos: Azules
Pelo: Rubio
Lugar de residencia: La Veta, un lugar del distrito doce, el distrito minero de Panem.
Familia: Es la hermana menor de Katniss. Vive con Katniss y su madre.
Habilidades: Es buena recolectora y haciendo productos con la leche de su cabra, Lady. También es buena ayudando a su madre con sus pacientes
Le gusta: Su gato, Buttercup; su cabra, Lady y ver los pasteles glaseados de Año Nuevo o Navidad. Y curar animales o personas.
Adaptacion cinematografica: Willow Shields (anunciado)

Haymitch
Nombre completo: Haymitch Abernathy
Edad: Cuarenta (Tenía 16 cuando participó en los juegos que ocurrieron 24 años antes del primer libro) en el segundo vasalle de los veinticinco
Aspecto: Descuidado; la mayor parte del dia esta borracho.
Lugar de residencia: La Aldea de los Vencedores.
Habilidades: Fue uno de los pocos ganadores del distrito 12 en Los juegos del hambre. Gano desafiando el capitolio, usando el campo de fuerza que estaba al final de la arena. Los vigilantes le castigaron por ello.
Familia: Considera a Katniss y a Peeta como su familia. Al resto los mataron dos semanas después de su victoria en la arena por desafiar al capitolio.
Le gusta: Las bebidas alcohólicas.
Adaptacion cinematografica: Woody Harrelson (anunciado)

Effie
Nombre completo: Effie Trinket
Edad: Entre unos treinta a unos cuarenta
Pelo: Pelucas de distintos colores
Aspecto: Suele llevar tacones, así como un traje. Le gusta ir bastante formal.
Habilidades: Pone lo mejor de si, es obstinada y además es optimista hasta la demencia, ademas, tiene un gran sentido de la puntualidad.
No soporta: Los malos modales
Le gusta: Pensar que la van a promover a un distrito de ganadores
Adaptacion cinematografica: Elizabeth Banks (anunciado)


Participantes en los Juegos del Hambre Atencion Spoiler del Libro (Si no leiste la historia, no sigas)

Glimmer:
Nombre completo: Glimmer
Distrito : 1
Edad: ?
Pelo: Rubio
Aspecto: Rubia, con un cuerpo de escándalo, ojos verdes, sexy...encandila al público con su belleza.
Habilidades: Desconocidas
Relaciones dentro del juego: Se une con el grupo de los profesionales.
Muerte: Cuando Katniss deja caer un enjambre de rastrevíspulas mientras los profesionales duermen, Glimmer es picada por varias de ellas, muriendo por el veneno.
Adaptacion cinematografica: Leven Rambin

Marvel:
Nombre completo: Marvel [Chico del distrito 1]
Edad: Entre 15 y 18.
Pelo: Desconocido.
Aspecto: Atlético, alto, musculoso.
Habilidades: Manejar la lanza y la espada.
Relaciones dentro del juego: Forma parte del grupo de los profesionales
Muerte: Katniss le dispara una flecha en el cuello al ver que ha matado a Rue.
Adaptacion cinematografica: Jack Quaid

Cato:
Nombre completo: Cato
Distrito : 2
Edad: Mayor de 16.
Pelo: Negro
Aspecto: Pelo corto, alto, musculoso, tiene una cara feroz.
Habilidades: Es experto en la lucha, ya que ha sido entrenado para eso.
Relaciones dentro del juego: Forma parte del grupo de los profesionales.
Muerte: Herido gravemente por los mutos, es el último superviviente junto con Katniss y Peeta. Katniss gasta su última flecha librándole el suplicio.
Adaptacion cinematografica: Alexander Ludwig

Clove:
Nombre completo: Clove
Distrito : 2
Edad: Mayor de 16.
Pelo: Desconocido
Aspecto: Se la describe como una mujer fuerte y grande.
Habilidades: Lanza cuchillos. Tiene una colección y no falla nunca.
Relaciones dentro del juego: Forma parte del grupo de los profesionales. Tenía una especie de fijación por Katniss, ya que iba a por ella desde el principio.
Muerte: Mientras captura a Katniss y la reduce, empezando su tortura. Entonces Tresh interviene oyendo un comentario desagradable sobre Rue. Tresh le golpea con una roca en la cabeza. Muere al poco, entre los brazos de Cato.
Adaptacion cinematografica: Isabelle Fuhrman

La comadreja:
Nombre completo: Desconocido
Distrito : 5
Edad: Mayor de 16.
Pelo: Pelirroja.
Aspecto: Pelirroja y con una cara alargada, tiene una expresión malévola y astuta.
Habilidades: Su astucia hace que sea una de las últimas muertas. Consigue robar comida sin que los demás se enteren así como trazar planes para salir ilesa de cualquier situación. Lo suyo es evadir al adversario.
Relaciones dentro del juego: Juega sola.
Muerte: Llega hasta el escondite de Katniss y Peeta. Peeta estaba recolectando bayas y la Comadreja roba algo de queso y algunas bayas. Lo que desconoce es que ésas bayas eran venenosas. Muere por el efecto del veneno.
Adaptacion cinematografica: Jacqueline Emerson

Rue:
Nombre completo: Rue
Distrito : 11
Edad: Doce años
Pelo: Castaño oscuro
Aspecto: Es pequeña, delgada, con la piel de color de las aceitunas. Los ojos son castaños. Se parece a Prim.
Habilidades: Tiene nociones de herbología, así como puede escalar un árbol con facilidad, y saltar de rama en rama, pareciendo que vuele. También sabe ser silenciosa.
Relaciones dentro del juego: Solitaria desde el principio, se alía con Katniss cuando cada vez hay menos participantes.
Muerte: Atravesada por una lanza del chico del distrito 1 [Marvel]
Adaptacion cinematografica: Amandla Stenberg

Tresh:
Nombre completo: Tresh
Distrito : 11
Edad: ?
Pelo: Negro
Aspecto: Piel del color de la aceituna, es enorme.
Habilidades: Bueno en el combate cuerpo a cuerpo, tiene una fuerza descomunal.
Relaciones dentro del juego: Juega sólo.
Muerte: Es asesinado por Cato después que Tresh asesinara a Clove, pero se desconoce el método que utilizó el primero.
Adaptacion cinematografica: Dayo Okeniyi





Sinsajo/Epilogo


Epílogo


Ellos juegan en la Pradera. La chica bailando con cabello negro y ojos azules. El chico con rizos rubios y ojos grises, luchando por mantener el paso de ella con sus regordetas piernas de niño pequeño. Tomó cinco, diez, quince años para que yo estuviera de acuerdo. Pero Peeta los quería tanto. Cuando sentí por primera vez el movimiento de la niña dentro de mí, fui consumida por un terror que se sentía tan viejo como la vida misma. Sólo la dicha de sostenerla en mis brazos pudo aplacarlo. Estar embarazada de él fue un poco más fácil, pero no mucho.

Las preguntas están sólo comenzando. Las arenas han sido completamente destruidas, los monumentos construidos, ya no hay más Juegos del Hambre. Pero les enseñan sobre ellos en la escuela, y la niña sabe que nosotros interpretamos un papel en ellos. El niño lo sabrá en unos cuantos años. ¿Cómo puedo contarles sobre ese mundo sin asustarlos de muerte? Mis hijos, quienes subestiman las palabras de la canción:

En lo más profundo del prado, bajo el sauce

Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;

Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos

Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.

Aquí es seguro, aquí es cálido

Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño

Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad

Y mi amor por ti aquí perdurará.

Mis hijos, que no saben que juegan sobre un cementerio.

