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Caminamos trabajosamente y en silencio de vuelta hacia el tren. En el pasillo fuera de mi puerta, Haymitch me da una palmadita en el hombro y dice:
Podría haberte ido mucho peor, ya lo sabes.
Se va a su compartimento, llevándose el olor a vino consigo.
Ya en mi cuarto, me quito las zapatillas empapadas, el albornoz húmedo y el pijama. Hay más en los cajones pero me limito a arrastrarme debajo de las mantas en mi ropa interior. Me quedo mirando a la oscuridad, pensando en mi conversación con Haymitch. Todo lo que ha dicho sobre las expectaciones del Capitolio es cierto, al igual que mi futuro con Peeta, e incluso su último comentario. Por supuesto, podría haberme ido mucho peor que Peeta. Pero eso no es lo importante, ¿o sí? Una de las pocas libertades que tenemos en el Distrito 12 es el derecho a casarnos con quien nos plazca o a no casarnos en absoluto. Y ahora hasta eso me ha sido arrebatado. Me pregunto si el Presidente Snow insistirá en que tengamos hijos. Si los tenemos, tendrán que enfrentarse a la cosecha cada año. ¿Y no sería todo un hito ver al hijo no sólo de uno, sino de dos vencedores, elegido para la arena? Ha habido hijos de vencedores antes en el ring. Siempre es causa de mucha excitación y genera mucho de qué hablar sobre cómo la suerte no está de parte de esa familia. Pero sucede con demasiada frecuencia como para tratarse sólo de suerte. Gale está convencido de que el Capitolio lo hace a propósito, amaña el sorteo para añadirle más drama. Dados todos los problemas que he causado, probablemente haya garantizado a cualquier hijo que tuviera un puesto en los Juegos.
Pienso en Haymitch, soltero, sin familia, ahogando al mundo en la bebida. Podría haber elegido a cualquier mujer del distrito. Y eligió la soledad. No, no la soledadeso suena muy pacífico. Más como el confinamiento solitario. ¿Fue eso porque, habiendo estado en la arena, sabía que era mejor que arriesgarse a la alternativa? Yo tuve el gusto de probar esa alternativa cuando llamaron a Prim el día de la cosecha y la vi caminar hacia el tablado para morir. Pero como hermana suya pude ocupar su puesto, una opción prohibida a nuestra madre.
Mi mente busca alternativas frenéticamente. No puedo dejar que el Presidente Snow me condene a esto. Incluso aunque suponga terminar con mi vida. Antes que eso, sin embargo, intentaría huir. ¿Qué harían si simplemente me esfumara? ¿Si desapareciera en el bosque y nunca más volviera a salir? ¿Podría incluso llevar a todos mis seres queridos conmigo, empezar una nueva vida en la espesura? Muy poco probable pero no imposible.
Sacudo la cabeza para aclararla. Este no es el momento de hacer locos planes de escape.
Tengo que concentrarme en el Tour de la Vic toria. Los destinos de demasiadas personas dependen de que ofrezca un buen espectáculo.
El amanecer llega antes que el sueño, y allí está Effie, golpeando en mi puerta. Me pongo cualesquiera que sean las ropas que están en la parte de arriba del cajón y me arrastro hasta el vagón comedor. No veo qué diferencia supone la hora a la que me levante, ya que este es día de viaje, pero después resulta que todos los arreglos de ayer sólo eran para llevarme a la estación de tren. Hoy recibiré las atenciones de mi equipo de preparación. ¿Por qué? Hace demasiado frío como para enseñar nada. Gruño.
No en el Distrito Once. Dice Effie.
El Distrito 11. Nuestra primera parada. Preferiría empezar en cualquier otro distrito ya que este es el hogar de Rue. Pero así no es como funciona el Tour de la Vic toria. Habitualmente empieza en el Distrito 12 y después va en orden descendente de distrito hasta el 1, seguido del Capitolio. El distrito del vencedor se salta y se reserva para el final de todo. Ya que el 12 ofrece la celebración menos fabulosa de todashabitualmente sólo una cena para los tributos y un rally de victoria en la plaza, donde nadie tiene pinta de estarse divirtiendo en lo más mínimoes probablemente mejor sacarnos de en medio tan pronto como sea posible. Este año, por primera vez desde que Haymitch ganó, la parada final del tour será el 12, y el Capitolio será de lo más generoso con las festividades.
