PARTE I "LA CHISPA "
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Aferro el termo entre mis manos incluso aunque hace tiempo que el calor del té se ha filtrado en el aire helado. Mis músculos están contraídos con fuerza frente al frío. Si una manada de perros salvajes fuera a aparecer en este momento, las probabilidades de escalar a un árbol antes de que atacaran no están de mi parte. Debería levantarme, moverme algo, y trabajar en la rigidez de mis miembros. Pero en vez de ello me siento, tan inmóvil como la roca debajo de mí, mientras el amanecer empieza a iluminar el bosque. No puedo luchar contra el sol. Sólo puedo mirar impotente cómo me arrastra hacia un día que he estado temiendo durante meses.
Al mediodía estarán en mi nueva casa en la Al dea de los Vencedores. Los periodistas, los cámaras, incluso Effie Trinket, mi antigua escolta, se habrán encaminado hacia el Distrito 12 desde el Capitolio. Me preguntó si Effie aún llevará esa estúpida peluca rosa, o si ahora lucirá algún otro color antinatural especialmente para el Tour de la Vic toria. También habrá otros esperando. Personal para satisfacer todas mis necesidades en el largo viaje en tren. Un equipo de preparación para embellecerme para apariciones en público. Mi estilista y amigo, Cinna, que diseñó los preciosos conjuntos que hicieron que la audiencia se fijara en mí por primera vez en los Juegos del Hambre.
Si fuera por mí, intentaría olvidarme completamente de los Juegos del Hambre. Nunca hablar de ellos. Fingir que no fueron más que un mal sueño. Pero el Tour de la Vic toria hace que eso sea imposible. Estratégicamente situado casi a medio camino entre los Juegos anuales, es la forma que tiene el Capitolio de mantener el horror fresco e inmediato. No sólo nos obligan a nosotros en los distritos a recordar la mano de acero del poder del Capitolio cada año, nos obligan a celebrarlo. Y este año, yo soy una de las estrellas del espectáculo. Tendré que viajar de distrito en distrito, levantarme delante de multitudes que me ovacionan mientras me odian en secreto, mirar a los rostros de las familias cuyos hijos he matado…
El sol persiste en alzarse, así que me obligo a levantarme. Todas mis articulaciones protestan y mi pierna izquierda lleva tanto tiempo dormida que me lleva varios minutos de andar en círculos el poder devolverle la sensibilidad. He estado en el bosque tres horas, pero ya que no he intentado cazar en serio, no tengo nada que mostrar por ello. Ya no importa para mi madre y mi hermana pequeña, Prim. Pueden permitirse comprar carne en la carnicería de la ciudad, aunque a ninguna nos gusta más que la caza fresca. Pero mi mejor amigo Gale Hawthorne y su familia dependen del botín de hoy, y no puedo defraudarlos. Empiezo la caminata de hora y media que me llevará el recorrer nuestra línea de trampas. Antes, cuando estábamos en el colegio, teníamos tiempo por las tardes para revisar la línea y cazar y recolectar y aún volver al trueque en la ciudad. Pero ahora que Gale se ha ido a trabajar a las minas de carbóny yo no tengo nada que hacer en todo el díahe tomado el trabajo.
En este momento Gale ya habrá fichado en las minas, tomado hacia las profundidades de la tierra el ascensor que revuelve el estómago, y estará golpeando en una veta de carbón. Sé cómo es todo allí abajo. Cada año en el colegio, como parte de nuestro entrenamiento, mi clase tenía que recorrer las minas. Cuando era pequeña, sólo era incómodo. Los túneles claustrofóbicos, el aire viciado, la oscuridad sofocante por todas partes. Pero después de que mi padre y varios mineros más murieran en una explosión, apenas si podía entrar en el ascensor. El viaje anual se convirtió en una inmensa fuente de ansiedad. Dos veces me había puesto tan enferma por la anticipación que mi madre me hizo quedarme en casa porque pensaba que había contraído la gripe.
