16
Haymitch me sujeta con fuerza la muñeca como si anticipara mi próximo movimiento, pero estoy tan sin palabras como los torturadores del Capitolio han dejado a Darius. Haymitch me dijo una vez que les hacían algo a las lenguas de los Avoxes para que no pudiera hablar nunca más. En mi cabeza oigo la voz de Darius, juguetona y brillante, sonando a través del Quemador para bromear conmigo. No como se burlan de mí ahora los otros vencedores, sino porque nos gustábamos de verdad. Si Gale pudiera verlo…
Sé que cualquier movimiento que haga ahora hacia Darius, cualquier acto de reconocimiento, sólo resultaría en castigo para él. Así que sólo nos quedamos mirándonos a los ojos. Darius, ahora un esclavo mudo; yo, ahora en camino hacia mi muerte. ¿Qué íbamos a decir, en cualquier caso? ¿Qué sentimos la suerte del otro? ¿Qué nos duele el dolor del otro? ¿Que nos alegramos de haber tenido la suerte de conocernos?
No, Darius no debería alegrarse de conocerme. Si yo hubiera estado allí para detener a Thread, él no se habría adelantado para salvar a Gale. No sería un Avox. Y más específicamente, no sería mi Avox, porque es más que obvio que el Presidente Snow lo ha colocado aquí para mi disfrute.
Retuerzo la muñeca para desasirme de Haymitch y me dirijo hacia mi antigua habitación, cerrando con llave detrás de mí. Me siento en un lado de mi cama, los codos sobre las rodillas, la frente sobre los puños, mirando mi traje reluciente en la oscuridad, imaginándome que estoy en mi antigua casa en el Distrito 12, acurrucada junto al fuego. Lentamente vuelve a hacerse negro a medida que el paquete de energía se consume.
Cuando en algún momento Effie llama a la puerta para llamarme para ir a cenar, me levanto y me quito el traje, lo doblo cuidadosamente, y lo coloco sobre la mesa con mi corona.
En el cuarto de baño me lavo las sombras oscuras de maquillaje de la cara. Me visto con una camisa simple y pantalones y voy por el pasillo hasta el comedor.
No soy consciente de mucho durante la cena salvo de que Darius y la chica Avox pelirroja son quienes nos la sirven. Effie, Haymitch, Cinna, Portia y Peeta están todos allí, hablando de las ceremonias de apertura, supongo. Pero la única vez que de verdad me siento presente es cuando vuelco a propósito un plato de guisantes al suelo y, antes de que nadie pueda detenerme, me agacho para limpiarlos. Darius está justo a mi lado cuando empiezo a recoger, y los dos estamos brevemente costado con costado, apartados de la vista de los demás, mientras recogemos los guisantes. Durante sólo un momento nuestras manos se encuentran.
Puedo sentir su piel, áspera bajo la salsa de mantequilla del plato. En el agarre de nuestros dedos, fuerte y desesperado, están todas las palabras que nunca podremos decir. Después Effie me está dando golpecitos desde atrás, porque "¡Ese no es tu trabajo, Katniss!" y él me suelta.
Cuando vamos a mirar la repetición de las ceremonias de apertura, me coloco entre Cinna y Haymitch en el sofá porque no quiero estar al lado de Peeta. Este horror con Darius me pertenece a mí y a Gale y tal vez incluso a Haymitch, pero no a Peeta. Tal vez él conociera a Darius lo bastante como para decirle hola, pero Peeta no pertenecía al Quemador igual que nosotros. Además, aún estoy enfadada con él por reírse de mí con los otros vencedores, y lo último que quiero es su empatía y apoyo. No he cambiado de idea sobre salvarlo en la arena, pero no quiero deberle más que eso.
Mientras miro la procesión al Círculo de la Ci udad, pienso en cómo ya es lo bastante malo que nos disfracen y nos paseen por las calles en carruajes en un año normal. Ver a niños disfrazados es tonto, pero resulta que los vencedores mayores son algo penoso. Algunos que aún son jóvenes, como Johanna y Finnick, o cuyos cuerpos no han caído en la desesperación, como Seeder y Brutus, todavía se las pueden arreglar para conservar un poco de dignidad.