Peeta dice que todo estará bien. Nos tenemos el uno al otro. Y al libro. Podemos hacerles entender de alguna forma que los vuelva más valientes. Pero un día tendré que explicarles sobre mis pesadillas. Por qué vienen. Por qué en realidad nunca se irán.

Les diré cómo sobreviví. Les diré que en las malas mañanas, se siente imposible encontrar placer en algo porque tengo miedo de que pueda serme arrebatado. Ahí es cuando hago una lista en mi cabeza de cada acto de bondad que he visto a alguien hacer. Es como un juego. Repetitivo. Incluso un poco tedioso después de más de veinte años.

Pero hay juegos mucho peores que jugar.


FIN…


Sinsajo/Capitulo 27


CAPITULO 27


En la sorprendida reacción que sigue, estoy consciente de unsonido. La risa de Snow. Un desagradable gorgoteo crepitante acompañado de unaerupción de sangre espumosa cuando la tos comienza. Lo veo doblarse haciaadelante, escupiendo su vida, hasta que sus guardias lo bloquean de mi vista.


Mientras los uniformes grises comienzan a converger en mi,pienso en lo que implica mi breve futuro como la asesina del presidente dePanem. La interrogación, la probable tortura, la cierta ejecución pública.Teniendo, aun de nuevo, que decir mis palabras finales al pequeño montón degente que aun es querida en mi corazón. La prospectiva de enfrentar a mi madre,la cual estará ahora completamente sola en el mundo, lo decide.


“Buenas noches,” susurro al arco en mi mano y siento como sequeda tranquilo. Elevo mi brazo izquierdo y giro mi cuello hacia la abertura enla manga de mi camisa. En vez de eso mis dientes se hunden en carne. Elevo deun tirón mi cabeza confundida para encontrarme mirando en los ojos de Peeta, soloque ahora sostienen mi mirada. La sangre corre desde las marcas de mis dientesen la mano que él ha puesto sobre mi nightlock. “¡Déjame ir!” le gruño,tratando de arrancar mi brazo de su agarre.


“No puedo,” él dice. Mientras me alejan de él, siento quetiran del bolsillo de mi manga, veo a la píldora violeta oscuro caer a latierra, veo al último regalo de Cinna ser apastado bajo la bota del guardia. Metransformo en un animal salvaje, pateando, arañando, mordiendo, haciendo lo quesea para liberarme de la red de manos mientras la multitud se empuja paraentrar. Los guardias me levantan sobre la refriega, donde continuo destruyendomientras soy transportada sobre la aglomeración de personas.
 Comienzo a gritarpor Gale. No puedo encontrarlo en la multitud, pero el sabrá lo que quiero. Unbuen y limpio disparo para terminarlo todo. Solo que no hay ninguna flecha, ninguna bala. ¿Es posible que no pueda verme? No. Sobre nosotros, en lasgigantescas pantallas puestas alrededor del Circulo de la Ciudad, todos puedenver todo lo que esta montándose. Él ve, él sabe, pero no da el paso. Justo comoyo no lo hice cuando él fue capturado. Pobres excusas de cazadores y amigos. Ambos.


Estoy sola.


En la mansión, ellos me atan las manos y me ciegan. Soymedio arrastrada, medio llevada a través de largos pasajes, arriba y abajo deascensores, y depositada en un suelo alfombrado. Los grilletes son removidos yla puerta se cierra de golpe tras de mí. Cuando empujo la venda hacia arriba, me encuentro en mi vieja habitación en el centro de entrenamiento.

 En la cual viví durante esos últimos preciosos días antes de mis primeros Juegos delHambre y el Quarter Quell. La cama vacía solo con el colchón, las puertas delarmario abiertas, mostrando el vacio dentro, pero conocería esta habitación decualquier forma.


Es una lucha ponerme de pie y sacarme el traje de Sinsajo.Estoy gravemente herida y podría tener un dedo roto o dos, pero es mi piel laque ha pagado de peor forma por mi resistencia ante los guardias. La nueva cosarosada ha sido desgarrada como su fuera papel de seda y la sangre se filtra através de las células crecidas en laboratorio. Ningún médico aparece, sinembargo, y estoy demasiado lejos para que me importe, repto sobre la cámara,esperando sangrar hasta morir.


No tanta suerte. Para la noche, los coágulos de sangre, medejan rígida, adolorida y pegajosa, pero viva. Cojeo dentro de la ducha yprogramo el ciclo más suave que puedo recordar, libre de jabón y productos parael cabello, y me agacho bajo el tibio espray, los codos en mis rodillas, lacabeza en mis manos.


Mi nombre es KatnissEverdeen. ¿Por qué no estoy muerta? Debería estar muerta. Sería lo mejor paratodos si estuviera muerta…

Cuando salgo hacia la alfombra, el aire caliente cocina mipiel herida hasta secarla. No hay nada limpio para ponerme. Ni siquiera unatoalla para poner a mi alrededor. De vuelta en la habitación, encuentro que eltraje de Sinsajo ha desaparecido. En su lugar hay una bata de papel. Una comidaha sido dejada desde una misteriosa cocina y un recipiente con mis medicamentoscomo postre. Avanzo y como la comida, tomo las píldoras, froto la pomada en mipiel. Necesito focalizarme ahora en la manera de suicidarme.


Me acurruco de vuelta en el colchón manchado de sangre, sinfrio pero sintiéndome tan desnuda con solo el papel para cubrir mi delicadapiel. Saltar para morir no es una opción—el vidrio de la ventana debe ser de unpie de grosor. Puedo hacer un excelente lazo pero no tengo de donde colgarme.

Es posible que pueda guardar mis píldoras y luego noquearme con una dosisletal, excepto que estoy segura que estoy siendo observada a lo largo delreloj. Por todo lo que se, estoy en televisión en vivo en este momento mientraslos comentaristas tratan de analizar qué es lo que posiblemente me ha motivadopara matar a Coin. La vigilancia hace casi cada intento de suicidio casiimposible. Tomar mi vida es el privilegio del Capitolio. De nuevo.


Lo que puedo hacer es rendirme. Resuelvo quedarme en la camasin comer, beber, o tomar los medicamentos. Puedo hacerlo, también. Solo morir.Si no fuera por la carencia de morphling. No paso a paso como en el hospitaldel 13, sino pavo frio. Debo de haber estado con una enorme dosis porque cuandola necesidad por ella golpea, acompañada de temblores, y dolores lacerantes, yun frio insoportable, mi resolución se rompe como una cascara de huevo.

 Estoy en mis rodillas, arañando la alfombra con mis uñas para encontrar las preciosaspíldoras que lance lejos en un momento más fuerte. Modifico mi plan a unamuerte lenta por morphling. Me transformare en una bolsa amarilla de huesos,con ojos enormes. Estoy un par de días en el plan, haciendo buenos progresos,cuando algo inesperado sucede.


Comienzo a cantar. En la ventana, en a ducha, en mi sueño.Horas tras horas de baladas, canciones de amor, aires de montaña. Todas lascanciones que mi padre me enseño antes de que muriera, ciertamente ha habidomuy poca música en mi vida después de eso. Lo increíble es cuan claro lasrecuerdo. La melodía, la letra. Mi voz, al principio áspera y quebrándose enlas notas altas, mejora hasta algo esplendido. Una voz que haría a los sinsajosquedarse callados y luego acercándose para unirse. Los días pasan, semanas.Miro la nieve caer en el alfeizar de mi ventana. Durante todo ese tiempo, mivoz es la única que escucho.