Pienso en Gale, quien sólo está vivo en el bosque, con su aire fresco y su luz solar y su agua fresca y en continuo movimiento. No sé cómo lo soporta. Bueno… sí, lo sé. Lo soporta porque es la forma de alimentar a su madre y a sus dos hermanos y su hermana pequeños. Y aquí estoy yo con toneladas de dinero, mucho más que suficiente para alimentar ahora a nuestras dos familias, y él no quiere aceptar ni una sola moneda. Incluso es duro para él dejarme que le lleve carne, aunque con toda seguridad habría mantenido a mi madre y a Prim provistas si yo hubiera muerto en los Juegos. Le digo que me está haciendo un favor, que me vuelve loca estar todo el día por ahí sentada. Incluso así, nunca dejo la caza cuando él está en casa. Lo que es fácil dado que trabaja doce horas al día.
La única vez que veo ahora a Gale es los domingos, cuando nos encontramos en el bosque para cazar juntos. Aún es el mejor día de la semana, pero ya no es como solía ser, cuando nos podíamos contar el uno al otro cualquier cosa. Los Juegos han estropeado incluso eso. Sigo manteniendo la esperanza de que a medida que pase el tiempo recuperaremos la comodidad entre nosotros, pero una parte de mí sabe que es inútil. No hay vuelta atrás.
Consigo un buen botín en las trampasocho conejos, dos ardillas, y un castor que nadó hacia el artilugio de cable que diseñó el propio Gale. Es un hacha con las trampas, ajustándolas para que doblen árboles jóvenes y así aparten a sus presas del alcance de depredadores, equilibrando troncos sobre delicados gatillos de palos, tejiendo cestas ineludibles para capturar peces. Mientras avanzo, recolocando cuidadosamente cada trampa, sé que nunca podré imitar con exactitud su ojo para el equilibrio, su instinto por dónde cruzará la presa el camino. Es más que experiencia. Es un don natural. Como la forma en que yo puedo disparar a un animal en casi total oscuridad y aún así derribarlo con una única flecha.
Para cuando llego a la verja que rodea el Distrito 12, el sol está bien alto. Como siempre, escucho un momento, pero no está el delator zumbido de la corriente eléctrica circulando por la cadena de cables. Casi nunca la hay, incluso aunque la cosa se supone que debería estar cargada a tiempo completo. Me retuerzo por la apertura en la parte baja de la verja y salgo en la Pra dera, a sólo un tiro de piedra de mi casa. Mi antigua casa. Aún podemos quedárnosla ya que oficialmente es el hogar designado para mi madre y hermana. Si ahora yo cayera muerta, ellas tendrían que volver aquí. Pero por el momento, ambas están felizmente instaladas en la nueva casa de la Al dea de los Vencedores, y yo soy la única que utiliza el lugarcito achaparrado donde me crié. Para mí, es mi verdadera casa.
Ahora voy allí a cambiarme la ropa. Cambiar la chaqueta vieja de cuero de mi padre por un abrigo fino de lana que siempre parece demasiado ceñido en los hombros. Dejar mis suaves y gastadas botas de caza por un par de caros zapatos hechos a máquina que mi madre piensa que son más apropiados para alguien de mi estatus. Ya he puesto a buen recaudo mi arco y mis flechas en un tronco hueco en el bosque. Aunque se agota el tiempo, me permito unos minutos para sentarme en la cocina. Tiene una cualidad de abandono, sin fuego en el hogar, sin mantel sobre la mesa. Lamento la pérdida de mi vieja vida aquí. Apenas salíamos adelante, pero sabía dónde encajaba, sabía cuál era mi lugar en la red fuertemente entretejida que era nuestra vida. Desearía volver a ella porque, en retrospectiva, parece tan segura comparada con el ahora, en que soy tan rica y tan famosa y tan odiada por las autoridades del Capitolio.
