9
Alguien me sacude el hombro y me yergo en el asiento. Me he quedado dormida con la cara sobre la mesa. La tela blanca ha dejado arrugas en mi mejilla buena. La otra, la que recibió el latigazo de Thread, late dolorosamente. Gale está muerto para el mundo, pero sus dedos están cerrados con fuerza alrededor de los míos. Huelo pan fresco y giro mi cuello rígido para encontrarme con Peeta mirándome desde arriba con una expresión tristísima. Tengo la sensación de que nos ha estado mirando un largo rato.
Sube a la cama, Katniss. Yo lo cuidaré ahora. Dice.
Peeta. Sobre lo que dije ayer, sobre lo de huir… Empiezo.
Lo sé. Dice. No hay nada que explicar.
Veo las hogazas de pan sobre la alacena a la luz pálida de la mañana nevada. Las sombras azules bajo sus ojos. Me pregunto si durmió lo más mínimo. No pudo haber sido mucho tiempo. Pienso en su consentimiento en ir conmigo ayer, en él poniéndose de mi lado para proteger a Gale, en su disposición a unir su destino con el mío por completo cuando le doy tan poco a cambio. No importa lo que haga, le estoy haciendo daño a alguien.
Peeta…
Sólo vete a la cama, ¿vale?
Subo a tientas las escaleras, me arrastro bajo las mantas, y me quedo dormida al momento.
En algún punto, Clove, la chica del Distrito 2, entra en mis sueños. Me persigue, me presiona contra el suelo, y saca un cuchillo para cortarme la cara. Se clava profundamente en mi mejilla, abriendo un corte ancho. Después Clove empieza a transformarse, su cara alargándose en un hocico, pelo oscuro brotando de su piel, sus uñas creciendo a largas garras, pero sus ojos permanecen iguales. Se convierte en la versión mutada de sí misma, la creación lobuna del Capitolio que nos aterrorizó en la última noche en la arena. Lanzando la cabeza hacia atrás, suelta un aullido largo e inquietante al que se incorporan los mutos cercanos. Clove empieza a beber a lametones la sangre que fluye desde mi herida, cada lengüetazo enviando una nueva onda de dolor a través de mi cara. Suelto un grito estrangulado y me despierto con un sobresalto, sudando y temblando al mismo tiempo. Acunando mi mejilla lastimada en una mano, me recuerdo que no fue Clove sino Thread quien me causó esta herida. Deseo que Peeta estuviera aquí para sostenerme, hasta que recuerdo que se supone que ya no debo desear eso. He elegido a Gale y la rebelión, y un futuro con Peeta es el diseño del Capitolio, no el mío.
La hinchazón alrededor de mi ojo ha bajado y puedo abrirlo un poco. Aparto a un lado las cortinas y veo que la tormenta de nieve se ha intensificado hasta una ventisca completa. No hay nada salvo blancura y el aullido del viento que suena muy parecido a las mutaciones.
Agradezco la ventisca, con sus vientos feroces y sus potentes nevadas. Esto tal vez sea suficiente para mantener a los lobos de verdad, también conocidos como agentes de la paz, lejos de mi puerta. Unos pocos días para pensar. Para diseñar un plan. Con Gale y Peeta y Haymitch todos a mano. Esta ventisca es un regalo.
Antes de bajar a enfrentarme con esta nueva vida, sin embargo, me tomo algo de tiempo para asimilar lo que eso supone. Hace menos de un día, estaba preparada para dirigirme a la espesura con mis seres queridos en medio del invierno, con la posibilidad muy real de que el Capitolio nos persiguiera. Una empresa precaria en el mejor de los casos. Pero ahora me estoy comprometiendo a algo todavía más arriesgado. Luchar contra el Capitolio asegura represalias terribles. Tengo que aceptar que podré ser arrestada en cualquier momento. Habrá un golpe en la puerta, como el de anoche, una tropa de agentes de la paz para llevarme con ellos. Tal vez haya tortura. Mutilación. Una bala en mi cerebro en la plaza de la ciudad, si tengo la suerte de irme con tanta rapidez. El Capitolio tiene innumerables formas creativas de matar gente.
Me imagino estas cosas y estoy aterrorizada, pero aceptémoslo: ya han estado acechando en el fondo de mi mente. He sido tributo en los Juegos. Amenazada por el presidente. He recibido un latigazo en la cara. Ya soy un objetivo.