Pero la mayoría, que están echados a la bebida o al morphling o a la enfermedad, se ven grotescos en sus disfraces, representando vacas y árboles y hogazas de pan. El año pasado comentábamos cada concursante, pero hoy sólo hay algún comentario ocasional. No es raro que la muchedumbre se vuelva loca en cuanto Peeta y yo aparecemos, tan jóvenes y fuertes y hermosos en nuestros brillantes disfraces. La imagen misma de lo que los tributos deberían ser.
Tan pronto termina, me levanto y les doy las gracias a Cinna y Portia por su alucinante trabajo y me voy a la cama. Effie me recuerda que nos veremos temprano por la mañana en el desayuno para trabajar en nuestra estrategia de entrenamiento, pero incluso su voz suena hundida. Pobre Effie. Por fin tuvo un año decente en los Juegos con Peeta y conmigo, y ahora todo se ha convertido en un desastre al que ni siquiera ella puede verle algo positivo. En términos del Capitolio, supongo que esto cuenta como una verdadera tragedia.
Poco después de irme a la cama, oigo un golpe suave en mi puerta, pero lo ignoro. No quiero a Peeta esta noche. Especialmente no con Darius cerca. Es casi tan malo como si Gale estuviera aquí. Gale. ¿Cómo se supone que voy a dejarlo ir con Darius embrujando los pasillos?
Las lenguas figuran prominentemente en mis pesadillas. Primero miro helada e impotente mientras manos enguantadas se llevan la disección sangrienta de la boca de Darius. Después estoy en una fiesta donde todos llevan caretas y alguien con una lengua bailante y húmeda, que supongo que es Finnick, me acosa, pero cuando me coge y se saca la máscara, es el Presidente Snow, y sus labios gruesos están goteando saliva sangrienta. Finalmente estoy de vuelta en la arena, mi propia lengua tan seca como el papel secante, mientras trato de alcanzar un estanque de agua que retrocede cada vez que estoy a punto de tocarlo.
Cuando me despierto, voy a tropezones hasta el cuarto de baño y bebo grandes tragos de agua del grifo hasta que no puedo beber más. Me quito mis ropas sudorosas y me derrumbo de nuevo sobre la cama, desnuda, y de alguna forma vuelvo a encontrar el sueño.
Retraso el bajar a desayunar tanto como es posible a la mañana siguiente porque de verdad que no quiero discutir nuestra estrategia de entrenamiento. ¿Qué hay que discutir? Cada vencedor ya sabe lo que todos los demás pueden hacer. O solían poder hacer, en cualquier caso. Así que Peeta y yo seguiremos actuando enamorados y eso es todo. Lo que pasa es que no estoy por la labor de hablar de eso, ya está, especialmente no con Darius allí de pie en silencio. Tomo una larga ducha, me visto lentamente en el conjunto que Cinna ha dejado para el entrenamiento, y ordeno comida del menú de mi habitación hablando por un micrófono. En un minuto aparecen salchichas, huevos, patatas, pan, zumo y chocolate caliente. Como hasta estar llena, intentando llenar los minutos hasta las diez en punto, cuando tendremos que bajar hasta el Centro de Entrenamiento. A eso de las nueve y media, Haymitch está dando golpazos en mi puerta, obviamente harto de mí, mandándome ir al comedor ¡AHORA! Aún así, me cepillo los dientes antes de ir lentamente por el pasillo, matando eficazmente otros cinco minutos.
El comedor está vacío salvo por Peeta y Haymitch, cuyo rostro está sonrojado por la bebida y el enfado. En su muñeca lleva un brazalete totalmente de oro con un patrón de llamasesta debe de ser su concesión al plan de Effie de los recuerdos a juegoal que da vueltas con descontento. Es un brazalete muy bonito, de verdad, pero con el movimiento hace que parezca algo que lo está confinando, un grillete, más que una pieza de joyería.
Llegas tarde. Me ruge.
Perdón. Me quedé dormida después de las pesadillas de lenguas mutiladas que me mantuvieron despierta la mitad de la noche. Tengo la intención de sonar hostil, pero mi voz se quiebra al final de la frase.
Haymitch me lanza una mirada ceñuda, después se echa atrás.
Vale, da igual. Hoy, en el entrenamiento, tenéis dos deberes. Uno, seguir enamorados.