Un gemido en la puerta de atrás reclama mi atención. La abro para encontrarme con Buttercup, el gato viejo y gruñón de Prim. Le disgusta la casa nueva casi tanto como a mí y siempre la deja cuando mi hermana está en el colegio. Nunca nos hemos querido particularmente el uno al otro, pero ahora tenemos este nuevo vínculo. Lo dejo entrar, le doy un pedazo de grasa de castor, e incluso lo acaricio entre las orejas un ratito.
Eres horroroso, ya lo sabes, ¿verdad? Le pregunto. Buttercup empuja mi mano suavemente para más caricias, pero tenemos que irnos. Vente, tú.
Lo levanto con una mano, cojo mi bolsa de caza con la otra, y los llevo a ambos hacia la calle. El gato se libera de un salto y desaparece bajo un arbusto.
Los zapatos me aprietan en los dedos mientras ando haciendo crujidos por la calle de ceniza. Acortando por callejones y a través de patios traseros llego a la casa de Gale en cuestión de minutos. Su madre, Hazelle, me ve a través de la ventana, donde está inclinada sobre el fregadero de la cocina. Se seca las manos en el mandil y desaparece para encontrarse conmigo en la puerta.
Me gusta Hazelle. La respeto. La explosión que mató a mi padre también se llevó a su marido, dejándola con tres niños y un bebé a punto de nacer. Menos de una semana después de haber dado a luz, estaba fuera recorriendo las calles en busca de trabajo. Las minas no eran una opción, con un bebé que cuidar, pero se las arregló para conseguir la colada de varios comerciantes en la ciudad. A los catorce, Gale, el mayor de los hijos, se convirtió en el principal soporte de la familia. Ya estaba anotado para las teselas, que le daban derecho a un escaso aporte de grano y aceite a cambio de añadir su nombre veces extra en el sorteo para convertirse en tributo. Por encima de eso, incluso entonces, era un dotado diseñador de trampas. Pero eso no era suficiente para mantener a una familia de cinco sin Hazelle gastándose las manos hasta el hueso en esa tabla de lavar. En invierno sus manos se ponían tan rojas y agrietadas, que sangraban ante la mínima provocación. Aún lo harían si no fuera por el bálsamo que preparaba mi madre. Pero están determinados, Hazelle y Gale, a que los otros niños, Rory de doce años y Vick de diez, y la pequeña Posy, de cuatro años, nunca tengan que anotarse a las teselas.
Hazelle sonríe cuando ve la caza. Coge el castor por la cola, evaluando su peso.
Va a hacer un bonito guiso. Al contrario que Gale, ella no tiene ningún problema con nuestro arreglo de caza.
Buena piel, también. Respondo. Es reconfortante estar aquí con Hazelle. Evaluando los méritos de la presa, tal y como ha hecho siempre. Me vierte una taza de té de hierbas, alrededor del cual envuelvo mis dedos helados con agradecimiento. Sabes, cuando vuelva del tour, estaba pensando que tal vez llevara a Rory conmigo alguna vez. Después del colegio.
Enseñarle a disparar.
Hazelle asiente.
Eso sería bueno. Gale quiere hacerlo, pero sólo tiene los domingos, y creo que le gusta reservar esos para ti.
No puedo evitar el rubor que inunda mis mejillas. Es estúpido, por supuesto. Casi nadie me conoce mejor que Hazelle. Sabe qué vínculo comparto con Gale. Estoy segura de que mucha gente había asumido que algún día nos casaríamos incluso aunque yo nunca lo hubiera pensado. Pero eso era antes de los Juegos. Antes de que mi compañero tributo, Peeta Mellark, anunciara que estaba perdidamente enamorado de mí. Nuestro romance se convirtió en una estrategia clave para nuestra supervivencia en la arena. Sólo que para Peeta no era sólo una estrategia. No estoy segura de lo que fue para mí. Pero ahora sé que para Gale fue doloroso.
