23
Un reloj. Casi puedo oír a las manecillas haciendo tictac en la esfera de doce secciones de la arena. Cada hora empieza un nuevo horror, una nueva arma de los Vigilantes, y termina el anterior. Rayos, lluvia de sangre, niebla, monosesas son las primeras cuatro horas del reloj. Y a las diez, la ola. No sé lo que pasa en las otras siete, pero sé que Wiress tiene razón.
De momento, la lluvia de sangre está cayendo y estamos en la playa por debajo del segmento de los monos, demasiado cerca de la niebla para mi gusto. ¿Se quedan los diversos ataques dentro de los confines de la selva? No necesariamente. La ola no lo hizo. Si esa niebla sale de la selva, o si vuelven los monos…
Levantaos. Ordeno, sacudiendo a Peeta y a Finnick y a Johanna para que se despierten. Levantaos, tenemos que movernos. Sin embargo, hay tiempo suficiente para explicarles la teoría del reloj. Sobre los tictacs de Wiress y cómo los movimientos de las manecillas invisibles pulsan el gatillo de una fuerza mortal en cada sección.
Creo que he convencido a todos los que están conscientes excepto a Johanna, que se opone naturalmente a que le guste nada que yo proponga. Pero incluso ella está de acuerdo en que más vale prevenir que lamentar.
Mientras los otros recogen nuestras escasas posesiones y vuelven a meter a Beetee en su mono, despierto a Wiress. Ella se despierta con un "¡Tic, tac!" cargado de pánico.
Sí, tic, tac, la arena es un reloj. Es un reloj, Wiress, tenías razón. Digo. Tenías razón.
EL alivio inunda su expresiónsupongo que es porque alguien ha entendido por fin lo que ella ha sabido probablemente desde las primeras campanadas.
Medianoche.
Empieza a medianoche. Confirmo.
Un recuerdo lucha por resurgir a la superficie de mi cerebro. Veo un reloj. No, es un reloj de bolsillo, descansando sobre la palma de Plutarch Heavensbee. "Empieza a medianoche," había dicho Plutarch. Y después mi sinsajo apareció brevemente y se desvaneció. En retrospectiva, es como si me estuviera dando una pista sobre la arena. Pero ¿por qué iba a hacerlo? En el momento, yo no era más un tributo en estos Juegos de lo que lo era él. Tal vez pensara que me ayudaría como mentora. O tal vez este había sido el plan desde el principio.
Wiress asiente en dirección a la lluvia de sangre.
Una y media. Dice.
Exactamente. Una y media. Y a las dos, una terrible niebla venenosa empieza allí.
Digo, señalando a la selva cercana. Así que ahora tenemos que ir a un lugar seguro.
Sonríe y se levanta obedientemente. ¿Tienes sed? Le paso el cuenco entretejido y ella bebe alrededor de una cuarta parte. Finnick le da el último trozo de pan y ella lo devora a grandes mordiscos. Con la incapacidad para comunicarse superada, es funcional de nuevo.
Reviso mis armas. Ato el spile y el tubo de medicina en el paracaídas y los engancho a mi cinturón con la viña.
Beetee aún está bastante fuera de juego, pero cuando Peeta intenta levantarlo, objeta.
Cable. Dice. (NdT: tal y como escribí hace tiempo, wire significa cable) Está justo aquí. Le dice Peeta. Wiress está bien. Ella también viene.
Pero Beetee aún protesta.
Cable. Insiste.
Oh, sé a lo que se refiere. Dice Johanna con impaciencia. Cruza la playa y recoge el cilindro que sacamos de su cinturón cuando lo bañábamos. Está cubierto en una gruesa capa de sangre coagulada. Esta cosa estúpida. Es algún tipo de cable o algo. Así es como consiguió que le cortaran. Corriendo a la Cor nucopia para coger esto. No sé qué tipo de arma se supone que es. Supongo que podrías sacar un pedazo y usarlo como garrote o algo. Pero de verdad, ¿te puedes imaginar a Beetee agarrotando a nadie?
