14
Me quedo en la ventana hasta mucho después de que el bosque se haya tragado la última imagen de mi hogar. Esta vez no tengo ni la más mínima esperanza de volver. Antes de mis primeros Juegos, le prometí a Prim que haría todo lo que pudiera para ganar, y ahora me he jurado a mí misma hacer todo lo que pueda para mantener a Peeta con vida. Nunca volveré a hacer este camino al revés.
Ya había decidido cuáles quería que fueran mis últimas palabras a mis seres queridos. Cómo hacer para cerrar y echar la llave de la mejor forma posible a las puertas y dejarlos tristes pero a salvo atrás. Y ahora el Capitolio también me ha robado eso.
Escribiremos cartas, Katniss. Me dice Peeta desde detrás. Será mejor, en cualquier caso. Darles una parte de nosotros a la que aferrarse. Haymitch las entregará por nosotros si… necesitan ser entregadas.
Asiento y me voy derecha a mi habitación. Me siento en la cama, sabiendo que nunca escribiré esas cartas. Serán como el discurso que intenté escribir en honor de Rue y Thresh en el Distrito 11. Las cosas parecían claras en mi cabeza e incluso cuando hablé ante la muchedumbre, pero las palabras nunca salían bien del bolígrafo. Además, se suponía que estas debían ir con abrazos y besos y una caricia en el pelo de Prim, una caricia al rostro de Gale, un apretón a la mano de Madge. No pueden ser entregadas con una caja de madera conteniendo mi cuerpo frío y rígido.
Demasiado abatida para llorar, todo lo que quiero es acurrucarme en la cama y dormir hasta que lleguemos al Capitolio mañana por la mañana. Pero tengo una misión. No, es más que una misión. Es mi última voluntad. Mantener a Peeta con vida. Y tan improbable como parece eso a la vista de la ira del Capitolio, es importante que esté a la altura de los mejores.
Esto no pasará si estoy guardando duelo por todos los que quiero allá en casa. Déjalos ir, me digo a mí misma. Di adiós y olvídalos. Hago lo que puedo, pensando en ellos uno por uno, liberándolos como a pájaros de las jaulas protectoras dentro de mí, cerrando las puertas contra su regreso.
Para cuando Effie golpea en mi puerta para llamarme para cenar, estoy vacía. Pero la ligereza no es del todo mal recibida.
La comida es apagada. Tan apagada, de hecho, que hay largos períodos de silencio aliviados sólo por la retirada de platos viejos y la presentación de unos nuevos. Una sopa fría de puré de verduras. Pasteles de pescado con cremosa salsa de lima. Esos pajaritos de los que comes huesos y todo, con arroz salvaje y berros. Mousse de chocolate salpicada de cerezas.
Peeta y Effie hacen intentos ocasionales de conversación que se apagan rápidamente.
Me gusta tu nuevo pelo, Effie. dice Peeta.
Gracias. Lo hice preparar especialmente para combinar con la insignia de Katniss.
Pensaba que podríamos conseguirte una banda dorada para la pierna y quizás encontrarle a Haymitch un brazalete de oro o algo para que pudiéramos parecer un equipo. Dice Effie.
Evidentemente, Effie no sabe que mi insignia del sinsajo es ahora un símbolo usado por los rebeldes. Por lo menos, en el Distrito 8. En el Capitolio, el sinsajo es todavía un recordatorio divertido de unos Juegos del Hambre especialmente emocionantes. ¿Qué más podría ser? Los rebeldes de verdad no ponen un símbolo secreto en algo tan duradero como la joyería. Lo ponen en una galleta de barquillo que se puede comer en un segundo de ser necesario.
Creo que es una idea genial. Dice Peeta. ¿Qué te parece, Haymitch?
Sí, da igual. Dice Haymitch. No está bebiendo pero puedo ver que le gustaría estar haciéndolo. Effie hizo que se llevaran su propio vino cuando vio el esfuerzo que hacía, pero está en un estado deplorable. Si fuera él el tributo, no le habría debido nada a Peeta y podría estar tan borracho como quisiera. Ahora va a costarle todos sus esfuerzos mantener a Peeta con vida en una arena llena de sus viejos amigos, y probablemente fracasará.
Tal vez podríamos conseguirte a ti también una peluca. Digo yo en un intento de levantar el ánimo. Él se limita a lanzarme una mirada que dice que lo deje en paz, y todos comemos nuestra mousse en silencio. ¿Qué os parece que veamos la repetición de las cosechas? Dice Effie, dándose toquecitos en las comisuras de la boca con una servilleta blanca de lino.
