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El olor a sangre… estaba en su aliento. ¿Qué es lo que hace? Pienso. ¿Beberla? Me lo imagino bebiéndola en una taza de té.
Mojando una galletita y sacándola goteando rojo.
En el exterior de la ventana, el coche vuelve a la vida, suave y silencioso como el ronroneo de un gato, después desaparece en la distancia. Se va tal y como llegó, sin llamar la atención.
La habitación parece estar dando vueltas lentas y torcidas, y me pregunto si quizás me voy a desmayar. Me inclino hacia delante y me aferro al escritorio con una mano. La otra aún sostiene la preciosa galleta de Peeta. Creo que tenía un lirio atigrado encima, pero ahora está reducida a migas en mi puño. Ni siquiera sabía que la estuviera aplastando, pero supongo que tenía que sujetarme a algo cuando mi mundo se salía fuera de control.
Una visita del Presidente Snow. Distritos al borde de levantamientos. Una amenaza de muerte directa hacia Gale, con otras que la seguirían. Todos a quienes quiero condenados. ¿Y quién sabe quién más pagará por mis acciones? A no ser que le dé la vuelta a las cosas en este tour. Aquietar el descontento y tranquilizar la mente del presidente. ¿Y cómo? Demostrando al país sin sombra de duda que amo a Peeta Mellark.
No puedo hacerlo, pienso. No soy tan buena. Peeta es el bueno, el que gusta. Puede hacer que la gente se crea cualquier cosa. Yo soy la que se calla y se sienta y deja que él hable por los dos tanto como sea posible. Pero no es Peeta quien tiene que demostrar su devoción. Soy yo.
Oigo las pisadas rápidas y silenciosas de mi madre en el pasillo. Ella no puede saberlo, pienso. No puede saber nada de esto. Levanto mis manos sobre la bandeja y me sacudo rápidamente los trocitos de galleta de mi palma y mis dedos. Agitada, tomo un sorbo de mi té. ¿Está todo bien, Katniss? Pregunta.
Está bien. Nunca lo vemos en televisión, pero el presidente siempre visita a los vencedores antes del tour para desearles suerte. Digo alegremente.
El rostro de mi madre se llena de alivio.
Oh. Pensé que había algún tipo de problema.
No, en absoluto. El problema empezará cuando mi equipo de preparación vea cómo he dejado que mis cejas vuelvan a crecer. Mi madre se ríe, y pienso sobre cómo no hubo vuelta atrás una vez empecé a cuidar de mi familia cuando tenía once años. Cómo siempre tendré que protegerla.
¿Por qué no empiezas tu baño? Pregunta.
Genial. Digo, y puedo ver qué satisfecha está por mi respuesta.
Desde que volví a casa he estado intentando mucho arreglar la relación con mi madre.
Pidiéndole que haga cosas por mí en vez de rechazar cualquier ofrecimiento de ayuda como había hecho durante años por la ira. Dejarle administrar todo el dinero que gané. Devolverle los abrazos en vez de tolerarlos. Mi tiempo en la arena me hizo darme cuenta de cómo tenía que dejar de castigarla por lo que no podía evitar, específicamente la horrible depresión en que había caído tras la muerte de mi padre. Porque a veces a las personas les pasan cosas y no están preparadas para lidiar con ellas.
Como yo, por ejemplo. Justo ahora.
Además, hay una cosa maravillosa que hizo cuando volví al distrito. Después de que nuestras familias y amigos nos hubieran recibido a Peeta y a mí en la estación de tren, hubo varias preguntas que se les permitió a los reporteros. Alguien le preguntó a mi madre qué pensaba de mi nuevo novio y ella respondió que, aunque Peeta era el modelo exacto de lo que cualquier joven debería ser, yo aún no era lo bastante mayor como para tener novio en absoluto. Hubo muchas risas y comentarios como "Alguien está en problemas" por parte de la prensa, y Peeta dejó caer mi mano y se apartó ligeramente de mí. Eso no duró muchohabía demasiada presión para actuar de otra formapero nos dio una excusa para ser un poco más reservados de lo que habíamos sido en el Capitolio. Y tal vez ayude a explicar qué poco se me ha visto en compañía de Peeta desde que se marcharon las cámaras.
Subo las escaleras hacia el cuarto de baño, donde un baño humeante me espera. Mi madre ha añadido una bolsita de flores secas que perfuma el aire. Ninguna de nosotras está acostumbrada al lujo de abrir un grifo y tener un suministro sin límite de agua caliente entre los dedos. Sólo teníamos fría en nuestra casa en la Ve ta, y un baño suponía hervir el resto sobre el fuego. Me desvisto y desciendo hacia el agua sedosami madre también ha vertido algún tipo de aceitee intento asumir la situación.
