7
Una bolsa de cuero llena de comida y un termo de té caliente. Un par de guantes de piel que dejó atrás Cinna. Tres ramitas, rotas de los árboles desnudos, sobre la nieve, señalando en la dirección en que viajaré. Esto es lo que dejo para Gale en nuestro lugar de encuentro habitual el primer domingo después del Festival de la Co secha.
He seguido adelante a través del frío, del bosque brumoso, abriendo un camino que no le resultará familiar a Gale pero que les resulta fácil de encontrar a mis pies. Lleva al lago. Ya no confío en que nuestro punto de encuentro habitual ofrezca privacidad, y necesito eso y más para contárselo todo a Gale hoy. ¿Pero vendrá él siquiera? Si no viene, no tendré más remedio que arriesgarme a ir a su casa en medio de la noche. Hay cosas que tiene que saber… cosas que necesito que me ayude a averiguar…
Una vez comprendí las implicaciones de lo que estaba viendo en la televisión del Alcalde Undersee, fui a la puerta y empecé a bajar por el pasillo. Justo a tiempo, también, porque el alcalde subió las escaleras instantes después. Lo saludé. ¿Buscando a Madge? Dijo amigablemente.
Sí. Quiero enseñarle mi vestido. Dije.
Bueno, ya sabes dónde encontrarla. Justo entonces, otra ronda de pitidos llegó desde su estudio. Su expresión se agravó. Discúlpame. Dijo. Entró en su estudio y cerró la puerta con cuidado.
Esperé en el pasillo hasta que me tranquilicé. Me recordé que debía actuar con naturalidad.
Después encontré a Madge en su cuarto, sentada ante su tocador, cepillándose el pelo rubio ondulado ante el espejo. Llevaba el mismo bonito vestido blanco que se había puesto el día de la cosecha. Vio mi reflejo detrás de sí y sonrió.
Mírate. Como si hubieras venido directa de las calles del Capitolio.
Me acerqué. Mis dedos tocaron el sinsajo.
Incluso mi insignia ahora. Los sinsajos causan furor en el Capitolio, gracias a ti. ¿Estás segura de que no lo quieres de vuelta? Pregunté.
No seas tonta. Fue un regalo. Dijo Madge. Se recogió el pelo en un festivo lazo dorado. ¿Dónde lo conseguiste, de todos modos? Pregunté.
Era de mi tía. Dijo. Pero me parece que ha estado en la familia mucho tiempo.
Es una curiosa elección, un sinsajo. Dije yo. Quiero decir, por lo que pasó en la rebelión. Con los charlajos haciendo que le saliera el tiro por la culata al Capitolio, y todo eso.
Los charlajos eran mutaciones, pájaros macho genéticamente alterados creados por el Capitolio como armas para espiar a los rebeldes de los distritos. Podían recordar y repetir largos pasajes de habla humana, así que fueron enviados a áreas rebeldes para capturar nuestras palabras y llevarlas de vuelta al Capitolio. Los rebeldes lo descubrieron y los volvieron contra el Capitolio a base de enviarlos a casa cargados de mentiras. Cuando esto fue descubierto, los charlajos fueron abandonados a la muerte. En unos pocos años, se extinguieron en la naturaleza, pero no antes de que se hubieran apareado con arrendajos hembra, creando una especie completamente nueva.
Pero los sinsajos nunca fueron un arma. Dijo Madge. Sólo son pájaros cantores, ¿verdad?
Sí, supongo. Dije. Pero no es cierto. Un sinsajo sólo es un pájaro cantor. Un sinsajo es una criatura que el Capitolio nunca pretendió que existiera. No habían contado con que el altamente controlado charlajo fuera lo bastante listo como para adaptarse a la vida salvaje, para pasar su código genético, para sobrevivir en una nueva forma. No habían anticipado su deseo de vivir.
Ahora, mientras avanzo con dificultad por la nieve, veo a los sinsajos saltando en las ramas mientras escuchan las melodías de otros pájaros, las replican, y luego las transforman en algo nuevo. Como siempre, me recuerdan a Rue. Pienso en el sueño que tuve la última noche en el tren, donde la seguí en forma de sinsajo. Desearía haber podido seguir durmiendo sólo un poco más y averiguar a dónde estaba intentando llevarme.