Ganó sus Juegos con cable. Colocando una trampa eléctrica. Dice Peeta. Es la mejor arma que podría tener.
Hay algo extraño en cómo Johanna no relacionó esto. Algo que no parece del todo cierto.
Sospechoso.
Parecía que lo habías averiguado. Digo yo. Ya que lo apodaste Volts y eso.
Los ojos de Johanna se estrechan ante mí peligrosamente.
Sí, eso fue muy estúpido por mi parte, ¿verdad? Dice. Supongo que debí de distraerme mientras mantenía a tus amiguitos con vida. Mientras tú estabas… ¿cómo era? ¿Consiguiendo matar a Mags?
Mis dedos se aprietan sobre la empuñadura del cuchillo en mi cinturón.
Adelante. Inténtalo. No me importa si estás preñada. Te rebanaré la garganta. Dice Johanna.
Sé que no puedo matarla justo ahora. Pero sólo es cuestión de tiempo con Johanna y conmigo. Antes de que una de las dos termine con la otra.
Tal vez deberíamos tener todos cuidado por dónde pisamos. Dice Finnick, lanzándome una mirada significativa. Toma el rollo y lo deja sobre el pecho de Beetee. Aquí está tu cable, Volts. Vigila donde lo enchufas.
Peeta recoge a Beetee, que ahora no opone resistencia. ¿Adónde?
Me gustaría ir a la Cor nucopia a mirar. Sólo para asegurarnos de que tenemos razón con el reloj. Dice Finnick. Parece tan buen plan como cualquier otro. Además, no me importaría tener la oportunidad de poder revisar otra vez las armas. Y ahora somos seis. Incluso si no cuentas a Wiress y Beetee, tenemos cuatro buenos luchadores. Es tan diferente de donde estaba el año pasado en este punto, haciéndolo todo yo sola. Sí, está genial tener aliados mientras ignores la idea de que tendrás que matarlos.
Beetee y Wiress probablemente encontrarán la forma de morir ellos solos. Si tenemos que huir de algo, ¿hasta dónde llegarían ellos? A Johanna, francamente, podría matarla con facilidad cuando llegara el momento de proteger a Peeta. O tal vez incluso sólo para hacer que se calle. Lo que necesito de verdad es que alguien termine con Finnick por mí, ya que no creo poder hacerlo personalmente. No después de todo lo que ha hecho por Peeta. Pienso en meterlo en algún tipo de encuentro con los Profesionales. Es frío, lo sé. Pero ¿cuáles son mis opciones? Ahora que sabemos lo del reloj, probablemente no morirá en la selva, así que alguien tendrá que matarlo en una batalla.
Porque esto es algo muy repelente en lo que pensar, mi mente trata frenéticamente de cambiar de tema. Pero lo único que me distrae de mi situación presente es fantasear sobre matar al Presidente Snow. Supongo que no son unos sueños muy bonitos para una chica de diecisiete años, pero son muy satisfactorios.
Caminamos por la banda de arena más cercana, aproximándonos a la Cor nucopia con cuidado, por si acaso los Profesionales están escondidos allí. Dudo que lo estén, porque hemos estado en la playa durante horas y no ha habido señales de vida. El área está abandonada, tal y como esperaba. Sólo el gran cuerno dorado y la pila medio vacía de armas siguen allí.
Cuando Peeta deja a Beetee sobre la escasa arena que proporciona la Cor nucopia, este llama a Wiress. Ella se agacha a su lado y él pone el rollo de cable en sus manos.
Límpialo, ¿sí? Le pide.
Wiress asiente y corretea hacia la orilla, donde mete el rollo en el agua. Empieza a cantar en voz baja una cancioncilla divertida, sobre un ratón corriendo por un reloj. Debe de ser para niños, pero parece alegrarla.
Oh, la canción otra vez no. Dice Johanna, poniendo los ojos en blanco. Eso siguió horas y horas anoche antes de que empezara con el tictac.
De repente Wiress se yergue muy derecha y señala a la selva.
Dos. Dice.