Peeta se va a buscar su libreta donde tiene a los vencedores que quedan con vida, y nos reunimos en el compartimento con la televisión para ver cuál será nuestra competencia en la arena. Todos estamos en posición cuando empieza a sonar el himno y empieza la repetición anual de las ceremonias de la cosecha en los doce distritos.
En la historia de los Juegos ha habido setenta y cinco vencedores. Cincuenta y nueve aún siguen con vida. Reconozco muchos de sus rostros, ya sea por verlos como tributos o mentores en los previos Juegos o por nuestra reciente revisión de las cintas de los vencedores. Algunos son tan viejos o están tan consumidos por enfermedades, drogas o la bebida que no puedo situarlos. Tal y como uno esperaría, las colecciones de tributos profesionales de los Distritos 1, 2 y 4 son las mayores. Pero cada Distrito se las ha arreglado para aportar por lo menos un tributo femenino y uno masculino.
Las cosechas pasan con rapidez. Peeta pone cuidadosamente estrellas junto a los nombres de los tributos elegidos en su libreta. Haymitch observa, su rostro vacío de emoción, mientras amigos suyos dan un paso al frente para subir al escenario. Effie susurra comentarios afligidos como "Oh, no Cecelia" o "Bueno, Chaff nunca podía mantenerse al margen en una pelea", y suspira con frecuencia.
Yo, por mi parte, intento guardar algún archivo mental de los otros tributos, pero como el año pasado, sólo unos pocos se quedan de verdad en mi cabeza. Están los hermanos de belleza clásica del Distrito 1 que fueron vencedores en años consecutivos cuando yo era pequeña.
Brutus, un voluntario del Distrito 2, que debe de tener por lo menos cuarenta años y aparentemente no puede esperar para volver a la arena. Finnick, el guapo chico de pelo broncíneo del Distrito 4 que fue coronado hace diez años a la edad de catorce. Una joven histérica con pelo marrón largo y suelto también es llamada en el 4, pero es rápidamente sustituida por una voluntaria, una mujer de ochenta años que necesita un bastón para subirse al escenario. Después está Johanna Mason, la única vencedora mujer que sigue con vida en el 7, quien ganó hace unos pocos años a base de hacerse pasar por una debilucha. La mujer del 8 a quien Effie llama Cecelia, quien aparenta unos treinta, tiene que desasirse de los tres niños que corren para aferrarse a ella. Chaff, un hombre del 11 de quien sé que es uno de los amigos particulares de Haymitch, también va.
Soy llamada. Después Haymitch. Y Peeta se presenta voluntario. Una de las presentadoras se pone llorosa de verdad porque parece que la suerte nunca estará de nuestra parte, los amantes imposibles del Distrito 12. Después se recompone para decir que se apuesta que "¡estos serán los mejores Juegos que ha habido nunca!"
Haymitch deja el compartimento sin una palabra, y Effie, después de hacer unos pocos comentarios inconexos sobre este tributo o aquel, nos desea las buenas noches. Yo me limito a quedarme allí sentada mirando a Peeta arrancar las hojas de los tributos que no fueron escogidos. ¿Por qué no duermes algo? Dice.
Porque no puedo soportar las pesadillas. No sin ti, pienso. Esta noche van a ser atroces, con toda seguridad. Pero difícilmente puedo pedirle a Peeta que venga a dormir conmigo. Apenas nos hemos tocado desde aquella noche en la que Gale fue azotado. ¿Qué vas a hacer? Pregunto.
Sólo revisar mis notas un rato. Conseguir una imagen clara de a qué nos enfrentamos.
Pero lo repasaré contigo por la mañana. Vete a la cama, Katniss. Dice.
Así que voy a la cama y, con toda seguridad, en unos minutos me despierto de una pesadilla donde la anciana del Distrito 4 se transforma en un inmenso roedor y me muerde enla cara. Sé que estaba gritando, pero nadie viene. No Peeta, no ninguno de los encargados del Capitolio.
Me pongo un albornoz para tratar de calmar la carne de gallina que se levanta por todo mi cuerpo. Quedarme en mi compartimento es imposible, así que decido ir a buscar a alguien para que me haga té o chocolate caliente o cualquier cosa. Tal vez Haymitch aún esté levantado. Seguro que no está dormido.