Ahora viene la parte más dura. Tengo que aceptar el hecho de que mi familia y amigos tal vez compartan este destino. Prim. Sólo tengo que pensar en Prim y toda mi resolución se desintegra. Es mi deber protegerla. Me subo la manta sobre la cabeza, y mi respiración es tan rápida que agoto todo el oxígeno y empiezo a ahogarme en busca de aire. No puedo dejar que el Capitolio le haga daño a Prim.
Y después lo veo claro. Ya lo han hecho. Han matado a su padre en esas horribles minas. Se han quedado sentados mientras casi se moría de hambre. La han elegido como tributo, después le han hecho mirar cómo su hermana luchaba a muerte en los Juegos. Le han hecho mucho más daño que a mí a la edad de doce años. E incluso eso palidece en comparación con la vida de Rue.
Me aparto la manta de un empujón y aspiro el aire frío que se filtra entre los cristales de la ventana.
Prim… Rue… ¿no son ellas la verdadera razón por la que debo intentar luchar? ¿Porque lo que se les ha hecho está tan mal, tan más allá de toda justificación, tan malvado que no hay elección? ¿Porque nadie tiene el derecho de tratarlas como ellas han sido tratadas?
Sí. Esto es lo que hay que recordar cuando el terror amenace con engullirme. Lo que estoy a punto de hacer, lo que sea que a cualquiera de nosotros nos obliguen a soportar, es por ellas.
Es demasiado tarde para ayudar a Rue, pero tal vez no lo sea para esas cinco caritas que me miraban desde la plaza del Distrito 11. No demasiado tarde para Rory y Vick y Posy. No demasiado tarde para Prim.
Gale tiene razón. Si la gente tiene el valor, esto podría ser una oportunidad. También tiene razón en que, ya que yo lo he puesto en movimiento, podría hacer mucho. Aunque no tengo ni idea de qué es lo que debería hacer. Pero decidir no huir es el primer paso crucial.
Me tomo una ducha, y esta mañana mi cerebro no está preparando listas de provisiones para la espesura, sino intentando averiguar cómo organizaron ese levantamiento en el Distrito 8. Tantos, tan claramente actuando en desafío al Capitolio. ¿Estaba siquiera planeado, o fue algo que simplemente explotó tras años de odio y resentimiento? ¿Cómo podríamos hacer eso aquí? ¿La gente del Distrito 12 se uniría o echaría el cerrojo a sus puertas? Ayer la plaza se vació tan rápido después del azotamiento de Gale. ¿Pero no es eso porque nos sentimos todos impotentes y no tenemos ni idea de qué hacer? Necesitamos que alguien nos dirija y nos asegure que esto es posible. Y no creo que yo sea esa persona. Tal vez haya sido la catalizadora de la rebelión, pero un líder debería ser alguien con convicción, y yo apenas si soy una conversa. Alguien con valor inquebrantable, y yo aún estoy trabajando muy duro para encontrar el mío. Alguien con palabras claras y persuasivas, y yo soy tan cohibida.
Palabras. Pienso en palabras y pienso en Peeta. Cómo la gente acoge cualquier cosa que dice. Me apuesto a que podría llevar a una multitud a la acción, si eligiera hacerlo. Encontraría las cosas que decir. Pero estoy segura de que la idea nunca ha cruzado su mente.
Abajo, encuentro a mi madre y a Prim atendiendo a un Gale adormilado. La medicina debe de estar dejando de hacer efecto, a juzgar por la expresión de su cara. Me preparo para otra lucha pero trato de mantener la voz tranquila. ¿No puedes ponerle otra inyección?
Lo haré, si hace falta. Pensé que debíamos intentarlo con la capa de nieve antes. Dice mi madre. Le ha quitado los vendajes. Prácticamente puedes ver el calor irradiando desde la espalda de Gale. Le coloca una tela limpia sobre la carne inflamada y asiente hacia Prim.
Prim se acerca, removiendo lo que parece ser un gran cuenco de nieve. Pero está teñido de un suave verde y desprende un olor dulce y limpio. Capa de nieve. Empieza a verterla cuidadosamente sobre la tela usando un cucharón. Casi puedo oír cómo crepita la piel atormentada de Gale al encontrarse con la mezcla de nieve. Sus párpados se abren, y emite un sonido de alivio.
Es afortunado el que tengamos nieve. Dice mi madre.
Pienso en lo que debe de haber sido recuperarse de latigazos en medio del verano, con el calor asfixiante y el agua tibia del grifo. ¿Qué hacías en meses cálidos? Pregunto.