“¿Qué están haciendo, a todo esto? ¿Qué se levanta ahíafuera? ¿Cuán difícil puede ser arreglar la ejecución de una chica asesina?Continúo con mi propio aniquilamiento. Mi cuerpo está más delgado de lo quealguna vez ha estado y mi batalla contra el hambre es tan fiera que a veces laparte animal en mí de rinde a la tentación de pan con mantequilla o carneasada. Pero aun así, estoy ganando.

 Por unos pocos días me siento un poco mal ypienso que podría finalmente estar viajando fuera de esta vida, cuando me doycuenta que mis tabletas de morphling se está encogiendo. Ellos están tratandode lentamente quitarme la cosa. Pero ¿Por qué? Seguramente un Sinsajo drogadoserá más fácil de eliminar en frente de una multitud. Y luego un pensamientoterrible me golpea: ¿Qué si ellos no van a matarme? ¿Qué si ellos tiene otrosplanes para mí? ¿Una nueva forma de reformularme, entrenarme y usarme?


No lo haré. Si no puedo matarme a mi misma en esta habitación,tomare la primera oportunidad que tenga afuera para finalizar el trabajo. Ellospueden engordarme. Pueden darme un pulido en todo el cuerpo, vestirme, y hacerme hermosa de nuevo. Pueden diseñararmas de ensueño que viene a la vida enmis manos, pero nunca jamás me van a lavar el cerebro de nuevo hacia lanecesidad de usarlos. Ya no siento ninguna alianza hacia esos monstruosllamados seres humanos, a pesar de ser uno de ellos.

 Creo que Peeta estaba pensando en algo sobre nosotros destruyéndonos unos a otros para dejar aalgunas especies decentes hacerse con el control. Porque algo estásignificativamente mal con estas criaturas que sacrifican la vida de sus niñospara resolver sus diferencias. Puedes girarlo de cualquier forma que quieras.Snow pensaba que los Juegos del Hambre eran una forma eficiente de control.Coin pensaba que los paracaídas harían la guerra más expedita. Pero al final,¿Quién se beneficia? Nadie. La verdad es, que no beneficia a nadie vivir en un mundo donde estas cosas pasan.


Después de dos días yaciendo en el colchón sin ningunaintención de comer, beber, o inclusotomar una tableta de morphling, la puerta de mi habitación se abre. Alguiencruza alrededor de la cama dentro de mi campo de visión. Haymitch. “Tu juiciose ha acabado,” él dice. “Vamos. Nos vamos a casa.”


¿Casa? ¿De qué está hablando? Mi casa se ha ido. E inclusosi fuera posible ir a ese lugar imaginario, estoy muy débil para moverme.Extraños aparecen. Me rehidratan y me alimentan. Me bañan y visten. Uno melevanta como una muñeca de trapo y me lleva al techo, dentro de unaerodeslizador, y me asegura en el asiento. Haymitch y Plutarch se sientanfrente a mi. En unos pocos momentos, estamos en el aire.


Nunca había visto a Plutarch de tan buen humor. Estabarealmente brillando. “¡Debes tener millones de preguntas!” Cuando no respondo,las responde de todos modos.


Después de que disparara a Coin, se desato un pandemonio.Cuando el lio se asentó, ellos descubrieron el cuerpo de Snow, aun colgado alposte. Las opiniones difieren en si se ahogó hasta la muerte mientras reía o sifue aplastado por la multitud. A nadie le importa realmente. Una elección deemergencia fue montada y Paylor fue votado presidente. Plutarch fue apuntadocomo secretario de comunicaciones, lo cual significa que arregla la programaciónde las ondas. El primer gran evento televisado fue mi juicio, en el cual eltambién era un testigo estrella. En mi defensa, por supuesto. Aunque la mayoríadel crédito de mi exoneración debe ser dado al Dr. Aurelius, quienaparentemente se gano sus siestas presentándome como una desesperanzada yconsternada hasta la medula lunática. Una condición para mi liberación fue quecontinuara bajo su cuidado, aunque tendrá que ser por teléfono porque él nuncaha vivido en un lugar abandonado como el 12, y estoy confinada ahí hasta nuevoaviso. La verdad es, nadie sabe qué hacer conmigo ahora que la guerra se haacabado, aunque si otra tiene que florecer, Plutarch asegura que encontrará unlugar para mí. Luego Plutarch se ríe un buen rato. Nunca parece molestarlocuando nadie se ríe de sus bromas.


“¿Estas preparando una nueva guerra, Plutarch?” pregunto.


“Oh, no ahora. No cuando estamos en el dulce periodo dondetodos están de acuerdo que nuestros recientes horrores nunca deben serepetidos,” él dice. “Pero el pensamiento colectivo es usualmente de cortavida. Somos seres estúpidos e inestables con una pobre memoria y un gran don deauto-destrucción. Aunque ¿Quién sabe? Quizás esto sea el final, Katniss.”


“¿Qué?” pregunto.


“Quizás esta vez se mantenga. Quizás estamos presenciando laevolución de la raza humana. Piensa en eso.” Y luego el me pregunta si megustaría participar en un nuevo programa de canto que está lanzando en unaspocas semanas. Algo optimista sería bueno. Él enviara al equipo a mi casa.


Aterrizamos brevemente en el distrito 3 para dejar aPlutarch. Él se va a encontrar con Beetee para actualizar la tecnología delsistema de emisión. Sus palabras de despedidas son “No seas una extraña.”


Cuando estamos de vuelta entre las nubes, miro a Haymitch.“Entonces, ¿Por qué estás volviendo al Doce?”


“Tampoco parecen poder encontrar un lugar para mí en elCapitolio,” él dice.


Al principio, no lo cuestiono. Pero las dudas comienzan aasomarse. Haymitch no ha asesinado a nadie. Él puede ir a donde quiera. Si él estávolviendo al 12 es porque ha sido ordenado a hacerlo. “Tienes que cuidarme,¿cierto? ¿Cómo mi mentor?” él se encoje de hombros. Luego me doy cuenta de loque significa. “Mi madre no va a volver.”


“No,” él dice. Saca un sobre del bolsillo de su chaqueta yme lo pasa. Examino la delicada y perfectamente formada escritura. “Estáayudando a iniciar un hospital en el Distrito Cuatro. Quiere que la llames tanpronto como lleguemos.” Mi dedo traza la graciosa curva de las letras. “Túsabes porque no puede volver.” Sí, sé por qué. Porque entre mi padre y Prim ylas cenizas, el lugar es demasiado doloroso para soportarlo. Pero aparentementeno para mí. “¿Quieres saber quien más no estará ahí?”


“No,” digo. “Quiero la sorpresa.”


Como un buen mentor, Haymitch me hace comer un sandwhich yluego pretende que cree que estoy dormida por el resto del viaje. Se ocupa a simismo yendo a través de cada compartimento del aerodeslizador, encontrandolicor, y metiéndolo en su bolsa. Es de noche cuando aterrizamos en los pradosverdes de la Villa de la Victoria. La mitad de las casas tienen luz en lasventanas, incluyendo la de Haymitch y la mía. No en la de Peeta. Alguien haencendido un fuego en mi cocina. Me siento en la mecedora ante él, apretando lacarta de mi madre.


“Bien, te veo mañana,” dice Haymitch.


Mientras el repiqueteo de su mochila llena de botellas delicor se disipa, susurro, “Lo dudo.”