Intento disfrutar de la comida tal y como dijo Hazelle. Está claro que el personal de cocina está tratando de complacerme. Han preparado mi favorito, estofado de cordero con ciruelas pasas, entre otras delicias. Zumo de naranja y una cafetera de humeante chocolate caliente me esperan en mi sitio. Así que como mucho, y la comida está más allá de todo reproche, pero no se puede decir que la esté disfrutando. También estoy enfadada porque no haya aparecido nadie más que Effie y yo. ¿Dónde están los demás? Pregunto.
Oh, quién sabe dónde está Haymitch. Dice Effie. En realidad no esperaba a Haymitch porque probablemente esté aún acostándose. Cinna estuvo despierto hasta tarde organizando tu vagón de vestuario. Debe de tener más de un centenar de vestidos para ti. Tu ropa de noche es exquisita. Y el equipo de Peeta probablemente aún esté durmiendo. ¿Él no necesita preparación?
No tanta como tú. Responde Effie. ¿Qué significa eso? Significa que me paso la mañana dejando que me arranquen el pelo del cuerpo mientras Peeta duerme hasta tarde. No había pensado mucho sobre ello, pero en la arena por lo menos algunos de los chicos pudieron quedarse con su vello corporal mientras que ninguna de las chicas pudo. Ahora puedo recordar el de Peeta, mientras lo bañaba junto al arroyo. Muy rubio al sol, una vez estuvo limpio de barro y sangre. Sólo su rostro permanecía completamente suave. A ninguno de los chicos le creció la barba, y muchos eran lo bastante mayores como para que les creciera. Me pregunto qué les hicieron.
Si yo me siento hecha trizas, mi equipo de preparación parece estar en condiciones aún peores, bebiendo café a cubos y compartiendo pastillas de brillantes colores. Por lo que he visto, nunca se levantan antes de mediodía a no ser que haya algún tipo de emergencia nacional, como el pelo de mis piernas. Estaba tan contenta cuando también él volvió a crecer.
Como si fuera una señal de que tal vez las cosas estuvieran volviendo a la normalidad. Paso los dedos por el vello suave y ondulado de mis piernas y me entrego a mi equipo. Ninguno de ellos está a la altura de su cháchara habitual, así que puedo oír cómo cada cabello es arrancado de su folículo. Tengo que sumergirme en una bañera llena de una solución espesa y maloliente, mientras mi cara y mi pelo son embadurnadas con cremas. Dos baños más siguen, con otros mejunjes menos ofensivos. Me depilan y restriegan y masajean hasta que quedo en carne viva.
Flavius me alza la barbilla y suspira.
Es una vergüenza que Cinna dijera que no se te hicieran alteraciones.
Sí, podríamos convertirte en algo muy especial. Dice Octavia.
Cuando sea mayor. Dice Venia casi amargamente. Entonces tendrá que dejarnos. ¿Hacer qué? ¿Hinchar mis labios como los del Presidente Snow? ¿Tatuarme el pecho? ¿Teñir mi piel de magenta e implantarle gemas? ¿Ponerme garras curvas? ¿O bigotes de gato?
Vi todas esas cosas y más en la gente del Capitolio. ¿Tienen la más mínima idea de lo monstruosos que nos parecen a los demás?
La idea de ser abandonada a los caprichos de la moda de mi equipo de preparación sólo se suma a las miserias que compiten por mi atenciónmi cuerpo explotado, mi falta de sueño, mi matrimonio obligatorio, y el terror de ser incapaz de satisfacer las demandas del Presidente Snow. Para cuando llego a la comida, donde Effie, Cinna, Portia, Haymitch y Peeta han empezado sin mí, estoy demasiado hundida para hablar. Están delirando sobre la comida y lo bien que duermen en los trenes. Todo el mundo está lleno de excitación por el tour. Bueno, todo el mundo excepto Haymitch. Él está mimando una resaca y mordisqueando una magdalena. Yo tampoco tengo mucha hambre, tal vez porque me llené de demasiadas cosas ricas esta mañana o tal vez porque estoy demasiado disgustada. Jugueteo con un cuenco de caldo, comiendo tan sólo una o dos cucharadas. Ni siquiera puedo mirar a Peetami designado futuro maridoaunque ya sé que nada de esto es culpa suya.