Obviamente. Digo.
Y dos, hacer algunos amigos. Dice Haymitch.
No. Digo. No confío en ninguno de ellos. No puedo soportar a la mayoría, y prefiero que operemos nada más los dos.
Eso es lo que dije yo al principio, pero… Empieza Peeta.
Pero no será suficiente. Insiste Haymitch. Vais a necesitar más aliados esta vez. ¿Por qué? Pregunto.
Porque estáis en clara desventaja. Vuestros competidores se han conocido durante años.
Así que, ¿a quién creéis que atacarán primero?
A nosotros. Y nada que hagamos va a superar ninguna antigua amistad. Así que, ¿por qué molestarse?
Porque podéis luchar. Sois populares entre la gente. Eso aún podría convertiros en aliados deseables. Pero sólo si les hacéis saber a los demás que estáis dispuestos a hacer un equipo con ellos. ¿Quieres decir que nos quieres en el grupo de Profesionales este año? Pregunto, incapaz de ocultar mi desagrado. Tradicionalmente los tributos de los Distritos 1, 2 y 4 unen fuerzas, tal vez agregando a alguno de los otros luchadores excepcionales, y cazan a los competidores más débiles.
Esa ha sido nuestra estrategia, ¿no? ¿Entrenar como Profesionales? Rebate Haymitch.
Y generalmente se decide quiénes van a formar el grupo de Profesionales antes de que empiezan los Juegos. Peeta por poco no consiguió entrar el año pasado.
Pienso en el odio que sentí cuando descubrí que Peeta estaba con los Profesionales en los Juegos pasados.
Así que vamos a intentar unirnos a Finnick y a Brutus… ¿es eso lo que estás diciendo?
No necesariamente. Todos son vencedores. Haced vuestro propio grupo, si lo preferís.
Elegid a quien queráis. Yo os sugiero a Chaff y Seeder. Aunque Finnick no es como para ignorarlo. Dice Haymitch. Encontrad a alguien para hacer equipo que pueda seros de alguna utilidad. Recordad, ya no estáis en un ring lleno de niños temblorosos. Todas estas personas son asesinos experimentados, sin importar en qué forma parezcan estar.
Tal vez tenga razón. Sólo que, ¿en quién podría confiar? Seeder tal vez. ¿Pero de verdad quiero hacer un pacto con ella, sólo para posiblemente tener que matarla después? No. Aún así, hice un pacto con Rue bajo las mismas circunstancias. Le digo a Haymitch que lo intentaré, incluso aunque creo que se me dará bastante mal todo el asunto.
Effie aparece algo pronto para llevarnos abajo porque el año pasado, incluso aunque llegamos a tiempo, fuimos los dos últimos tributos en aparecer. Pero Haymitch le dice que no quiere que sea ella quien nos lleve al gimnasio. Ninguno de los demás vencedores va a aparecer con una niñera y, siendo los más jóvenes, es aún más importante que parezcamos independientes. Así que tiene que conformarse con llevarnos hasta el ascensor, haciéndonos caricias en el pelo, y pulsando el botón por nosotros.
Es un viaje tan corto que no hay tiempo de verdad para la conversación, pero cuando Peeta me da la mano, no la aparto. Tal vez lo haya ignorado anoche en privado, pero durante el entrenamiento tenemos que aparecer como un equipo inseparable.
Effie no se tenía que haber preocupado por que fuéramos los últimos en llegar. Sólo Brutus y la mujer del Distrito 2, Enobaria, están presentes. Enobaria aparenta unos treinta y todo lo que puedo recordar es que, en el combate cuerpo a cuerpo, mató a un tributo desgarrándole la garganta con los dientes. Se hizo tan famosa por este acto que, después de ser vencedora, hizo que le alteraran cosméticamente los dientes de modo que cada uno termina en una punta afilada como un colmillo y tiene incrustaciones de oro. No le faltan admiradores en el Capitolio.
A las diez en punto, sólo la mitad de los tributos han llegado. Atala, la mujer que dirige el entrenamiento, empieza su discurso justo en hora, no impresionada por la escasa asistencia.
