20
¡Peeta! Grito. Lo sacudo con más fuerza, recurriendo incluso a abofetearlo, pero es inútil. Su corazón ha fallado. Estoy abofeteando el vacío.
¡Peeta!
Finnick deja a Mags junto a un árbol y me aparta de en medio.
Déjame a mí. Sus dedos tocan puntos en el cuello de Peeta, recorren los huesos de sus costillas y su columna. Después le aprieta las fosas nasales entre los dedos, manteniéndolas cerradas. ¡No! Grito, lanzándome sobre Finnick, porque seguramente quiere asegurarse de que Peeta está muerto, para evitar que ninguna esperanza de vida retorne a él. La mano de Finnick sube y me golpea tan fuerte, tan plenamente en el pecho, que salgo volando a un tronco cercano. Estoy aturdida un momento, por el dolor, por intentar recuperar el aliento, mientras veo a Finnick tapar la nariz de Peeta de nuevo. Desde donde estoy sentada, saco una flecha, la coloco en su sitio, y estoy a punto de hacerla volar cuando me detiene la imagen de Finnick besando a Peeta. Y es tan bizarra, incluso para Finnick, que detengo mi mano. No, no está besándolo. Tiene la nariz de Peeta bloqueada pero su boca abierta, y está soplando aire a sus pulmones. Puedo verlo, puedo ver de verdad el pecho de Peeta levantándose y cayendo.
Después Finnick baja la cremallera de la parte superior del mono de Peeta y empieza a golpear el punto sobre su corazón con las palmas de sus manos. Ahora que he superado mi shock, entiendo lo que está intentando hacer.
Muy de vez en cuando, he visto a mi madre intentar algo similar, pero no muy a menudo.
En cualquier caso, si tu corazón falla en el Distrito 12, es poco probable que tu familia pueda llevarte a mi madre. Así que sus pacientes habituales son quemados o heridos o enfermos. O hambrientos, por supuesto.
Pero el mundo de Finnick es diferente. Lo que sea que esté haciendo, lo ha hecho antes.
Hay un ritmo y un método muy claros. Y descubro que la punta de mi flecha se está cayendo al suelo cuando me inclino para mirar, desesperadamente, en busca de alguna señal de éxito.
Pasan minutos agonizantes y mis esperanzas disminuyen. Alrededor del momento en que estoy decidiendo que ya es demasiado tarde, que Peeta está muerto, que se ha ido, inalcanzable para siempre, da un leve tosido y Finnick se aparta.
Dejo mis armas en el suelo cuando me lanzo a él. ¿Peeta? Digo suavemente. Aparto de su frente los húmedos mechones rubios, encuentro el pulso retumbando contra mis dedos en su cuello.
Sus pestañas se levantan y sus ojos encuentran los míos.
Cuidado. Dice débilmente. Hay un campo de fuerza delante.
Me río, pero hay lágrimas corriendo por mis mejillas.
Debe de ser mucho más fuerte que el del tejado del Centro de Entrenamiento. Dice.
Aunque estoy bien. Sólo un poco sacudido. ¡Estabas muerto! ¡Tu corazón se paró! Exploto, antes de pararme a considerar si esto es una buena idea. Me tapo la boca con la mano porque estoy empezando a hacer esos horribles sonidos ahogados que hago cuando sollozo.
Bueno, parece estar funcionando ahora. Dice. Está bien, Katniss. Asiento, pero los sonidos no se detienen. ¿Katniss? Ahora Peeta está preocupado por mí, lo que se añade a la locura de todo.
Está bien. Sólo son las hormonas. Dice Finnick. Del bebé. Alzo la vista y lo veo, sentado sobre las rodillas pero todavía algo jadeante de la escalada y el calor y el esfuerzo de traer a Peeta de vuelta de entre los muertos.