Soy incapaz de moverme de la silla. El resto de la casa sevuelve fría y vacía y oscura. Tiro de un viejo chal alrededor de mi cuerpo ymiro las llamas. Supongo que duermo, porque la siguiente cosa que se, es que esde mañana y la grasienta Sae está moviéndose alrededor de la cocina. Me hacehuevos y tostadas y se sienta hasta que me los he comido todos. No hablamosmucho. Su pequeña nieta, la única que vive en su propio mundo, toma unabrillante bola azul de hilo de la caja de tejido de mi madre. La grasienta Saele dice que la devuelva, pero le digo que puede tenerla. Nadie en esta casapuede tejer de nuevo. Luego del desayuno, la grasienta Sae limpia los platos yse va, pero vuelve a la hora de almuerzo para hacerme comer de nuevo. No sé siella solo está siendo amable o si es uno de las contrataciones del gobierno, pero se aparece dos veces al día. Ella cocina, yo consumo. Trato de planear misiguiente movimiento. No hay obstáculo ahora en suicidarme. Pero parezco estaresperando por algo.


A veces el teléfono suena, suena y suena, pero no locontesto. Haymitch nunca me visita. Quizás ha cambiado de idea y se fue, aunquesospecho que solo está ebrio. Nadie viene más que la grasienta Sae y su nieta.Luego de meses de solitario confinamiento, parecen una multitud.


“La primavera está en el aire hoy. Tienes que salir,” elladice. “Ve a cazar.”


No he dejado la casa. Ni siquiera he dejado la cocinaexcepto para ir al pequeño baño a solo unos pasos fuera de ella. Estoy con lasmismas ropas con las que deje el Capitolio. Lo que hago es sentarme junto alfuego. Mirando a las cartas no abiertas que llenan el mantel. "No tengo unarco.”


“Checa en el pasillo,” ella dice.


Después de que ella se va, considero un viaje por elpasillo. Lo descarto. Pero después de muchas horas, lo hago de todos modos,caminando en mis silenciosos pies envueltos en calcetines, de modo que nodespierte a los fantasmas. En el estudio, donde tuve mi té con el PresidenteSnow, encuentro la caja con la chaqueta de caza de mi padre, nuestro libro deplantas, la foto de la boda de mis padres, el casquillo de Haymitch me envió, yel broche que Peeta me dio en el reloj de arena. Ambos arcos y la bolsa deflechas que Gale rescato en la noche del ataque con bombas descansan en elescritorio.
Me pongo la chaqueta de caza y dejo el resto de las cosas sintocar. Me quedo dormida en el sofá en la formal sala de estar. Una terriblepesadilla sigue, donde estoy yaciendo en el fondo de una profunda sepultura, ycada persona muerta que conozco por nombre viene y me lanza una pala llena decenizas.

Es un sueño bastante largo, considerando la lista de gente, y mientrasmás profundo soy enterrada, mas difícil es respirar. Trato de gritar,pidiéndoles que se detengan, pero las cenizas llenan mi boca y mi nariz y nopuedo hacer ningún sonido. Y las palas continúan resonando y resonando una yotra vez…


Me despierto de un salto. La pálida luz de la mañana seasoma por los limites de las persianas. El raspar de las palas continua. Aun enmedio de la pesadilla, corro por el pasillo, hacia la puerta del frente, yalrededor del lado de la casa, porque estoy muy segura que puedo gritarle a losmuertos. Cuando lo veo, me detengo de inmediato. Su rostro esta sonrojado porhaber estado cavando en la tierra bajo las ventanas. En la carretilla hay cincoarbustos ralos.


“Volviste,” digo.


“El Dr. Aurelius no me dejo irme del Capitolio hasta ayer,”Peeta dice. “En relación a eso, él me dijo que no puede pretender que te estátratando por siempre. Tienes que contestar el teléfono.”

Él se ve bien. Delgado y cubierto por cicatrices dequemadura como yo, pero sus ojos han pedido esa imagen torturada y nublada. Estafrunciendo el ceño ligeramente, sin embargo, mientras me mira. Hago un esfuerzode corazón para sacar el cabello de mis ojos y darme cuenta de que estaenmarañado en nudos. Me siento a la defensiva. “¿Qué estas haciendo?”
“Fui al bosque esta mañana a desenterrar estas. Para ella,”él dice. “Pensé que podíamos plantarlas a lo largo del costado de la casa.”


Miro a los arbustos, los montones de tierra colgando de susraíces, y mi aliento se frena cuando lapalabra rosa se registra. Estoy apunto de gritar cosas desagradable a Peeta cuando el nombre completo viene amí. No solo rosa sino primrose de la noche.

 La flor por la que fue llamada mihermana. Le doy a Peeta un asentimiento y me apresuro dentro de la casa,trabando la puerta tras de mí. Pero la cosa maldita esta dentro, no fuera.Temblando con debilidad y ansiedad, corro subiendo las escaleras. Mi pie seatrapa en el último peldaño y me golpeo en el piso. Me fuerzo a mi misma alevantarme y entrar en mi habitación.

 El aroma es muy delicado pero aun lacerael aire. Ahí está. La rosa blanca en medio de las flores secas en el florero.Marchita y frágil, pero aferrándose a esa innatural perfección cultivada en elinvernadero de Snow. Tomo el florero, corro a la cocina, y tiro el contenidodentro de las ascuas. Mientras las flores se incendian, un destello de llamaazul envuelve la rosa y la devora. El fuego vence a las rosas de nuevo. Quiebroel florero en el piso por precaución.


De vuelta arriba, abro las ventanas para eliminar el restode la fetidez de Snow. Pero aun perdura, en mi ropa, en mis poros. Me desvistoy trozos de piel del porte de cartas de juego quedan unida a los ropajes.Evitando el espejo, me meto en la ducha y friego las rosas de mi cabello, de micuerpo, mi boca. Brillante de rosa y estremeciéndome, encuentro algo para secarel agua. Me toma media hora desenredar mi cabello. La grasienta Sae abre lapuerta. Mientras me hace desayuno, alimento el fuego con las ropas que tenia. Asu sugestión, corto mis uñas con un cuchillo.

Sobre los huevos, le pregunto, “¿Dónde fue Gale?”


“Distrito Dos. Obtuvo un lujoso trabajo ahí. Lo veo de vezen cuando en la televisión,” ella dice.


Rebusco dentro de mí, tratando de registrar rabia, odio,anhelo. Solo encuentro alivio.


“Voy a casar hoy,” digo.


“Bueno, no me importaría algo de juego fresco respecto aeso,” ella responde.


Me armo a mi misma con un arco y flechas y salgo, intentandosalir del 12 por la pradera. Cerca del cuadrado están los grupos de genteenmascarada y enguantada con carros tirados por caballos. Cernidos sobre lo queyace bajo la nieve este invierno. Recolectando los remanentes. Un carroaparcado en frente de la casa del Alcalde. Reconozco el de Thom, el viejo amigode Gale, pausando un momento para limpiar el sudor de su rostro con un trapo.Recuerdo haberlo visto en el 13, pero él debe haber vuelto. Sus saludos me danel coraje de preguntar. “¿Encontraron a alguien ahí dentro?”


“La familia completa. Y dos personas que trabajaban paraellos,” Thom me dice.


Madge. Tranquila y amable y valiente. La chica que me dio elprendedor que me dio un nombre. Trago con fuerza, me pregunto si ella seestaría uniendo al grupo de mis pesadillas esta noche. Paleando cenizas dentrode mi boca. “Pensé que quizás, ya que era el Alcalde…”


“No creo que ser el Alcalde del Doce pusiera las cartas a sufavor,” dice Thom.


Asiento y sigo moviéndome, cuidadosa de no mirar en la partetrasera del carro. A lo largo de la ciudad y la veta es lo mismo. La siega dela muerte. Mientras me acerco a las ruinas de mi vieja casa, el camino sevuelve lleno de carros.