Es una larga caminata hasta el lago, sin duda. Si decide seguirme en absoluto, Gale se va a enfadar por este uso excesivo de energía que podría gastarse mejor en la caza. Estuvo sospechosamente ausente en la cena en la casa del alcalde, aunque el resto de su familia vino.
Hazelle dijo que estaba enfermo en casa, lo que era una mentira obvia. Tampoco pude encontrarlo en el Festival de la Co secha. Vick me dijo que estaba fuera cazando. Eso probablemente era cierto.
Después de un par de horas, llego a una casa vieja cerca de la orilla del lago. Tal vez "casa" sea demasiado nombre para ella. Sólo es una habitación, de unos siete metros cuadrados. Mi padre pensaba que hace mucho tiempo aquí había muchos edificiosaún puedes ver algunos de los cimientosy la gente venía a ellos a jugar y pescar en el lago. Esta casa duró más que las otras porque está hecha de cemento. Suelo, techo, tejado. Sólo permanece una de las cuatro ventanas de vidrio, ondulada y amarilleada por el tiempo. No hay cañerías ni electricidad, pero la chimenea aún funciona y hay una pila de madera en la esquina que mi padre y yo recogimos hace años. Enciendo un fuego pequeño, contando con la niebla para ocultar cualquier humo delator. Mientras prende la llama, barro hacia fuera la nieve que se ha acumulado bajo las ventanas vacías, usando una escoba de ramas que mi padre me hizo cuando tenía unos ocho años y jugaba aquí a las casitas. Después me siento en el pequeño hogar de cemento, descongelándome junto al fuego y esperando a Gale.
Es un tiempo sorprendentemente corto hasta que aparece. Un arco colgando del hombro, un pavo salvaje muerto que se debe de haber encontrado por el camino colgando del cinturón.
Se queda de pie en el umbral como si dudara entrar o no. Sostiene la bolsa de comida sin abrir, el termo, los guantes de Cinna. Regalos que no aceptará por su ira hacia mí. Sé exactamente cómo se siente. ¿No le hice yo lo mismo a mi madre?
Lo miro a los ojos. Su temperamento no puede ocultar completamente el dolor, el sentimiento de traición que siente por mi compromiso con Peeta. Esta será mi última oportunidad, este encuentro de hoy, de no perder a Gale para siempre. Podría llevarme horas el intentar explicarme, e incluso entonces hacer que me rechazara. En vez de ello voy directa al corazón de mi defensa.
El Presidente Snow amenazó personalmente con hacer que te mataran. Digo.
Gale alza levemente las cejas, pero no hay muestra real de miedo ni asombro. ¿Alguien más?
Bueno, en realidad no me dio una copia de la lista. Pero no sería erróneo suponer que incluye a nuestras dos familias.
Es bastante para traerlo hasta el fuego. Se agacha ante el hogar para calentarse. ¿A no ser qué?
A no ser que nada, ahora. Digo. Obviamente esto requiere más explicación, pero no tengo ni idea de por dónde empezar, así que me limito a estar ahí sentada mirando el fuego con pesimismo.
Después de un minuto de esto, Gale rompe el silencio.
Bueno, gracias por el aviso.
Me giro hacia él, lista para espetarle algo, pero veo el brillo en su ojo. Me odio por sonreír.
Este no es un momento divertido, pero supongo que es mucho para dejarle caer de pronto.
Todos vamos a ser destruidos sin remedio.
Tengo un plan, sabes.
Sí, me apuesto a que es una maravilla. Dice. Me lanza los guantes sobre el regazo.
Aquí. No quiero los guantes viejos de tu prometido.
No es mi prometido. Eso sólo es parte de la actuación. Y estos no son sus guantes. Eran de Cinna.
Devuélvemelos entonces. Dice. Se pone los guantes, flexiona los dedos, y asiente con aprobación. Por lo menos moriré cómodo.
Eso es optimista. Por supuesto, no sabes lo que ha pasado.
Veámoslo.
Decido empezar con la noche en que Peeta y yo fuimos coronados vencedores de los Juegos del Hambre, y Haymitch me avisó de la furia del Capitolio. Le cuento la inquietud que me ha embargado desde que volví a casa, la visita a casa del Presidente Snow, los asesinatos en el Distrito 11, la tensión en las muchedumbres, el último intento del compromiso, la indicación del presidente de que no había sido suficiente, mi certeza de que deberé pagar.