No. No es… Consigo decir, pero me interrumpe una ronda de sollozos todavía más histérica que sólo parece confirmar lo que Finnick dijo sobre el bebé. Me mira a los ojos y lo fulmino a través de mis lágrimas. Es estúpido, lo sé, que sus esfuerzos me irriten tanto. Todo lo que yo quería era mantener a Peeta vivo, y yo no pude y Finnick pudo, y sólo debería estar agradecida. Y lo estoy. Pero también estoy furiosa porque eso significa que nunca dejaré de estar en deuda con Finnick Odair. Nunca. Así que ¿cómo puedo matarlo mientras duerme?
Espero ver una expresión de superioridad o de sarcasmo en su rostro, pero en vez de eso muestra una extraña curiosidad. Nos mira alternativamente a Peeta y a mí, como si intentara averiguar algo, después sacude levemente la cabeza como si para aclararla. ¿Cómo estás? Le pregunta a Peeta. ¿Crees que puedes avanzar?
No, tiene que descansar. Digo yo. Mi nariz está moqueando como una loca y ni siquiera tengo un pedazo de tela que usar como pañuelo. Mags arranca un puñado de musgo colgante de la rama de un árbol y me la da. Estoy demasiado hecha un desastre como para cuestionarlo siquiera. Me sueno ruidosamente y enjugo las lágrimas de mi cara. Está bien, el musgo. Absorbente y sorprendentemente suave.
Capto un destello de oro sobre el pecho de Peeta. Cojo con la mano el disco que cuelga de una cadena alrededor de su cuello. Mi sinsajo ha sido grabado en él. ¿Es este tu recuerdo? Pregunto.
Sí. ¿Te importa que haya usado tu sinsajo? Quería que combináramos.
No, pues claro que no me importa. Fuerzo una sonrisa. Peeta apareciendo en la arena con un sinsajo es a la vez una bendición y una maldición. Por una parte, debería darles ánimos a los rebeldes del distrito. Por la otra, es difícil imaginar que el Presidente Snow lo deje pasar, y eso hace que el trabajo de mantener a Peeta con vida se haga más duro. ¿Así que quieres hacer un campamento aquí, entonces? Pregunta Finnick.
No creo que eso sea una opción. Responde Peeta. Quedarnos aquí. Sin agua. Sin protección. Me encuentro bien, de verdad. Sólo si pudiéramos ir despacio.
Despacio sería mejor que nada. Finnick ayuda a Peeta a levantarse mientras yo me recompongo. Desde que me levanté esta mañana he visto cómo le daban una paliza a Cinna, he aterrizado en otra arena, y he visto morir a Peeta. Aún así, me alegro de que Finnick siga jugando la carta del embarazo por mí, porque desde el punto de vista de un patrocinador, no estoy manejando las cosas demasiado bien.
Reviso mis armas, que ya sé que están en perfecto estado, porque me hace parecer más controlada.
Yo llevaré la delantera. Anuncio.
Peeta empieza a objetar pero Finnick lo corta.
No, déjala hacerlo. Me frunce el ceño. Tú sabías que ese campo de fuerza estaba allí, ¿verdad? ¿Justo en el último instante? Empezaste a dar un aviso. Asiento. ¿Cómo lo supiste?
Vacilo. Revelar que sé el truco de Beetee y Wiress para reconocer un campo de fuerza podría ser peligroso. No sé si los Vigilantes tomaron nota o no de ese momento durante el entrenamiento cuando los dos me lo enseñaron. De un modo u otro, tengo una información muy valiosa en mi poder. Y si saben que la tengo, tal vez hagan algo para alterar el campo de fuerza de modo que ya no pueda ver la aberración. Así que miento.
No lo sé. Es casi como si pudiera oírlo. Escuchad. Todos nos quedamos quietos. Está el sonido de insectos, pájaros, la brisa en el follaje.
Yo no oigo nada. Dice Peeta.
Sí, insisto es casi como cuando la valla del Distrito Doce está encendida, sólo que mucho, mucho más bajo. Digo. Todos escuchan de nuevo con atención. Yo también, aunque no hay nada que oír. ¡Ahí! Digo. ¿No lo oís? Viene justo de donde chocó Peeta.