Sigo su dedo hacia donde la pared de niebla acaba de empezar a extenderse hacia la playa.
Sí, mirad. Wiress tiene razón. Son las dos en punto y ha empezado la niebla.
Como un trabajo de relojería. Dice Peeta. Fuiste muy lista por averiguar eso, Wiress.
Wiress sonríe y vuelve a cantar y a remojar el rollo.
Oh, es más que lista. Dice Beetee. Es intuitiva. Todos nos giramos hacia Beetee, que parece estar volviendo a la vida. Puede sentir cosas antes que nadie más. Como un canario en una de vuestras minas de carbón. ¿Qué es eso? Me pregunta Finnick.
Es un pájaro que llevamos abajo a las minas para avisarnos de si hay mal aire. Digo. ¿Qué hace, morir? Pregunta Johanna.
Primero deja de cantar. Es entonces cuando deberías salir. Pero si el aire es muy malo, se muere, sí. Y tú también. No quiero hablar de pájaros cantores muriéndose. Traen recuerdos de la muerte de mi padre y de la muerte de Rue y de la muerte de Maysilee Donner y de mi madre heredando su pájaro cantor. Oh, genial, y ahora estoy pensando en Gale, allá en la profundidad de esa horrible mina, con la amenaza del Presidente Snow pendiendo sobre su cabeza. Tan fácil hacerlo parecer un accidente allí abajo. Un canario silencioso, una chispa, y nada más.
Vuelvo a imaginar matar al presidente.
A pesar de su molestia por Wiress, Johanna está tan contenta como la he visto nunca en la arena. Mientras yo estoy ampliando mi almacén de flechas, ella hurga por ahí hasta que sale con un par de hachas de aspecto letal. Parece una elección extraña hasta que la veo lanzar una con tal fuerza que se clava en el oro suave de la Cor nucopia. Por supuesto. Johanna Mason.
Distrito 7. Madera. Me apuesto a que ha estado lanzando hachas por ahí desde que aprendió a gatear. Es como Finnick con su tridente. O Beetee con su cable. Rue con su conocimiento de las plantas. Me doy cuenta de que no es más que otra desventaja a la que se han enfrentado los tributos del Distrito 12 a lo largo de los años. No bajamos a las minas hasta cumplir los dieciocho. Parece que la mayoría de los otros tributos aprenden algo de su industria más pronto. Hay cosas que haces en una mina que podrían ser útiles en los Juegos. Blandir un pico.
Explotar cosas. Darte una posibilidad. Igual que hizo mi caza. Pero las aprendemos demasiado tarde.
Mientras yo estaba hurgando en las armas, Peeta ha estado agachado en el suelo, dibujando algo con la punta de su cuchillo en una hoja grande y suave que trajo de la selva.
Miro por encima de su hombro y veo que está creando un mapa de la arena. En el centro está la Cor nucopia en su círculo de arena con las doce bandas saliendo de ella. Parece una tarta cortada en doce cuñas iguales. Hay otro círculo representando la línea del agua y uno un poco más grande indicando el límite de la playa.
Mira cómo está posicionada la Cor nucopia. Me dice.
Examino la Cor nucopia y veo a qué se refiere.
La cola apunta a las doce en punto. Digo.
Exacto, así que esta es la parte alta de nuestro reloj. Dice, y rasca rápidamente los números del uno al doce alrededor de la esfera del reloj. De las doce a la una está la zona de los rayos. Escribe rayos con letra pequeña en la cuña correspondiente, después sigue en sentido de las agujas del reloj añadiendo sangre, niebla y monos en las secciones siguientes.
Y de diez a once es la ola. Digo. La añade. En este punto se nos unen Finnick y Johanna, armados hasta los dientes con tridentes, hachas y cuchillos. ¿Notasteis algo inusual en las otras? Les pregunto a Johanna y a Beetee, ya que tal vez hayan visto algo que nosotros no. Pero todo lo que han visto es un montón de sangre.
Supongo que podrían contener cualquier cosa.
