‎- Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir. Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura...

¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Fragmento de Sinsajo


Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos
Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.
Aquí es seguro, aquí es cálido
Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño
Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.

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sábado, 20 de agosto de 2011

Sinsajo/Capitulo 14


Capitulo 14



El distrito 2 es un gran distrito, como uno podría esperarlo, compuesto por una serie de aldeas esparcidas alrededor de las montañas. Originalmente, cada una de ellas estaba asociada con una mina o una cantera, aunque ahora, muchas de ellas son devotas a dar vivienda y entrenamiento a los Agentes de Paz. Nada de eso presentaría un gran desafío, ya que los rebeldes tienen la fuerza aérea del 13 de su lado, excepto por una cosa: En el centro del distrito hay una montaña prácticamente impenetrable que alberga el corazón de la fuerza militar del Capitolio.

Nosotros hemos apodado a la montaña la Nuez ya que yo retome el comentario de Plutarch “una nuez difícil de partir” sobre los cansados y desalentados líderes rebeldes de este lugar. La Nuez fue establecida directamente después de los Días Oscuros, cuando el Capitolio había perdido el 13 y estaba desesperado por una nueva fortaleza bajo tierra. Tenían situados algunos de sus recursos militares a las afueras del mismo Capitolio—misiles nucleares, aviones, tropas—pero un significativo pedazo de su fuerza ahora se encontraba bajo el control de su enemigo. Por supuesto, no había ninguna esperanza de que pudieran hacer una réplica del distrito 13, el cual había sido fruto de siglos de trabajo. Sin embargo, en las antiguas minas del cercano distrito 2, vieron una oportunidad. Desde el aire, la Nuez parecía ser tan solo otra montaña con unas cuantas entrantes en sus caras. Pero al interior había enormes espacios cavernosos donde pedazos de piedra habían sido cortados, arrastrados hasta la superficie, y transportados por caminos estrechos y resbaladizos para hacer edificios en la lejanía. Incluso, había un sistema de trenes para facilitar el transporte de los mineros desde la Nuez hasta el mismo centro del Distrito 2. Llegaba justo a la plaza que Peeta y yo visitamos durante el Tour de la Victoria, parados en los amplios escalones de mármol del Edificio de la Justicia, tratando de no fijar la vista en las apenadas familias de Cato y Clove reunidas debajo de nosotros.

No era el terreno más idóneo, plagado como estaba de deslizamientos, desbordamientos y avalanchas. Pero las ventajas sobrepasaban los inconvenientes. Mientras cortaban en las profundidades de la montaña, los mineros habían dejado largos pilares y paredes de piedra para soportar la infraestructura. El Capitolio los reforzó y estableció la montaña como su nueva base militar. Llenándola con centros de computación y salas de juntas, cuarteles y arsenales. Ampliando las entradas para permitir la salida de aerodeslizadores de los hangares, instalando lanzamisiles. Pero en conjunto, dejando el exterior de la montaña sin muchos cambios. Una áspera, rocosa maraña de árboles y vida silvestre. Una fortaleza natural para protegerlos de sus enemigos.

Según los estándares de los otros distritos, el Capitolio mimaba los habitantes del lugar. Solo al mirar a los rebeldes del Distrito 2, podías decir que ellos habían sido decentemente alimentados y cuidados en su niñez. Algunos terminaban como canteros y mineros. Otros eran educados para trabajar en la Nuez o dispuestos entre las filas de los Agentes de Paz. Entrenados jóvenes y fuertes para el combate. Los Juegos del Hambre eran una oportunidad para la riqueza y una clase de gloria que no se veía en otro lugar. Por supuesto, la gente del 2 se tragaba la propaganda del Capitolio mucho más fácil que el resto de nosotros. Acogían sus maneras. Pero a pesar de todo eso, al final del día, seguían siendo esclavos. Y si eso se perdía en los ciudadanos que se convertían Agentes de Paz o que trabajaban en la Nuez, no se perdía en los picapedreros que formaban la columna de la resistencia del lugar.

Las cosas permanecían como estaban cuando llegué hace dos semanas. Las aldeas periféricas están en manos de los rebeldes, el pueblo está dividido, y la Nuez es tan intocable como nunca lo ha sido. Sus pocas entradas están fuertemente fortificadas, su corazón asegurado en el centro de la montaña. Mientras que cada uno de los otros distritos ahora ha arrancado el control del Capitolio, el 2 sigue estando en su bolsillo.