Yo tampoco lo oigo. Dice Finnick. Pero si tú sí, entonces por supuesto, toma la delantera.
Decido aprovechar bien este ángulo.
Eso es raro. Digo. Giro la cabeza de lado a lado como si estuviera intrigada. Sólo puedo oírlo con mi oreja izquierda. ¿La que reconstruyeron los médicos? Pregunta Peeta.
Sí. Digo, después me encojo de hombros. Tal vez hicieron un trabajo mejor de lo que creían. Sabes, a veces oigo cosas raras por ese lado. Cosas que normalmente no pensarías que tengan un sonido. Como alas de insecto. O la nieve golpeando el suelo. Perfecto. Ahora toda la atención se volverá a los cirujanos que arreglaron mi oído sordo después de los Juegos del año pasado, y tendrán que explicar por qué puedo oír como un murciélago.
Tú. Dice Mags, empujándome hacia delante, así que tomo la delantera. Ya que vamos a avanzar despacio, Mags prefiere andar con la ayuda de una rama que Finnick rápidamente transforma en un bastón para ella. También le hace uno a Peeta, lo que es bueno porque, a pesar de sus protestas, creo que lo único que quiere hacer es acostarse. Finnick va a la retaguardia, así que por lo menos alguien alerta nos cubre las espaldas.
Ando con el campo de fuerza a mi izquierda, porque se supone que ese es el lado de mi oído sobrehumano. Pero ya que todo está inventado, corto un puñado de frutos secos que cuelgan como uvas de un árbol cercano y las lanzo delante de mí mientras ando. Eso es bueno, porque presiento que estoy pasando por alto los parches que indican el campo de fuerza con más frecuencia que con la que los veo. Cuando un fruto seco golpea el campo de fuerza, hay un soplido de humo antes de que el fruto aterrice, ennegrecido y con la cáscara rota, en el suelo a mis pies.
Después de unos minutos me doy cuenta de un sonido raro detrás de mí y me doy la vuelta para ver a Mags pelando la cáscara de uno de los frutos y metiéndoselo en su boca ya llena. ¡Mags! Grito. Escupe eso. Podría ser venenoso.
Ella murmura algo y me ignora, lamiéndose los labios con aparente deleite. Miro a Finnick en busca de ayuda pero él sólo se ríe.
Supongo que lo averiguaremos. Dice.
Sigo adelante, haciéndome preguntas sobre Finnick, que salvó a la vieja Mags pero que le deja comer frutos extraños. A quien Haymitch ha estampado con su sello de aprobación. Quien trajo a Peeta de vuelta de entre los muertos. ¿Por qué no se limitó a dejarlo morir? Habría quedado sin culpa. Yo nunca habría averiguado que estaba en su poder el revivirlo. ¿Por qué iba él querer salvar a Peeta? ¿Y por qué estaba tan determinado a aliarse conmigo? Deseoso de matarme, también, llegado el momento. Pero dejándome a mí la elección de si luchamos o no.
Sigo andando, lanzando mis frutos, a veces viendo el campo de fuerza, intentando presionar hacia la izquierda para encontrar un punto donde podamos cruzar, salir de la Cor nucopia, y esperemos que también encontrar agua. Pero después de otra hora o así me doy cuenta de que es inútil. No estamos haciendo ningún progreso hacia la izquierda. De hecho, el campo de fuerza parece estar guiándonos por un camino curvo. Me paro y vuelvo la vista atrás, a la silueta renqueante de Mags, a la capa de sudor en el rostro de Peeta.
Tomémonos un descanso. Digo. Tengo que echar un vistazo desde arriba.