Tal vez se la esperaba. Se puede decir que estoy aliviada, porque eso significa que hay una docena de personas de las que no tengo que fingir hacerme amiga. Atala lee la lista de estaciones, que incluyen tanto habilidades de combate como de supervivencia, y nos deja entrenar.
Le digo a Peeta que creo que haríamos mejor si nos dividiéramos, cubriendo así más territorio. Cuando se va a lanzar lanzas con Brutus y Chaff, yo me dirijo hacia la sección de atar nudos. Apenas nadie se molesta en visitarla. Me gusta el entrenador y él me recuerda con cariño, tal vez porque pasé tiempo con él el año pasado. Está complacido cuando le enseño que todavía puedo montar la trampa que deja al enemigo colgando de un árbol por un pie.
Claramente tomó nota de mis trampas en la arena el año pasado y ahora me ve como una alumna avanzada, así que le pido repasar cada tipo de nudo que pueda ser útil y unos pocos que probablemente no usaré jamás. Estaría contenta de pasarme la mañana sola con él, pero después de una hora y media más o menos, alguien me rodea con los brazos desde atrás, sus dedos terminando con facilidad el complicado nudo en el que he estado sudando. Por supuesto que es Finnick, quien parece haberse pasado la infancia sin hacer otra cosa que no sea lanzar tridentes o manipular cuerdas para formar bonitos nudos para redes, supongo. Miro durante un minuto mientras él coge un trozo de cuerda, hace un lazo, y después finge ahorcarse para diversión mía.
Poniendo los ojos en blanco, me dirijo hacia otra estación vacante donde los tributos pueden aprender a hacer fuegos. Yo ya hago fuegos excelentes, pero aún soy bastante dependiente de las cerillas para empezarlos. Así que el entrenador me hace trabajar con sílex, acero, y algo de tela chamuscada. Esto es mucho más difícil de lo que parece, e incluso trabajando con tanto ahínco como puedo, me lleva alrededor de una hora conseguir encender un fuego. Alzo la vista con una sonrisa triunfante sólo para descubrir que tengo compañía.
Dos tributos del Distrito 3 están a mi lado, luchando por empezar un fuego decente con cerillas. Pienso en marcharme, pero de verdad que quiero intentar usar el sílex de nuevo, y si tengo que darle a Haymitch la noticia de que he intentado hacer amigos, tal vez estos dos sean una elección soportable. Ambos son de baja estatura, con piel cenicienta y pelo negro. La mujer, Wiress (NdT: una vez más, nombre propio del Distrito: el Distrito 3 es la electrónica, y wire significa cable) , probablemente sea de una edad similar a la de mi madre y habla con voz tranquila e inteligente. Pero de inmediato me doy cuenta de que tiene el hábito de dejar en el aire las palabras justo en mitad de frase, como si se hubiera olvidado de que estás allí. Beetee, el hombre, es mayor y algo nervioso. Lleva gafas pero se pasa un montón de tiempo mirando por debajo de ellas. Son un poco raros, pero estoy bastante segura de que ninguno de ellos va a intentar ponerme incómoda desnudándose. Y son del distrito 3. Tal vez puedan incluso confirmar mis sospechas de un levantamiento allí.
Miro alrededor del Centro de Entrenamiento. Peeta está en el centro de un pintoresco círculo de lanzadores de cuchillos. Los morphlings del Distrito 6 están en la estación de camuflaje, pintándose mutuamente las caras con brillantes curvas rosas. El hombre del Distrito 5 está vomitando vino sobre el suelo del recinto de lucha con espada. Finnick y la anciana de su distrito están usando la estación de tiro con arco. Johanna Mason vuelve a estar desnuda y embadurnando su cuerpo de aceite para una lección de lucha. Decido quedarme donde estoy.
Wiress y Beetee son una compañía decente. Parecen lo bastante amables pero no entrometidos. Hablamos de nuestros talentos; me cuentan que ambos inventan cosas, lo que hace que mi supuesto interés por la moda parezca bastante flojo. Wiress menciona algún tipo de artilugio de costura en el que está trabajando.
Evalúa la densidad de la tela y selecciona la fuerza… Dice, y después se queda absorta mirando a un pedacito de paja seca antes de poder proseguir.