Una arruga aparece entre las cejas de mi madre cuando frunce el ceño.
Intentar mantener apartadas a las moscas.
Mi estómago da un vuelco ante la idea. Llena un pañuelo con la mezcla de capa de nieve y la sostengo contra el verdugón de mi mejilla. Al instante el dolor remite. Es el frío de la nieve, sí, pero cualquiera que sea la mezcla de jugos de hierbas que ha añadido mi madre también ayuda.
Oh. Es fantástico. ¿Por qué no se lo pusiste anoche?
Tenía que dejar que la herida cuajara antes. Dice.
No sé qué significa eso exactamente, pero mientras funcione, ¿quién soy yo para cuestionarla? Ella sabe lo que se hace, mi madre. Siento una punzada de remordimiento sobre ayer, las cosas que le grité mientras Peeta y Haymitch me sacaban a rastras de la cocina.
Perdón. Por gritarte ayer.
He oído cosas peores. Dice. Ya has visto cómo es la gente, cuando alguien al que quieren sufre.
Alguien al que quieren. Las palabras me traban la lengua como si estuviera llena de capa de nieve. Por supuesto, quiero a Gale. ¿Pero a qué clase de amor se refiere? ¿A qué me refiero yo cuando digo que quiero a Gale? No lo sé. Anoche sí que lo besé, en un momento en que mis emociones estaban disparadas. Pero no estoy segura de que él lo recuerde. ¿Lo recuerda?
Espero que no. Si lo recuerda, todo se hará más complicado y de verdad que no puedo pensar en besar a nadie cuando tengo una rebelión que incitar. Sacudo levemente la cabeza para aclararla. ¿Dónde está Peeta? Digo.
Se fue a casa cuando oímos que te removías. No quería dejar su casa desatendida durante la tormenta. Dice mi madre. ¿Llegó allá bien? Pregunto. En una ventisca, puedes perderte en cuestión de metros y salirte del camino hacia el olvido. ¿Por qué no llamas para comprobarlo?
Voy al estudio, un lugar que en lo fundamental he evitado desde mi encuentro con el Presidente Snow, y marco el número de Peeta. Después de varios tonos de espera, responde.
Hola. Sólo quería asegurarme de que hubieras llegado bien a casa. Digo.
Katniss, vivo a tres casas de ti.
Lo sé, pero con el tiempo y eso.
Bueno, estoy bien. Gracias por preguntar. Hay una larga pausa. ¿Cómo está Gale?
Bien. Mi madre y Prim le están poniendo capa de nieve ahora. ¿Y tu cara?
Yo también tengo algo. Digo. ¿Has visto hoy a Haymitch?
Me pasé a verlo. Completamente borracho. Pero le encendí el fuego y le dejé algo de pan.
Quería hablar con… con vosotros dos. No me atrevo a añadir más, aquí en mi teléfono, que seguro que está pinchado.
Probablemente tengas que esperar a que el tiempo se calme. Dice. Aunque no sucederán muchas cosas antes de eso, en cualquier caso.
No, no muchas. Concuerdo.
Pasan dos días antes de que la tormenta se apacigüe, dejándonos con montones de nieve más altos que mi cabeza. Otro día antes de que aclaren el camino desde la Al dea de los Vencedores hasta la plaza. Durante este tiempo ayudo a atender a Gale, aplico capa de nieve a mi mejilla, intento recordar todo lo que puedo sobre el levantamiento en el Distrito 8, por si acaso eso nos ayuda. La hinchazón de mi cara disminuye, dejándome con una herida en proceso de curación que me pica y un ojo muy negro. Pero aún así, en cuanto tengo la primera oportunidad, llamo a Peeta para ver si quiere ir a la ciudad conmigo.
Levantamos a Haymitch y lo arrastramos con nosotros. Se queja, pero no tanto como de costumbre. Todos sabemos que tenemos que discutir lo que pasó y que eso no puede ser en ningún lugar tan peligroso como nuestras casas en la Al dea de los Vencedores. De hecho, esperamos hasta que la aldea queda muy atrás para siquiera hablar. Me paso el tiempo estudiando las paredes de tres metros apiladas a cada lado del estrecho camino que ha sido aclarado, preguntándome si se nos caerán encima.
Finalmente Haymitch rompe el silencio.
Así que nos vamos todos hacia lo grande y desconocido, ¿no? Me pregunta.
No. Digo. Ya no.