La gente se da cuenta, tratan de incluirme en la conversación, pero simplemente no les hago caso. En algún punto, el tren se detiene. Nuestro servidor anuncia que no será tan sólo una parada para repostaralguna parte no funciona y tienen que sustituirla. Requerirá por lo menos una hora. Esto le provoca un ataque a Effie. Saca su horario y empieza a trabajar en cómo el retraso impactará en cada evento durante el resto de nuestras vidas. Finalmente ya no puedo soportar seguir escuchándola. ¡A nadie le importa, Effie! Suelto. Todos en la mesa se me quedan mirando, incluso Haymitch, quien pensarías que estaría de mi parte en esta materia ya que Effie lo vuelve loco.
Me pongo inmediatamente a la defensiva. ¡Bueno, a nadie le importa! Digo, y me levantó y abandono el vagón comedor.
El tren parece asfixiante de repente y ahora me estoy sintiendo definitivamente enferma.
Encuentro la puerta de salida, la obligo a abrirseactivando algún tipo de alarma, la cual ignoroy salto al suelo esperando aterrizar sobre nieve. Pero el aire es cálido y agradable sobre mi piel. Los árboles aún tienen hojas verdes. ¿Cuánto al sur hemos llegado en un día?
Camino por la vía, guiñando los ojos ante el brillante sol, lamentando ya mis palabras a Effie.
Ella no es la culpable de mi presente aprieto. Debería volver y disculparme. Mi arrebato fue el colmo de los malos modales, y los modales le importan a ella profundamente. Pero mis pies siguen avanzando por la vía, pasando el final del tren, dejándolo atrás. Un retraso de una hora.
Puedo andar por lo menos veinte minutos en una dirección y volver con tiempo más que de sobra. En vez de eso, después de un centenar de metros, me dejo caer al suelo y me siento allí, mirando a la distancia. Si tuviera arco y flechas, ¿me limitaría a seguir adelante?
Después de un rato oigo pisadas detrás de mí. Será Haymitch, viniendo a reñirme. No es que no lo merezca, pero aún así no quiero oírlo.
No estoy de humor para sermones. Aviso al manojo de hierbajos junto a mis pies.
Trataré de ser breve. Peeta se sienta a mi lado.
Pensé que eras Haymitch. Digo.
No, aún está trabajando en esa magdalena. Miro mientras Peeta posiciona su pierna artificial. Un mal día, ¿eh?
No es nada. Digo.
Inspira profundamente.
Mira, Katniss, llevo un tiempo con la intención de hablarte sobre la forma de la que actué en el tren. Quiero decir, el último tren. El que nos trajo a casa. Yo sabía que tú tenías algo con Gale. Estaba celoso de él incluso antes de conocerte oficialmente. Y no fue justo atarte a nada que sucediera en los Juegos. Lo siento.
Su disculpa me toma por sorpresa. Es cierto que Peeta rompió toda relación conmigo después de que le confesara que mi amor por él durante los Juegos era algo así como una actuación. En la arena, había jugado con ese ángulo de interpretación todo lo que había podido. Había habido veces en que sinceramente no sabía cómo me sentía con respecto a él.
En realidad todavía no lo sé.
Yo también lo siento. Digo. No estoy segura de por qué, exactamente. Tal vez porque hay una probabilidad muy real de que esté a punto de destruirlo.
No hay nada por lo que debas disculparte. Sólo nos estabas manteniendo con vida. Pero no quiero que sigamos así, ignorándonos mutuamente en la vida real y cayendo sobre la nieve cada vez que hay una cámara cerca. Así que pensé que si dejaba de estar tan, ya sabes, herido, podríamos intentar ser amigos.
Todos mis amigos probablemente vayan a terminar muertos, pero rechazar a Peeta no lo va a mantener con vida.