Gale nunca interrumpe. Mientras hablo, se mete los guantes en el bolsillo y se ocupa convirtiendo los alimentos de la bolsa de cuero en una comida para nosotros. Tostando pan y queso, quitándole el corazón a manzanas, colocando castañas en el fuego para asar. Miro sus manos, sus dedos hermosos y capaces. Con cicatrices, igual que las mías antes de que el Capitolio borrara todas las marcas de mi piel, pero fuertes y hábiles. Manos que tienen el poder de sacar carbón de las minas pero la precisión para colocar una delicada trampa. Manos en que confío.
Me detengo a beber un sorbo del termo antes de hablarle de mi vuelta a casa.
Bueno, pues sí que has liado las cosas. Dice.
Ni siquiera he terminado. Le digo.
He oído suficiente por el momento. Pasemos directamente a este plan tuyo.
Tomo aire profundamente.
Huimos. ¿Qué? Pregunta. Esto lo ha pillado desprevenido.
Nos vamos al bosque y corremos tanto como podamos. Digo. Su expresión es imposible de descifrar. ¿Se reirá de mí, desechará la idea como una locura? Me pongo en pie de agitación, preparada para una discusión. ¡Tú mismo dijiste que pensabas que podríamos hacerlo! La mañana de la cosecha. Dijiste…
Se acerca y me siento levantada del suelo. La habitación gira, y tengo que cerrar los brazos en torno al cuello de Gale para sujetarme. Se está riendo, feliz. ¡Eh! Protesto, pero también me estoy riendo.
Gale me deja en el suelo pero no me suelta.
Vale, huyamos. Dice. ¿De verdad? ¿No crees que esté loca? ¿Irás conmigo? Algo del peso abrumador empieza a liberarse al ser transferido a los hombros de Gale.
Sí que creo que estés loca, y aún así iré contigo. Dice. Lo dice de verdad. No sólo lo dice de verdad sino que le da la bienvenida. Podemos hacerlo. Sé que podemos. ¡Salgamos de aquí para no volver nunca! ¿Estás seguro? Digo. Porque va a ser duro, con los niños y todo. No quiero que entremos cinco kilómetros en el bosque y que luego tú…
Estoy seguro. Completa, enteramente, cien por cien seguro. Inclina la frente hacia abajo para apoyarla contra la mía y me acerca más. Su piel, todo su ser, desprende calor por estar tan cerca del fuego, y cierro los ojos, empapándome en su calidez. Aspiro el olor a cuero húmedo de nieve y humo y manzanas, el olor de todos esos días de invierno que compartíamos antes de los Juegos. No intento apartarme. ¿Por qué debería, además? Su voz es apenas un susurro. Te quiero.
Ese es el por qué.
Nunca veo venir estas cosas. Pasan demasiado rápido. Un segundo estás proponiendo un plan de huida y el siguiente… se supone que debes lidiar con algo como esto. Salgo con la que debe de ser la peor respuesta posible.
Lo sé.
Suena terrible. Como si asumiera que él no puede evitar quererme pero que yo no siento nada por él. Gale empieza a apartarse, pero lo sujeto con fuerza. ¡Lo sé! Y tú… tú sabes lo que eres para mí. No es suficiente. Rompe mi agarre.
Gale, justo ahora no puedo pensar de esa forma sobre nadie. Todo lo que puedo pensar, cada día, cada minuto que estoy despierta desde que sacaron el nombre de Prim en la cosecha, es qué asustada estoy. Y no parece haber sitio para nada más. Si pudiéramos ir a algún lugar seguro, tal vez podría ser diferente. No lo sé.
Puedo verlo tragándose la decepción.
Así que iremos. Averiguaremos cómo. Se vuelve otra vez hacia el fuego, donde las castañas se están empezando a quemar. Las saca hacia la piedra del hogar. Mi madre será algo difícil de convencer.
Supongo que a pesar de todo aún irá. Pero la felicidad se ha esfumado, dejando una tensión demasiado familiar en su lugar.