Ordeno leche tibia, la cosa más calmante que se me ocurre, a un encargado. Oyendo voces del cuarto de la televisión, entro y encuentro a Peeta. A su lado en el sofá está la caja que Effie envió de cintas de los viejos Juegos del Hambre. Reconozco el episodio en el cual Brutus se convirtió en vencedor.
Peeta se levanta y apaga la cinta cuando me ve. ¿No podías dormir?
No mucho. Digo. Me envuelvo el albornoz con más fuerza a mi alrededor cuando recuerdo a la anciana transformándose en el roedor. ¿Quieres hablar de eso? Pregunta. A veces eso puede ayudar, pero yo sólo sacudo la cabeza, sintiéndome débil porque gente con la que ni siquiera he luchado todavía ya me persigue.
Cuando Peeta abre los brazos, voy directa hacia ellos. Es la primera vez desde que anunciaron el Quarter Quell que me ha ofrecido cualquier tipo de afecto. Ha sido más como un entrenador muy exigente, siempre presionando, siempre insistiendo que Haymitch y yo corramos más rápido, comamos más, conozcamos mejor a nuestro enemigo. ¿Amante?
Olvídalo. Abandonó cualquier pretensión de ser siquiera mi amigo. Rodeo con fuerza su cuello con mis brazos antes de que pueda mandarme hacer flexiones o algo. En vez de eso me sostiene cerca y entierra el rostro en mi pelo. Calor irradia del punto donde sus labios simplemente tocan mi cuello, extendiéndose lentamente por el resto de mí. Se siente tan bien, tan imposiblemente bien, que sé que no seré la primera en soltarme. ¿Y por qué debería hacerlo? Le he dicho adiós a Gale. Nunca lo volveré a ver, eso seguro.
Nada de lo que haga ahora puede hacerle daño. No lo verá o pensará que estoy actuando para las cámaras. Eso, por lo menos, es un peso fuera de mis hombros.
La llegada del encargado del Capitolio con la leche tibia es lo que nos separa. Coloca una bandeja en una mesa con una jarra de cerámica humeante y dos tazas.
Traje una taza extra. Dice.
Gracias. digo yo.
Y le añadí un toque de miel a la leche. Para endulzarla. Y sólo una pizca de especia.
Añade. Nos mira como si quisiera decir más, después sacude levemente la cabeza y sale de la habitación. ¿Qué le pasa? Digo.
Creo que se siente mal por nosotros. Dice Peeta.
Ya. Digo, vertiendo la leche.
Lo digo en serio. No creo que la gente del Capitolio vaya a estar muy contenta con nosotros volviendo a entrar. Dice Peeta. O los otros vencedores. Se sienten unidos a sus campeones.
Supongo que lo superarán una vez empiece a fluir la sangre. Digo cansinamente. De verdad, si hay algo para lo que no tengo tiempo, es para preocuparme por cómo afectará el Quarter Quell al humor en el Capitolio. Así que, ¿estás viendo otra vez todas las cintas?
En realidad no. Sólo saltando por ahí para ver las diferentes técnicas de lucha de la gente. Dice Peeta. ¿Quién va después?
Tú eliges. Dice Peeta, levantando la caja.
Las cintas están marcadas con el año de los Juegos y el nombre del vencedor. Escarbo por ahí y de repente encuentro una en mi mano que no hemos visto. El año de los Juegos es cincuenta. Eso sería el segundo Quarter Quell. Y el nombre del vencedor es Haymitch Abernathy.
Nunca vimos esta. Digo.
Peeta sacude la cabeza.
No. Sabía que Haymicth no quería. Igual que nosotros no queríamos revivir nuestros propios Juegos. Y ya que todos estamos en el mismo equipo, no pensé que importara mucho. ¿Está aquí la persona que ganó el veinticinco? Pregunto.
No lo creo. Quien quiera que fuera debe de estar muerto ahora, y Effie sólo me envió la de los vencedores a los que tal vez nos tendríamos que enfrentar. Peeta sopesa en la mano la cinta de Haymitch. ¿Por qué? ¿Crees que deberíamos verla?
Es el único Quell que tenemos. Quizás obtengamos algo valioso sobre cómo trabajan.
Digo. Pero me siento rara. Parece una gran invasión de la privacidad de Haymitch. No sé por qué debería ser así, ya que toda la cosa fue pública. Pero lo es. Tengo que admitir que también me siento extremadamente curiosa. No tenemos que decirle a Haymitch que la vimos.