La pradera se ha ido, o al menos ha sido dramáticamentealterada. Un foso profundo ha sido cavado, y lo están llenando con huesos, unafosa común para mi gente. Paso bordeando el agujero y entro en los bosques pormi lugar habitual.

No importa, sin embargo. La reja ya no está cargada y hasido levantada con largas ramas para defendernos de los depredadores. Pero losviejos hábitos mueren lentamente. Pienso en ir al lago, pero estoy tan débilque apenas consigo llegar a mi lugar de reunión con Gale. Me siento en la rocadonde Cressida nos filmó, pero parece tan amplia sin su cuerpo junto a mí.Muchas veces cierro mis ojos y cuento hasta diez, pensando que cuando los abraél se materializará sin un sonido como siempre hacia. Tengo que recordarme queGale esta en el 2 con un trabajo lujoso, probablemente besando otro par delabios.


Es el tipo de día favorito de la vieja Katniss. Comienzos deprimavera. Los bosques despertando después del largo invierno. Pero el chorrode energía que comienza con las primroses se desvanece. Para el momento quelogro volver a la reja, me siento enferma y mareada, Thom tiene que llevarme acasa en el carro de la gente muerta. Ayudarme hasta el sofá de mi sala deestar, donde veo las motas de polvo girar en la suave luz de la tarde.

Mi cabeza se gira con fuerza ante el siseo, pero me toma unpoco para creer que él es real. ¿Cómo puede haber llegado aquí? Miro las marcasde garras de algún animal salvaje, la pata trasera que es sostiene delicadamentesobre la tierra, los huesos prominentes de su rostro. Ha venido a pie entonces,todo el camino desde el 13. Quizás echado o quizás solo porque no podíasoportar estar ahí sin ella, así que vino en su búsqueda.


“Fue un viaje en vano. Ella no está aquí,” le digo.Buttercup sisea de nuevo.

“No está aquí. Puedes sisear todo lo que quieras. Noencontrarás a Prim.” A su nombre, el está alerta. Eleva sus orejas fláccidas.Comienza a maullar esperanzado.

 “¡Sal!” él esquiva la almohada que le lanzo.

“¡Vete! ¡No hay nada aquí para ti!” comienzo a temblar, furiosa con él. “¡Ellano va a volver! Ella no va a volver nunca más de nuevo!” tomo otra almohada yme pongo de pie para mejorar mi objetivo. De ninguna parte, las lágrimascomienzan a derramarse por mis mejillas. “Ella está muerta.” Apretó mi estomagopara anular el dolor. Me hundo en mis talones, meciendo la almohada.

“Ella estámuerta, gato estúpido. Ella está muerta.” Un nuevo sonido, parte llanto, partecanción, sale de mi cuerpo, dándole voz a mi desesperación. Buttercup comienzaa gemir también. Sin importar lo que haga, él no se ira. Él me rodea, fuera dealcance, mientras ola tras ola de sollozos agitan mi cuerpo, hasta queeventualmente caigo inconsciente. Pero él debe entender.

 Él debe saber que loimpensado ha pasado y que para sobrevivir se requerirán actos previamenteimpensables. Porque horas más tarde, cuando voy a mi cama, él está ahí en laluz de la luna. Acurrucado junto a mí, los ojos amarillos alerta, resguardándomede la noche.


En la mañana, se sienta estoicamente mientras le limpio loscortes, pero quitarle la espina de su pata acarrea una ronda de esos maullidosde gatito. Ambos terminamos llorando de nuevo, solo que esta vez nosconfortamos uno al otro.

Con la fuerza de esto, abro la carta que Haymitch medio de mi madre, marco el número de teléfono y lloro con ella también. Peeta, llevando una hogaza de pan, aparece con la grasienta Sae. Ella nos hacedesayuno y le doy todo mi tocino a Buttercup.


Lentamente, con muchos días perdidos, vuelvo a la vida. Tratode seguir el consejo del Dr. Aurelius, solo pasar por las propuestas de resolución,sorprendida de que una finalmente tenga significado. Le digo mi idea sobre ellibro, una enorme caja de hojas de pergamino llega para mí en el próximo trendel Capitolio.


Obtuve la idea del libro de plantas de nuestra familia. El lugardonde plasmábamos esas cosas que no puedes confiar a la memoria. Las páginascomienzan con la imagen de la persona. Una fotografía si podemos encontrarla. Sino, un bosquejo o pintura de Peeta. Luego, en mi escritura más cuidadosa, vienen todos los detalles que sería un crimen olvidar.

Lady lamiendo la mejillade Prim. La risa de mi padre. El padre de Peeta con las galletas. El color delos ojos de Finnick. Lo que Cinna podía hacer con un trozo de seda. Boggs reprogramandoel Holo. Rue suspendida en sus dedos, los brazos ligeramente extendidos, comoun pájaro a punto de volar. Uno tras otro. Sellamos las páginas con agua saladay prometemos vivir correctamente para darle valor a sus muertes. Haymitch finalmentese nos une, contribuyendo con veintitrés años de tributos que él fue forzado aguiar. Las adiciones disminuyen. Los viejos recuerdos emergen. Una primrose tardíapreservada en las páginas. Pequeños trozos de felicidad, como la foto del hijo reciénnacido de Finnick y Annie.


Aprendemos a mantenernos ocupados de nuevo. Peeta ornea. Yo cazo.Haymitch bebe hasta que se queda sin licor, y luego cría gansos hasta que el próximotren llega. Afortunadamente, los gansos pueden cuidarse perfectamente a símismos. No estamos solos. Unos pocos cientos también han regresado porque, loque sea que haya pasado, este es nuestro hogar. Con las minas cerradas, ellosquitan las cenizas de la tierra y plantan comida. Maquinas del Capitolio rompenla tierra para una nueva fábrica donde haremos medicinas. Aunque nadie laalimenta, la pradera se vuelve verde nuevamente.


Peeta y yo volvemos a unirnos. Aun hay momentos donde el aprieta la parte trasera de la silla y se sostiene hasta que los recuerdos se Harter minado. Yo despierto gritando de pesadillas sobre mutos y niños perdidos. Pero sus brazos están ahí para confortarme. Y finalmente sus labios.

En la noche en que siento esa cosa de nuevo, el hambre que me controlo en la playa, sé que esto habría pasado de todas formas. Que lo que necesito para sobrevivir no es el fuego de Gale, encendido por la rabia y el odio.

Tengo bastante fuego en mi misma. Lo que necesito es el diente de león en la primavera. El amarillo brillante que significa renacer en vez de destrucción. La promesa de que la vida puede continuar, sin importar lo malo de nuestras pérdidas. Que puede ser buena de nuevo. Y solo Peeta puede darme eso.

Así que después, cuando el susurra, “Tú me amas. ¿Real o noreal?”

Le digo, “Real.”


Sinsajo/Capitulo 26


CAPITULO 26


En el pasillo, me encuentro a Paylor de pie exactamente en el mismo lugar.

—¿Has encontrado lo que buscabas? —Me pregunta.

Sostengo el capullo blanco en respuesta y paso tropezando por delante de ella. Debo haber regresado a mi cuarto, porque lo siguiente que sé, es que estoy llenando un vaso con agua del grifo del baño y poniendo la rosa en él. Me hundo hasta las rodillas en la fría baldosa y entrecierro los ojos en la flor, mientras la blancura parece hacer difícil concentrarse en la cruda luz fluorescente. Mi dedo se atora el interior de mi pulsera, girándolo como un torniquete, dañando mi muñeca. Estoy esperando que el dolor me ayude a aferrarme a la realidad de la manera en que lo hizo Peeta. Tengo que aguantar. Debo saber la verdad sobre lo que ha sucedido.