La fuerza del hilo. Termina de explicar Beetee. Automáticamente. Descarta el error humano. Después habla de su reciente éxito creando un chip musical que es lo bastante pequeño para ser escondido en una mota de polvo pero que puede almacenar horas de canciones. Recuerdo a Octavia hablando de esto durante la sesión de la boda, y veo una posible oportunidad para hablar del levantamiento.
Oh, sí. Mi equipo de preparación estaba todo disgustado hace unos meses, creo, porque no podían hacerse con uno. Digo casualmente. Supongo que muchos de los encargos del Distrito Tres se estaban amontonando.
Beetee me examina por debajo de sus gafas.
Sí. ¿Tuvisteis vosotros similares retrasos en la producción de carbón este año?
Pregunta.
No. Bueno, perdimos un par de semanas cuando trajeron a un nuevo agente de la paz en jefe y a su gente, pero nada importante. Para la producción, quiero decir. Dos semanas sentado en tu casa sin hacer nada no significa más que dos semanas de pasar hambre para la mayor parte de la gente.
Creo que entienden lo que estoy intentando decir. Que no hemos tenido ningún levantamiento.
Oh. Eso es una vergüenza. Dice Wiress con una voz algo decepcionada. Encontré a tu distrito muy… Deja la frase en el aire, distraída por algo en su cabeza.
Interesante. Completa Beetee. Ambos lo hicimos.
Me siento mal, sabiendo que su distrito debe de haber sufrido mucho más que el nuestro.
Siento que tengo que defender a mi gente.
Bueno, no somos muchos en el Doce. Digo. No es que pudieras deducirlo hoy en día por el tamaño de la fuerza de los agentes de la paz. Pero supongo que somos lo bastante interesantes.
Mientras avanzamos hasta la estación de los refugios, Wiress se detiene y alza la vista hasta el palco donde los Vigilantes están dando vueltas, comiendo y bebiendo, a veces fijándose en nosotros.
Mira. Dice, haciendo un leve gesto de cabeza en su dirección. Alzo la vista y veo a Plutarch Heavensbee en la magnífica túnica púrpura con el collar de pelos que lo señala como Vigilante Jefe. Está comiendo una pata de pavo.
No veo por qué esto se merece ningún comentario, pero digo:
Sí, ha sido ascendido a Vigilante Jefe este año.
No, no. Ahí hacia la esquina de la mesa. Puedes ver… Dice Wiress.
Beetee guiña los ojos debajo de sus gafas.
Puedes ver que está ahí.
Me quedo mirando en esa dirección, perpleja. Pero entonces lo veo. Un pequeño espacio de unos quince centímetros cuadrados en la esquina de la mesa parece estar vibrando. Es como si el aire estuviera ondeando con pequeñas olas visibles, distorsionando los ángulos afilados de la madera y de una copa de vino que alguien puso allí.
Un campo de fuerza. Han puesto uno entre los Vigilantes y nosotros. Me pregunto por qué. dice Beetee.
Por mí, probablemente. Ofrezco. El año pasado les lancé una flecha durante mi sesión privada de entrenamiento. Beetee y Wiress se me quedan mirando con curiosidad.
Fui provocada. Así que ¿todos los campos de fuerza tienen un punto como ese?
Grieta. Dice Wiress vagamente.
En la armadura, o como si lo fuera. Termina Beetee. Lo ideal sería que fuera invisible, ¿no?
Quiero preguntarles más, pero anuncian la comida. Busco a Peeta, pero está con un grupo de unos diez vencedores, así que decido simplemente comer con el Distrito 3. Tal vez pueda conseguir que se nos una Seeder.
Cuando llegamos hasta la zona de comedor, veo que algunos en la pandilla de Peeta tienen otras ideas. Están arrastrando todas las mesas pequeñas para formar una mesa grande para que todos tengamos que comer juntos. Ahora no sé qué hacer. Incluso en el colegio solía evitar comer en una mesa concurrida. Francamente, probablemente me habría sentado sola de no ser porque Madge cogió la costumbre de juntarse conmigo. Supongo que habría comido con Gale, excepto que, estando a dos cursos de distancia, nuestras comidas nunca cayeron a la misma hora.
Cojo una bandeja y empiezo a andar entre los carros repletos de comida que rodean la sala.
Peeta se une conmigo en el estofado. ¿Qué tal va?
