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PARTE III
"EL ENEMIGO"
Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Quintos Juegos del Hambre! La voz de Claudius Templesmith, el anunciante de los Juegos del Hambre, atruena en mis oídos.
Tengo menos de un minuto para recomponerme. Después sonará el gong y los tributos serán libres de salir de sus plataformas metálicas. Pero ¿salir adónde?
No puedo pensar con claridad. La imagen de Cinna, hecho polvo y ensangrentado, me consume. ¿Dónde está ahora? ¿Qué le están haciendo? ¿Torturándolo? ¿Matándolo? ¿Convirtiéndolo en un Avox? Obviamente su ataque fue orquestado para sacarme de mis casillas, al igual que lo fue la presencia de Darius en mis aposentos. Y sí me ha sacado de mis casillas. Todo lo que quiero hacer es derrumbarme sobre mi plataforma metálica. Pero no puedo hacer eso después de lo que acabo de presenciar. Tengo que ser fuerte. Se lo debo a Cinna, quien lo arriesgó todo atacando al Presidente Snow y convirtiendo mi seda nupcial en un plumaje de sinsajo. Y se lo debo a los rebeldes que, embravecidos por el ejemplo de Cinna, tal vez estén luchando para traer abajo al Capitolio en este mismo instante. Mi negativa a jugar los Juegos según las normas del Capitolio va a ser mi último acto de rebelión. Así que aprieto los dientes y me fuerzo a participar. ¿Dónde estás? Aún no consigo entender mi entorno. ¿Dónde estás? Me exijo una respuesta y lentamente el mundo se va enfocando. Agua azul. Cielo rosa. Un fulgurante sol blanco brillando con plena fuerza. Vale, ahí está la Cor nucopia, el reluciente cuerno dorado, a unos cuarenta metros. Al principio, parece estar situada sobre una isla circular. Pero tras un examen más exhaustivo, veo las delgadas líneas de tierra radiando desde el círculo como los radios de una rueda. Pienso que hay unos diez o doce, y parecen equidistantes. Entre los radios todo lo que hay es agua. Agua y un par de tributos.
Eso es todo, entonces. Hay doce radios, cada uno con dos tributos balanceándose sobre plataformas metálicas entre ellos. El otro tributo en mi porción de agua es el viejo Woof del Distrito 8. Está casi tan lejos a mi derecha como la banda de tierra a mi izquierda. Más allá del agua, dondequiera que mires, hay una playa estrecha y luego vegetación densa. Le echo un vistazo al círculo de tributos, buscando a Peeta, pero debe de estar bloqueado por la Cor nucopia.
Cojo un puñado de agua y la huelo. Después toco la punta de mi dedo húmedo contra mi lengua. Como sospechaba, es agua salada. Igual que las olas que Peeta y yo encontramos en nuestro breve tour a la playa del Distrito 4. Pero por lo menos parece limpia.
No hay barcas, no hay cuerdas, ni siquiera un poco de madera a la deriva a la que aferrarse.
No, sólo hay una forma de llegar a la Cor nucopia. Cuando suena el gong, ni siquiera vacilo antes de echarme al agua a la izquierda. Es una distancia más larga de lo que estoy acostumbrada, y navegar las olas requiere algo más de habilidad que nadar a través de mi
tranquilo lago en casa, pero mi cuerpo parece extrañamente ligero y corto el agua sin esfuerzo.
Tal vez sea la sal. Salgo del agua, chorreando, a la banda de tierra, y corro por la extensión arenosa hacia la Cor nucopia. No puedo ver a nadie más convergiendo por mi lado, aunque el cuerno dorado bloquea una buena porción de mi campo de visión. No dejo que la idea de los adversarios me enlentezca, sin embargo. Ahora estoy pensando como una Profesional, y lo primero que quiero es poner las manos sobre un arma.
El año pasado, las provisiones estaban esparcidas a una cierta distancia alrededor de la Cor nucopia, con lo más valioso más cerca del cuerno. Pero este año, el botín parece estar apilado en la boca de seis metros de alto. Mis ojos se posan de inmediato sobre un arco dorado al alcance de mi mano y lo arranco.
Hay alguien detrás de mí. Me alerta, no sé, un suave cambio en la arena o tal vez sólo un cambio en las corrientes de aire. Saco una flecha del carcaj que aún está metido en la pila y preparo el arco al girarme.