El árbol que elijo parece alzarse más alto en el aire que los demás. Me abro camino entre las ramas flexibles, permaneciendo tan cerca del tronco como es posible. No sabría decir con qué facilidad se podrían romper estas ramas gomosas. Aún así, escalo más allá de lo que dicta el sentido común, porque hay algo que tengo que ver. Mientras me aferro a un tramo de tronco no más ancho que un arbolillo, balanceándome de un lado a otro en la brisa húmeda, mis sospechas se ven confirmadas. Hay una razón por la que no podemos girar a la izquierda, por la que jamás podremos. Desde este precario punto ventajoso, puedo ver la forma de toda la arena por primera vez. Un círculo perfecto. Con una rueda perfecta en el medio. El cielo sobre la circunferencia de la jungla está teñido de un rosa uniforme. Y creo que puedo vislumbrar uno o dos de esos cuadrados ondeantes, grietas en la armadura, tal y como Wiress y Beetee los llamaron, porque revelan lo que debería estar oculto y así constituyen una debilidad. Sólo para asegurarme completamente, disparo una flecha al espacio vacío sobre la línea de los árboles. Hay un fogonazo de luz, se ve el cielo real durante un instante, y la flecha regresa a la jungla. Desciendo para darles a los demás las malas noticias.
El campo de fuerza nos tiene atrapados en un círculo. Una doma, en realidad. No sé hasta dónde llega de alto. Está la Cor nucopia, el mar, y después la selva todo alrededor. Muy exacto. Muy simétrico. Y no muy grande. Digo. ¿Viste algo de agua? Pregunta Finnick.
Sólo el agua salada donde empezamos los Juegos.
Tiene que haber alguna otra fuente. Dice Peeta, frunciendo el ceño. O estaremos todos muertos en cuestión de días.
Bueno, el follaje es denso. Tal vez haya estanques o arroyos en alguna parte. Digo, dubitativa. Instintivamente presiento que el Capitolio tal vez quiera que estos Juegos impopulares terminen tan pronto como sea posible. Plutarch Heavensbee tal vez haya recibido ya órdenes para dejarnos fuera de combate. En cualquier caso, no tiene sentido intentar averiguar qué es lo que hay más allá de la colina, porque la respuesta es nada.
Tiene que haber agua potable entre el campo de fuerza y la rueda. Insiste Peeta.
Todos sabemos lo que esto significa. Volver abajo. Volver a los Profesionales y a la carnicería.
Con Mags apenas capaz de andar y Peeta demasiado debilitado para luchar.
Decidimos bajar por la pendiente unos cien metros y después seguir en círculo. Ver si tal vez hay algo de agua a ese nivel. Yo sigo a la cabeza, ocasionalmente lanzando un fruto seco a mi izquierda, pero ahora estamos muy lejos del campo de fuerza. El sol cae plomizo sobre nosotros, haciendo que el aire se convierta en vapor, engañando a la vista. Hacia media tarde, está claro que Peeta y Mags no pueden seguir.
Finnick elige un lugar para acampar a unos diez metros por debajo del campo de fuerza, diciendo que podemos usarlo como arma, para desviar a nuestros enemigos hacia él si nos atacan. Después él y Mags arrancan briznas de la hierba afilada que nace en manojos de metro y medio de alto y empiezan a tejerlas formando esteras. Ya que Mags no parece estar enferma por los frutos secos, Peeta recoge puñados de ellos y los fríe haciéndolos rebotar en el campo de fuerza. Metódicamente les quita las cáscaras, apilando la parte carnosa sobre una hoja. Yo me quedo montando guardia, nerviosa y con calor y con las emociones del día a flor de piel.
Sed. Tengo tanta sed. Al final ya no puedo soportarlo más.
Finnick, por qué no te quedas tú montando guardia y yo iré otro rato más en busca de agua. Digo. A nadie le entusiasma la idea de que vaya sola, pero la amenaza de la deshidratación pende sobre nosotros.
No te preocupes, no iré lejos. Le prometo a Peeta.
Yo también voy. Dice.
No, cazaré algo si puedo. Le digo. No añado "Y tú no puedes venir porque haces mucho ruido." Pero queda implícito. Con su paso pesado conseguiría a la vez asustar a las presas y ponerme a mí en peligro. No tardaré mucho.
Me muevo ágilmente entre los árboles, contenta al descubrir que el suelo es perfecto para pisadas mudas. Me abro camino hacia abajo en diagonal, pero no encuentro más que vegetación exuberante.