La mía también. Sólo tendré que hacerle ver la razón. Llevarla a dar un largo paseo.
Asegurarme de que entiende que no sobreviviremos a la alternativa.
Lo entenderá. Vi muchos de los Juegos con ella y Prim. No te dirá que no. Dice Gale.
Espero que no. La temperatura en la casa parece haber caído diez grados en cuestión de segundos. Haymitch será el auténtico reto. ¿Haymitch? Gale deja las castañas. ¿No le irás a pedir que venga con nosotros?
Tengo que hacerlo, Gale. No puedo dejarlos a él y a Peeta porque… Su mirada ceñuda me interrumpe. ¿Qué?
Lo siento. No me había dado cuenta de lo grande que era nuestro grupo. Me espeta.
Los torturarían a muerte, intentando averiguar dónde estaba yo. Digo. ¿Y qué pasa con la familia de Peeta? Nunca vendrán. De hecho, probablemente no podrían esperar para delatarnos. Algo de lo que estoy seguro que él es lo bastante listo como para darse cuenta. ¿Qué pasa si decide quedarse?
Intento sonar indiferente, pero mi voz se quiebra.
Entonces se queda. ¿Lo dejarías atrás? Pregunta Gale.
Para salvar a Prim y a mi madre, sí. Respondo. Quiero decir, ¡no! Conseguiré que venga.
Y a mí, ¿me dejarías a mí? La expresión de Gale ahora es dura como una roca. Sólo si, por ejemplo, no pudiera convencer a mi madre para arrastrar a tres niños pequeños al bosque salvaje en invierno.
Hazelle no se negará. Verá la razón.
Supón que no lo hace, Katniss. ¿Entonces qué? Exige.
Entonces tienes que obligarla, Gale. ¿Crees que me estoy inventando esto? Mi voz también se está elevando por la furia.
No. No lo sé. Tal vez el Presidente sólo te esté manipulando. Quiero decir, está organizando tu boda. Viste cómo reaccionó la gente del Capitolio. No creo que pueda permitirse matarte. O a Peeta. ¿Cómo va a salir de esa? Dice Gale. ¡Bueno, con un levantamiento en el Distrito Ocho, dudo que se esté pasando mucho tiempo eligiendo mi tarta de bodas! Grito.
En el instante en que mis palabras salen de mi boca quiero recuperarlas. Su efecto sobre Gale es inmediatoel rubor en sus mejillas, el brillo en sus ojos grises. ¿Hay un levantamiento en el Ocho? Dice con voz ronca.
Intento echarme atrás. Calmarlo, tal y como intenté calmar a los distritos.
No sé si es de verdad un levantamiento. Hay intranquilidad. La gente en los distritos…
Digo.
Gale me coge por los hombros. ¿Qué viste? ¡Nada! En persona. Sólo oí algo. Como siempre, es demasiado poco, demasiado tarde.
Desisto y se lo cuento. Vi algo en la televisión del alcalde. No debía verlo. Había una muchedumbre, e incendios, y los agentes de la paz estaban disparando a la gente pero ellos les devolvían los golpes… Me muerdo el labio y lucho por seguir describiendo la escena. En vez de eso digo en alto las palabras que me han estado reconcomiendo. Y es culpa mía, Gale. Por lo que hice en la arena. Si simplemente me hubiera suicidado con esas bayas, nada de esto habría pasado. Peeta podría haber vuelto a casa y vivir, y todos los demás también habrían estado a salvo. ¿A salvo para hacer qué? Dice con un tono más dulce. ¿Morirse de hambre? ¿Trabajar como esclavos? ¿Enviar a sus hijos a la cosecha? No has hecho daño a nadie: les has dado una oportunidad. Sólo tienen que ser lo bastante valientes como para cogerla. La gente ya habla en las minas. Gente que quiere luchar. ¿No lo ves? ¡Está pasando! ¡Por fin está pasando! Si hay un levantamiento en el Distrito Ocho, ¿por qué no aquí? ¿Por qué no en todas partes? Esto podría serlo, eso que hemos estado… ¡Detente! No sabes lo que estás diciendo. ¡Los agentes de la paz fuera del Doce no son como Darius, ni siquiera como Cray! Las vidas de la gente del distrito… ¡significan menos que nada para ellos! ¡Por eso tenemos que unirnos a la lucha! Responde con brusquedad. ¡No! ¡Tenemos que marcharnos de aquí antes de que nos maten a nosotros y también a muchas personas más! Estoy gritando de nuevo, pero no puedo entender por qué está haciendo esto. ¿Por qué no ve lo que es tan irrefutable?