Finnick, reluciente y hermoso, está a unos pocos metros de distancia, con un tridente preparado para atacar. Una red cuelga de su otra mano. Está sonriendo un poco, pero los músculos de la parte superior de su cuerpo están rígidos por la anticipación.
Tú también puedes nadar. Dice. ¿Dónde aprendiste eso en el Distrito Doce?
Tenemos una gran bañera. Respondo.
Debéis de tenerla. Dice. ¿Te gusta esta arena?
No particularmente. Pero a ti debería gustarte. La deben de haber construido especialmente para ti. Digo con un deje de amargura. Por lo menos así parece, con toda el agua, cuando me apuesto que sólo un puñado de vencedores pueden nadar. Y no había piscina en el Centro de Entrenamiento, no había posibilidad de aprender. O llegas aquí como un nadador o más te vale aprender con rapidez. Incluso la participación en el baño de sangre inicial depende de ser capaz de cubrir veinte metros de agua. Eso le da al Distrito 4 una enorme ventaja.
Por un momento estamos congelados, evaluándonos mutuamente, nuestras armas, nuestra habilidad. Después, de repente, Finnick sonríe de oreja a oreja.
Qué bien que seamos aliados, ¿verdad?
Presintiendo una trampa, estoy a punto de soltar una flecha, con la esperanza de que encuentre su corazón antes de que el tridente me ensarte, cuando hace un giro de mano y algo en su muñeca capta la luz del sol. Es un brazalete de oro sólido con un patrón de llamas. El mismo que recuerdo en la muñeca de Haymitch en la mañana que empecé el entrenamiento.
Brevemente considero que Finnick podría haberlo robado para engañarme, pero de alguna forma sé que ese no es el caso. Haymitch se lo dio. Como una señal para mí. Una orden, en realidad. Para confiar en Finnick.
Puedo oír otras pisadas aproximándose. Debo decidir ya. ¡Verdad! Espeto, porque incluso aunque Haymitch es mi mentor y está intentando mantenerme con vida, esto me enfada. ¿Por qué no me dijo antes que había hecho este arreglo? Probablemente porque Peeta y yo habíamos descartado toda alianza. Ahora Haymitch ha escogido una él solito. ¡Agáchate! Finnick me ordena con una voz tan poderosa, tan distinta de su habitual ronroneo seductivo, que lo hago. Su tridente va silbando sobre mi cabeza y hay un sonido horrible de impacto cuando encuentra su objetivo. El hombre del Distrito 5, el borracho que vomitó en el suelo de la lucha con espada, se derrumba sobre las rodillas mientras Finnick libera el tridente de su pecho. No te fíes del Uno ni del Dos. Dice Finnick.
No hay tiempo para cuestionar esto. Libero el carcaj de flechas. ¿Cada uno toma un lado? Digo. Asiente, y salgo disparada alrededor de la pila. A unos cuatro radios de distancia, Enobaria y Gloss están llegando a tierra. O bien son nadadores lentos, o bien pensaban que tal vez el agua está unida a otros peligros, algo muy posible. A veces no es bueno considerar muchas posibilidades. Pero ahora que están en la arena, estarán aquí en cuestión de segundos. ¿Algo útil? Oigo gritar a Finnick.
Escaneo rápidamente la pila de mi lado y encuentro mazas, espadas, arcos y flechas, tridentes, cuchillos, lanzas, hachas, objetos metálicos para los que no tengo nombre… y nada más. ¡Armas! Respondo. ¡Sólo armas!
Aquí igual. Confirma. ¡Coge lo que puedas y vámonos!
Le disparo una flecha a Enobaria, que se ha acercado demasiado, pero la está esperando y vuelve a tirarse al agua antes de que encuentre su objetivo. Gloss no es tan ágil, y le hundo una flecha en la pantorrilla antes de que se lance a las olas. Me lanzo un arco extra y un segundo carcaj con flechas sobre el cuerpo, deslizo dos cuchillos largos y un punzón en mi cinturón, y me encuentro con Finnick delante de la pila.
Haz algo con eso, ¿vale? Dice. Veo a Brutus embistiendo contra nosotros. Su cinturón está desabrochado y lo ha extendido entre sus manos como un escudo. Le disparo y consigue bloquear la flecha con su cinturón antes de que pueda ensartarse en su hígado. Donde pincha el cinturón, salta un líquido púrpura, cubriéndole la cara. Mientras vuelvo a cargar el arco, Brutus cae al suelo, rueda los escasos pasos que lo separan del agua, y se sumerge. Hay un sonido de metal cayéndose detrás de mí.