Hay dos posibilidades, aunque los detalles asociados a ellas pueden variar. En primer lugar, como he creído, el Capitolio envió ese aerodeslizador, dejó caer los paracaídas, y sacrificaron la vida de sus niños, sabiendo que los rebeldes recién llegados iban en su ayuda. Hay evidencias para apoyar esto. El sello del Capitolio en el aerodeslizador, la falta de cualquier intento de golpe del enemigo desde el cielo, y su larga historia usando a los niños como peones en su batalla contra los distritos. Luego está la versión de Snow. Que un aerodeslizador del Capitolio tripulado por rebeldes bombardearon a los niños para poner fin rápidamente a la guerra. Pero si este fuera el caso, ¿por qué el Capitolio no abrió fuego contra el enemigo? ¿El factor sorpresa los desconcertó? ¿No les quedaban defensas? Los niños son algo muy preciado en el 13, o al menos eso ha parecido siempre. Bueno, no yo, tal vez. Una vez que había cumplido mi cometido, era prescindible. Aunque creo que ha pasado mucho tiempo desde que he sido considerada una niña en esta guerra. ¿Y por qué iban a hacer eso a sabiendas que sus propios médicos probablemente responderían y morirían en la segunda explosión? Ellos no lo harían. No podían. Snow está mintiendo. Manipulándome como siempre lo ha hecho. Con la esperanza de ponerme en contra de los rebeldes y posiblemente destruirlos. Sí. Por supuesto.

¿Entonces qué me molesta? Esas bombas de doble explosión, por ejemplo. No es que el Capitolio no pudiera tener el mismo tipo de arma, es sólo que estoy segura de que los rebeldes las hicieron. Es una creación de Gale y de Beetee. Luego está el hecho de que Snow no hizo ningún intento de fuga, cuando yo lo conozco por ser un superviviente consumado. Parece difícil de creer que no tuviera un retiro en alguna parte, algún búnker repleto de provisiones donde podría vivir el resto de su pequeña vida de serpiente. Y, por último, está su evaluación de Coin. Qué irrefutable es que ella haya hecho exactamente lo que él dijo. Dejar que el Capitolio y los distritos peleen unos contra otros por el terreno y luego pasando a tomar del poder. Incluso si ese era su plan, no significa que ella tirara los paracaídas. La victoria ya estaba en su mano.

Todo estaba en su mano.

Excepto yo.

Recuerdo la respuesta de Boggs cuando yo admití que no había pensado mucho en el sucesor de Snow. “Si tu respuesta inmediata no es Coin, entonces eres una amenaza. Eres el rostro de la rebelión. Puedes tener más influencia que cualquier otra persona. Exteriormente, lo mejor que tú has hecho es tolerarla.”

De pronto, estoy pensando en Prim, que aún no tenía catorce años, no tenía la edad suficiente para que le concedieran el título de soldado, pero de alguna manera estaba trabajando en las líneas del frente. ¿Cómo sucedió una cosa así? Que mi hermana hubiera querido estar allí, no tengo ninguna duda. Que sería más capaz que muchos que eran más mayores, eso es un hecho. Pero para todo eso, alguien de un rango muy alto tuvo que aprobar el poner a alguien de trece años en el combate. ¿Lo hizo Coin, con la esperanza que la pérdida de Prim me empujara completamente al borde? ¿O, al menos, firmemente de su lado? Ni siquiera tendría que presenciar eso en persona. Numerosas cámaras estarían cubriendo el Círculo de la Ciudad. Capturando el momento para siempre.

No, ahora me estoy volviendo loca, cayendo en un estado de paranoia. Demasiada gente sabría de la misión. Las palabras se escaparían. O ¿no? ¿Quién iba a saberlo, además de Coin, Plutarch, y una pequeña tripulación, leal o fácilmente desechable?

Necesito ayuda para trabajar esto hacia fuera, todos en los que confío están muertos. Cinna. Boggs. Finnick. Prim. Está Peeta, pero él no puede hacer más que especular, y quién sabe en qué estado estará su mente, de todos modos. Y eso me deja sólo con Gale. Él está muy lejos, pero incluso si estuviera a mi lado, ¿podría confiar en él? ¿Qué podía decirme, con qué frase podría expresarlo, sin que ello implicara que fue su bomba la que mató a Prim? La imposibilidad de esa idea, más que otra cosa, es la razón por la que Snow debe estar mintiendo.

En última instancia, sólo hay una persona que pueda saber lo que pasó y puede que siga estando de mi lado.

Abordar el tema sería un riesgo. Pero aunque creo que podría jugarme con Haymitch mi vida en la arena, no creo que él delatara a Coin. Cualquier problema que podamos tener el uno con el otro, preferimos resolver nuestras diferencias de una en una.

Me levanto del suelo, salgo por la puerta, y voy todo el pasillo hasta su habitación. Cuando no hay respuesta a mi llamada, me empujo dentro. Ugh. Es increíble lo rápido que se puede manchar un espacio. Platos de comida a medio comer, botellas de licor hechas añicos y pedazos de muebles rotos en un arrebato de borracho están dispersos por su cuarto. Él está tendido, descuidado y sin lavar, en una maraña de sábanas en la cama, desmayado.

—Haymitch —digo, moviéndole la pierna. Por supuesto, eso es insuficiente. Pero le doy unos cuantos intentos más antes de volcarle la jarra de agua en la cara. Él viene en sí con un jadeo, cortando a ciegas con su cuchillo. Al parecer, el fin del reinado de Snow no vino a significar el final de su terror.

—Oh. Tú —dice. Puedo decir por su voz que él todavía está borracho.

—Haymitch —empiezo.

—Escucha eso. El Sinsajo encontró su voz. —Se ríe—. Bueno, Plutarch va a estar feliz. —Él toma un trago de una botella—. ¿Por qué estoy empapado?

Yo sin convicción dejó caer la jarra detrás de mí en una pila de ropa sucia.

—Necesito tu ayuda —le digo.

Haymitch eructa, llenando el aire con gases de licor blanco. —¿Qué pasa, cariño? ¿Más problemas de chicos? —No sé por qué, pero esto me daña de una manera en la que rara vez Haymitch puede hacerlo. Esto se ha de reflejar en mi cara, porque incluso en su estado de embriaguez, trata de volver atrás—. Está bien, no es gracioso. —Ya estoy en la puerta—. ¡No tiene gracia! ¡Vuelve! —Por el ruido sordo de su cuerpo al caer al suelo, supongo que él trató de seguirme, pero ese no es el punto.

Zigzagueo a través de la mansión y desaparezco en un armario lleno de cosas de seda. Las saco de los ganchos hasta que hay un montón y luego me escondo en ellas. En el forro de mi bolsillo, encuentro una tableta de morphling perdida y la trago en seco, dejando a un lado mi creciente histeria. No es suficiente para que las cosas mejoren, sin embargo. Oigo a Haymitch llamándome en la distancia, pero en su estado no me va a encontrar. En especial, no en este nuevo lugar. Envuelta en seda, me siento como una oruga en un capullo esperando la metamorfosis. Siempre supuse que sería una condición pacífica. Al principio lo es.

Pero a medida que se hace de noche, me siento más y más atrapada, asfixiada por los enlaces resbaladizos, sin poder salir hasta que me haya transformado en algo bello. Me retuerzo, tratando de deshacerme de mi cuerpo en ruinas y abriendo el secreto de las impecables alas crecientes. A pesar del enorme esfuerzo, sigo siendo una criatura horrible, lanzada a mi forma actual por la explosión de las bombas.

