17
El efecto en los Vigilantes es inmediato y satisfactorio. Varios sueltan grititos. Otros dejan caer sus vasos de vino, que se hacen añicos musicalmente contra el suelo. Dos parecen estar considerando desmayarse. La apariencia de shock es unánime.
Ahora tengo la atención de Plutarch Heavensbee. Se me queda mirando fijamente mientras el zumo del melocotón que estrujó en su mano corre entre sus dedos. Finalmente se aclara la garganta y dice:
Ya puede retirarse, señorita Everdeen.
Inclino una vez la cabeza con respeto y me vuelvo para irme, pero en el último momento no puedo resistirme a lanzar el recipiente de jugo de baya sobre mi hombro. Puedo oír cómo el contenido da de lleno en el muñeco mientras un par de vasos de vino más se rompen.
Mientras las puertas del ascensor se cierran ante mí, veo que nadie se ha movido.
Eso los sorprendió, pienso. Fue precipitado y peligroso y sin duda pagaré por ello diez veces.
Pero por el momento, siento algo que se parece mucho a la euforia y me permito saborearlo.
Quiero encontrar a Haymitch de inmediato para contarle mi sesión, pero no hay nadie.
Supongo que se están preparando para la cena y decido darme una ducha, ya que tengo las manos sucias por el jugo. Mientras estoy bajo el agua, me empiezo a cuestionar la sabiduría de mi último truco. La pregunta que debería guiarme ahora es "¿Ayudará esto a mantener a Peeta con vida?" Indirectamente esto tal vez no. Lo que sucede durante el entrenamiento es alto secreto, así que no tiene sentido llevar a cabo nada en mi contra cuando nadie sabrá cuál fue mi transgresión. De hecho, el año pasado fui recompensada por mi temeridad. Aunque esto es un tipo diferente de crimen. Si los Vigilantes están enfadados conmigo y deciden castigarme en la arena, Peeta también podría quedarse atrapado en el ataque. Tal vez fui demasiado impulsiva. Aún así… no puedo decir que lamente haberlo hecho.
Cuando nos reunimos todos para cenar, percibo que las manos de Peeta están manchadas de una amplia variedad de colores, incluso aunque su pelo aún está húmedo del baño.
Después de todo, debe de haber hecho alguna forma de camuflaje. Una vez está servida la sopa, Haymitch va directo al asunto que está en mente de todos.
Está bien, así que ¿cómo fueron vuestras sesiones privadas?
Intercambio una mirada con Peeta. De algún modo no me entusiasma demasiado poner lo que hice en palabras. En la tranquilidad del comedor, parece demasiado extremo.
Tú primero. Le digo. Debe de haber sido muy especial. Tuve que esperar cuarenta minutos para entrar.
Peeta parece estar atascado con la misma reticencia que estoy experimentando yo.
Bueno, yo… yo hice la cosa del camuflaje, como sugeriste tú, Katniss. Vacila. No exactamente camuflaje. Quiero decir, usé los tintes. ¿Para hacer qué? Pregunta Portia.
Pienso en qué nerviosos estaban los Vigilantes cuando entré en el gimnasio para mi sesión.
El olor de los limpiadores. La alfombra sobre ese punto en el centro del gimnasio. ¿Era para ocultar algo que no pudieron limpiar?
Pintaste algo, ¿no? Un cuadro. ¿Lo viste? Pregunta Peeta.
No. Pero se preocuparon mucho por cubrirlo.
Bueno, eso sería normal. No pueden dejar que un tributo sepa lo que otro hizo. Dice Effie, despreocupada. ¿Qué pintaste, Peeta? Parece un poco llorosa. ¿Fue un retrato de Katniss? ¿Por qué iba a pintar un retrato mío, Effie? Pregunto, irritada.
Para mostrar que va a hacer todo lo que pueda para defenderte. Eso es lo que todos se esperan en el Capitolio, en cualquier caso. ¿No se presentó voluntario para ir contigo? Dice Effie, como si fuera la cosa más obvia en el mundo.
De hecho, pinté un cuadro de Rue. Dice Peeta. Tal y como estaba después de que Katniss la cubriera de flores.
Hay una larga pausa en la mesa mientras todos asimilan esto. ¿Y qué pretendías conseguir exactamente? Haymitch pregunta en una voz muy mesurada.