La primera cuestión es a quién contárselo, si es que a nadie. No a mi madre ni a Prim, obviamente; ellas sólo enfermarían por la preocupación. No a Gale. Incluso aunque pudiera hablar con él. ¿Qué haría con la información, en cualquier caso? Si estuviera solo, tal vez lo persuadiría para que huyera. Ciertamente podría sobrevivir en el bosque. Pero no está solo y nunca dejaría a su familia. O a mí. Cuando llegue a casa tendré que decirle algo de por qué nuestros domingos son cosa del pasado, pero no puedo pensar en qué justo ahora. Sólo en mi próximo movimiento. Además, Gale está ya tan furioso con el Capitolio que a veces pienso que va a arreglar su propio levantamiento. Lo último que necesita es un incentivo. No, no puedo decirle a nadie lo que dejo detrás en el Distrito 12.
Aún hay gente en la que podría confiar, empezando por Cinna, mi estilista. Pero supongo que Cinna tal vez esté ya en peligro, y no quiero meterlo en más problemas por asociación conmigo. Después está Peeta, quien será mi compañero en este engaño, pero ¿cómo empiezo esa conversación? "Eh, Peeta, ¿te acuerdas de cómo te dije que había estado más o menos fingiendo estar enamorada de ti? Bueno, pues necesito de veras que te olvides de todo eso ahora y actúes súper-enamorado de mí o el presidente matará a Gale." No puedo hacerlo.
Además, Peeta actuará bien tanto si sabe lo que se juega como si no. Eso me deja a Haymitch.
El borracho, gruñón, peleón Haymitch, sobre el cual acabo de verter un cuenco de agua helada. Como mentor mío en los Juegos era su deber mantenerme con vida. Sólo espero que aún esté por la labor.
Me deslizo más abajo dentro del agua, dejando que bloquee todo sonido a mi alrededor.
Desearía que la bañera se expandiera para que pudiera nadar, como solía hacer en los días cálidos de verano con mi padre. Esos días eran especiales. Nos iríamos temprano por la mañana y caminaríamos más lejos de lo habitual por el bosque, hacia un pequeño lago que él había encontrado mientras cazaba. Ni siquiera recuerdo aprender a nadar, de lo pequeña que era cuando me enseñó. Sólo recuerdo bucear, dando volteretas y chapoteando por allí. El fondo fangoso del lago bajo mis pies. El olor a flores y a verde. Flotar sobre la espalda, tal y como estoy haciendo ahora, mirando al cielo azul mientras el bosque quedaba silenciado por el agua. Él embolsaría las aves acuáticas que anidaban junto a la orilla, yo buscaría huevos entre la hierba, y ambos buscaríamos raíces de katniss, la planta por la cual me había puesto mi nombre, en los bajíos. Por la noche, cuando llegáramos a casa, mi madre fingiría no reconocerme por lo limpia que estaba. Después cocinaría una cena alucinante de pato asado y tubérculos de katniss al horno con salsa.
Nunca llevé a Gale al lago. Podría haberlo hecho. Lleva mucho tiempo ir allí, pero las aves acuáticas son presas tan fáciles que puedes recuperar el tiempo de caza perdido. Sin embargo, es un lugar que en realidad nunca he querido compartir con nadie, un lugar que nos pertenecía tan sólo a mi padre y a mí. Desde los Juegos, cuando he tenido tan poco con que ocupar mis días, he ido allí un par de veces. La natación aún estaba bien, pero en lo fundamental la visita me deprimía. Durante el curso de los últimos cinco años, el lago está remarcablemente incambiado y yo estoy casi irreconocible.
Incluso bajo el agua puedo oír los sonidos de la conmoción. Cláxones de coches pitando, gritos de bienvenida, puertas cerrándose con portazos. Sólo puede significar que mi comitiva ha llegado. Apenas tengo tiempo para secarme con una toalla y deslizarme dentro de un albornoz cuando mi equipo de preparación irrumpe en el cuarto de baño. No se cuestiona la privacidad. En lo que respecta a mi cuerpo, no tenemos secretos, estos tres y yo. ¡Katniss, tus cejas! Grita Venia nada más entrar, e incluso con los negros nubarrones cerniéndose sobre mí, tengo que ahogar una carcajada. Su pelo aguamarina ha sido estilizado de modo que ahora sale disparado en puntas afiladas rodeándole toda la cabeza, y los tatuajes dorados que antes estaban confinados sobre sus cejas se han estirado hacia debajo de sus ojos, todo contribuyendo a la expresión de que literalmente la he dejado en shock.