Bien. Va bien. Me gustan los vencedores del Distrito Tres. Digo. Wiress y Beetee. ¿De verdad? Pregunta. Son algo así como un chiste para los demás. ¿Por qué será que eso no me sorprende? Digo. Pienso en cómo Peeta en el colegio siempre estaba rodeado por una muchedumbre de amigos. Es alucinante, de verdad, que jamás se fijara en lo más mínimo en mí excepto para pensar que era rara.
Johanna los ha apodado Nuts y Volts (NdT: tampoco traduje los apodos. Pero Nuts significa Loco, y Volts se refiere a voltios) .
Y entonces yo soy estúpida por pensar que podrían ser útiles. Por algo que Johanna Mason dijo mientras se estaba embadurnando los pechos para la lucha. Replico.
De hecho creo que el apodo ha estado circulando durante años. Y no lo dije como un insulto. Sólo estoy compartiendo información.
Bueno, Wiress y Beetee son listos. Inventan cosas. Pudieron decir que han puesto un campo de fuerza entre nosotros y los Vigilantes. Y si tenemos que tener aliados, los quiero a ellos. Lanzo el cucharón de nuevo en una pota de estofado, salpicándonos a los dos con la salsa. ¿Por qué estás tan enfadada? Pregunta peeta, limpiándose la salsa de su camisa. ¿Porque me metí contigo en el ascensor? Lo siento. Creí que simplemente te reirías por eso.
Olvídalo. Digo con una sacudida de la cabeza. Es un montón de cosas.
Darius.
Darius. Los Juegos. Haymitch obligándonos a formar equipo con los demás.
Puede ser sólo tú y yo, ya lo sabes.
Lo sé. Pero tal vez Haymitch tenga razón. No le digas que lo dije, pero generalmente la tiene, en lo referente a los Juegos.
Bueno, tú puedes tener la última palabra sobre nuestros aliados. Pero justo ahora, me inclino por Chaff y Seeder. Dice Peeta.
Me parece bien Seeder, Chaff no. Aún no, en cualquier caso.
Vente y come con él. Lo prometo, no le dejaré volver a besarte.
Chaff no parece tan malo en la comida. Está sobrio, y aunque habla demasiado alto y hace un montón de chistes malos, la mayor parte son sobre sí mismo. Puedo ver por qué podría ser bueno para Haymitch, cuyos pensamientos discurren tan oscuros. Pero aún no estoy segura de si quiero tenerlo por aliado.
Intento muy duro ser más sociable, no sólo con Chaff sino con el grupo en general. Después de la comida hago la estación de los insectos comestibles con los tributos del Distrito 8Cecelia, que tiene tres niños en casa, y Woof, y hombre muy viejo que es duro de oído y que no parece enterarse de nada ya que sigue empeñado en meterse bichos venenosos en la boca. Desearía poder mencionar el haberme encontrado a Twill y Bonnie en el bosque, pero no imagino cómo. Cashmere y Gloss, los hermanos del Distrito 1, me invitan con ellos y hacemos hamacas durante un rato. Son educados pero fríos, y me paso todo el tiempo pensando en cómo maté a los dos tributos de su distrito, Glimmer y Marvel, el año pasado, y que ellos probablemente los conocían y tal vez incluso fueran sus mentores. Tanto mi hamaca como mi intento de conectar con ellos son mediocres como mucho. Me uno a Enobaria en el entrenamiento con espada e intercambio unos pocos comentarios, pero está claro que ninguna de las dos quiere formar equipo. Finnick aparece de nuevo cuando estoy recibiendo consejos de pesca, pero principalmente sólo para presentarme a Mags, la mujer mayor que también es del Distrito 4. Entre el acento de su distrito y su hablar embrolladoposiblemente haya tenido un derrameno puedo entender más que una palabra de cada cuatro. Pero juro que es capaz de hacer un anzuelo a partir de cualquier cosauna espina, un huesecillo, un pendiente. Después de un rato dejo de hacerle caso al entrenador y me limito a intentar copiar todo lo que hace Mags. Cuando hago un gancho bastante bueno a partir de una uña doblada y lo ato a varias hebras de mi pelo, me ofrece una sonrisa desdentada y un comentario ininteligible que creo que puede ser un halago. De repente recuerdo cómo se presentó voluntaria para reemplazar a la joven histérica en su distrito. No podía ser porque pensara que tenía ninguna posibilidad de ganar. Lo hizo para salvar a la chica, como yo me presenté voluntaria el año pasado para salvar a Prim. Y decido que la quiero en mi equipo.