Gale me empuja con aspereza lejos de sí.
Márchate tú, entonces. Yo no me iría ni en un millón de años.
Antes estabas bien contento de irte. No veo qué es lo que tiene un levantamiento en el Distrito Ocho salvo hacer que sea más importante que nos vayamos. Sólo estás enfadado por…
No, no puedo lanzarle a Peeta a la cara. ¿Qué pasa con tu familia? ¿Qué pasa con las otras familias, Katniss? ¿Las que no pueden huir? ¿No lo ves? Ya no puede ser sobre salvarnos a nosotros. ¡No si la rebelión ha empezado! Gale sacude la cabeza, no escondiendo su descontento hacia mí. Podrías hacer tanto. Lanza los guantes de Cinna a mis pies. He cambiado de idea. No quiero nada que hicieran en el Capitolio. Y se va.
Bajo la vista a los guantes. ¿Nada que hicieran en el Capitolio? ¿Iba eso dirigido a mí? ¿Piensa él ahora que no soy más que otro producto del Capitolio y por lo tanto algo intocable?
La injusticia de todo eso me llena de furia. Pero está mezclada con el miedo a qué clase de locura hará ahora.
Me hundo junto al fuego, desesperada por comodidad, para trabajar en mi siguiente movimiento. Me tranquilizo pensando que las rebeliones no suceden en un día. Gale no puede hablarles a los mineros hasta mañana. Si puedo llegar hasta Hazelle antes de eso, tal vez lo enderece. Pero no puedo ir allí ahora. Si él está allí, no me dejará entrar. Tal vez esta noche, cuando todo el mundo esté durmiendo… Hazelle suele trabajar hasta tarde por las noches terminando la colada. Podría ir entonces, dar unos golpecitos en la ventana, explicarle la situación para que impida a Gale hacer ninguna locura.
Me viene a la memoria mi conversación con el Presidente Snow en el estudio.
Mis asesores estaban preocupados de que fueras difícil, pero no estás planeando ser difícil en absoluto, ¿verdad?
No.
Eso es lo que yo les dije. Dije que una chica que llega a tales extremos para preservar su vida no va a estar interesada en echarla por la borda.
Pienso en lo duro que ha trabajado Hazelle para mantener a esa familia con vida. Seguro que estará de mi parte en esta materia. ¿O no?
Debe de ser alrededor de mediodía y los días son tan cortos. No tiene sentido estar en el bosque después de medianoche si no tienes que hacerlo. Sofoco los restos de mi pequeño fuego, limpio los restos de comida, y engancho los guantes de Cinna en mi cinturón. Supongo que me los quedaré durante una temporada. Por si acaso Gale cambia de idea. Pienso en la expresión de su rostro cuando los arrojó al suelo. Qué repelido estaba por ellos, por mí…
Camino con dificultad por el bosque y llego a mi antigua casa cuando aún hay luz. Mi conversación con Gale fue un claro contratiempo, pero aún estoy determinada a seguir adelante con mi plan de escaparme del Distrito 12. Decido buscar a Peeta el siguiente. De una forma extraña, ya que ha visto algo de lo que yo he visto en el tour, tal vez sea más fácil de convencer que Gale. Me encuentro con él cuando está saliendo de la Al dea de los Vencedores. ¿Has estado de caza? Pregunta. Puedes ver que no cree que sea una buena idea.
En realidad no. ¿Vas a la ciudad? Pregunto.
Sí. Se supone que tengo que cenar con mi familia.
Bueno, por lo menos puedo acompañarte. La carretera desde la pequeña aldea hasta la plaza tiene poco uso. Es un lugar lo bastante seguro para hablar. Pero no parezco capaz de pronunciar las palabras. Proponérselo a Gale fue tan desastroso. Me muerdo mis labios agrietados. La plaza se acerca más a cada paso. Tal vez no vuelva a tener otra oportunidad pronto. Tomo aire profundamente y dejo que las palabras salgan corriendo.