Vale. Digo. Su ofrecimiento sí consigue hacer que me sienta mejor. De alguna forma, menos mentirosa. Habría sido bonito si me hubiera venido con esto antes, antes de que supiera que el Presidente Snow tenía otros planes y que ser sólo amigos ya no era una opción para nosotros. Pero aún así, me alegra que estemos hablando de nuevo.
Así que, ¿qué es lo que va mal? Pregunta.
No puedo decírselo. Jugueteo con el manojo de hierbajos.
Empecemos con algo más básico. ¿No es raro que sepa que arriesgarías tu vida para salvar la mía… pero que no sepa cuál es tu color favorito? Dice.
Una sonrisa llega a mis labios.
Verde. ¿Cuál es el tuyo?
Naranja. ¿Naranja? ¿Cómo el pelo de Effie?
Un poco más apagado… Más como… el atardecer.
El atardecer. Puedo verlo de inmediato, el aro del sol en descenso, el cielo surcado por suaves tonos naranjas. Precioso. Recuerdo la galleta del lirio atigrado y, ahora que Peeta está volviendo a dirigirme la palabra, apenas si consigo no contarle toda la historia del Presidente Snow. Pero Haymitch dijo que no. Es mejor atenerse a trivialidades.
Sabes, todo el mundo está delirando con tus pinturas. Me siento mal por no haberlas visto. Digo.
Bueno, tengo un vagón lleno de ellas. Se levanta y me ofrece la mano. Vamos.
Es bueno sentir de nuevo sus dedos entrelazados con los míos, no por el espectáculo sino por auténtica amistad. Volvemos al tren de la mano. En la puerta, me acuerdo.
Antes tengo que disculparme con Effie.
No temas pasarte de largo. Me dice Peeta.
Así que cuando volvemos al vagón comedor, donde los demás aún están comiendo, le ofrezco a Effie una disculpa que creo que es muy exagerada pero que en su mente probablemente apenas si pueda compensar por mi falta a la etiqueta. Para crédito suyo, Effie la acepta graciosamente. Dice que está claro que estoy bajo mucha presión. Y sus comentarios sobre la necesidad de que alguien esté pendiente de los horarios sólo duran cinco minutos. De verdad, he salido fácilmente de esta.
Cuando Effie acaba, Peeta me dirige unos vagones más abajo para ver sus cuadros. No sé lo que estaba esperando. Versiones más grandes de las galletas de flores, tal vez. Pero esto es algo completamente diferente. Peeta ha pintado los Juegos.
De algunos no te darías cuenta al momento, si no hubieras estado con él en la arena en persona. El agua goteando por las grietas de nuestra cueva. El lecho seco del estanque. Un par de manos, las suyas, escarbando en busca de raíces. Otros que cualquier espectador reconocería. El cuerno dorado llamado la Cor nucopia. Clove ordenando los cuchillos dentro de su chaqueta. Uno de los mutos, sin duda el rubio y de ojos verdes que se suponía debía ser Glimmer, gruñendo mientras se acercaba a nosotros. Y yo. Yo estoy por todas partes. Arriba en un árbol. Golpeando una camisa contra las piedras en el arroyo. Tumbada e inconsciente sobre un charco de sangre. Y una que no puedo situartal vez es así como me veía cuando su fiebre estaba altaemergiendo de una niebla plateada que combina exactamente con mis ojos. ¿Qué opinas? Pregunta.
Los odio. Digo. Casi puedo oler la sangre, el polvo, el aliento antinatural del muto.
Todo lo que yo hago es ir por ahí intentando olvidarme de la arena y tú la has devuelto a la vida. ¿Cómo recuerdas estas cosas con tanta exactitud?
Las veo cada noche. Dice él.
Sé a lo que se refiere. Las pesadillasa las que no era ajena antes de los Juegos ahora me asedian cada vez que me duermo. Pero la antigua estándar, la de mi padre explotando en pedazos en las minas, es escasa. En vez de eso revivo versiones de lo que sucedió en la arena.
Mi inútil intento de salvar a Rue. Peeta sangrando a muerte. El cuerpo hinchado de Glimmer desintegrándose entre mis manos. El horrible final de Cato con las mutaciones. Estos son los visitantes más frecuentes.