El encuentro con Snow abre la puerta a mi viejo repertorio de pesadillas. Es como ser picada por las rastrevíspulas de nuevo. Una ola de imágenes horripilantes con un breve respiro el cual confundo con despertar—sólo para encontrar otra ola llamándome de nuevo. Cuando los guardias finalmente me localizan, estoy sentada en el suelo del armario, enredada en seda, gritando con mi cabeza fuera. Peleo con ellos en un principio, hasta que me convencen de que están tratando de ayudarme, retiran las prendas asfixiantes y me acompañan de regreso a mi habitación. En el camino, pasamos una ventana y veo un gris amanecer cubierto de nieve que se extiende por el Capitolio.

Un Haymitch con resaca me espera con un puñado de pastillas y una bandeja de comida que ninguno de nosotros tiene el estómago para comer. Él hace un débil intento de hacerme hablar de nuevo, pero, viendo que no tiene sentido, me manda a un baño que alguien ha preparado. La bañera es profunda, con tres escalones hasta el fondo.

Entro fácilmente en el agua caliente y me siento, con la espuma hasta el cuello, con la esperanza de que los medicamentos funcionen pronto. Mis ojos se enfocan en la rosa, la cual ha extendido sus pétalos durante la noche, llenando el aire húmedo con su fuerte perfume. Me levanto y alcanzo una toalla para ahogarlo, cuando alguien llama tentativamente y la puerta del baño se abre, revelando tres caras conocidas. Tratan de sonreírme, pero incluso Venia no puede ocultar su conmoción por mi devastado cuerpo de muto.

—¡Sorpresa! —Chilla Octavia, y luego rompe a llorar. Estoy dándole vueltas a su reaparición cuando me doy cuenta de lo que debe ser esto, el día de la ejecución. Han venido a prepararme para las cámaras. Convertirme en una Belleza de Base Cero. No es de extrañar que Octavia esté llorando. Es una tarea imposible.

Apenas pueden tocar mi mosaico de piel por miedo a hacerme daño, así que me enjuago y me seco sola. Les digo que casi no noto el dolor ahora, pero Flavius todavía hace una mueca mientras me rodea con una túnica. En el dormitorio, encuentro otra sorpresa. Sentada en posición vertical en una silla. Brillante con su dorada peluca metálica a juego con sus altos zapatos de charol, sujetando un portapapeles. Cabe destacar que sin cambios, excepto por la mirada vacía en sus ojos.

—Effie —digo.

—Hola, Katniss. —Se pone en pie y me besa en la mejilla como si nada hubiera ocurrido desde nuestra última reunión, la noche antes del Quarter Quell—. Bueno, parece que tenemos otro gran, gran, gran día por delante. Así que ¿por qué no comenzamos tu preparación y destapamos y vemos sobre los preparativos?

—Muy bien —le digo de vuelta.

—Dicen que Plutarch y Haymitch han tenido dificultades para mantenerla con vida —comenta Venia en voz baja—. Ella fue encarcelada después de tu fuga, así que eso ayuda.

Eso me tranquiliza un poco. Effie Trinket, rebelde. Pero no quiero que Coin la mate, así que hago una nota mental para presentarla de esa manera si pregunta. —Creo que es bueno que Plutarch os secuestrara a los tres después de todo.

—Somos el único equipo de preparación que sigue vivo. Todos los estilistas desde el Quarter Quell están muertos —dice Venia. Ella no dice específicamente quien los mató. Estoy comenzando a preguntarme si importa. Ella coge con cuidado una de mis manos con cicatrices y la sostiene inspeccionándola—. Ahora, ¿qué piensas sobre las uñas? ¿Rojas o tal vez un negro azabache?

Flavius realiza un milagro de belleza en mi cabello, despejando incluso el frente mientras que le lleva algo más de tiempo el ocultar las calvas en la parte posterior. Mi cara, ya que se salvó de las llamas, no presenta más que los desafíos de siempre. Una vez que estoy en el traje de Sinsajo de Cinna, las cicatrices son visibles sólo en el cuello, los antebrazos y las manos. Octavia se asegura de poner mi insignia de Sinsajo encima de mi corazón y damos un paso atrás para mirarme en el espejo. No puedo creer lo normal que me han hecho parecer en el exterior cuando internamente soy un terreno baldío.

Hay un golpe en la puerta y Gale camina dentro.

—¿Puedo tener un minuto? —pregunta.

En el espejo, veo a mi equipo de preparación. No están seguros de a dónde ir, chocan entre sí unas cuantas veces y luego se encierran en el baño. Gale se pone detrás de mí y examinamos los reflejos el uno del otro. Estoy buscando algo para agarrarme, alguna señal de la niña y el niño que se conocieron por casualidad en el bosque hace cinco años y se hicieron inseparables. Me pregunto qué hubiera sido de ellos si los Juegos del Hambre no se hubieran llevado a la chica. Si ella se hubiera enamorado del chico, incluso se hubiera casado con él. Y en algún momento en el futuro, cuando los hermanos y hermanas se hubieran levantado, se escaparía con él al bosque y dejaría atrás para siempre el 12. ¿Habrían sido felices, en la naturaleza, o en la oscuridad, incluso si la tristeza trenzada entre ellos hubiera crecido sin la ayuda del Capitolio?

—Te he traído esto. —Gale sostiene una funda. Cuando la cojo, me doy cuenta de que posee una sola y ordinaria flecha—. Se supone que es simbólico. Tienes que disparar el último tiro de la guerra.

—¿Qué pasa si la pierdo? —Digo yo—. ¿Coin la recuperará y me la traerá? ¿O simplemente disparará ella misma a la cabeza de Snow?

—Así no la perderás. —Gale ajusta la funda en mi hombro.

Estamos allí, cara a cara, sin encontrar los ojos del otro. —No viniste a verme en el hospital. —Él no contesta, así que finalmente acabo de decir—. ¿Fue tu bomba?

—No lo sé. Tampoco Beetee —dice—. ¿Acaso importa? Siempre pensarás eso.

Él espera que yo lo niegue, quiero negarlo, pero es verdad. Incluso ahora puedo ver el destello de ella quemándose, sentir el calor de las llamas. Y nunca voy a ser capaz de separar ese momento de Gale. Mi silencio es mi respuesta.

—Eso era lo que yo tenía a mi favor. Cuidar a tu familia —dice—. Dispara recto, ¿de acuerdo? —Me toca la mejilla y se va. Quiero llamarlo y decirle que estaba equivocado. Que voy a buscar la manera de estar en paz con esto. Recordar las circunstancias en que se creó la bomba. Tomar en cuenta mis propios crímenes inexcusables. Desenterrar la verdad acerca de quién dejó caer el paracaídas. Demostrar que no fueron los rebeldes. Perdonarle. Pero como no puedo, sólo voy a tener que lidiar con el dolor.

Effie viene para conducirme a algún tipo de reunión. Recojo mi arco y en el último minuto recuerdo la rosa, brillando en su vaso de agua. Cuando abro la puerta del baño, me encuentro a mi equipo de preparación sentados en fila en el borde de la bañera, encorvados y vencidos. Recuerdo que yo no soy la única que ha sido despojada de su mundo. —Vamos —les digo—. Tenemos un público esperándonos.

Estoy esperando un encuentro en producción en el que Plutarch me enseñe dónde ponerme y me de mi señal para disparar a Snow. En su lugar, me envían a una habitación donde seis personas se sientan alrededor de una mesa. Peeta, Johanna, Beetee, Haymitch, Annie, y Enobaria. Todos llevan el uniforme gris de los rebeldes del 13. Nadie se ve muy bien. —¿Qué es esto? —Digo yo.

—No estamos seguros —responde Haymitch—. Parece ser una reunión de los vencedores restantes.