No estoy seguro. Sólo quería hacerlos responsables. Dice Peeta. Por matar a esa niña pequeña.
Esto es temible. Effie suena como si estuviera a punto de llorar. Ese tipo de pensamiento… está prohibido, Peeta. Absolutamente. Sólo os traerás más problemas para ti mismo y para Katniss.
Tengo que estar de acuerdo con Effie en esto. Dice Haymitch. Portia y Cinna permanecen callados, pero sus rostros están muy serios. Por supuesto, tienen razón. Pero aunque me preocupa, creo que lo que hizo es alucinante.
Supongo que este es un mal momento para mencionar que yo ahorqué a un maniquí y le pinté el nombre de Seneca Crane encima. Digo. Esto tiene el efecto deseado. Después de un momento de incredulidad, toda la desaprobación de la sala me golpea como una tonelada de ladrillos. ¿Tú… ahorcaste… a Seneca Crane? Dice Cinna.
Sí. Estaba fardando de mis nuevas habilidades para atar nudos, y de alguna forma terminó al final del lazo.
Vale, Katniss. Dice Effie en una voz ahogada. ¿Cómo sabías siquiera acerca de eso? ¿Es un secreto? El Presidente Snow no actuó como si lo fuera. De hecho, parecía deseoso de que lo supiera. Digo. Effie deja la mesa con la servilleta presionada contra la cara.
Ahora he disgustado a Effie. Debí haber dicho que disparé unas cuantas flechas.
Pensarías que lo teníamos planeado. Dice Peeta, ofreciéndome una ligerísima sonrisa. ¿No lo teníais? Pregunta Portia. Sus dedos presionan sus párpados cerrados como si se estuviera protegiendo de una luz muy brillante.
No. Digo, mirando a Peeta con una nueva apreciación. Ninguno de los dos sabía siquiera lo que iba a hacer antes de entrar.
Y, ¿Haymitch? Dice Peeta. Decidimos que no queremos ningún otro aliado en la arena.
Bien. Entonces no seré responsable de que matéis a ninguno de mis amigos con vuestra estupidez.
Eso es justamente lo que estábamos pensando. Le digo yo.
Terminamos la comida en silencio, pero cuando nos levantamos para ir a la sala, CInna me rodea con el brazo y me da un apretón.
Vayamos a ver esas notas de entrenamiento.
Nos reunimos alrededor de la televisión y una Effie de ojos enrojecidos se nos vuelve a unir.
Aparecen los rostros de los tributos, distrito tras distrito, y sus puntuaciones centellean bajo sus fotos. Del uno al doce. Unas notas altas predecibles para Cashmere, Gloss, Brutus, Enobaria y Finnick. Bajas o medias para los demás. ¿Han dado alguna vez un cero? Pregunto.
No, pero hay una primera vez para todo. Responde Cinna.
Y resulta que tiene razón. Porque cuando Peeta y yo sacamos un doce cada uno, hacemos historia en los Juegos del Hambre. Aunque nadie se siente como para celebrarlo. ¿Por qué lo hicieron? Pregunto.
Para que os demás no tengan más opción que señalaros como objetivo. Dice Haymitch con voz neutra. Id a la cama. No puedo soportar miraros a ninguno de los dos.
Peeta me acompaña a mi habitación en silencio, pero antes de que pueda decir buenas noches, lo rodeo con los brazos y apoyo mi cabeza contra su pecho. Sus manos se deslizan hacia arriba por mi espalda y su mejilla descansa contra mi pelo.
Siento haber puesto peor las cosas. Digo.
No peor que yo. ¿Por qué lo hiciste, por cierto?
No lo sé. ¿Para enseñarles que soy más que una pieza en sus Juegos?
Él se ríe un poco, sin duda recordando la noche antes de los Juegos el año pasado.
Estábamos en el tejado, ninguno de los dos capaz de dormir. Peeta había dicho entonces algo parecido, y yo no había entendido a qué se refería. Ahora sí.
Yo también. Me dice. Y no estoy diciendo que no lo vaya a intentar. Llevarte a casa, quiero decir. Pero si soy perfectamente sincero sobre de ello…
Si eres perfectamente sincero sobre ello, crees que el Presidente Snow probablemente les haya dado órdenes directas para que se aseguren de que morimos en la arena pase lo que pase.