El sonido del cañón me hace detenerme. El baño de sangre inicial de la Cor nucopia debe de haberse terminado ya. Ahora está disponible el recuento de muertes entre los tributos. Cuento los disparos, cada uno de ellos representando la muerte de un vencedor. No tantos como el año pasado. Pero parecen más, ya que conozco la mayoría de sus nombres.
Repentinamente débil, me apoyo contra un árbol para descansar, sintiendo cómo el calor arranca la humedad de mi cuerpo como una esponja. Tragar ya se está haciendo difícil y la fatiga empieza a apoderarse de mí. Intento frotarme la barriga con la mano, con la esperanza de que alguna mujer embarazada compasiva me patrocine y Haymitch pueda mandar algo de agua. No hay suerte. Me dejo caer al suelo para descansar.
En mi quietud, empiezo a fijarme en los animales: pájaros extraños de brillantes plumajes, lagartos de árbol con largas lenguas azules, y algo que parece un cruce entre una rata y una comadreja aferrándose a las ramas más cercanas al tronco. Disparo a uno de estos últimos para examinarlo más de cerca.
Es feo, vale, un gran roedor con un pelaje gris moteado y desordenado y dos dientes de aspecto peligroso protruyendo sobre su labio inferior. Mientras lo desuello y le quito las vísceras, me doy cuenta de algo más. Su hocico está húmedo. Como el de un animal que ha estado bebiendo de un arroyo. Excitada, empiezo en el árbol donde lo cacé y me muevo lentamente hacia fuera en espiral. No puede estar lejos, la fuente de agua de la criatura.
Nada. No encuentro nada. Ni una gota de rocío. Pasado un tiempo, porque sé que Peeta estará preocupado por mí, me dirijo de vuelta al campamento, con más calor y más frustrada que nunca.
Cuando llego, veo que los demás han transformado el lugar. Mags y Finnick han creado una especie de cabaña con las esteras de hierba, abierta por un lado pero con tres paredes, un suelo y un tejado. Mags también ha creado varios cuencos que Peeta ha llenado con frutos secos tostados. Sus rostros se vuelven hacia mí expectantes, pero sacudo la cabeza.
No. No hay agua. Aunque está allí. Él sabía dónde estaba. Digo, levantando el roedor desollado para que lo vean. Había estado bebiendo hacía poco cuando le disparé en un árbol, pero no pude encontrar su fuente. Lo juro, cubrí cada pulgada de suelo en un radio de treinta metros. ¿Podemos comerlo? Pregunta Peeta.
No lo sé con seguridad. Pero su carne no parece muy distinta a la de una ardilla. Debería ser cocinado… Vacilo al pensar en empezar un fuego aquí a partir de la nada. Incluso si tuviera éxito, hay que pensar en el humo. Estamos todos tan cerca en esta arena, que no hay posibilidad de esconderlo.
Peeta tiene otra idea. Corta un cubito de carne de roedor, la clava en la punta de un palo afilado, y la deja caer en el campo de fuerza. Hay un chasquido y el palo vuela de vuelta. El trozo de carne está ennegrecido por fuera pero bien cocinado en el centro. Le dedicamos un aplauso, después paramos rápidamente, recordando donde estamos.
El sol blanco se hunde en el cielo rosado cuando nos reunimos en la cabaña. Yo aún no las tengo todas conmigo con los frutos secos, pero Finnick dice que Mags los reconoció de otros Juegos. Yo no me molesté en pasar tiempo en la sección de plantas comestibles del entrenamiento porque el año pasado me fue muy sencillo. Ahora desearía haberlo hecho.
Seguro que habrían estado varias de las plantas extrañas que me rodean. Y tal vez habría averiguado un poco más sobre el lugar adonde me dirigía. Sin embargo, Mags parece estar bien, y ha estado comiendo esos frutos durante horas. Así que cojo uno y le doy un mordisquito. Tiene un sabor agradable, algo dulce, que me recuerda a una castaña. Decido que está bien. La carne del roedor es fuerte y correosa, pero sorprendentemente jugosa. De verdad, no es una mala comida para nuestra primera noche en la arena. Si tan sólo tuviéramos algo con lo que regarla.