Voy a marcar esas donde sabemos que el arma de los Vigilantes nos persigue más allá de la selva, para mantenernos alejados de esas. Dice Peeta, dibujando líneas en diagonal en las playas de la niebla y la ola. Después se echa atrás. Bueno, es mucho más de lo que sabíamos por la mañana, en cualquier caso.
Todos asentimos, y es entonces cuando lo percibo. El silencio. Nuestro canario ha dejado de cantar.
No espero. Cargo una flecha y cuando me doy la vuelta veo de reojo a un Gloss chorreante dejando caer al suelo a Wiress, su garganta cercenada en una brillante sonrisa roja. La punta de mi flecha desaparece en su sien derecha, y en el instante que me lleva recargar, Johanna ha enterrado la hoja de un hacha en el pecho de Cashmere. Finnick aparta una lanza que Brutus le lanza a Peeta y recibe el cuchillo de Enobaria en el muslo. Si no estuviera la Cor nucopia para cubrirse detrás, estarían muertos, los dos tributos del Distrito 2. Salgo despedida en pos de ellos. ¡Boom! ¡Boom! ¡Boom! El cañón confirma que no hay forma de ayudar a Wiress, que no hay necesidad de rematar a Gloss ni a Cashmere. Mis aliados y yo estamos rodeando el cuerno, empezando a darles caza a Brutus y Enobaria, que están corriendo por una banda de arena hacia la selva.
De repente el suelo da un salto debajo de mis pies y caigo de lado sobre la arena. El círculo de tierra que contiene la Cor nucopia empieza a girar rápido, muy rápido, y puedo ver pasar la selva en un borrón. Siento la fuerza centrífuga llevarme hacia el agua y entierro mis manos y pies en la arena, intentando encontrar algo de firmeza en el suelo inestable. Entre la arena voladora y el mareo, tengo que cerrar con fuerza los ojos. Literalmente no hay nada que pueda hacer salvo sujetarme hasta que, sin deceleración ninguna, paramos de repente.
Tosiendo y con el estómago revuelto, me siento lentamente para descubrir que mis compañeros están en la misma condición. Finnick, Johanna y Peeta se han sujetado. Los tres cadáveres han sido arrojados al agua salada.
Toda la cosa, desde echar en falta la canción de Wiress hasta ahora, no puede haber pasado en más de un minuto o dos. Nos quedamos allí sentados jadeando, apartándonos la arena de la boca. ¿Dónde está Volts? Dice Johanna. Estamos en pie. Un círculo tambaleante alrededor de la Cor nucopia confirma que ya no está. Finnick lo ve a unos veinte metros en el agua, apenas logrando mantenerse a flote, y nada para traerlo de vuelta.
Es entonces cuando recuerdo el cable y lo importante que era para él. Miro a mi alrededor frenéticamente. ¿Dónde está? ¿Dónde está? Y entonces lo veo, aún aferrado en las manos de Wiress, muy lejos en el agua. Mi estómago da un vuelco ante lo que tengo que hacer ahora.
Cubridme. Les digo a los otros. Lanzo a un lado mis armas y corro hacia el brazo de arena más cerca de su cuerpo. Sin aminorar el paso, me lanzo al agua y voy hacia ella. Por el rabillo del ojo, puedo ver el aerodeslizador apareciendo sobre nosotros, la garra empezando a descender para llevársela. Pero no me detengo. Sólo sigo nadando tan rápido como puedo y acabo chocando contra su cuerpo. Salgo a la superficie jadeando, intentando evitar tragar el agua ensangrentada que sale de la herida abierta de su cuello. Está flotando sobre la espalda, sostenida por su cinturón y por la muerte, mirando al implacable sol. Mientras me mantengo sobre el agua, tengo que luchar para sacar el rollo de cable de sus dedos, porque su agarre final sobre él es muy fuerte. No hay nada que pueda hacer salvo cerrarle los párpados, susurrar adiós, y alejarme a nado. Para cuando dejo el rollo en la arena y salgo del agua, su cuerpo ya no está. Pero todavía puedo notar el sabor de su sangre mezclada con el agua de mar.