Mi pecho se contrae mientras pienso cómo, en el Tour de la Vic toria, Peeta y yo deberemos presentarnos como amantes otra vez.
Me bebo el té a grandes sorbos a pesar de que está demasiado caliente, y me apartó de la mesa.
Debería irme yendo. Ponerme presentable para las cámaras.
Hazelle me abraza.
Disfruta de la comida.
Absolutamente. Digo.
Mi siguiente parada es el Quemador, donde tradicionalmente he hecho el grueso de mi trueque. Años atrás había sido un almacén para guardar carbón, pero cuando cayó en desuso se convirtió en un punto de encuentro para canjes ilegales, y después floreció como un mercado negro a tiempo completo. Si atrae a elementos un tanto criminales, entonces yo pertenezco allí, supongo. Cazar en los bosques que rodean el Distrito 12 viola por lo menos una docena de leyes y es castigable con la muerte.
Aunque nunca lo mencionan, estoy en deuda con la gente que frecuenta el Quemador. Gale me dijo que Sae la Gra sienta, la vieja que sirve sopa, empezó una recolección para patrocinarnos a Peeta y a mí durante los Juegos. Se suponía que sólo iba a ser algo del Quemador, pero mucha otra gente oyó acerca de ello y pusieron su granito de arena. No sé con exactitud cuánto fue, y el precio de cualquier regalo en la arena era desorbitado. Pero por todo lo que sé, fue la diferencia entre mi vida y mi muerte.
Aún es raro abrir la puerta de delante con una bolsa de caza vacía, con nada que canjear, y en lugar de ello sentir el pesado bolsillo de monedas contra mi cadera. Intento pasar por tantos puestos como puedo, repartiendo mis compras de café, bollos, huevos, hilo y aceite.
Después se me ocurre comprarle tres botellas de licor blanco a una mujer manca llamada Ripper (NdT: Ripper significa Destripadora) , la víctima de un accidente en la mina que fue lo bastante lista como para encontrar una forma de seguir con vida.
El licor no es para mi familia. Es para Haymitch, quien fue el mentor mío y de Peeta durante los Juegos. Es hosco, violento y borracho la mayor parte del tiempo. Pero hizo su trabajomás que su trabajoporque por primera vez en la historia se les permitió ganar a dos tributos. Así que sin importar quién sea Haymitch, también estoy en deuda con él. Y eso es para siempre.
Estoy cogiendo el licor blanco porque hace varias semanas se quedó sin él y no había nada en venta y tuvo síndrome de abstinencia, dando sacudidas y gritándole a cosas aterradoras que sólo él podía ver. Asustó a Prim a muerte y, francamente, tampoco fue muy divertido para mí el verlo así. Desde entonces se puede decir que he estado preparando una reserva sólo por si acaso vuelve a faltar.
Cray, nuestro agente de la paz en jefe, frunce el ceño cuando me ve con las botellas. Es un viejo con algunos mechones de pelo plateado peinados lateralmente sobre su brillante cara roja.
Esa cosa es demasiado fuerte para ti, chica. Él lo sabrá bien. Junto a Haymitch, Cray bebe más que nadie que yo haya conocido nunca.
Oh, mi madre la usa en medicinas. Digo con indiferencia.
Bueno, mataría cualquier cosa. Dice, y planta sobre la mesa una moneda por una botella.
Cuando llego al puesto de Sae la Gra sienta, me impulso para sentarme sobre el mostrador y ordenar algo de sopa, que parece ser algún tipo de mezcla de calabaza y habas. Un agente de la paz llamado Darius se acerca y compra un cuenco mientras estoy comiendo. En lo que respecta a los agentes de la ley, es uno de mis favoritos. Nunca imponiendo su peso por ahí de verdad, generalmente bueno para un chiste. Probablemente ande por la veintena, pero no parece mucho mayor que yo. Algo sobre su sonrisa, su pelo rojo disparado en todas direcciones, le da un aire infantil. ¿No se supone que debes estar en un tren? Me pregunta.