Has trabajado en los fallos en tu plan, ¿verdad, preciosa? Pregunta. ¿Alguna idea nueva?
Quiero empezar un levantamiento.
Haymitch sólo se ríe. Ni siquiera es una risa cruel, lo que es todavía peor. Significa que ni siquiera puede tomarme en serio.
Bueno, yo quiero un trago. Aunque hazme saber qué tal te sienta eso a ti. ¿Entonces cuál es tu plan? Le espeto de vuelta.
Mi plan es asegurarme de que todo sea totalmente perfecto para tu boda. Dice Haymitch. Llamé y cambié el horario de la sesión de fotos sin dar demasiados detalles.
Ni siquiera tienes teléfono.
Effie arregló eso. Dice. ¿Sabes que me preguntó si quería ser yo quien te entregara al novio? Le dije que cuanto antes, mejor.
Haymitch. Puedo oír la súplica colándose en mi voz.
Katniss. Imita mi tono. No funcionará.
Nos callamos mientras un equipo de hombres con palas pasa a nuestro lado, dirigiéndose hacia la Al dea de los Vencedores. Tal vez puedan hacer algo sobre esas paredes de tres metros.
Y para cuando están fuera del alcance, la plaza está demasiado cerca. Entramos en ella y los tres nos detenemos al mismo tiempo.
No pueden suceder muchas cosas durante la ventisca. Eso es lo que Peeta y yo habíamos acordado. Pero no habríamos podido estar más equivocados. La plaza ha sido transformada.
Una inmensa bandera con el sello de Panem cuelga del techo del Edificio de Justicia. Agentes de la paz, en prístinos uniformes blancos, marchan sobre adoquines limpiamente barridos. A lo largo de los tejados, más de ellos ocupan emplazamientos de pistolas automáticas. Lo más inquietante es la línea de construcciones nuevasun poste oficial de azotamiento, varias empalizadas, y una horcase alzan en el centro de la plaza.
Thread es un trabajador rápido. Dice Haymitch.
A varias calles de distancia de la plaza, veo alzarse un fuego. Ninguno de nosotros tiene que decirlo. Sólo puede ser el Quemador desapareciendo en medio del humo. Pienso en Sae la Gra sienta, Ripper, todos los amigos míos que hacen allí su vida.
Haymitch, no crees que todos estaban aún… No puedo terminar la frase.
Nah, son más listos que eso. Tú también lo serías, si hubieras vivido más. Dice.
Bueno, mejor que me vaya a ver de cuánto alcohol de fricción puede prescindir el boticario.
Se va con dificultad al otro lado de la plaza y miro a Peeta. ¿Para qué lo quiere? Después me doy cuenta de la respuesta. No podemos dejar que lo beba. Se matará a sí mismo, o por lo menos se quedará ciego. Tengo algo de licor blanco apartado en casa.
Yo también. Tal vez eso le bastará hasta que Ripper encuentre la forma de volver al negocio. Dice Peeta. Necesito ir a ver cómo está mi familia.
Yo tengo que ir a ver a Hazelle. Ahora estoy preocupada. Pensé que estaría en nuestro umbral en cuanto se aclarara la nieve. Pero no ha habido noticias de ella.
Yo también iré. Me pasaré por la panadería de camino a casa.
Gracias. De repente tengo mucho miedo de lo que pueda encontrar.
Las calles están casi desiertas, lo que no sería raro en este momento del día si la gente estuviera en las minas, los niños en el colegio. Pero no lo están. Veo caras mirándonos desde las puertas, a través de grietas en persianas.
Un levantamiento, pienso. Qué idiota soy. Hay un fallo inherente en el plan que tanto Gale como yo estuvimos demasiado ciegos para ver. Un levantamiento requiere quebrantar la ley, desafiar a la autoridad. Nosotros lo hemos hecho todas nuestras vidas, nuestras familias lo han hecho. Cazando furtivamente, haciendo trueques en el mercado negro, burlándonos del Capitolio en el bosque. Pero para la mayor parte de la gente en el Distrito 12, un viaje para comprar algo en el Quemador sería demasiado arriesgado. ¿Y yo espero que se reúnan en la plaza con ladrillos y antorchas? La mera visión de Peeta y mía es bastante para hacer que la gente aparte a sus hijos de las ventanas y cierre con fuerza las cortinas.
Encontramos a Hazelle en su casa, cuidando a una Posy muy enferma. Reconozco las marcas del sarampión.
No podía dejarla. Dice. Sabía que Gale estaría en las mejores manos posibles.