Vale. Accede Peeta. Pone la cinta y me acurruco a su lado en el sofá con mi leche, que está verdaderamente deliciosa con la miel y las especias, y me pierdo en los Quincuagésimos Juegos del Hambre. Después del himno, muestran al Presidente Snow sacando el sobre del Segundo Quarter Quell. Parece más joven pero igual de repelente. Lee el cuadrado de papel en la misma voz onerosa que usó para el nuestro, informando a Panem de que en honor del Quarter Quell, habrá dos veces más tributos. Los editores cortan directamente a las cosechas, donde se llama nombre tras nombre tras nombre.
Para cuando llegamos al Distrito 12, estoy completamente superada por el increíble número de chicos yendo a una muerte segura. Hay una mujer, no Effie, leyendo los nombres en el 12, pero todavía empieza con el "¡Damas primero!" Lee el nombre de una chica de la Ve ta, lo puedes ver por su apariencia, y después oigo el nombre "Maysilee Donner". ¡Oh! Digo. Esa era amiga de mi madre. La cámara la encuentra entre la multitud, aferrándose a otras dos chicas. Todas rubias. Todas definitivamente hijas de comerciantes.
Creo que esa es tu madre abrazándola. Dice Peeta en voz baja. Y tiene razón. Mientras Maysilee se desprende valientemente de las otras y se dirige al tablado, alcanzo a ver fugazmente a mi madre a mi edad, y nadie ha exagerado su belleza. Sosteniendo su mano y llorando está otra chica que es parecidísima a Maysilee. Pero también a alguien más a quien yo conozco.
Madge. Digo.
Esa es su madre. Ella y Maysilee eran gemelas o algo. Dice Peeta. Mi padre lo mencionó una vez.
Pienso en la madre de Madge. La esposa del Alcalde Undersee. Quien se pasa la mitad de su vida en la cama inmovilizada por un dolor terrible, alejando al mundo. Pienso en cómo nunca me di cuenta de que ella y mi madre compartían este vínculo. En Madge apareciendo en aquella tormenta de nieve para traer el analgésico para Gale. En mi insignia del sinsajo y en cómo ahora significa algo completamente diferente porque que sé que su antigua dueña era la tía de Madge, Maysilee Donner, un tributo que fue asesinada en la arena.
El nombre de Haymitch es llamado el último de todos. Es más un shock verlo a él que a mi madre. Joven. Fuerte. Es duro admitirlo, pero era un buen mozo. Su pelo oscuro y rizado, esos ojos grises de la veta brillantes e, incluso, peligrosos.
Oh. Peeta, no crees que él mató a Maysilee, ¿verdad? Suelto de repente. No sé por qué, pero no puedo soportar la idea. ¿Con cuarenta y ocho jugadores? Diría que las probabilidades están en contra. Dice Peeta.
Pasan rápidamente los paseos en carruajeen los cuales los chicos del Distrito 12 están vestidos en horribles vestidos de mineroy las entrevistas. Hay poco tiempo para enfocarse en nadie. Pero ya que Haymitch va a ser el vencedor, vemos un intercambio completo entre él y Caesar Flickerman, a quien se ve exactamente igual que siempre en su centelleante traje azul medianoche. Sólo su pelo, párpados y labios verde oscuro son diferentes.
Así que, Hayimtch, ¿qué opinas de que los Juegos tengan un ciento por ciento más de competidores de lo habitual? Pregunta Caesar.
Haymitch se encoge de hombros.
No veo que eso suponga mucha diferencia. Aún serán un ciento por ciento igual de estúpidos que siempre, así que supongo que mis probabilidades serán en lo fundamental las mismas.
La audiencia rompe en carcajadas y Haymitch les ofrece una media sonrisa. Ácida.
Arrogante. Indiferente.
No tuvo que esforzarse mucho para eso, ¿verdad? Digo.
Ahora es la mañana en la que empiezan los Juegos. Vemos desde el punto de vista de uno de los tributos mientras se levanta a través del tubo de la Sa la de Lanzamiento y a la arena. No puedo sino soltar un grito ahogado. La incredulidad está reflejada en los rostros de los jugadores. Incluso las cejas de Haymitch se alzan de placer, aunque casi de inmediato vuelven a fruncirse de nuevo.
Es el lugar más hermoso que se pueda imaginar. La Cor nucopia dorada está situada en el centro de una pradera verde llena de flores preciosas. El cielo es de un intenso color azul con algodonosas nubes blancas. Brillantes pájaros cantores vuelan alrededor. Por la forma en la que algunos de los tributos están olisqueando, debe de oler genial. Una imagen aérea muestra que la pradera se extiende kilómetros y kilómetros. Allá en la distancia, en una dirección, parece haber un bosque, en la otra, una montaña coronada de nieve.