Me recogen a mediodía. Respondo. ¿No deberías tener mejor pinta? Pregunta con un susurro muy alto. No puedo evitar sonreír ante su broma, a pesar de mi humor. ¿Tal vez un lazo en tu pelo o algo? Sacude mi trenza con la mano y lo aparto.
No te preocupes. Para cuando terminen conmigo estaré irreconocible.
Bien. Dice. Mostrémosles algo de orgullo de distrito para variar, señorita Everdeen. ¿Uhm? Sacude la cabeza hacia Sae la Gra sienta con desaprobación burlona y se marcha para reunirse con sus amigos.
Quiero ese bol de vuelta. Lo llama Sae la Gra sienta, pero ya que también ella se está riendo, no suena particularmente estricta. ¿Gale irá a despedirte? Me pregunta.
No, no estaba en la lista. Digo. Aunque lo vi el domingo.
Pensé que lo habrían puesto en la lista. Siendo tu primo y eso. Dice irónicamente.
Sólo es una parte más de la mentira que el Capitolio ha cocinado. Cuando Peeta y yo llegamos a los ocho últimos en los Juegos del Hambre, enviaron a periodistas para crear nuestras historias personales. Cuando preguntaron por mis amigos, todo el mundo los dirigió hacia Gale. Pero no podía ser, con el romance que estaba interpretando en la arena, que mi mejor amigo fuera Gale. Era demasiado guapo, demasiado varonil, y no dispuesto en lo más mínimo a sonreír y a portarse bien ante las cámaras. Aunque sí que nos parecemos, bastante.
Tenemos esa apariencia de la Ve ta. Pelo oscuro y liso, piel aceitunada, ojos grises. Así que algún genio lo convirtió en mi primo. No sabía nada de ello hasta que ya estábamos en casa, en la plataforma de la estación de tren, y mi madre dijo, "¡Tus primos no pueden esperar a verte!" Después me giré y vi a Gale y Hazelle y a todos los niños esperándome, así que ¿qué podía hacer salvo seguirles la corriente?
Sae la Gra sienta sabe que no estamos emparentados, pero incluso alguna de la gente que nos conoce desde hace años parece haberse olvidado.
No puedo esperar a que todo esto se acabe. Susurro.
Lo sé. Dice Sae la Gra sienta. Pero tienes que pasar por ello para llegar al final.
Mejor no llegar tarde.
Una nevada ligera empieza a caer mientras me dirijo hacia la Al dea de los Vencedores. Es un paseo de unos siete kilómetros desde la plaza en el centro de la ciudad, pero parece un mundo completamente distinto. Es una comunidad separada construida alrededor de un jardín precioso adornado con arbustos floridos. Hay doce casas, cada una lo bastante grande como para alojar diez como aquella en la que me crié. Nueve están vacías, como siempre lo han estado. Las tres en uso nos pertenecen a Haymitch, a Peeta, y a mí.
Las casas habitadas por mi familia y por Peeta desprenden un cálido brillo de vida. Ventanas iluminadas, humo en las chimeneas, manojos de maíz brillantemente coloreado como decoración para el próximo Festival de la Si ega. Sin embargo, la casa de Haymitch, a pesar de los cuidados del encargado del parque, emite un aire de abandono y negligencia. Me preparo a su puerta, sabiendo que olerá mal, y luego empujo hacia dentro.
Mi nariz se arruga inmediatamente de asco. Haymitch se niega a dejar entrar a nadie a limpiar y él mismo lo hace muy mal. Con los años los olores a licor y vómito, repollo hervido y carne quemada, ropa sin lavar y desechos de ratón se han mezclado en un olor apestoso que me trae lágrimas a los ojos. Camino con dificultad a través de una basura de envoltorios descartados, cristal roto y huesos hacia donde sé que encontraré a Haymitch. Se sienta en la mesa de la cocina, sus brazos desparramados sobre la madera, su cabeza en un charco de licor, roncando a plena potencia.