Octavia viene y le da unos golpecitos a Venia en la espalda para calmarla, su cuerpo lleno de curvas pareciendo más gordo de lo habitual junto a la figura delgada y angulosa de Venia.
Calma, calma. Puedes arreglar eso en un periquete. Pero ¿qué voy a hacer yo con estas uñas? Me agarra la mano y la aplana entre las dos suyas de color guisante. No, su piel ya no es exactamente verde guisante. Es más como un ligero verde perenne. El cambio en el tono es sin duda un intento de estar en la cresta de la ola de las caprichosas modas del Capitolio. De verdad, Katniss, ¡podrías haberme dejado algo con lo que trabajar! Gimotea.
Es cierto. Me he mordido las uñas muchísimo durante este último par de meses. Pensé en dejar el hábito pero no podía encontrar una buena razón por la que debiera hacerlo.
Perdón. Musito. No me había pasado mucho tiempo preocupándome por cómo afectaría a mi equipo de preparación.
Flavius levanta varios mechones de mi pelo húmedo y enmarañado. Sacude la cabeza de forma desaprobadora, haciendo que sus tirabuzones naranjas se pongan a botar. ¿Ha tocado alguien esto desde que nos viste por última vez? Pregunta severamente.Recuerda, te pedimos expresamente que no tocaras para nada tu pelo. ¡Sí! Digo, agradecida de poder demostrar que no los había dado completamente por garantizados. Quiero decir, no, nadie lo ha cortado. Sí que me acordé de eso. No, no me acordé. Es más bien que nunca surgió el tema. Desde que he vuelto a casa, todo lo que he hecho ha sido ponerlo en su trenza habitual cayendo por mi espalda.
Esto parece aplacarlos, y todos me besan, me colocan sobre una silla en mi habitación y, como siempre, empiezan a hablar sin parar ni molestarse en saber si estoy escuchando.
Mientras Venia reinventa mis cejas y Octavia me pone uñas falsas y Flavius me frota pringue en el pelo, lo oigo todo sobre el Capitolio. Qué éxito fueron los Juegos, qué aburridas han estado las cosas desde entonces, cómo nadie puede esperar a que Peeta y yo los visitemos de nuevo al final del Tour de la Vic toria. Después de eso, el Capitolio no tardará mucho en empezar a prepararse para el Quarter Quell (Ndt: no sé cuál será la traducción oficial de Quarter Quell, pero significa algo así como "Acabar con el Cuarto") . ¿No es emocionante? ¿No te sientes muy afortunada?
En tu primer año como vencedora, ¡y eres mentora en un Quarter Quell!
Sus palabras se superponen en un borrón de excitación.
Oh, sí. Digo con voz neutra. Es lo mejor que consigo. En un año normal, ser mentor de los tributos es material para pesadillas. Ahora no puedo caminar por el colegio sin preguntarme a qué chica deberé entrenar. Pero para poner las cosas aún peor, este es el año de los Septuagésimo quintos Juegos del Hambre, y eso significa que también es un Quarter Quell. Suceden cada veinticinco años, señalando el aniversario de la derrota de los distritos con celebraciones supremas y, para mayor diversión, algún giro miserable para los tributos.
Nunca he estado viva en ninguno, por supuesto. Pero recuerdo oír en el colegio que, en el segundo Quarter Quell, el Capitolio exigió que se enviara a la arena el doble de tributos. Los profesores no entran mucho más en detalle, lo que es sorprendente, porque es el año en que el muy miembro del Distrito 12, Haymitch Abernathy, ganó la corona. ¡Más vale que Haymitch se prepare para un montón de atención! Chilla Oli via.
Haymitch nunca me ha mencionado su experiencia personal en la arena. Yo nunca le preguntaría. Y si alguna vez he visto sus Juegos televisados en las repeticiones, debía de ser demasiado pequeña para acordarme. Pero este año el Capitolio no le permitirá olvidar. En cierto modo, es algo bueno que tanto Peeta como yo estemos disponibles como mentores durante el Quell, porque es apuesta segura que Haymitch estará totalmente borracho.