La belleza desorienta a muchos jugadores, porque cuando suena el gong, la mayoría de ellos parece que están tratando de despertarse de un sueño. No Haymitch, sin embargo. Está en la Cor nucopia, preparado con armas y una mochila de provisiones de su elección. Se dirige al bosque antes de que la mayoría de los demás hayan salido de sus plataformas.
Dieciocho tributos mueren en el baño de sangre ese primer día. Otros empiezan a caer rápidamente después, cuando queda claro que casi todo en este bonito lugarla suculenta fruta colgando de los arbustos, el agua en los arroyos cristalinos, incluso el perfume de las flores cuando se inhala demasiado directamentees mortalmente venenoso. Sólo el agua de lluvia y la comida proporcionada en la Cor nucopia son seguras para consumo. También hay un gran grupo, bien provisto, de diez Profesionales organizando una batida en la montaña en busca de víctimas.
Haymitch tiene sus propios problemas en el bosque, donde las blanditas ardillas doradas resultan ser carnívoras y atacan en manadas, y las picaduras de mariposa traen agonía cuando no la muerte. Pero persiste en seguir adelante, siempre manteniendo a su espalda la distante montaña.
Maysilee Donner resulta estar muy llena de recursos, para una chica que dejó la Cor nucopia con sólo una pequeña mochila. Dentro encontró un cuenco, algo de carne seca, y una cerbatana con dos docenas de dardos. Usando los venenos fácilmente disponibles, enseguida convierte a la cerbatana en un arma mortal a base de sumergir los dardos en sustancias letales y dirigiéndolos a la carne de sus oponentes.
Después de cuatro días, la pintoresca montaña explota en un volcán que aniquila a otra decena de jugadores, incluyendo a todo el grupo de Profesionales excepto a cinco. Con la montaña escupiendo fuego líquido, y la pradera no ofreciendo ningún medio de escondite, los trece tributos restantesincluyendo a Haymitch y a Maysileeno tienen más opción que confinarse en el bosque.
Haymitch parece decidido a continuar en la misma dirección, lejos de la ahora volcánica montaña, pero un laberinto de setos fuertemente entretejidos lo obliga a volver al centro del bosque, donde se encuentra a tres de los Profesionales y saca su cuchillo. Tal vez ellos sean mucho más grandes y fuertes, pero Haymitch tiene una destacable velocidad y ya ha matado dos cuando el tercero lo desarma. Ese está a punto de rebanarle la garganta cuando un dardo lo arroja al suelo.
Maysilee Donner sale de entre los árboles.
Viviríamos más tiempo siendo dos.
Supongo que acabas de demostrarlo. Dice Haymitch, frotándose el cuello. ¿Aliados? Maysilee asiente. Y allí están, de inmediato dentro de uno de esos pactos que te verás obligado a romper si esperas volver a casa y enfrentarte a tu distrito.
Exactamente como Peeta y yo, les va mejor juntos. Descansan más, consiguen un sistema para conseguir más agua de lluvia, luchan como un equipo, y comparten la comida de las mochilas de los tributos muertos. Pero Haymitch aún está determinado a seguir adelante. ¿Por qué? Maysilee no deja de preguntar, y él la ignora hasta que ella se niega a andar más sin una respuesta.
Porque tiene que terminar en algún sitio, ¿no? Dice HAymitch. La arena no puede seguir eternamente. ¿Qué esperas encontrar? Pregunta Maysilee.
No lo sé. Pero tal vez haya algo que podamos usar. Dice él.
Cuando por fin salen de esos setos imposibles, usando un soplete de una de las mochilas de los Profesionales muertos, se encuentran sobre una tierra seca y llana que lleva a un acantilado. Más abajo, puedes ver rocas puntiagudas.
Eso es todo lo que hay, Haymitch. Volvamos. Dice Maysilee.
No. Yo me quedo aquí.
Está bien. Sólo quedamos cinco. Podemos decirnos adiós ahora, en cualquier caso.
Dice ella. No quiero que al final quedemos tú y yo.
Vale. Accede él. No se ofrece para un apretón de manos, ni siquiera la mira. Y ella se va.