Marchémonos de aquí. Le digo a Finnick.
Este último altercado les ha dado a Enobaria y Gloss tiempo para alcanzar la Cor nucopia.
Brutus está a distancia de tiro y en algún lugar, eso seguro, Cashmere también está cerca.
Estos cuatro Profesionales clásicos tendrán sin duda una alianza previa. Si tuviera que considerar sólo mi propia seguridad, tal vez querría enfrentarme a ellos con Finnick a mi lado.
Pero es en Peeta en quien estoy pensando. Ahora lo veo, aún impotente sobre su plataforma metálica en la cuña de agua casi directamente delante de la Cor nucopia. Salgo corriendo y Finnick me sigue sin preguntas, como si supiera que este iba a ser mi siguiente movimiento.
Cuando estoy tan cerca como puedo, empiezo a quitarme cuchillos del cinturón, preparándome para nadar para alcanzarlo y de alguna forma traerlo aquí.
Finnick me pone una mano en el hombro.
Yo lo cogeré.
La sospecha se despierta en mi interior. ¿Podría esto no ser más que una estratagema? ¿El que Finnick se ganara mi confianza y luego nadara a ahogar a Peeta?
Puedo yo. Insisto.
Pero Finnick ha dejado caer todas sus armas al suelo.
Mejor no agotarte. No en tu condición. Dice, y se acerca y me da una palmadita en el abdomen.
Oh, claro. Se supone que estoy embarazada, pienso. Mientras estoy intentando pensar en lo que eso significa y en cómo debería actuartal vez vomitar o algoFinnick se ha posicionado en el borde del agua.
Cúbreme. Dice. Desaparece con una inmersión perfecta.
Alzo el arco, prevenida contra cualquier atacante de la Cor nucopia, pero nadie parece interesado en perseguirnos. Como había pensado, Gloss, Cashmere, Enobaria y Brutus se han reunido, su grupo ya formado, escogiendo entre las armas. Un repaso rápido al resto de la arena muestra que la mayor parte de los demás tributos todavía están atrapados en sus plataformas. Espera, no, hay alguien en el radio a mi izquierda, el opuesto a Peeta. Es Mags.
Pero ella ni se dirige a la Cor nucopia ni trata de huir. En vez de eso se lanza al agua y empieza a chapotear hacia mí, su cabeza gris balanceándose sobre las olas. Bueno, es vieja, pero supongo que después de ochenta años viviendo en el Distrito 4 es capaz de mantenerse a flote.
Finnick ya ha llegado hasta Peeta y está trayéndolo de vuelta, un brazo cruzándole el pecho mientras el otro los propulsa a través del agua con ágiles brazadas. Peeta se deja llevar sin resistencia. No sé qué es lo que dijo o hizo Finnick para convencerlo para dejar su vida en sus manostal vez le enseñó el brazalete. O el verme a mí esperando tal vez haya sido suficiente.
Cuando llegan a la arena, ayudo a arrastrar a Peeta a tierra firme.
Hola de nuevo. Dice, y me da un beso. Tenemos aliados.
Sí. Tal y como pretendía Haymitch. Respondo.
Recuérdamelo, ¿hicimos tratos con alguien más? Pregunta Peeta.
Sólo con Mags, creo. Digo. Señalo con un gesto de cabeza a la anciana que se nos acerca obstinadamente.
Bueno, no puedo dejar a Mags atrás. Dice Finnick. Es una de las pocas personas a las que les gusto de verdad.
No tengo problema con Mags. Digo. Especialmente ahora que veo la arena. Sus anzuelos son probablemente nuestra mejor opción para conseguir comida.
Katniss la quiso desde el primer día. Dice Peeta.
Katniss tiene un destacable buen juicio. Dice Finnick. Mete una mano en el agua y levanta a Mags como si no pesara más que un perrito. Ella hace algún comentario que creo que incluye la palabra "balanceo", y después le da una palmada al cinturón.
Mirad, tiene razón. Alguien lo averiguó. Finnick señala a Beetee. Está dando bandazos entre las olas pero se las arregla para mantener la cabeza sobre el agua. ¿Qué? Digo.