Después de haber agotado el tema del Quarter Quell, mi equipo de preparación salta a algo totalmente distinto sobre sus vidas incomprensiblemente tontas. Quién dijo qué sobre alguien del que nunca he oído nada y qué tipo de zapatos acaban de comprar y una larga historia de Octavia de qué gran error fue el hacer que todo el mundo llevara plumas a su fiesta de cumpleaños.
En poco tiempo me duelen las cejas, mi pelo está suave y sedoso, y mis uñas están listas para ser pintadas. Aparentemente les han dado instrucciones de preparar sólo mis manos y cara, probablemente porque todo lo demás estará cubierto en el clima frío. Flavius quiere de todo corazón usar su pintalabios personal de color morado conmigo pero se resigna a uno rosa mientras empiezan a darle color a mi rostro y uñas. Puedo ver por la paleta que Cinna ha ordenado que vamos a por algo infantil, no sexy. Eso es bueno. Nunca convenceré a nadie de nada si estoy intentando ser provocativa. Haymitch lo dejó muy claro cuando me estaba entrenando para mi entrevista en los Juegos.
Mi madre entra, algo tímidamente, y dice que Cinna le ha pedido que les enseñe cómo preparó mi pelo el día de la cosecha. Responden con entusiasmo y luego miran, profundamente absortos, cómo empieza el proceso del elaborado peinado de trenzas. En el espejo puedo ver sus honestos rostros siguiendo cada movimiento que hace, lo entusiasmados que están cuando es su turno para intentar un paso. De hecho, los tres son tan prontamente respetuosos y atentos con mi madre que me siento mal por ir por ahí sintiéndome tan superior a ellos. ¿Quién sabe quién sería yo o de qué hablaría si hubiera sido criada en el Capitolio? Tal vez mi mayor pesar habría sido el tener disfraces de plumas en mi cumpleaños.
Cuando mi pelo está listo, encuentro a Cinna en el piso de abajo en el salón, y ya sólo la visión de él me hace sentirme más esperanzada. Se le ve igual que siempre, ropa sencilla, pelo marrón corto, sólo un poco de delineador dorado. Nos abrazamos, y apenas puedo reprimirme de soltarle todo el episodio con el Presidente Snow. Pero no, he decidido contárselo antes a Haymitch. Él sabrá mejor a quién cargar con eso. Sin embargo, es tan fácil hablar con Cinna.
Recientemente, hemos estado hablando mucho por el teléfono que venía con la casa. Es como un chiste, porque casi nadie más que conozcamos tiene uno. Está Peeta, pero obviamente no lo llamo. Haymitch arrancó el suyo de la pared hace años. Mi amiga Madge, la hija del alcalde, tiene un teléfono en su casa, pero si queremos hablar, lo hacemos en persona. Al principio, la cosa casi nunca se usaba. Después Cinna empezó a llamar para trabajar en mi talento.
Se supone que cada vencedor debe tener uno. Tu talento es la actividad a la que te dedicas ya que no tienes que trabajar ni en el colegio ni en la industria de tu distrito. Puede ser cualquier cosa, en realidad, cualquier cosa sobre la que puedan entrevistarte. Resulta que Peeta tiene un talento de verdad, que es la pintura. Ha estado decorando esas tartas y galletas durante años en la panadería de su familia. Pero ahora que es rico, puede permitirse extender pintura de verdad sobre lienzos. Yo no tengo un talento, a no ser que cuentes cazar ilegalmente, y ellos no lo cuentan. O tal vez cantar, algo que no haría para el Capitolio ni en un millón de años. Mi madre intentó interesarme en una variedad de alternativas apropiadas de la lista que Effie le envió. Cocinar, preparar flores, tocar la flauta. Ninguna de ellas cuajó, aunque Prim tenía maña con las tres. Finalmente Cinna entró en escena y se ofreció a ayudarme a desarrollar mi pasión por diseñar ropa, la cual sí que necesitaba desarrollo ya que era inexistente. Pero dije que sí porque significaba hablar con Cinna, y él prometió hacer todo el trabajo.
Ahora está colocando prendas de ropa, telas y cuadernos de bocetos con diseños que ha dibujado por todo mi salón. Cojo uno de los cuadernos y examino un vestido que supuestamente creé yo.
Sabes, creo que soy muy prometedora. Digo.
Vístete, tú, cosa sin valor. Dice él, arrojándome un montón de ropa.
Tal vez no tenga interés en diseñar ropa pero adoro la que Cinna hace para mí. Como esta.
Pantalones negros fluidos hechos de un material grueso y cálido. Una cómoda camisa blanca.