Yo también. ¿Esto ayuda? ¿Pintarlas?
No lo sé. Creo que estoy algo menos asustado de ir a dormir por las noches, o me digo a mí mismo que lo estoy. Dice. Pero no se han ido a ninguna parte.
Tal vez no lo harán. Las de Haymitch no lo han hecho. Haymitch no lo dice, pero estoy segura de que esa es la razón por la que no le gusta dormir en la oscuridad.
No. Pero para mí, es mejor despertarme con un pincel que con un cuchillo en la mano.
Dice. Así que ¿de verdad los odias?
Sí. Pero son extraordinarios. De verdad. Digo. Y lo son. Pero ya no quiero mirarlos más. Vamos, ya casi estamos en el Distrito Once. Vamos a echarle un vistazo.
Vamos al último vagón del tren. Hay sillas y sofás para sentarse, pero lo que es extraordinario es que las ventanas traseras se retraen hacia el techo así que estás en el exterior, al aire libre. Inmensos campos abiertos con manadas de ganado vacuno pastando en ellos. Tan distinto a nuestro hogar lleno de bosque. Reducimos un poco la velocidad y creo que vamos a hacer otra parada, cuando la verja se alza ante nosotros. Alzándose por lo menos a diez metros de altura y coronada por espirales retorcidas de alambre de espino, hace que la nuestra del Distrito 12 parezca infantil. Mis ojos rápidamente inspeccionan la base, que está alineada con enormes placas de metal. No habría forma de salir por debajo de esas, no habría forma de escaparse a cazar. Después veo las torres de vigía, colocadas a intervalos regulares, ocupadas por guardias armados, tan fuera de lugar entre los campos de flores salvajes que los rodean.
Esto es diferente. Dice Peeta.
Rue sí me había dado la impresión de que las reglas en el Distrito 11 se forzaban de forma más agresiva. Pero nunca había imaginado algo como esto.
Ahora empiezan los cultivos, extendiéndose hasta más allá de donde alcanza la vista.
Hombres, mujeres y niños llevando sombreros de paja para protegerse del sol se incorporan, se giran hacia nosotros, se toman un momento para estirar la espalda mientras ven pasar nuestro tren. Puedo ver huertas en la distancia, y me pregunto si es allí donde Rue habría trabajado, recolectando la fruta de las ramas más delgadas en las cumbres de los árboles.
Pequeñas comunidades de cabañasen comparación las casas en la Ve ta son de clase altaaparecen aquí y allá, pero están todas desiertas. Debe de necesitarse cada mano para la cosecha.
Sigue y sigue. No me puedo creer la extensión del Distrito 11. ¿Cuánta gente crees tú que vive aquí? Pregunta Peeta. Sacudo la cabeza. En el colegio se refieren a él como un distrito grande, eso es todo. Sin cifras reales sobre la población. Pero aquellos chicos que vemos ante las cámaras esperando por la cosecha cada año, no pueden ser más que una muestra de los que viven aquí en realidad. ¿Qué hacen? ¿Tienen sorteos preliminares? ¿Escogen de antemano a los ganadores y se aseguran de que están entre la multitud? ¿Cómo exactamente acabó Rue sobre ese tablado con nada salvo el viento ofreciéndose a tomar su puesto?
Empiezo a cansarme de la inmensidad, de lo interminable que es este sitio. Cuando Effie viene a mandarnos que nos vistamos, no objeto. Voy a mi compartimento y dejo que mi equipo de preparación me haga el pelo y el maquillaje. Cinna viene con un bonito vestido naranja con un patrón de flores otoñales. Pienso en cuánto le gustará el color a Peeta.
Effie nos junta a Peeta y a mí y repasa el programa una última vez. En algunos distritos los vencedores conducen por la ciudad mientras los residentes los aclaman. Pero en el 11tal vez porque no hay una ciudad, para empezar, estando todo tan esparcido, o quizás porque no quieren gastar a tanta gente en tiempo de cosechala aparición pública está confinada a la plaza. Tiene lugar ante el Edificio de Justicia, una inmensa estructura de mármol. En otros tiempos debió de ser algo de gran belleza, pero el tiempo ha hecho su trabajo. Incluso en televisión puedes ver la hiedra cubriendo la decadente fachada, la bajada del tejado. La plaza en sí misma está rodeada de escaparates venidos a menos, la mayoría de los cuales están abandonados. Donde quiera que sea que la gente bien viva en el Distrito 11, no es aquí.