Se me ha pasado por la cabeza.
También se me ha pasado a mí por la cabeza. Repetidamente. Pero aunque sé que yo nunca dejaré esa arena con vida, aún albergo la esperanza de que Peeta lo hará. Después de todo, él no sacó esas bayas, yo lo hice. Nadie ha dudado nunca de que el desafío de Peeta no estuviera motivado por amor. Así que tal vez el Presidente Snow preferirá mantenerlo a él con vida, machacado y con el corazón roto, como un aviso viviente para otros.
Pero incluso si eso sucede, todos sabrán que nos fuimos luchando, ¿verdad? Pregunta Peeta.
Todos lo sabrán. Respondo. Y por primera vez, me distancio de la tragedia personal que me ha consumido desde que anunciaron el Quell. Recuerdo al anciano al que le dispararon en el Distrito 11, y a Bonnie y Twill, y los rumores de levantamientos. Sí, todos en los distritos estarán pendientes de mí para ver cómo manejo esta sentencia de muerte, este acto final de la dominación del Presidente Snow. Estarán buscando alguna señal de que sus batallas no han sido en vano. Si puedo dejar claro que estoy desafiando al Capitolio hasta el final, el Capitolio me habrá matado… pero no a mi espíritu. ¿Qué mejor forma de darles esperanza a los rebeldes?
Lo más hermoso de esta idea es que mi decisión de mantener a Peeta vivo a expensas de mi propia vida es un acto de desafío en sí mismo. Una negativa a jugar los Juegos del Hambre según las reglas del Capitolio. Mi agenda privada encaja completamente con mi agenda pública. Y si de verdad pudiera salvar a Peeta… en términos de revolución, esto sería lo ideal.
Porque yo seré más valiosa estando muerta. Pueden convertirme en algún tipo de mártir por la causa y pintar mi cara en estandartes, y eso hará más para congregar a gente que nada que pudiera hacer estando viva. Pero Peeta será más valioso vivo, y trágico, porque será capaz de convertir su dolor en palabras que transformen a la gente.
Peeta se pondría furioso si supiera que estaba pensando en nada de eso, así que me limito a decir:
Así que ¿qué deberíamos hacer con nuestros últimos días?
Yo sólo quiero pasarme cada posible minuto del resto de mi vida contigo. Responde Peeta.
Ven, entonces. Digo, metiéndolo en mi habitación.
Se siente como un lujo, dormir con Peeta de nuevo. No me había dado cuenta hasta ahora de qué necesitada he estado de cercanía humana. De sentirlo a él a mi lado en la oscuridad.
Desearía no haber malgastado el último par de noches dejándolo fuera. Me hundo en el sueño, envuelta en su calor, y cuando abro los ojos de nuevo, la luz del día entra por las ventanas.
Sin pesadillas. Dice.
Sin pesadillas. Confirmo. ¿Tú?
Ninguna. Había olvidado cómo se siente una noche de sueño de verdad.
Nos quedamos allí acostados durante un rato, sin prisa por empezar el día. Mañana por la noche será la entrevista televisada, así que hoy Effie y Haymitch deberían entrenarnos. Más tacones altos y comentarios sarcásticos, pienso. Pero entonces entra la chica Avox pelirroja con una nota de Effie diciendo que, dado nuestro reciente tour, ella y Haymitch están de acuerdo en que nos manejamos adecuadamente en público. Las sesiones de entrenamiento han sido canceladas. ¿De verdad? Dice Peeta, tomando la nota de mi mano y examinándola. ¿Sabes lo que significa esto? Tendremos todo el día para nosotros.
Qué mal que no podamos ir a ningún sitio. Digo con nostalgia. ¿Quién dice que no podamos?
El tejado. Pedimos un montón de comida, cogemos algunas mantas, y vamos al tejado para un picnic. Un picnic de un día completo en el jardín de flores con los tintineos de las campanillas del viento. Comemos. Nos tumbamos al sol. Arranco viñas colgantes y uso mi recientemente adquirido conocimiento del entrenamiento para practicar nudos y tejer redes.
Peeta me dibuja. Nos inventamos un juego con el campo de fuerza que rodea el tejadouno de nosotros le lanza una manzana y la otra persona tiene que cogerla.