Los cinturones. Son artilugios de flotación. Dice Finnick. Quiero decir, tienes que impulsarte tú mismo, pero ellos evitan que te ahogues.
Casi le pido a Finnick que espere, que coja a Beetee y Wiress y los traiga con nosotros, pero Beetee está tres radios más allá y ni siquiera puedo ver a Wiress. Por todo lo que sé, Finnick los mataría tan pronto como hizo con el tributo del 5, así que en vez de eso sugiero que sigamos adelante. Le entrego a Peeta un arco, un carcaj de flechas y un cuchillo, manteniendo el resto conmigo. Pero Mags me tira de la manga y no deja de parlotear hasta que le he dado el punzón. Complacida, aprieta el mango entre sus encías y extiende los brazos hacia Finnick. Él se lanza la red sobre el hombro, coloca a Mags encima, agarra con fuerza los tridentes en su mano libre, y corremos lejos de la Cor nucopia.
Donde la arena termina, aparece el bosque, alto. No, no es bosque de verdad. Por lo menos no del tipo que yo conozco. Selva. La extraña, casi obsoleta palabra me viene a la mente. Algo que oí sobre otros Juegos del Hambre o aprendí de mi padre. La mayoría de los árboles no me son familiares, con troncos suaves y pocas ramas. La tierra es muy negra y esponjosa bajo nuestros pies, a menudo oscurecida por viñas enredadas con coloridos capullos. Mientras el sol es caliente y fulgurante, el aire es cálido y pesado con la humedad, y tengo la impresión de que nunca estaré seca de verdad aquí. La delgada tela azul de mi mono deja que el agua de mar se evapore con facilidad, pero ya ha empezado a pegarse a mí con el sudor.
Peeta lleva la delantera, cortando a través de las zonas de vegetación densa con su largo cuchillo. Hago que Finnick vaya segundo porque incluso aunque es el más poderoso, tiene sus manos ocupadas con Mags. Además, aunque él es un hacha con ese tridente, esa es un arma menos apropiada para la jungla que mis flechas. No pasa mucho tiempo, entre la empinada pendiente y el calor, antes de que empiece a faltarnos el aliento. Sin embargo, Peeta y yo nos hemos estado entrenando con intensidad, y Finnick es un espécimen físico tan alucinante que incluso con Mags sobre los hombros, subimos rápidamente alrededor de kilómetro y medio antes de que pida un descanso. Y aún entonces creo que es más por el bien de Mags que por el suyo propio.
El follaje ha escondido la rueda de nuestra vista, así que escalo a un árbol con ramas gomosas para obtener una mejor vista. Y después deseo no haberlo hecho.
Alrededor de la Cor nucopia, el suelo parece estar sangrando; el agua tiene manchas púrpura. Cuerpos yacen en el suelo y flotan sobre el mar, pero a esta distancia, con todos vestidos exactamente igual, no puedo decir quién vive o muere. Todo lo que sé es que algunas de las figuritas azules todavía pelean. Bueno, ¿qué creía? ¿Que la cadena de manos unidas de los vencedores anoche resultaría en algún tipo de tregua universal en la arena? No, nunca creí eso. Pero supongo que tenía la esperanza de que la gente mostrara algo de… ¿qué? ¿Contención? Reticencia, por lo menos. Antes de pasar al modo masacre. Y todos os conocíais, pienso. Actuabais como amigos.
Sólo tengo un amigo de verdad aquí. Y no es del Distrito 4.
Dejo que la débil brisa húmeda y caliente me refresque las mejillas mientras tomo una decisión. A pesar del brazalete, debería simplemente terminar con eso de una vez con todas y dispararle a Finnick. No hay futuro de verdad en esta alianza. Y es demasiado peligroso para dejarlo ir. Ahora, cuando tenemos esta confianza tentativa, tal vez sea mi única oportunidad para matarlo. Podría dispararle por la espalda con facilidad mientras andamos. Es despreciable, por supuesto, pero ¿será más despreciable si espero? ¿Si lo conozco mejor? ¿Si le debo más? No, este es el momento. Miro una última vez las figuras peleándose, el suelo ensangrentado, para fortalecer mi resolución, y después me deslizo hasta el suelo.
Pero cuando aterrizo, encuentro que Finnick le ha seguido el ritmo a mis pensamientos.