Toda nuestra aparición pública estará situada en el exterior de aquello a lo que Effie se refiere como la galería, la extensión con baldosas entre las puertas frontales y la escalera que está ensombrecida por un techo sujeto por columnas. Peeta y yo seremos presentados, el alcalde del 11 leerá un discurso en nuestro honor, y responderemos con un agradecimiento por guión proporcionado por el Capitolio. Si un vencedor tuviera algún aliado especial entre los tributos muertos, se considera bueno agregar también varios comentarios personales. Debería decir algo sobre Rue, y también sobre Thresh, de verdad, pero cada vez que intentaba escribirlo en casa, acababa con un papel en blanco mirándome a la cara. Es difícil para mí hablar sobre ellos sin ponerme emotiva. Afortunadamente, Peeta tiene una cosilla preparada, y con varias leves alteraciones, puede servir para ambos. Al final de la ceremonia seremos obsequiados con algún tipo de placa, y después podremos retirarnos al Edificio de Justicia, donde será servida una cena especial.
Mientras el tren entra en la estación del Distrito 11, Cinna le da los últimos retoques a mi conjunto, cambiando mi diadema naranja por una de oro metálico y asegurando en el vestido la insignia del sinsajo que llevé en la arena. No hay comité de bienvenida en la plataforma, sólo una cuadrilla de ocho agentes de la paz que nos dirigen a la parte trasera de una furgoneta acorazada. Effie bufa cuando la puerta se cierra con un clank detrás de nosotros.
De verdad, se diría que somos criminales. Dice.
No todos, Effie. Sólo yo, pienso.
La furgoneta nos deja detrás del Edificio de Justicia. Nos llevan rápidamente al interior.
Puedo oler que están preparando una excelente comida, pero no bloquea los olores a moho y putrefacción. No nos han dejado tiempo para curiosear. Mientras vamos en línea hasta la entrada delantera, puedo oír cómo empieza a sonar el himno en la plaza. Alguien me pone un micrófono de clip. Peeta me coge la mano izquierda. El alcalde nos está presentando mientras las inmensas puertas se abren con un gruñido. ¡Grandes sonrisas! Dice Effie, y nos da un empujoncito. Nuestros pies empiezan a moverse hacia delante.
Esto es. Esto es cuando tengo que convencer a todo el mundo de lo enamorada que estoy de Peeta, pienso. La solemne ceremonia está muy organizada, así que no estoy segura de cómo hacerlo. No es momento de besos, pero tal vez pueda incluir uno.
Hay un sonoro aplauso, pero ninguna de las otras respuestas que obtuvimos en el Capitolio, los vítores y hurras y silbidos. Andamos por la galería sombreada hasta que se termina el tejado y estamos en pie ante unas grandes escaleras de mármol bajo el sol abrasador.
Mientras mis ojos se ajustan, veo que de los edificios de la plaza han colgado banderas que ayudan a cubrir su estado de abandono. Está todo lleno de gente, pero una vez más, sólo una fracción de la gente que vive aquí.
Como siempre, una plataforma especial ha sido construida al final del tablado para las familias de los tributos muertos. En el lado de Thresh, sólo hay una anciana jorobada y una chica alta y musculada que supongo es su hermana. En el de Rue… no estoy preparada para la familia de Rue. Sus padres, cuyos rostros llevan todavía fresca la tristeza. Sus cinco hermanos pequeños que se parecen tanto a ella. Las constituciones menudas, los luminosos ojos castaños. Forman una bandada de pequeños pájaros oscuros.
El aplauso se apaga y el alcalde pronuncia el discurso en nuestro honor. Dos niñas pequeñas se acercan con dos inmensos ramos de flores. Peeta pronuncia su parte del guión establecido y después encuentro a mis labios moviéndose para concluirlo. Afortunadamente, mi madre y Prim me lo han taladrado en el cerebro, así que puedo hacerlo dormida.