Nadie nos molesta. Hacia el final de la tarde, estoy tumbada con la cabeza en el regazo de Peeta, haciendo una corona de flores mientras él juguetea con mi pelo, alegando que está practicando sus nudos. Después de un rato, sus manos se quedan quietas. ¿Qué? Pregunto.
Desearía poder congelar este momento, justo aquí, justo ahora, y vivir en él para siempre.
Normalmente este tipo de comentario, el tipo que insinúa su amor inmortal por mí, me hace sentir culpable y horrible. Pero me siento tan cálida y relajada y tan por encima de toda preocupación por un futuro que nunca tendré, que dejo que se escape la palabra:
Vale.
Puedo oír la sonrisa en su voz. ¿Entonces lo permitirás?
Lo permitiré.
Sus dedos vuelven a mi pelo y me adormilo, pero él me despierta para ver el atardecer. Es de un brillo amarillo y naranja espectacular, detrás del skyline del Capitolio.
No creí que quisieras perdértelo. Dice.
Gracias. Digo. Porque puedo contar con los dedos el número de atardeceres que me quedan, y no quiero perderme ninguno.
No bajamos para reunirnos con los demás para la cena, y nadie sube a llamarnos.
Me alegro. Estoy harto de poner a todos a mi alrededor tan tristes. Dice Peeta.
Todos llorando. O Haymitch… No necesita seguir.
Nos quedamos en el tejado hasta la hora de dormir y después nos deslizamos silenciosamente de nuevo en mi habitación sin encontrarnos con nadie.
A la mañana siguiente, nos despierta mi equipo de preparación. Vernos a Peeta y a mí durmiendo juntos es demasiado para Octavia, porque rompe a llorar de inmediato.
Recuerdas lo que nos dijo Cinna. Dice Venia con fiereza. Octavia asiente y se va entre sollozos.
Peeta tiene que volver a su habitación para la preparación, y me quedo sola con Venia y Flavius. La cháchara usual ha sido suspendida. De hecho, hay poca charla en absoluto, más que para hacerme alzar la barbilla o comentar sobre la técnica de maquillaje. Ya casi es hora de comer cuando siento algo goteando sobre mi hombro y me giro para encontrarme con Flavius, que me está recortando el pelo con lágrimas silenciosas que le ruedan por las mejillas. Venia le dirige una mirada penetrante, y él deja con cuidado las tijeras sobre la mesa y se va.
Después sólo queda Venia, cuya piel está tan pálida que sus tatuajes parece que están saltando fuera de ella. Casi rígida con determinación, se encarga de mi pelo y uñas y maquillaje, sus dedos volando ágilmente para compensar por la ausencia de sus compañeros de equipo. Todo el tiempo evita mi mirada. Sólo cuando aparece Cinna para aprobarme y dejar que se marche, ella me toma las manos, me mira directamente a los ojos, y dice:
Todos queríamos que supieras qué… privilegio ha sido el sacar lo mejor de tu apariencia. Después sale de la sala apresuradamente.
Mi equipo de preparación. Mis mascotas tontorronas, superficiales y afectuosas, con sus obsesiones por las plumas y las fiestas, casi me rompen el corazón con su adiós. Está claro por las últimas palabras de Venia que todos sabemos que no voy a volver. ¿Es que todo el mundo lo sabe? Me pregunto. Miro a Cinna. Él lo sabe, eso seguro. Pero tal y como prometió, no hay peligro de lágrimas por su parte.
Así que, ¿qué voy a llevar esta noche? Pregunto, mirando la bolsa de atuendos que contiene mi vestido.
El Presidente Snow puso la orden del vestido en persona. Dice Cinna. Desabrocha la cremallera de la bolsa, revelando uno de los vestidos de boda que llevé para la sesión de fotos.
Pesada seda blanca con un escote bajo y cintura ajustada y mangas que caen desde la muñeca hasta el suelo. Y perlas. Perlas por todas partes. Pegadas al vestido y en cadenas en mi garganta y formando la corona para el velo. Incluso aunque anunciaron el Quarter Quell la noche de la sesión de fotos, la gente todavía votó por su vestido favorito, y este fue el ganador. El presidente dice que tienes que llevarlo esta noche. Nuestras objeciones fueron ignoradas.