Un jersey tejido de hebras verdes y azules y grises de lana suave como un gatito. Botas de cuero con cordones que no me lastiman en la punta. ¿Diseñé yo mi vestuario? Pregunto.
No, tú aspiras a diseñar tu vestuario y ser como yo, tu héroe de la moda. Dice Cinna.
Me entrega un pequeño fajo de tarjetas. Lee estas fuera de cámara cuando estén filmando la ropa. Intenta parecer interesada.
Justo entonces, Effie Trinket llega con una peluca naranja calabaza para recordarle a todo el mundo: ¡Tenemos un horario!
Me besa en ambas mejillas mientras hace pasar a los cámaras, después me ordena en posición. Effie es la única razón por la que llegamos a ningún sitio a tiempo en el Capitolio, así que intento complacerla. Empiezo a dar botes como un cachorro, sosteniendo las prendas y diciendo cosas sin importancia como "¿No te encanta?". El equipo de sonido me graba leyendo de mis tarjetas con voz alegre para poder insertarlo después, después me lanzan fuera de la habitación para poder filmar en paz los diseños que yo/Cinna hice/hizo.
Prim salió pronto del colegio debido al evento. Ahora está en la cocina, siendo entrevistada por otro equipo. Se la ve adorable en un vestido azul celeste que resalta sus ojos, con su pelo rubio recogido con un lazo a juego. Está un poco inclinada hacia delante sobre las puntas de sus relucientes botas blancas como si estuviera a punto de echarse a volar, como… ¡Bam! Es como si alguien me golpeara de verdad en el pecho. Nadie lo ha hecho, por supuesto, pero el dolor es tan real que retrocedo un paso. Cierro con fuerza los ojos y no veo a Primveo a Rue, la niña de doce años del Distrito 11 que fue mi aliada en la arena. Ella podía volar, como un pájaro, de árbol en árbol, sujetándose a las ramas más finas. Rue, a quien no salvé. A quien dejé morir. La veo tirada en el suelo con la lanza aún clavada en el estómago… ¿A quién más fracasaré de salvar de la venganza del Capitolio? ¿Quién más estará muerto si no satisfago al Presidente Snow?
Me doy cuenta de que Cinna está tratando de ponerme un abrigo, así que alzo los brazos.
Siento el pelaje, por dentro y por fuera, enjaulándome. No es de un animal que haya visto nunca. "Armiño", me dice mientras acaricio la manga blanca. Guantes de cuero. Una brillante bufanda roja. Algo peludo me cubre las orejas.
Estás volviendo a poner de moda las orejeras.
Odio las orejeras, pienso. Hacen que sea difícil oír y, ya que me quedé sorda de un oído en la arena, me gustan todavía menos. Después de que ganara, el Capitolio reparó mi oído, pero de vez en cuando aún me descubro comprobando si funciona.
Mi madre se acerca corriendo con algo en la mano.
Para la buena suerte. Dice.
Es la insignia que me dio Madge antes de que marchara a los Juegos. Un sinsajo volando en un círculo de oro. Intenté dárselo a Rue pero no quiso cogerlo. Dijo que la insignia había sido la razón de que se decidiera a confiar en mí. Cinna la fija en el nudo de la bufanda.
Effie Trinket está cerca, dando palmadas. ¡Atención, todo el mundo! Estamos a punto de grabar el primer plano de exteriores, donde los vencedores se saludan al principio de su maravilloso viaje. Bien, Katniss, gran sonrisa, estás muy excitada, ¿verdad? No exagero cuando dijo que me empuja por la puerta.
Por un momento no puedo ver bien por la nieve, que ahora está cayendo con ganas.
Después puedo ver que Peeta está saliendo por la puerta de su casa. En mi cabeza oigo la directiva del Presidente Snow, " Convénceme a mí." Y sé que debo.
En mi rostro nace una enorme sonrisa y empiezo a caminar en dirección a Peeta. Después, como si no pudiera soportarlo ni un segundo más, empiezo a correr. Él me coge y me gira en el aire y luego patinaaún no controla completamente su pierna artificialy caemos sobre la nieve, yo sobre él, y allí es donde compartimos nuestro primer beso en meses. Está lleno de pelo y nieve y pintalabios, pero debajo de todo eso, puedo sentir la estabilidad que Peeta le da a todo. Y sé que no estoy sola. A pesar de todo el daño que le he hecho, no me expondrá frente a la cámara. No me condenará con un beso poco entusiasta. Aún está cuidando de mí.