Finnick hace un montón de preguntas sobre el roedor, al que decidimos llamar rata de árbol. ¿Qué alta estaba, cuánto la miré antes de disparar, y qué estaba haciendo? No recuerdo que estuviera haciendo gran cosa. Moviendo el morro en busca de insectos o algo.
Temo a la noche. Por lo menos la hierba fuertemente entretejida nos ofrece algo de protección de lo que quiera que aceche en los suelos de la selva en la oscuridad. Pero poco después de que el sol se esconda tras el horizonte, se levanta una pálida luna blanca, haciendo que la visibilidad sea lo suficientemente buena. Nuestra conversación se va apagando porque sabemos lo que viene ahora. Nos posicionamos en fila en la boca de la cabaña y Peeta desliza su mano en la mía.
El cielo se alumbra cuando aparece el sello del Capitolio como si flotara en el espacio.
Mientras escucho el himno pienso, Será más duro para Finnick y Mags. Pero resulta ser bastante duro para mí también. Ver los rostros de los ocho vencedores muertos proyectados en el cielo.
El hombre del Distrito 5, el que Finnick mató con su tridente, es el primero en aparecer. Eso significa que todos los tributos del 1 al 4 están vivoslos cuatro Profesionales, Beetee y Wiress, y, por supuesto, Mags y Finnick. El hombre del Distrito 5 es seguido por el morphling del 6, Cecelia y Woof del 8, los dos del 9, la mujer del 10, y Seeder del 11. El sello de Capitolio está de vuelta con un remate final de música y después el cielo se oscurece, excepto por la luna.
Nadie dice nada. No puedo fingir que conocía bien a ninguno de ellos. Pero estoy pensando en esos tres niños colgando de Cecelia cuando se la llevaron. La amabilidad de Seeder conmigo cuando nos conocimos. Incluso la idea del morphling de ojos vidriosos pintándome flores amarillas en las mejillas me revuelve el estómago. Todos muertos. Todos se han ido.
No sé cuánto nos habríamos quedado allí sentados de no ser por la llegada del paracaídas plateado, que se desliza entre el follaje y aterriza ante nosotros. Nadie lo recoge. ¿De quién pensáis que es? Digo finalmente.
Ni idea. Dice Finnick. ¿Por qué no dejamos que Peeta lo reclame, ya que murió hoy?
Peeta desata la cuerda y alisa el círculo de seda. En el paracaídas hay un pequeño objeto metálico que no puedo identificar. ¿Qué es eso? Pregunto. Nadie lo sabe. Lo pasamos de mano a mano, turnándonos para examinarlo. Es un tubo metálico hueco, ligeramente afilado en un extremo. En el otro extremo un pequeño labio se curva hacia abajo. Es vagamente familiar. Una parte que podría haber caído de una bicicleta, una barra de cortina, cualquier cosa, en realidad.
Peeta sopla por un extremo para ver si emite algún sonido. No lo hace. Finnick desliza su meñique en su interior, probándolo como arma. Inútil. ¿Puedes pescar con él, Mags? Pregunto. Mags, que puede pescar casi con cualquier cosa, sacude la cabeza y gruñe.
Lo cojo y lo giro de uno a otro lado sobre la palma. Ya que somos aliados, Haymitch estará actuando con los mentores del Distrito 4. Tuvo algo que ver en la elección de este regalo. Eso significa que es valioso. Pienso en el año pasado, cuando deseaba tanto el agua, pero él no la enviaba porque sabía que la encontraría si lo intentaba. Los regalos de Haymitch, o la falta de ellos, contienen importantes mensajes. Casi puedo oírlo gruñéndome, " Usa el cerebro si tienes uno. ¿Qué es esto?"