Por supuesto. Digo. Está mucho mejor. Mi madre dice que estará de vuelta en las minas en un par de semanas.
En cualquier caso, tal vez no abran hasta entonces. Dice Hazelle. El anuncio es que están cerradas hasta nuevo aviso. Le echa una mirada nerviosa a su tina de ropa vacía. ¿Tú también has cerrado? Pregunto.
No oficialmente. Dice Hazelle. Pero todo el mundo tiene miedo a utilizarme.
Tal vez sea la nieve. Dice Peeta.
No, Rory hizo una ronda rápida esta mañana. Nada que lavar, aparentemente.
Rory envuelve los brazos alrededor de Hazelle.
Estaremos bien.
Saco un puñado de dinero del bolsillo y lo dejo sobre la mesa.
Mi madre enviará algo para Posy.
Cuando salimos, me vuelvo hacia Peeta.
Tú vuelve. Yo quiero pasarme por el Quemador.
Iré contigo.
No. Ya te he metido en bastantes problemas. Le digo.
Y evitar un paseo por el Quemador… ¿eso va a arreglar las cosas para mí? Sonríe y me coge de la mano. Juntos atravesamos las calles de la Ve ta hasta que alcanzamos el edificio ardiendo. Ni siquiera se han molestado en dejar a agentes de la paz a su alrededor. Saben que nadie intentaría salvarlo.
El calor de las llamas derrite la nieve colindante y un reguero negro discurre junto a mis pies.
Es todo ese polvo de carbón, de los viejos tiempos. Digo. Estaba en cada grieta y en cada ranura. Enterrado en las tablas del suelo. Es sorprendente que el sitio no hubiera explotado antes. Quiero ver a Sae la Gra sienta.
No hoy, Katniss. No creo que ayudáramos a nadie yéndolos a ver.
Volvemos a la plaza. Compro varias tartas del padre de Peeta mientras ellos charlan cobre el tiempo. Nadie menciona los feos objetos de tortura que hay a metros de la puerta. Lo último de lo que me doy cuenta cuando dejamos la plaza es que no reconozco las caras de ninguno de los agentes de la paz.
A medida que van pasando los días, las cosas van de mal en peor. Las minas permanecen cerradas durante dos semanas, y para entonces la mitad del Distrito 12 se está muriendo de hambre. El número de niños apuntándose para las teselas sube como la espuma, pero con frecuencia no reciben su grano. Empieza a escasear la comida, e incluso aquellos con dinero salen de las tiendas con las manos vacías. Cuando vuelven a abrir las minas, se recortan los salarios, se amplían los horarios, los mineros se envían a lugares de trabajo muy peligrosos. La tan esperada comida del Día del Paquete llega en mal estado y mermada por roedores. Las instalaciones en la plaza ven mucha acción cuando la gente es arrastrada hacia ellas y castigada por ofensas que se ignoraron durante tanto tiempo que habíamos olvidado que fueran ilegales.
Gale vuelve a casa sin más charla de rebelión entre nosotros. Pero no puedo evitar pensar que todo lo que ve no hará sino fortalecer su resolución de devolver el golpe. Las penurias en las minas, los cuerpos torturados en la plaza, el hambre en los rostros de su familia. Rory se ha apuntado para las teselas, algo sobre lo que Gale ni siquiera puede hablar, pero aún no es suficiente, con la disponibilidad inexistente y el precio de la comida siempre en ascenso.
Lo único bueno es que consigo que Haymitch contrate a Hazelle como ama de llaves, resultando en algo de dinero extra para ella y un modo de vida muy superior para Haymitch. Es raro ir a su casa, encontrarla fresca y limpia, comida calentándose en la cocina. Él apenas se da cuenta porque está luchando una batalla muy diferente. Peeta y yo intentamos racionar cuanto licor blanco teníamos, pero casi se ha agotado, y la última vez que vi a Ripper, estaba preparando más.
Me siento como una paria cuando ando por las calles. Ahora todo el mundo me evita en público. Pero no hay escasez de compañía en casa. Un flujo estable de enfermos y heridos es depositado en nuestra cocina ante mi madre, que hace tiempo ya que dejó de cobrar por sus servicios. Sus reservas de remedios son tan escasos, sin embargo, que dentro de poco todo con lo que podrá tratar a sus pacientes será nieve.