Voy de regreso a la Cor nucopia. Finnick ha traído a Beetee de vuelta con vida, aunque todo empapado, y está sentado y tosiendo agua. Tuvo el sentido común de aferrarse a sus gafas, así que por lo menos puede ver. Coloco el rollo de cable sobre su regazo. Está reluciente, no queda nada de sangre. Desenreda un trozo de cable y la desliza entre sus dedos. Por primera vez lo veo, y no es como ningún cable que conozca. De color oro pálido y del grosor de un cabello. Me pregunto cómo es de largo. Debe de haber kilómetros de la cosa para llenar el gran carrete. Pero no pregunto, porque sé que está pensando en Wiress.
Miro a los rostros sobrios de los demás. Ahora Finnick, Beetee y Johanna han perdido los tres a sus compañeros de distrito. Voy hacia Peeta y lo rodeo con los brazos, y durante un rato estamos todos en silencio.
Salgamos de esta isla apestosa. Dice Johanna al fin. Ahora sólo está la cuestión de nuestras armas, que por lo general hemos retenido. Afortunadamente las viñas aquí son fuertes y tanto el spile como el tubo de medicina envuelto en el paracaídas todavía están unidos con seguridad a mi cinturón. Finnick se saca la camiseta interior y la ata alrededor de la herida que el cuchillo de Enobaria hizo en su muslo; no es profundo. Beetee cree que ahora puede andar, si vamos lentamente, así que lo ayudo a levantarse. Decidimos ir a la playa de las doce en punto. Eso debería proporcionar horas de calma y mantenernos alejados de cualquier residuo venenoso. Y entonces Peeta, Johanna y Finnick salen los tres en tres direcciones distintas.
Doce en punto, ¿verdad? Dice Peeta. La cola apunta a las doce.
Antes de que nos dieran vueltas. Dice Finnick. Yo estaba juzgando por el sol.
El sol sólo te dice que son alrededor de las cuatro, Finnick. Digo yo.
Deben de ser después de las cuatro, si la niebla ha parado. Apunta Johanna.
A no ser que la cortaran cuando nos dieron vueltas. Dice Beetee. Creo que sé lo que Katniss quiere decir, saber la hora no quiere decir que sepas necesariamente dónde están las cuatro en el reloj. Tal vez tengas una idea general de la dirección. A no ser que consideres que quizás hayan cambiado también el círculo externo de la selva.
No, lo que Katniss quería decir era mucho más básico. Beetee ha articulado una teoría mucho más allá de mi comentario sobre el sol. Pero yo sólo asiento con la cabeza como si esa hubiera sido mi idea desde el principio.
Sí, así que cualquiera de estos caminos podría llevarnos a las doce en punto. Digo.
Giramos alrededor de la Cor nucopia, escrudiñando la selva. Tiene una uniformidad sorprendente. Recuerdo el árbol alto que recibió el primer rayo a las doce en punto, pero cada sector tiene un árbol similar. Johanna piensa en seguir las huellas de Enobaria y Brutus, pero o bien han sido borradas por el viento o por el agua.
Nunca debí haber mencionado el reloj. Digo amargamente. Ahora también han quitado esa ventaja.
Sólo temporalmente. Dice Beetee. A las diez, veremos la ola de nuevo y estaremos de nuevo al tanto.
Sí, no pueden rediseñar toda la arena. Dice Peeta.
No importa. Dice Johanna con impaciencia. Tenías que decírnoslo o nunca habríamos movido el campamento en primer lugar, descerebrada. Irónicamente, su respuesta lógica, si bien degradante, es la única que me reconforta. Sí, tenía que decírselo para que se movieran. Vamos, necesito agua. ¿Alguien tiene un buen instinto?
Elegimos al azar un camino y lo tomamos, sin tener ni idea del número al que nos dirigimos.
Cuando llegamos a la selva, miramos dentro, intentando descifrar qué es lo que puede estar esperando en el interior.
Bueno, debe de ser la hora de los monos. Y no veo ninguno aquí. Dice Peeta. Voy a intentar abrir un grifo en un árbol.