Deslizo un poco de seda entre mis dedos, intentando averiguar el razonamiento del Presidente Snow. Supongo que ya que fui la mayor infractora, mi dolor y pérdida y humillación deben estar bajo el foco más brillante. Esto, piensa él, lo dejará claro. Es tan barbárico, el presidente convirtiendo mi vestido nupcial en mi mortaja, que el golpe hace diana, dejándome con un dolor entumecido dentro.
Bueno, sería una vergüenza malgastar un vestido tan bonito. Es todo lo que digo.
Cinna me ayuda con cuidado a entrar en el vestido. Cuando se asienta sobre mis hombros, estos no pueden sino encogerse quejándose. ¿Fue siempre tan pesado? Pregunto. Recuerdo que varios de los vestidos eran densos, pero este parece pesar una tonelada.
Tuve que hacer varias leves alteraciones por la luz. Dice Cinna. Asiento, pero no puedo ver qué es lo que tiene que ver eso con nada. Me engalana con los zapatos y las joyas de perlas y el velo. Retoca mi maquillaje. Me hace andar.
Estás deslumbrante. Dice. Ahora, Katniss, porque este corpiño está tan ajustado, no quiero que levantes los brazos por encima de la cabeza. Bueno, no hasta que des las vueltas, en cualquier caso. ¿Voy a dar vueltas otra vez? Pregunto, pensando en mi vestido del año pasado.
Estoy seguro de que Caesar te lo pedirá. Y si no lo hace, lo sugieres tú misma. Sólo que no al instante. Resérvatelo para el broche final. Me instruye Cinna.
Hazme una señal para que sepa cuándo.
Muy bien. ¿Algún plan para tu entrevista? Sé que Haymitch os dejó a los dos a vuestro aire.
No, este año voy a improvisar. Lo gracioso es que no estoy nerviosa en absoluto. Y no lo estoy. A pesar de lo mucho que me odia el Presidente Snow, esta audiencia del Capitolio es mía.
Nos encontramos con Effie, Haymitch, Portia y Peeta en el ascensor. Peeta está en un elegante esmoquin con guantes blancos. El tipo de cosa que llevan los novios para casarse, aquí en el Capitolio.
En casa todo es mucho más sencillo. La mujer generalmente alquila un vestido blanco que ha sido usado cientos de veces. EL hombre lleva algo limpio que no sean ropas de mina.
Rellenan algunos formularios en el Edificio de Justicia y se les asigna una casa. La familia y los amigos se reúnen para una comida o un poco de tarta, si se la pueden permitir. Incluso si no pueden, siempre hay una canción tradicional que cantamos mientras la nueva pareja camina bajo el umbral de su hogar. Y tenemos nuestra propia ceremonia, cuando hacen su primer fuego, tuestan un poco de pan, y lo comparten. Tal vez sea anticuado, pero nadie se siente casado de verdad en el Distrito 12 hasta después del tueste.
Los otros tributos ya se han reunido detrás del escenario y están hablando en voz baja, pero cuando llegamos Peeta y yo, se quedan callados. Me doy cuenta de que todos le están lanzando puñales con los ojos a mi vestido de boda. ¿Tienen celos por su belleza? ¿El poder que tal vez tenga para manipular a la multitud?
Finalmente Finnick dice:
No me puedo creer que Cinna te haya puesto esa cosa.
No tuvo elección. El Presidente Snow lo obligó. Digo, algo a la defensiva. No dejaré que nadie critique a Cinna.
Cashmere se echa atrás sus fluidos rizos rubios y escupe:
Bueno, ¡te ves ridícula! Coge la mano de su hermano y lo coloca en posición para guiar nuestra procesión al escenario. Los otros tributos también empiezan a alinearse. Estoy confundida porque, aunque todos están enfadados, algunos nos están dando palmadas compasivas en el hombro, y Johanna Mason incluso se para a enderezar mi collar de perlas.
Házselo pagar, ¿vale? Dice.