Peeta, si te pidiera que te escaparas del distrito conmigo, ¿lo harías?
Peeta me coge el brazo, obligándome a detenerme. No necesita comprobar mi cara para ver si voy en serio.
Dependería de por qué lo pidieras.
No convencí al Presidente Snow. Hay un levantamiento en el Distrito Ocho. Tenemos que salir. ¿Por ese "tenemos" te refieres a ti y a mí? No. ¿Quién más vendría? Pregunta.
Mi familia. La tuya, si quieren venir. Haymitch, quizás. ¿Qué pasa con Gale?
No lo sé. Quizás tenga otros planes.
Peeta sacude la cabeza y sonríe con reticencia.
Me apuesto a que los tiene. Claro que sí, Katniss, iré.
Siento una leve punzada de esperanza. ¿Irás?
Sí. Pero no creo ni por un minuto que tú vayas.
Aparto mi brazo.
Entonces es que no me conoces. Estate preparado. Podría ser en cualquier momento.
Empiezo a andar y él me sigue un paso o dos por detrás.
Katniss. Dice Peeta. No aminoro el paso. Si piensa que es una mala idea, no lo quiero saber, porque es la única que tengo. Katniss, espera. Le doy una patada a un montoncito helado de nieve sucia para sacarlo del camino y dejo que Peeta me alcance. El polvo de carbón hace que todo parezca especialmente feo. De verdad que iré, si tú quieres. Sólo que creo que sería mejor que lo habláramos con Haymitch. Asegurarnos de que no pondremos las cosas peor para todo el mundo. Levanta la cabeza. ¿Qué es eso?
Alzo la barbilla. Estaba tan consumida con mis propias preocupaciones, que no me había dado cuenta del extraño sonido que venía de la plaza. Un silbido, el sonido de un impacto, una muchedumbre tomando aire a la vez.
Vamos. Dice Peeta, su rostro repentinamente duro. No sé por qué. No soy capaz de situar el sonido, ni siquiera adivinar la situación. Pero para él significa algo malo.
Cuando llegamos a la plaza, está claro que pasa algo, pero la muchedumbre es demasiado espesa como para ver. Peeta se sube a un cajón contra la pared de la tienda de dulces y me ofrece una mano mientras escanea la plaza. Estoy a medias subida cuando de repente bloquea mi camino.
Baja. ¡Sal de aquí! Está susurrando, pero su voz es áspera por la insistencia. ¿Qué? Digo, intentando volver a forzar mi ascenso. ¡Vete a casa, Katniss! ¡Estaré allí en un minuto, lo juro! Dice.
Lo que quiera que sea, es terrible. Me suelto de su mano y empiezo a abrirme camino a empujones entre la muchedumbre. La gente me ve, me reconocen, y después parecen aterrorizados. Manos me empujan hacia atrás. Voces sisean.
Vete de aquí, niña.
Sólo lo pondrás peor. ¿Qué quieres hacer? ¿Conseguir que lo maten?
Pero a estas alturas, mi corazón está latiendo tan rápido y con tanta fuerza que apenas si los oigo. Sólo sé que lo que sea que espera en el medio de la plaza es expresamente para mí.
Cuando por fin llego al espacio sin gente, veo que tengo razón. Y Peeta tenía razón. Y esas voces también tenían razón.
Las muñecas de Gale están atadas a un poste de madera. El pavo salvaje al que le disparó antes cuelga sobre él, el gancho clavado a través de su cuello. Su chaqueta está tirada a un lado en el suelo, su camisa arrancada. Está derrumbado inconsciente de rodillas, sujeto tan sólo por las cuerdas en sus muñecas. Lo que antes era su espalda ahora es un pedazo de carne ensangrentada.
De pie tras él está un hombre al que nunca he visto, pero reconozco su uniforme. Es el designado para nuestro agente de la paz en jefe. Aunque este no es el viejo Cray. Este es un hombre alto y musculoso con pliegues afilados en los pantalones.
Las piezas de la imagen no acaban de encajar del todo hasta que veo a este hombre levantar el látigo.
1 comentario:
Me encanta cuando el capitulo va a terminar ... Siento tanta adrenalina xD
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