Peeta tiene sus comentarios personales escritos en una tarjeta, pero no la saca. En vez de eso habla en su estilo sencillo y encantador sobre Thresh y Rue llegando a los ocho finales, sobre cómo ambos me mantuvieron con viday así manteniéndolo a él con viday cómo esta es una deuda que nunca podremos pagar. Y entonces vacila antes de añadir algo que no estaba escrito en la tarjeta. Tal vez es porque pensó que Effie se lo haría borrar.
No puede en modo alguno sustituir vuestras pérdidas, pero como prueba de nuestro agradecimiento nos gustaría que cada una de las familias de los tributos del Distrito Once recibieran un mes de nuestras ganancias cada año durante el resto de nuestras vidas.
La multitud no puede sino responder con gritos ahogados y murmullos. No hay precedente para lo que ha hecho Peeta. Ni siquiera sé si es legal. Probablemente él tampoco lo sabe, así que no preguntó por si acaso no lo era. En cuanto a las familias, sólo se nos quedan mirando en estado de shock. Sus vidas cambiaron para siempre cuando perdieron a Thresh y Rue, pero este regalo las cambiará de nuevo. Un mes de ganancias de tributo pueden proporcionar fácilmente sustento a una familia durante un año. Mientras vivamos, no pasarán hambre.
Miro a Peeta y me dirige una sonrisa triste. Oigo la voz de Haymitch. "Podría haberte ido mucho peor." En este momento, es imposible imaginar cómo podría irme nada mejor. El regalo… es perfecto. Así que cuando me pongo de puntillas para besarlo, no se siente forzado en absoluto.
El alcalde avanza para entregarnos a cada uno una placa que es tan grande que tengo que dejar en el suelo mi ramo para sujetarla. La ceremonia está a punto de terminar cuando veo a una de las hermanas de Rue mirándome. Debe de tener unos nueve años y es prácticamente una réplica exacta de Rue, en la forma en la que permanece en pie con los brazos ligeramente extendidos. A pesar de las buenas noticias sobre las ganancias, no es feliz. De hecho, me mira con reproche. ¿Es porque no salvé a Rue?
No. Es porque no le he dado las gracias, pienso.
Una ola de vergüenza me recorre de la cabeza a los pies. La niña tiene razón. ¿Cómo puedo quedarme aquí de pie, pasiva y callada, dejándole todas las palabras a Peeta? Si ella hubiera ganado, Rue nunca hubiera dejado que mi muerte se quedara sin una canción. Recuerdo cómo me preocupé en la arena de cubrirla de flores, para asegurarme de que su pérdida no pasara desapercibida. Pero ese gesto no significará nada si no lo respaldo ahora. ¡Esperen! Avanzo a trompicones, presionando la placa contra mi pecho. Mi tiempo asignado para hablar ha venido y se ha ido, pero debo decir algo. Mi deuda es demasiado grande. E incluso si les hubiera prometido todas mis ganancias a las familias, eso no disculparía mi silencio hoy.
Esperen, por favor. No sé cómo empezar, pero una vez que lo hago, las palabras salen de mis labios como un chorro, como si se hubieran formado en el fondo de mi mente hace mucho tiempo.
Quiero ofrecerles mis agradecimientos a los tributos del Distrito Once. Digo. Miro a la pareja de mujeres en el lado de Thresh. Sólo hablé con Thresh una vez. Tan sólo lo bastante como para que me perdonara la vida. No lo conocía, pero siempre lo respeté. Por su poder.
Por su negación a jugar los Juegos con las reglas de nadie salvo las suyas propias. Los tributos profesionales querían que se aliara con ellos desde el principio, pero él no quería. Lo respeté por eso.
Por primera vez la anciana jorobada¿es la abuela de Thresh?levanta la cabeza y la sombra de una sonrisa juega en sus labios.
Ahora la multitud está en silencio, tan en silencio que me pregunto cómo lo consiguen.
Deben de estar todos conteniendo la respiración.
Me vuelvo hacia la familia de Rue.