El bosque, por supuesto, está prohibido. Absolutamente. Sin cuestión. Ni siquiera Gale desafía esto ahora. Pero una mañana, yo sí. Y no es la casa llena de enfermos y moribundos, las espaldas sangrantes, los niños de rostro escuálido, las botas marchantes, o la omnipresente miseria la que me lleva debajo de la valla. Es la llegada de una caja de vestidos de novia una noche con una nota de Effie diciendo que el Presidente Snow los aprobó en persona.
La boda. ¿De verdad está planeando llevarla a cabo? ¿Qué conseguirá eso en su cerebro retorcido? ¿Es por el beneficio de aquellos en el Capitolio? Se prometió una boda, se hará una boda. ¿Y después nos matará? ¿Como lección para los distritos? No lo sé. No puedo verle sentido ninguno. Doy vueltas y vueltas en la cama hasta que ya no puedo soportarlo más.
Tengo que salir de aquí. Por lo menos durante unas pocas horas.
Mis manos buscan en mi armario hasta que encuentro el traje aislante de invierno que Cinna me hizo para uso recreativo en el Tour de la Vic toria. Botas impermeables, un traje de nieve que me cubre de la cabeza a los pies, guantes térmicos. Adoro mis viejas cosas de caza, pero la caminata que tengo hoy en mente es más apropiada para esta ropa de alta tecnología.
Bajo las escaleras de puntillas, lleno mi bolsa de caza con comida, y salgo a escondidas de la casa. Andando a hurtadillas por calles poco importantes y callejones oscuros, llego hasta el punto débil de la valla que está más cerca de la carnicería de Rooba. Ya que muchos trabajadores cruzan por aquí para llegar a las minas, la nieve está llena de pisadas. Las mías no se notarán. Con todas sus renovaciones en la seguridad, Thread le ha prestado poca atención a la verja, tal vez pensando que el tiempo duro y los animales salvajes serán suficientes para mantener a la gente en el interior con seguridad. Incluso así, una vez estoy bajo la cadena, cubro mis huellas hasta que los árboles las ocultan por mí.
El amanecer apenas está rompiendo cuando recupero un set de arco y flechas y empiezo a forzar un camino a través de la nieve amontonada en el bosque. Estoy decidida, por alguna razón, a llegar al bosque. Tal vez para decirle adiós al sitio, a mi padre y a los momentos felices que pasamos allí, porque sé que probablemente no volveré jamás. Tal vez sólo para poder respirar tranquila otra vez. A una parte de mí no le importa que me cojan, si puedo verlo una vez más.
El viaje me lleva el doble de lo habitual. La ropa de Cinna mantiene bien el calor, y llego empapada de sudor bajo el traje de nieve mientras mi cara está entumecida por el frío. El brillo furioso del sol invernal sobre la nieve me dificulta la visión, y estoy tan exhausta y envuelta en mis propios pensamientos desesperanzados que no veo las señales. El delgado hilo de humo saliendo de la chimenea, las mellas de pisadas recientes, el olor a agujas de pino hervidas.
Estoy literalmente a unos pocos metros de la puerta de la casa de cemento cuando me detengo en seco. Y no es por el humo o las huellas o el olor. Es por el inconfundible chasquido de un arma detrás de mí.
Segunda naturaleza. Instinto. Me doy la vuelta, sacando la flecha, aunque ya sé que la suerte no está de mi parte. Veo el uniforme blanco de agente de la paz, la barbilla puntiaguda, el iris marrón claro donde mi flecha encontrará un hogar. Pero el arma está cayendo al suelo y la mujer desarmada está levantando algo hacia mí en su mano enguantada. ¡Para! Grita.
Vacilo, incapaz de procesar este giro en los acontecimientos. Tal vez tengan órdenes de traerme con vida para poder torturarme y hacerme incriminar a toda persona que conocí jamás. Sí, buena suerte con eso, pienso. Mis dedos ya se han decidido a soltar la flecha cuando veo el objeto en el guante. Es un pequeño círculo blanco de pan ácimo. Más como una galleta, en realidad. Gris y raída por los bordes. Pero hay una imagen claramente estampada en el centro.
Es mi sinsajo.
4 comentarios:
Estos libros son lo mejor !!! Te atrapan y no puedes parar de leer Muy bueno
es muy cierto yo lo empese a leer y no pude parar
es muy cierto yo lo empese a leer y no pude parar
Tentador. Impresionante. Una de las mejores sagas que he dedicado mi tiempo a leer, merece el tiempo. Te atrapa hasta leer la última palabra escrita. Vale la pena. La estoy releyendo y no me canso.♥
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