—¿Somos todos los que quedamos? —Pregunto.

—El precio de la fama —dice Beetee—. Éramos el objetivo de ambas partes. El Capitolio mató a los vencedores de los que sospechaban que eran rebeldes. Los rebeldes mataron a los que creían que se habían aliado con el Capitolio.

Johanna frunce el ceño hacia Enobaria. —Entonces, ¿qué está haciendo ella aquí?

—Ella está protegida por lo que llamamos el Trato Sinsajo —dice Coin mientras entra detrás de mí—. Ese en el qué Katniss Everdeen estuvo de acuerdo en apoyar a los rebeldes a cambio de la inmunidad de los vencedores capturados. Katniss ha mantenido su parte del trato, y yo, también.

Enobaria sonríe a Johanna. —No pongas esa cara de suficiencia —dice Johanna—. Vamos a matarte de todos modos.

—Siéntate, por favor, Katniss —dice Coin, cerrando la puerta. Tomo asiento entre Annie y Beetee, colocando cuidadosamente la rosa de Snow encima de la mesa. Como de costumbre, Coin va directa al grano—. Les he pedido que vengan aquí para resolver un debate. Hoy vamos a ejecutar a Snow. En las semanas anteriores, cientos de sus cómplices en la opresión de Panem han sido juzgados y ahora esperan su propia muerte. Sin embargo, el sufrimiento en los distritos ha sido tan extremo que estas medidas parecen ser insuficientes para las víctimas. De hecho, muchos están pidiendo una completa aniquilación de los que tenían la ciudadanía del Capitolio. Sin embargo, en el interés de mantener una población sostenible, no nos podemos permitir esto.

A través del agua del vaso, veo una imagen distorsionada de una de las manos de Peeta. Las marcas de quemaduras. Los dos somos mutos de fuego ahora. Mis ojos viajan hasta donde las llamas lamieron su frente, chamuscando las cejas pero sin tocar los ojos. Los mismos ojos azules que se solían encontrar con los míos y luego revoloteaban hacia el colegio. Así como lo hacen ahora.

—Por lo tanto, una alternativa se ha puesto sobre la mesa. Dado que mis colegas y yo no podemos llegar a ningún consenso, se ha acordado que vamos a dejar que los vencedores decidan. Con una mayoría de cuatro se aprobará el plan. Nadie podrá abstenerse de votar —dice Coin—. Lo que se ha propuesto es que en lugar de eliminar a toda la población del Capitolio, tendremos unos finales y simbólicos Juegos del Hambre, usando a los niños directamente relacionadas con aquellos que tenían más poder.

Los siete nos volvemos hacia ella. —¿Qué? —dice Johanna.

—Tener otros Juegos del Hambre utilizando a los niños del Capitolio —dice Coin.

—¿Estás bromeando? —Exige Peeta.

—No, también os digo que si hacemos los Juegos, se sabrá que se hicieron con vuestra aprobación, aunque el detalle individual de sus votos será mantenido en secreto por su propia seguridad —nos dice Coin.

—¿Esta idea fue de Plutarch? —Pregunta Haymitch.

—Fue mía —dice Coin—. Parece equilibrada entre la necesidad de venganza con la menor pérdida de vidas. Podéis emitir vuestro voto.

—¡No! —Estalla Peeta—. ¡Yo voto que no, por supuesto! ¡No podemos tener otros Juegos del Hambre!

—¿Por qué no? —replica Johanna—. A mí me parece muy justo. Snow incluso tiene una nieta. Yo voto que sí.

—Yo también —dice Enobaria, casi con indiferencia—. Que tomen un trago de su propia medicina.

—¡Esta es la razón por la que nos rebelamos! ¿Os acordáis? —Peeta mira al resto de nosotros—. ¿Annie?

—Yo voto que no con Peeta —dice—. Es lo que Finnick haría si estuviera aquí.

—Pero no lo está, porque los mutos de Snow lo mataron —le recuerda Johanna.

—No —dice Beetee—. Sería un mal precedente. Tenemos que dejar de vernos los unos a los otros como enemigos. En este punto, la unidad es esencial para nuestra supervivencia. No.

—Vamos con Katniss y Haymitch —dice Coin.

¿Fue así entonces? ¿Hace setenta y cinco años o más? ¿Un grupo de personas se sentaron y emitieron sus votos para iniciar Los Juegos hambre? ¿Hubo desacuerdos? ¿Alguien en un caso de misericordia fue aplastado por las convocatorias hacia la muerte de los niños de los distritos? El aroma de la rosa de Snow llega hasta mi nariz, hasta mi garganta, apretándola fuertemente por la desesperación. Todas aquellas personas que amé, han muerto, y estamos hablando de los próximos Juegos del Hambre en un intento de evitar el desperdicio de vida. Nada ha cambiado. Nada va a cambiar ahora.

Mido mis opciones con cuidado, pasando a través de todo. Manteniendo los ojos fijos en la rosa, digo, —Yo voto que sí... por Prim.

—Haymitch, te toca —dice Coin.

Un furioso Peeta martillea a Haymitch con la atrocidad que él podría comenzar a partir de ahora, pero puedo sentir a Haymitch mirándome. Es en este momento, entonces. Cuando nos damos cuenta de exactamente cuán parecidos somos, y de lo mucho que él realmente me comprende.

—Estoy con el Sinsajo —dice.

—Excelente. Eso aprueba la votación —dice Coin—. Ahora deberíamos ocupar nuestros lugares para la ejecución.

Cuando ella me pasa, levanto el vaso con la rosa. —¿Puedes asegurarte que Snow esté usando esto? ¿Sobre su corazón?

Coin sonríe. —Por supuesto. Y me aseguraré de que él sabe sobre los Juegos.

—Gracias —le digo.

La gente se mueve en la habitación, rodeándome. Tras el último toque de maquillaje, Plutarch me da instrucciones mientras soy guiada a las puertas de la mansión. El Círculo de la ciudad se desborda, la gente se agolpa por las calles laterales. Los demás toman sus lugares fuera. Guardias. Funcionarios. Líderes de los rebeldes. Vencedores. Oigo los gritos que indican que Coin ha aparecido en el balcón. Entonces Effie me da un golpecito en mi hombro, y salgo a la luz del sol invernal. Camino hacia mi posición, acompañada por el rugido ensordecedor de la multitud. Según las instrucciones, me doy la vuelta para que me vean de perfil, y espero.

Cuando Snow sale por la puerta, el público se vuelve loco. Aseguran sus manos detrás de un poste, lo cual no es necesario. Él no va a ir ninguna parte. No hay ningún sitio a donde ir. Este no es el amplio escenario antes del Centro de Entrenamiento, sino la estrecha terraza en frente de la mansión presidencial. No es de extrañar que nadie se molestara en hacerme practicar. Él está a diez metros de distancia.

Siento al arco ronronear en mi mano. Lo echo hacia atrás y agarro la flecha. Posicionándola, apuntando a la rosa, pero mirando su cara. Tose y baba sangrienta corre por su barbilla. Pasa la lengua por sus hinchados labios. Busco en sus ojos la menor señal de algo, miedo, remordimiento, cólera. Pero sólo tienen el mismo aspecto divertido con el que terminaron nuestra última conversación. Es como si estuviera diciendo las palabras de nuevo. "Oh, mi querida señorita Everdeen. Pensé que habíamos acordado no mentirnos el uno al otro.”

Él tiene razón. Lo hicimos.

La punta de mi flecha se vuelve hacia arriba. Suelto la cuerda. Y la presidenta Coin se derrumba sobre el lado del balcón y se precipita hacia el suelo. Muerta.