Pero siento como si conociera a Rue, y siempre estará conmigo. Todas las cosas hermosas me la traen a la mente. La veo en las flores amarillas que crecen en la Pra dera junto a mi casa. La veo en los sinsajos que cantan en los árboles. Pero más que nada, la veo en mi hermana, Prim. No puedo fiarme de mi voz, pero ya casi he acabado. Gracias por vuestros hijos. Alzo la barbilla para dirigirme a la multitud. Y gracias a todos por el pan.
Me quedo allí de pie, sintiéndome pequeña y rota, miles de ojos clavados en mí. Hay una larga pausa. Después, desde algún lugar entre la multitud, alguien silba la canción de Rue de cuatro notas de los sinsajos. La que señalaba el final del día en las huertas. La que significaba seguridad en la arena. Hacia el final de la cancioncilla, he encontrado al que silba, un hombre viejo con una camisa roja gastada y un pantalón de peto. Sus ojos encuentran los míos.
Lo que sucede a continuación no es un accidente. Está demasiado bien ejecutado para ser espontáneo porque sucede completamente al unísono. Cada persona en la multitud presiona los tres dedos centrales de la mano izquierda contra sus labios y los extiende hacia mí. Es nuestro signo del Distrito 12, el último adiós que le di a Rue en la arena.
Si no hubiera hablado con el Presidente Snow, este gesto tal vez me llevara a las lágrimas.
Pero con sus órdenes recientes de calmar a los distritos aún frescas en mis oídos, me llena de terror. ¿Qué pensará de este saludo tan público a la chica que desafió al Capitolio?
El pleno impacto de lo que he hecho me golpea. No era intencionadosólo quería expresar mi agradecimientopero he provocado algo peligroso. Un acto de desacuerdo por parte de la gente del Distrito 11. ¡Esta es exactamente la clase de cosa que debería estar aplacando!
Intento pensar en algo que decir que le reste importancia a lo que acaba de suceder, que lo niegue, pero puedo oír la pequeña explosión de estática que indica que mi micrófono ha sido apagado y el alcalde ya ha tomado la palabra. Peeta y yo aceptamos una ronda final de aplausos. Me dirige de vuelta hacia las puertas, ignorante de que algo ha ido mal.
Me encuentro mal y tengo que pararme un momento. Pequeños pedacitos de brillante sol bailan ante mis ojos. ¿Te encuentras bien? Pregunta Peeta.
Sólo mareada. El sol era tan brillante. Digo. Veo su ramo. Olvidé mis flores.
Musito.
Yo las cogeré. Dice él.
Puedo yo. Respondo.
Ahora estaríamos a salvo dentro del Edificio de Justicia, si yo no me hubiera detenido, si no hubiera dejado mis flores. En vez de ello, desde la profunda sombra de la galería, lo vemos todo.
A un par de agentes de la paz arrastrando al viejo que silbó a la parte alta de las escaleras.
Obligándolo a arrodillarse ante la multitud. Y metiéndole una bala en la cabeza.
5 comentarios:
¡Excelente! Si el primero consiguió que durante una semana mi principal actividad sea leerlo, En Llamas redujo esa cantidad a 3 días. Totalmente recomendable para aquellos que, como yo, se hicieron adictos a Juegos del Hambre.
Flor
Me encanta
desde que vi la de en llamas, sin ver la de los juegos del hambre me encanto
ahora vi la de los juegos del hambre y leí el libro
ahora leo el de en llamas
esta genial
y leeré los libros hasta terminar el del sinsajo y esperaré con ansias la película
muy bien C:
El libro es increible!! lei el primero en 3 dias! el ultimo dia lei 17 capitulos y me acoste a las 2:15 am este libro lo empeze a leer Hoy y sin duda lo acabare mañana!! cueste lo que cueste!!
Este libro es asombroso!! no puedes dejar de leerlo! el primero lo lei en tres dias! y el ultimo dia lei 17 capitulos desde que desperte hasta las 2:15 am! este lo empeze a leer hoy y sin duda no parare hasta terminarlo mañana!!
Había visto la película, pero es muy diferente al libro y no se compara con el libro...
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