Asiento, pero no sé a qué se refiere. No hasta que todos estamos sentados y Caesar Flickerman, con la faz y el pelo resaltados en color lavanda este año, ha hecho su discurso de apertura y los tributos empiezan sus entrevistas. Esta es la primera vez que me doy cuenta de la profundidad de la traición que sienten los vencedores y la furia que la acompaña. Pero son muy listos, extraordinariamente listos sobre cómo la presentan, porque todo viene a rebotar en el gobierno y el Presidente Snow en particular. No todos. Están los de siempre, como Brutus y Enobaria, que sólo están aquí por los Juegos, y esos demasiado perplejos o drogados o perdidos para unirse en el ataque. Pero hay suficientes vencedores que todavía tienen la sagacidad y el valor de salir luchando.
Cashmere empieza a rodar la pelota con un discurso de cómo no puede dejar de llorar pensando en cuánto debe de estar sufriendo la gente del Capitolio porque van a perdernos.
Gloss recuerda la amabilidad que les mostraron aquí a él y a su hermana. Beetee cuestiona la legalidad del Quell con sus maneras nerviosas e inquietas, preguntándose si ha sido totalmente examinado por expertos recientes. Finnick recita un poema que escribió para su amor verdadero e el Capitolio, y unas cien personas se desmayan porque están seguras de que se refiere a ellas. Para cuando sale Johanna, está preguntando si no se puede hacer nada sobre la situación. Seguramente los creadores del Quarter Quell nunca anticiparon que se formara tanto amor entre los vencedores y el Capitolio. Nadie podría ser tan cruel como para cortar un vínculo tan profundo. Seeder rumia en voz baja sobre cómo, en el Distrito 11, todos asumen que el Presidente Snow es todopoderoso. Así que si es todopoderoso, ¿por qué no puede cambiar el Quell? Y Chaff, que viene justo en sus talones, insiste en que el presidente podría cambiar el Quell si quisiera, pero que debe de pensar que no le importa mucho a nadie.
Para cuando soy presentada, la audiencia es un completo desastre. La gente ha estado llorando y desmayándose e incluso pidiendo un cambio. El verme a mí en mi sedoso vestido blanco de novia prácticamente provoca un motín. No más yo, no más amantes imposibles viviendo felices para siempre, no más boda. Incluso puedo ver que la profesionalidad de Caesar muestra algunas fisuras cuando intenta aquietarlos para que yo pueda hablar, pero mis tres minutos están pasando rápidamente.
Finalmente hay una pausa y consigue decir:
Así que Katniss, obviamente esta es una noche muy emotiva para todos. ¿Hay algo que querrías decir?
Mi voz tiembla cuando hablo.
Sólo que siento mucho que no podáis ir a mi boda… pero me alegro de que por lo menos podáis verme en mi vestido. ¿No es acaso… la cosa más bonita? No tengo que mirar a Cinna en busca de una señal. Sé que este es el momento perfecto. Empiezo a girar lentamente, alzando las mangas de mi vestido nupcial sobre la cabeza.
Cuando oigo los gritos de la muchedumbre, creo que es porque debo de estar deslumbrante. Después noto que algo se está levantando a mi alrededor. Humo. De fuego. No la cosa titilante que llevé el año pasado en el carruaje, sino algo mucho más real que devora mi vestido. Empiezo a entrar en pánico cuando el humo se hace más espeso. Pedacitos calcinados de seda blanca flotan en el aire, y perlas caen haciendo ruido sobre el escenario. De algún modo tengo miedo de parar porque mi carne no parece estar quemándose y sé que Cinna debe de estar detrás de lo que sea que está sucediendo. Así que sigo girando y girando.
Durante una fracción de segundo ahogo un grito, totalmente cubierta por las extrañas llamas.
Después, de repente, el fuego ha desaparecido. Me detengo despacio, preguntándome si estoy desnuda y por qué Cinna se las ha arreglado para quemar mi vestido de boda.
Pero no estoy desnuda. Estoy en un vestido del diseño exacto de mi vestido de boda, sólo que es del color del carbón y hecho de pequeñas plumas. Con curiosidad, levanto mis largas y fluidas mangas en el aire, y es entonces cuando me veo en la pantalla de la televisión. Vestida de negro salvo por las zonas blancas en mis mangas. O debería decir mis alas.
Porque Cinna me ha convertido en un sinsajo.
3 comentarios:
Ese cinna es todo un pillo:3
Cinna es muy inteligente....y tiebe buen gusto para las katnisses :3
waw cina es un genio
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