Como si supiera lo que he visto y cómo me habrá afectado. Tiene uno de sus tridentes levantado en una posición casualmente defensiva. ¿Qué está pasando por allí abajo, Katniss? ¿Se han cogido todos de las manos? ¿Hecho un voto de no-violencia? ¿Lanzado las armas al mar en desafío al Capitolio? Pregunta Finnick.
No. Digo yo.
No. Repite Finnick. Porque lo que sea que sucedió en el pasado está en el pasado. Y nadie en esta arena fue un vencedor por suerte. Mira a Peeta un momento. Excepto tal vez Peeta.
Entonces Finnick sabe lo que Haymitch y yo sabemos. Sobre Peeta. Que es de verdad, en el fondo, mejor que el resto de nosotros. Finnick acabó con ese tributo del 5 sin pestañear. ¿Y cuánto tardé yo en hacerme letal? Disparé a matar cuando apunté a Enobaria y a Gloss y a Brutus. Peeta por lo menos habría intentado negociar antes. A ver si alguna alianza mayor era posible. Pero ¿con qué fin? Finnick tiene razón. Yo tengo razón. La gente en esta arena no fue coronada por su compasión.
Le sostengo la mirada, evaluando su velocidad contra la mía propia. El tiempo que me llevará lanzar una flecha atravesándole el cerebro versus el tiempo que le llevará a su tridente alcanzar mi cuerpo. Puedo verlo, esperando a que yo haga el primer movimiento. Calculando si debería bloquear primero o ir directamente al ataque. Puedo sentir que ambos ya casi nos hemos decidido cuando Peeta camina deliberadamente entre los dos.
Así que ¿cuántos están muertos? Pregunta.
Muévete, idiota, pienso. Pero se mantiene plantado firmemente entre nosotros.
Difícil decirlo. Respondo. Por lo menos seis, creo. Y aún están luchando.
Sigamos moviéndonos. Necesitamos agua. Dice él.
Hasta ahora no ha habido señal de ningún arroyo ni charca de agua dulce, y el agua salada no se puede beber. De nuevo, pienso en los últimos Juegos, en donde casi morí de deshidratación.
Mejor encontrar algo pronto. Dice Finnick. Necesitamos estar a cubierto cuando los otros vengan a cazarnos esta noche.
Nosotros. Cazar. Cazarnos. Vale, tal vez matar a Finnick sería un poco prematuro. Hasta ahora ha sido de ayuda. Y tiene el sello de aprobación de Haymitch. Y ¿quién sabe lo que esconderá la noche? Si lo malo pasa a peor, siempre puedo matarlo mientras duerme. Así que dejo que pase el momento. Y Finnick hace lo mismo.
La ausencia de agua intensifica mi sed. Me mantengo ojo avizor mientras seguimos nuestra caminata hacia arriba, pero sin suerte. Después de otro kilómetro y medio, puedo ver que la línea de árboles termina y asumo que estamos llegando a la cumbre de la colina.
Tal vez tengamos mejor suerte al otro lado. Encontrar un riachuelo o algo.
Pero no hay otro lado. Sé esto antes que nadie más, incluso aunque soy la que más lejos está de la cima. Mi mirada capta un cuadrado raro vibrando, colgando del aire como un panel combado de vidrio. Al principio creo que es el fulgor del sol o el calor del suelo. Pero está fijado en el espacio, no se mueve cuando yo me muevo. Y es entonces cuando conecto el cuadrado con Wiress y Beetee en el Centro de Entrenamiento y me doy cuenta de lo que hay ante nosotros. Mi grito de alerta está llegando a mis labios cuando el cuchillo de Peeta sale hacia delante para cortar algunas viñas.
Hay un ruido eléctrico muy fuerte. Por un instante, los árboles desaparecen y veo espacio abierto sobre un corto estrecho de tierra desnuda. Después Peeta ha saltado atrás desde el campo de fuerza, tirando a Finnick y a Mags al suelo.
Me apresuro hacia donde yace, inmóvil sobre una red de viñas. ¿Peeta? Hay un olor suave de pelo chamuscado. Llamo su nombre otra vez, sacudiéndolo levemente, pero no hay respuesta. Mis dedos tropiezan sobre sus labios, donde no hay aliento cálido aunque hace unos instantes estaba jadeando. Presiono mi oreja contra su pecho, sobre el lugar donde siempre descanso la cabeza, sonde sé que oiré el fuerte y constante latido de su corazón.
En vez de eso, encuentro silencio.
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