Haymicth camina por el borde del acantilado como si intentara averiguar algo. Su pie descoloca una piedrecilla y esta cae al abismo, aparentemente perdida para siempre. Pero un minuto después, cuando él se sienta a descansar, la piedrecilla sale disparada hacia arriba y cae a su lado. Haymitch se la queda mirando, intrigado, y después su rostro adquiere una extraña intensidad. Lanza una roca del tamaño de su puño por el acantilado y espera. Cuando vuelve arriba justo a su mano, empieza a reírse.
Es entonces cuando oímos a Maysilee empezar a gritar. La alianza se ha terminado y fue ella quien la rompió, así que nadie podría culparlo por ignorarla. Pero en cualquier caso, Haymitch corre hacia ella. Llega sólo a tiempo de ver a los últimos de una bandada de pájaros rosa chillón, equipados con picos largos y finos, pincharla en el cuello. Sostiene su mano mientras ella muere, y todo en lo que puedo pensar es Rue y cómo yo también llegué demasiado tarde para salvarla.
Más tarde ese día, otro tributo muere en un combate y un tercero es devorado por una manada de esas ardillas blanditas, dejando a Haymitch y a una chica del Distrito 1 para competir por la corona. Ella es más grande que él e igual de rápida, y cuando llega la lucha inevitable, es sangrienta y terrible y los dos han recibido las que bien podrían ser heridas fatales, cuando Haymitch por fin es desarmado. Anda torpemente por el hermoso bosque, sosteniendo en el interior sus intestinos, mientras ella tropieza detrás de él, sosteniendo el hacha que debería propinarle el golpe de gracia. Haymitch hace un zigzag hasta su acantilado y acaba de llegar al borde cuando ella lanza el hacha. Él se lanza al suelo y el hacha cae al abismo. Ahora también desarmada, la chica se queda allí de pie, intentando detener el flujo de sangre que fluye de su cuenca ocular vacía. Tal vez está pensando en que puede durar más que Haymitch, que están empezando a convulsionar en el suelo. Pero lo que ella no sabe, y él sí, es que el hacha va a volver. Y cuando vuela otra vez sobre el borde, se entierra en la cabeza de ella. El cañón suena, su cuerpo es retirado, y las trompetas suenan para anunciar la victoria de Haymitch.
Peeta apaga la cinta y nos quedamos allí sentados en silencio durante un rato.
Por fin, Peeta dice:
El campo de fuerza en el fondo del acantilado, era como el del techo del Centro de Entrenamiento. El que te lanza hacia atrás si intentas saltar y cometer suicidio. Haymitch encontró la forma de convertirlo en un arma.
No sólo contra los otros tributos, también contra el Capitolio. Digo. ya sabes que ellos no esperaban que pasara eso. Se suponía que no era parte de la arena. Nunca planearon que nadie lo usara como un arma. Les hizo parecer estúpidos el que él lo averiguara. Me apuesto a que se pasaron un buen tiempo intentando darle la vuelta a esa. Me apuesto a que esa es la razón por la que no recuerdo haberlo visto nunca en la televisión. ¡Es casi tan malo como nosotros con las bayas!
No puedo evitar reírme, reírme de verdad, por primera vez en meses. Peeta sólo sacude la cabeza como si hubiera perdido la chavetay tal vez lo haya hecho, un poco.
Casi, pero no del todo. Dice Haymitch desde detrás de nosotros. Me doy la vuelta de repente, asustada de que vaya a estar enfadado por que hayamos visto su cinta, pero sólo se sonríe con suficiencia y toma un trago de una botella de vino. Ya se ve lo de la sobriedad.
Supongo que debería disgustarme el que esté volviendo a beber, pero estoy preocupada por otro sentimiento.
He pasado todas estas semanas intentando saber quiénes son mis competidores, sin pensar siquiera en quiénes son mis compañeros de equipo. Ahora está naciendo dentro de mí una nueva clase de confianza, porque creo que por fin sé quién es Hayimtch. Y estoy empezando a saber quién soy yo. Y seguro que dos personas que le han causado tantos problemas al Capitolio pueden pensar en una forma para traer a Peeta a casa con vida.
3 comentarios:
Ya me lei Los Juegos del Hambre, planeo leer los tres libros! (: Son muy atrapantes cada capitulo y no podes para de leer. ME ENCANTA. :D Amo a Peeta. :3
ME ENCANTA CUANDO KATNISS NECESITA UN ABRAZO DE PEETA
Katniss siempre necesita un abrazo de peeta pero es muy tonta para darse cuenta
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