Genial. Ahora tengo que volver y decirle a Haymitch que quiero a una ochentona y a Nuts y Volts como aliados. Le va a encantar.
Así que dejo de intentar hacer amigos y voy a la sección de tiro con arco para buscar algo de cordura. Se está genial allí, pudiendo probar todos los arcos y flechas. El entrenador, Tax, viendo que los objetivos inmóviles no suponen ningún reto para mí, empieza a lanzar muy arriba al aire esos pájaros falsos tontos para que les dispare. Al principio parece estúpido, pero incluso resulta ser divertido. Mucho más como cazar una criatura viva. Ya que estoy dándole a todo lo que lanza, empieza a aumentar el número de aves que envía por los aires. Me olvido del resto del gimnasio y de los vencedores y de qué miserable me siento, y me pierdo en el tiro. Cuando consigo acabar con cinco pájaros en una ronda, me doy cuenta de que hay tanto silencio que puedo oír cómo cada uno golpea el suelo. Me doy la vuelta y veo que la mayoría de los vencedores se han parado para mirarme. Sus rostros muestran cualquier cosa desde la envidia al odio a la admiración.
Después del entrenamiento, Peeta y yo estamos juntos, esperando a que Haymitch y Effie aparezcan para la cena. Cuando nos llaman para comer, Haymitch se lanza sobre mí de inmediato.
Así que por lo menos la mitad de los vencedores les han indicado a sus mentores que te soliciten como aliada. Sé que no puede ser por tu alegre personalidad.
La vieron disparar. Dice Peeta con una sonrisa. De hecho, yo la vi disparar, de verdad, por primera vez. Estoy a punto de presentar una solicitud formal yo mismo. ¿Tan buena eres? Me pregunta Haymitch. ¿Tan buena como para que te quiera Brutus?
Me encojo de hombros.
Pero yo no quiero a Brutus. Quiero a Mags y al Distrito Tres.
Por supuesto que sí. Haymitch suspira y encarga una botella de vino. Les diré a todos que aún os estáis decidiendo.
Después de mi exhibición de tiro, aún soy objeto de algunas bromas, pero ya no siento que se burlan de mí. De hecho, me siento como si en cierta forma hubiera sido iniciada en el círculo de los vencedores. Durante los siguientes dos días paso tiempo con casi todos los que van a la arena. Incluso con los morphlings, quienes, con la ayuda de Peeta, me pintan en un campo de flores amarillas. Incluso con Finnick, que me da una hora de lecciones de tridente a cambio de una hora de instrucción en tiro con arco. Y cuanto más llego a conocer a esta gente, peor me resulta. Porque, en conjunto, no los odio. Y me gustan algunos. Y muchos están tan dañados que mi instinto natural sería el de protegerlos. Pero todos tienen que morir si voy a salvar a Peeta.
El día final de entrenamiento termina con nuestras sesiones privadas. Todos tenemos quince minutos ante los Vigilantes para sorprenderlos con nuestras habilidades, pero no sé qué es lo que ninguno de nosotros podrá enseñarles. Hay muchas bromas sobre ello en la comida. Lo que podremos hacer. Cantar, bailar, desnudarnos, contar chistes. Mags, a quien ahora puedo entender un poco mejor, decide que simplemente se va a echar una siesta. No sé lo que yo voy a hacer. Disparar algunas flechas, supongo. Haymitch dijo que los sorprendiéramos si podemos, pero estoy en sequía de ideas.
Como la chica del 12, soy la última de todos. El comedor se va quedando más y más en silencio a medida que los tributos van saliendo para su actuación. Es más fácil mantener la actitud irreverente e invencible que hemos adoptado todos cuando somos más. A medida que la gente va desapareciendo por la puerta, todo en lo que puedo pensar es que la vida que les queda se cuenta en días.