Le sacudo el hombro. ¡Levántate! Digo en alto, porque he aprendido que no hay forma sutil de despertarlo.
Sus ronquidos se detienen por un momento, dubitativos, y luego se reanudan. Lo empujo más fuerte. Levántate, Haymitch. ¡Es día de tour!
Fuerzo la ventana hacia arriba, inhalando profundas bocanadas del aire limpio del exterior.
Mis pies cambian de postura a través de la basura sobre el suelo, y desentierro una cafetera de latón y la lleno en el fregadero. El hornillo no está completamente estropeado y consigo coaccionar a los pocos carbones con vida para que formen una llama. Vierto algo de café en la cafetera, lo bastante como para asegurarme de que el brebaje resultante sea bueno y fuerte, y la coloco sobre el hornillo para que hierva.
Haymitch aún sigue muerto para el mundo. Ya que nada más ha funcionado, lleno un cuenco con agua helada, lo derramo sobre su cabeza, y me aparto rápidamente de su alcance.
Un sonido animal gutural sale de su garganta. Salta, Golpeando su silla tres metros atrás y agitando un cuchillo. Me había olvidado de que siempre duerme con uno aferrado en la mano.
Debería habérselo sacado de entre los dedos, pero tenía muchas cosas en la cabeza. Soltando obscenidades, acuchilla el aire varias veces antes de entrar en razón. Se seca la cara con la manga y se vuelve hacia el alféizar donde estoy colgada, sólo por si acaso tuviera que salir con rapidez. ¿Qué haces? Farfulla.
Me dijiste que te despertara una hora antes de que vinieran las cámaras. ¿Qué?
Idea tuya. Insisto.
Parece recordarlo. ¿Por qué estoy todo mojado?
No pude despertarte a sacudidas. Digo. Mira, si querías que te mimaran, deberías habérselo pedido a Peeta. ¿Haberme pedido qué?
Tan sólo el sonido de su voz me forma en el estómago un nudo de emociones incómodas como culpa, pena, y miedo. Y añoranza. Ya puestos puedo admitir que también hay algo de eso. Sólo que tiene demasiada competencia como para ganar nunca.
Miro cómo Peeta cruza hacia la mesa, el sol de la ventana haciendo que brille la nieve fresca en su pelo rubio. Se le ve fuerte y sano, tan diferente del chico enfermo y hambriento que conocí en la arena, y ahora apenas si puedes ver su cojera. Coloca una barra de pan recién horneado sobre la mesa y extiende su mano hacia Haymitch.
Haberte pedido que me despertaras sin darme una neumonía. Dice Haymitch, dándole el cuchillo. Se saca su camisa mugrienta, revelando una camiseta interior igualmente sucia, y se frota con la parte seca.
Peeta sonríe y empapa el cuchillo de Haymitch en licor blanco de una botella en el suelo.
Frota la cuchilla hasta que está limpia en su camisa y parte el pan en rebanadas. Peeta nos mantiene a todos provistos de bienes recién horneados. Yo cazo. Él hornea. Haymitch bebe.
Tenemos nuestras propias formas de mantenernos ocupados, para mantener a raya los pensamientos de nuestra época como contendientes en los Juegos del Hambre. No es hasta después de que le haya dado a Haymitch la base que me mira por primera vez. ¿Quieres un trozo?
No, comí en el Quemador. Digo. Pero gracias.
Mi voz no suena como la mía propia, es tan formal. Tal y como ha sido cada vez que he hablado con Peeta desde que las cámaras dejaron de grabar nuestra feliz vuelta a casa y volvimos a la vida real.
De nada. Dice, tenso.
Haymitch lanza la camisa a algún lugar en el desorden.