Tal y como hizo en la arena. De alguna forma ante esa idea me entran ganas de llorar. En vez de eso lo ayudo a levantarse, introduzco mi guante en la curva de su brazo, y alegremente tiro de él hacia delante.
El resto del día es un borrón de ir a la estación, decirle adiós a todo el mundo, el tren saliendo, el viejo equipoPeeta y yo, Effie y Haymitch, Cinna y Portia, la estilista de Peetacenando una comida indescriptiblemente deliciosa que no recuerdo. Y después me pongo el pijama y un voluminoso albornoz, sentada en mi mullido compartimento, esperando a que se duerman los demás. Sé que Haymitch estará despierto durante horas. No le gusta dormir cuando fuera está oscuro.
Cuando el tren parece silencioso, me pongo las zapatillas y voy hasta su puerta. Tengo que llamar varias veces antes de que responda, con una mirada asesina, como si estuviera seguro de que he traído malas noticias. ¿Qué quieres? Dice, casi dejándome inconsciente con una nube de vapores de licor.
Tengo que hablar contigo. Susurro. ¿Ahora? Pregunta. Asiento. Más vale que sea bueno. Él espera, pero estoy segura de que cualquier palabra que digamos en un tren del Capitolio está siendo grabada. ¿Bien? Ladra.
El tren empieza a frenar y por un segundo pienso que el Presidente Snow me está mirando y no aprueba que confíe en Haymitch y ha decidido seguir adelante y matarme ahora. Pero sólo estamos parando para repostar.
El aire en el tren está muy viciado. Digo.
Es una frase inocente, pero veo que los ojos de Haymitch se estrechan con comprensión.
Sé lo que necesitas. Pasa a mi lado y se va por el pasillo dando bandazos hasta una puerta. Cuando consigue abrirla, una ráfaga de nieve nos golpea. Se cae al suelo.
Una encargada del Capitolio se apresura a ayudar, pero Haymitch rechaza su ayuda alegremente mientras sale a trompicones.
Sólo quiero algo de aire fresco. Sólo será un minuto.
Perdón. Está borracho. Digo a modo de disculpa. Yo lo traeré. Salto abajo y voy tambaleándome por la vía detrás de él, empapándome las zapatillas de nieve, mientras me dirige más allá del final del tren donde nadie nos oirá. Después se vuelve hacia mí. ¿Qué?
Se lo cuento todo. Sobre la visita del presidente, sobre Gale, sobre cómo todos vamos a morir si fracaso.
Su expresión se vuelve sobria, envejece bajo el brillo de las luces rojas traseras.
Entonces no puedes fracasar.
Si sólo pudieras ayudarme a salir adelante en este viaje… Empiezo.
No, Katniss, no es sólo este viaje. Dice él. ¿Qué quieres decir?
Incluso si salieras adelante ahora, volverán en otros pocos meses a llevarnos a todos a los Juegos. Tú y Peeta ahora seréis mentores, cada año de ahora en adelante. Y cada año revisitarán el romance y publicarán los detalles de vuestra vida privada, y nunca jamás podrás hacer nada que no sea vivir feliz para siempre con ese chico.
El pleno impacto de lo que está diciendo me golpea. Nunca tendré una vida con Gale, ni siquiera si lo deseo. Nunca me permitirán vivir sola. Tendré que estar eternamente enamorada de Peeta. El Capitolio insistirá en ello. Tal vez tenga unos pocos años, porque todavía tengo dieciséis, para estar con mi madre y con Prim. Y después… y después… ¿Entiendes lo que quiero decir? Me presiona.
Asiento. Quiere decir que sólo hay un futuro, si quiero mantener a mis seres queridos con vida y seguir con vida yo misma. Tendré que casarme con Peeta.
6 comentarios:
Excelente!!!!!! Me encanto, realmente inesperado la trama.... quiero màs.
Mafalda
Muy atrapante , es realmente buena esta saga , me han dicho que el segundo libro es aun mejor que el primero asi que lo seguire leyendo.
PD.Quarter Quell , es algo asi cocmo Vasaje de los Veinticinco o algo por el estilo. Gracias por subir los capitulos.
gracias por subir en llamas me lo estoy leeindo aqui ya que no tengo los libros gracias
vane.-.
genial gracias por subir el libro en llamas
Es muy genial...... lo unico q quiero es q katniss se enamore de peeta para q se casen de verdad y no de mentira........
De la palabra "Cuarter quell" se que quarter quiere decir cuarto, y si es cada 25 años (1/4 de año), debe ser siglo
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