Me seco el sudor de los ojos y examino el regalo a la luz de la luna. Lo muevo en esta dirección y en esa, viéndolo desde distintos ángulos, cubriendo porciones y después revelándolas. Intentando hacer que me revele su propósito. Finalmente, frustrada, clavo un extremo en la tierra.
Me rindo. Tal vez si nos juntamos con Beetee o Wiress pueden averiguarlo.
Me estiro, presionando mi mejilla caliente contra la estera de hierba, mirando agraviada a la cosa. Peeta masajea un punto tenso entre mis hombros y me permito relajarme un poco.
Me pregunto por qué este sitio no se ha enfriado en absoluto ahora que se ha puesto el sol.
Me pregunto qué estará pasando ahora en casa.
Prim. Mi madre. Gale. Madge. Pienso en ellos mirándome desde casa. Por lo menos espero que estén en casa. No bajo la custodia de Thread. Siendo castigados igual que Cinna. Que Darius. Castigados por mi culpa. Todos.
Empiezo a añorarlos a ellos, a mi distrito, a mi bosque. Un bosque decente con árboles robustos de madera resistente, mucha comida, caza que no da miedo. Arroyos. Brisas frescas.
No, vientos fríos para apartar este calor sofocante. Conjuro ese viento en mi mente, dejando que me congele las mejillas y me entumezca los dedos, y, de repente, el pedazo de metal medio enterrado en la tierra negra tiene un nombre. ¡Un spile! (NdT: tampoco traduje ese nombre. Sin embargo, es posible que esté relacionado con el verbo spill, que significa derramar) Exclamo, sentándome de repente. ¿Qué? Pregunta Finnick.
Saco la cosa del suelo y la limpio frotándola. Ahueco mi mano sobre el extremo afilado, ocultándolo, y miro el labio. Sí, he visto uno de estos antes. En un día frío y ventoso hace mucho tiempo, cuando estaba fuera en el bosque con mi padre. Fuertemente insertado en un agujero perforado en el tronco de un arce. Un camino para que siguiera la savia mientras fluía a nuestro cubo. El sirope de arce podía hacer que incluso nuestro pan soso fuera una delicia.
Después de que muriera mi padre, no sé qué había pasado con el puñado de spiles que poseía.
Escondidos en algún lugar del bosque, probablemente. Ocultos para siempre.
Es un spile. Algo así como un grifo. Lo pones en un árbol y sale la savia. Miro a los nervudos troncos verdes a mi alrededor. Bueno, en el tipo adecuado de árbol. ¿Savia? Pregunta Finnick. Tampoco tienen el tipo adecuado de árboles junto al mar.
Para hacer sirope. Dice Peeta. Pero debe de haber algo distinto dentro de estos árboles.
Todos nos ponemos en pie a la vez. Nuestra sed. La falta de ríos. Los afilados dientes frontales de la rata de árbol y su hocico húmedo. Sólo puede haber una cosa que merezca la pena dentro de esos árboles. Finnick se marcha a clavar a golpes el spile en la corteza verde de un árbol inmenso, pero lo detengo.
Espera. Podrías estropearlo. Necesitamos perforarlo primero. Digo.
No hay nada con lo que taladrar, así que Mags ofrece su punzón y Peeta lo clava directamente en la corteza, enterrando la punta cinco centímetros en el tronco. Él y Finnick se turnan abriendo el agujero con el punzón y los cuchillos hasta que ya puede contener el spile.
Yo lo introduzco dándole vueltas con cuidado y todos nos echamos atrás expectantes. Al principio no pasa nada. Después una gota de agua rueda por el labio y cae sobre la palma de Mags. Ella la lame y alza la mano en busca de más.
A base de dar vueltas y ajustar el spile, conseguimos que salga una fina corriente. Nos turnamos colocando la boca bajo el grifo, humedeciendo nuestras lenguas resecas. Mags trae una cesta, y la hierba está tan fuertemente entretejida que sostiene el agua. Llenamos la cesta y nos la pasamos, tomando largos tragos y después, lujosamente, lavándonos la cara. Como todo aquí, el agua está más bien tibia, pero este no es el momento de ponerse quisquillosos.