Peeta y yo nos quedamos solos por fin. Él se inclina sobre la mesa para tomarme las manos. ¿Ya has decidido lo que vas a hacer para los Vigilantes?
Sacudo la cabeza.
Ya no puedo usarlos como diana de prácticas este año, con el campo de fuerza y eso. Tal vez haré unos anzuelos. ¿Y tú?
Ni idea. Sigo deseando poder hornear una tarta o algo.
Haz algo más de camuflaje. Sugiero.
Si los morphlings me han dejado algo con lo que trabajar. Dice amargamente. Han estado pegados a esa estación desde que empezó el entrenamiento.
Nos quedamos sentados en silencio un rato y después suelto aquello que está en nuestras mentes. ¿Cómo vamos a matar a esta gente, Peeta?
No lo sé. Apoya la cabeza sobre nuestras manos entrelazadas.
No los quiero como aliados. ¿Por qué quiso Haymitch que los conociéramos mejor? Lo hará mucho más duro que la última vez. Excepto por Rue, tal vez. Pero supongo que da igual, en ningún caso habría podido matarla. Se parecía demasiado a Prim.
Peeta alza la vista para mirarme, el ceño fruncido mientras piensa.
Su muerte fue la más despreciable, ¿no?
Ninguna fue muy bonita. Digo, pensando en los finales de Glimmer y Cato.
Llaman a Peeta, así que espero sola. Pasan quince minutos. Después media hora. Pasaron cerca de cuarenta minutos cuando me llaman.
Cuando entro, huelo el fuerte aroma de limpiador y me doy cuenta de que una de las alfombras ha sido arrastrada al centro de la sala. El humor es muy distinto al del año pasado, cuando los Vigilantes estaban medio borrachos y distraídamente picoteando en manjares de la mesa de banquetes. Están murmurando entre ellos, con aspecto algo airado. ¿Qué hizo Peeta? ¿Algo para enfadarlos?
Siento una punzada de preocupación. Eso no es bueno. No quiero que Peeta se señale a sí mismo como un objetivo para la ira de los Vigilantes. Eso es parte de mi trabajo. Apartar los tiros de Peeta. Pero ¿cómo los enfadó? Porque me encantaría hacer justo eso y más. Atravesar el barniz de superioridad de aquellos que usan sus cerebros para encontrar formas divertidas de matarnos. Hacerles ver que aunque nosotros somos vulnerables a las crueldades del Capitolio, ellos también lo son. ¿Tenéis idea de cuánto os odio? Pienso. ¿Vosotros, que les habéis entregado vuestros talentos a los Juegos?
Intento captar la mirada de Plutarch Heavensbee, pero parece estar ignorándome intencionadamente, como ha estado haciendo todo el período de entrenamiento. Recuerdo cómo me buscó en el baile, qué complacido estaba de enseñarme el sinsajo en su reloj. Su actitud amistosa está fuera de lugar aquí. ¿Cómo podría no estarlo, cuando yo soy un mero tributo y él es el Vigilante Jefe? Tan poderoso, tan lejano, tan seguro…
De repente sé exactamente lo que voy a hacer. Algo que hará que cualquier cosa que haya hecho hasta ahora se quede en nada. Me voy a la estación de nudos y cojo un trozo de cuerda.
Empiezo a manipularlo, pero es difícil porque nunca hice este nudo yo misma. Sólo he visto los dedos de Finnick, y esos se movían muy rápido. Después de unos diez minutos, he conseguido un lazo respetable. Arrastro a uno de los muñecos diana al centro de la sala y, usando unas barras, lo cuelgo de modo que pende del cuello. Atarle las manos detrás de la espalda sería un bonito toque, pero creo que tal vez me esté quedando sin tiempo. Me apresuro a la estación de camuflaje, donde algunos de los otros tributos, sin duda los morphlings, han hecho un desbarajuste colosal. Pero encuentro un recipiente medio lleno de zumo de bayas rojo sangre que me será útil. La tela recubierta de piel del maniquí lo convierte en un lienzo bueno y absorbente. Cuidadosamente pinto con cuidado, con el dedo, las palabras en su cuerpo, ocultándolas de la vista de los demás. Después me aparto rápidamente para ver la reacción en los rostros de los Vigilantes mientras leen el nombre en el muñeco.
SENECA CRANE.
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