No, es mi turno. Dice Finnick.
Por lo menos te cubriré. Dice Peeta.
Katniss puede hacerlo. Dice Johanna. Necesitamos que hagas otro mapa. El otro se lo llevó el agua. Arranca una hoja grande de un árbol y se la entrega.
Durante un momento, sospecho que están intentando dividirnos y matarnos. Pero no tiene sentido. Yo tendré ventaja sobre Finnick si él está lidiando con el árbol y Peeta es mucho más grande que Johanna. Así que sigo a Finnick unos quince metros selva adentro, donde él encuentra un buen árbol y empieza a apuñalarlo para hacer un agujero con su cuchillo.
Mientras estoy ahí de pie, con las armas listas, no puedo deshacerme de la sensación extraña de que está pasando algo y que tiene que ver con Peeta. Retrocedo por nuestros pasos, desde el momento en que sonó el gong, buscando la fuerte de mi incomodidad. Finnick sacando a Peeta de su plataforma metálica. Finnick resucitando a Peeta después de que el campo de fuerza parara su corazón. Mags corriendo hacia la niebla para que Finnick pudiera llevar a Peeta. La morphling lanzándose delante de él para bloquear el ataque del mono. La lucha con los Profesionales fue muy rápida, pero ¿no impidió Finnick que la lanza de Brutus golpeara a Peeta incluso aunque eso significara recibir el cuchillo de Enobaria en su pierna? E incluso ahora Johanna lo tiene dibujando un mapa en una hoja en vez de estar poniéndose en peligro en la selva…
No hay cuestión sobre ello. Por razones que no puedo alcanzar a comprender, algunos de los otros vencedores están intentando mantenerlo con vida, incluso aunque eso suponga sacrificarse a sí mismos.
Estoy anonadada. Por una parte, ese es mi trabajo. Por otra parte, eso no tiene sentido.
Sólo uno de nosotros puede salir de aquí. Así que ¿por qué han elegido proteger a Peeta? ¿Qué ha podido decirles Haymitch, con qué ha comerciado para hacer que pongan la vida de Peeta por encima de las suyas propias?
Sé mis propias razones para mantener vivo a Peeta. Es mi amigo, y esta es mi forma de desafiar al Capitolio, para minar sus terribles Juegos. Pero si no tuviera lazos de verdad con él, ¿qué me haría querer salvarlo, elegirlo a él por encima de mí misma? Ciertamente es valiente, pero todos hemos sido lo suficientemente valientes para ganar los Juegos. Está esa cualidad por el bien que es difícil pasar por alto, pero aún así… y después pienso en ello, en lo que Peeta puede hacer mucho mejor que el resto de nosotros. Puede usar las palabras. Obliteró a todos los demás en ambas entrevistas. Y tal vez es por esa bondad subyacente por la que puede mover a una multitudno, a un paísa su lado con el giro de una sola frase.
Recuerdo pensar que ese era el don que el líder de nuestra revolución tendría que tener. ¿Ha convencido Haymitch de esto a los demás? ¿Que la lengua de Peeta tendría mucho más poder contra el Capitolio que ninguna fuerza física que el resto de nosotros pudiera clamar?
No lo sé. Todavía parece un gran salto para algunos de los tributos. Quiero decir, estamos hablando de Johanna Mason. Pero ¿qué otra explicación podría haber para sus decididos esfuerzos por mantenerlo con vida?
Katniss, ¿tienes ese spile? Pregunta Finnick, devolviéndome a la realidad. Corto la viña que ata el spile a mi cinturón y le paso el tubo metálico.
Es entonces cuando oigo el grito. Tan lleno de miedo y dolor que me hiela la sangre. Y tan familiar. Dejo caer el spile, me olvido de dónde estoy o qué es lo que hay delante, sólo sé que tengo que alcanzarla, protegerla. Corro salvajemente en dirección a la voz, sin importarme el peligro, corriendo a través de viñas y ramas, a través de cualquier cosa que me impida llegar a ella.
Llagar a mi hermana pequeña.
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