Sin nuestra sed para distraernos, somos muy conscientes de lo agotados que estamos y hacemos arreglos para la noche. El año pasado, siempre intentaba tener mis cosas listas por si acaso tenía que marcharme rápidamente durante la noche. Este año, no hay mochila que preparar. Sólo mis armas, que en cualquier caso no dejan mi agarre. Después pienso en el spile y lo saco con trabajo del tronco del árbol. Arranco una gruesa viña y le separo las hojas, la paso por el centro hueco, y ato el spile con seguridad a mi cinturón.
Finnick se ofrece a tomar la primera guardia y lo dejo, sabiendo que tiene que ser uno de los dos hasta que Peeta haya descansado. Me acuesto junto a Peeta sobre el suelo de la cabaña, diciéndole a Finnick que me despierte cuando esté cansado. En vez de ello me arrancan de mi sueño unas horas después lo que parecen ser campanadas. ¡Bong! ¡Bong! No es exactamente como la campana que hacen sonar en el Edificio de Justicia en Año Nuevo, pero se parece lo bastante como para que la reconozca. Peeta y Mags no se despiertan, pero Finnick tiene la misma expresión de atención que siento yo. Las campanadas paran.
Conté doce. Dice.
Asiento. Doce. ¿Qué significa esto? ¿Una campanada por cada distrito? Tal vez. Pero ¿por qué? ¿Crees que significan algo?
Nos quedamos a la espera de más instrucciones, tal vez un mensaje de Claudius Templesmith. Una invitación a un banquete. La única cosa de mención aparece en la distancia.
Un cegador resplandor de electricidad golpea un árbol altísimo y después empieza una tormenta eléctrica. Supongo que es una indicación de lluvia, una fuente de agua para aquellos que no tienen mentores tan listos como Haymitch.
Vete a dormir, Finnick. En cualquier caso, es mi turno para vigilar. Digo.
Finnick vacila, pero nadie puede seguir despierto eternamente. Se acomoda a la entrada de la cabaña, una mano aferrando el tridente, y cae en un sueño inquieto.
Me siento con el arco cargado, vigilando la selva, que es fantasmalmente pálida y verde a la luz de la luna. Después de una hora o así, los relámpagos paran. Puedo oír llegar la lluvia, sin embargo, golpeando las hojas a unos pocos centenares de metros de distancia. Estoy esperando que nos alcance, pero nunca llega.
El sonido del cañón me sobresalta, aunque apenas si hace efecto sobre mis compañeros dormidos. No tiene sentido despertarlos por esto. Otro vencedor muerto. Ni siquiera me permito preguntarme quién será.
La lluvia elusiva se detiene de repente, como hizo el año pasado la tormenta en la arena.
Momentos después de que se detenga, veo la niebla deslizándose suavemente hacia aquí desde la dirección del reciente aguacero. Sólo una reacción. Agua fría sobre el suelo hirviente, pienso. Sigue aproximándose a un paso estable. Pequeños tentáculos avanzan y después se doblan como dedos, como si estuvieran arrastrando el resto de la pared detrás de sí. Mientras miro, siento cómo se me erizan los pelos de la nuca. Algo está mal en esta niebla. La progresión de la línea frontal es demasiado uniforme para ser natural. Y si no es natural…
Un dolor asquerosamente dulce empieza a invadir mis fosas nasales y me giro hacia los demás, gritándoles para que se despierten.
En los pocos segundos que me lleva despertarlos, mi piel empieza a ampollarse.
6 comentarios:
Peeta no!! casi me muero...
I <3 U Peeta
Peeta no puede morir,......... SU CARA ESTA EN LA PORTADA!!!
:3
Peeta te amo deja a katniss y quedate conmigo <3
Peeta no puede morir es protagonista coma Katniss.
Peeta casi muerto no pude ser.........
Amo a peeta lo amo loamo..........
Mori con esto de verdad-! D:
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