Brrr. Vosotros dos tenéis mucho que calentar antes del espectáculo.
Tiene razón, por supuesto. La audiencia estará esperando al par de tortolitos que ganaron los Juegos del Hambre. No a dos personas que apenas si pueden mirarse a los ojos. Pero todo lo que digo es:
Tómate un respiro, Haymitch.
Luego salgo por la ventana, me dejo caer al suelo, y me dirijo a través del jardín hasta mi casa.
La nieve ha empezado a cuajar y dejo un rastro de pisadas detrás de mí. En la puerta de delante, me detengo para sacudir la cosa mojada de mis zapatos antes de entrar. Mi madre ha estado trabajando todo el día y toda la noche para ponerlo todo perfecto para las cámaras, así que no es el momento de empezar a mancharle el suelo brillante. Apenas he entrado cuando allí está, sosteniéndome el brazo como si para detenerme.
No te preocupes, me los saco aquí. Digo, dejando los zapatos en el felpudo.
Mi madre suelta una risa extraña y ahogada, y me saca del hombro la bolsa de caza cargada de provisiones.
Sólo es nieve. ¿Tuviste un buen paseo? ¿Paseo? Ella sabe que he estado en el bosque la mitad de la noche. Después veo al hombre en pie detrás de ella en el umbral de la cocina. Un vistazo a su traje a medida y facciones quirúrgicamente perfectas y sé que es del Capitolio. Algo va mal. Fue más como patinaje. Está poniéndose muy resbaladizo ahí fuera.
Alguien está aquí para verte. Dice mi madre. Su rostro está demasiado pálido y puedo oír la ansiedad que está tratando de ocultar.
Pensé que no vendrían hasta mediodía. Finjo no darme cuenta de su estado. ¿Vino Cinna para ayudarme a arreglarme?
No, Katniss, es… Empieza mi madre.
Por aquí, por favor, señorita Everdeen. Dice el hombre. Me hace un gesto hacia el pasillo. Es raro que te dirijan por tu propia casa, pero tengo más sentido que para comentar nada.
Mientras voy, le lanzo a mi madre una sonrisa tranquilizadora por encima del hombro.
Probablemente más instrucciones para el tour. Me han estado enviando todo tipo de cosas sobre mi itinerario y qué protocolo debía observarse el cada distrito. Pero mientras camino hacia la puerta del estudio, una puerta que nunca he visto cerrada hasta ahora, puedo sentir que mi mente empieza a acelerarse. ¿Quién está aquí? ¿Qué es lo que quieren? ¿Por qué está mi madre tan pálida?
Entra sin llamar. Dice el hombre del Capitolio, quien me ha seguido por el pasillo.
Giro el pomo de latón bruñido y entro. Mi olfato registra los olores contradictorios de rosas y sangre. Un hombre bajo de pelo blanco que parece vagamente familiar está leyendo un libro.
Levanta un dedo como para decir, "Dame un momento." Luego se gira y mi corazón da un salto.
Estoy mirando a los ojos de serpiente del Presidente Snow.
8 comentarios:
ME ENCANTO!! como el primer libro, super atrapante, no podes dejar de leer. otra vez mezcla aventura, accion, suspenso y mucho amor. lo recomiendo!!
Floren
excelente!! No puedo dejar de leer :D cada vez quiero saber maaas!!
'karen lestrange'
UUUUH que trama esta genial!!!
es identico al libro original... Me encanta
¡Hola! Gracias a este blog he leído la trilogía, amo los libros tanto como finnick a Anie xd. EL quarter quell se traduce como "vasallaje de los 25", creo.
me encanto enserio igual de adictivo que el primero todo lo que necesita para que te interese esta genial
Hola!
Por que ahora ya no escribieron los guiones para indicar que alguien habla es confuso! ...
Pero igual muy encantador al igual que el primero
Hermosa historia muy atrapa te :D <3 me encanta!!!!!
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