Cada día, yo hago lo que puedo por ayudar. Visito los heridos. Grabo cortos propos con mi equipo de cámara. No tengo permiso para estar en verdadero combate, pero ellos me invitan a las juntas del estado de la guerra, lo cual es mucho más de lo que hacían en el 13. Es mucho mejor aquí. Más libertad, sin un horario en mi brazo, menos demanda de mi tiempo. Vivo en la superficie en las aldeas rebeldes o las cuevas circundantes. Por razones de seguridad, soy reubicada con regularidad. Durante el día, me han dado la autorización de cazar mientras lleve un guardia conmigo y no me aleje demasiado. En el poco denso, frio aire de la montaña, siento que regresa algo de mi fuerza física, mi mente va aclarando el resto de la nubosidad. Pero con esta claridad mental viene una consciencia incluso más filosa de lo que se le ha hecho a Petta.

Snow me lo ha robado, lo ha retorcido más allá del reconocimiento, y me ha hecho un regalo con él. Boggs, quien vino al 2 cuando yo lo hice, me dijo que incluso con todo el complot, era demasiado fácil rescatar a Peeta. Él creía que aun si el 13 no hubiera hecho el esfuerzo, de cualquier forma Peeta hubiera sido despachado hacia mí. Dejado en un distrito activamente en guerra o tal vez en el mismo 13. Amarrado con un moño de cinta de regalo y marcado con mi nombre. Programado para asesinarme.

Es solo ahora que ha sido corrompido que puedo apreciar completamente al verdadero Peeta. Incluso más de lo que habría hecho si él hubiera muerto. La bondad, la firmeza, la cordialidad que tenía una sorprendente calidez detrás de ella. Además de Prim, mi madre, y Gale ¿Cuántas otras personas en el mundo me aman incondicionalmente? Creo que en mi caso, ahora la respuesta debe ser ninguna. Algunas veces cuando me encuentro sola, saco la perla del lugar donde vive en mi bolsillo y trato de recordar el chico con el pan, los fuertes brazos que desviaban las pesadillas en el tren, los besos en la arena. Para poder darle un nombre a lo que he perdido. ¿Pero de qué sirve eso? Se ha ido. Él se ha ido. Lo que sea que existía entre nosotros se ha ido. Todo lo que queda es mi promesa de matar a Snow. Me digo esto a mí misma diez veces al día.

Devuelta en el 13, la rehabilitación de Petta continúa. Incluso aunque yo no preguntó, Plutarch me da alentadoras noticias por el teléfono como “¡Buenas noticias, Katniss! ¡Creo que ya casi lo hemos convencido de que no eres un chucho!” O “¡El día de hoy se le permitió que se alimentara a si mismo con una compota!”

Cuando Haymitch se pone al teléfono después, él admite que Petta no ha mejorado. El único dudoso rayo de esperanza viene de mi hermana. “Prim vino con la idea de tratar de hacerle un hijack de vuelta,” Haymitch me dice “Traer a flote los recuerdos tergiversados sobre ti y entonces darle una gran cantidad de alguna droga calmante, como morfina. Lo hemos intentado con un solo recuerdo. La cinta de ustedes dos en la cueva, cuando le contaste esa historia de cuando le conseguiste la cabra a Prim. ”

“¿Algún progreso?” preguntó yo.

“Bueno, si confusión extrema es un progreso sobre terror extremo, entonces sí,” dice Haymitch. “Pero no estoy seguro de que lo sea. Perdió la facultad del habla por varias horas. Entro en algún estado de shock. Cuando salió, la única cosa por la que preguntó fue por la cabra.”

“Cierto,” digo yo.

“¿Cómo van las cosas allí afuera?” él pregunta.

“Ningún avance,” le digo a él.

“Estamos enviando un equipo para ayudar con la montaña. Beetee y algunos de los otros,” él dice “Tu sabes, los cerebros.”

Cuando los cerebros son seleccionados, no me sorprendo por ver el nombre de Gale en la lista. Pense que Beetee lo traería, no por su pericia tecnológica, sino por la esperanza de que él pueda pensar en alguna forma de hacerle trampa a una montaña. Originalmente, Gale se ofreció para venir conmigo al 2, pero yo podía ver que lo estaba apartando de su trabajo con Beetee. Le dije que se quedara quieto donde más lo necesitaban. No le dije que su presencia dificultaría aún más mi duelo por Peeta.

Gale me encuentra cuando llegan un día por la tarde. Yo estoy sentada sobre un tronco al borde de mi aldea actual, desplumando un ganso. Una docena o algo así de los pájaros están apilados a mis pies. Grandes bandadas de ellos han estado inmigrando hacia aquí desde mi llegada, y son presa fácil. Sin una sola palabra, Gale se sienta a mi lado y comienza a librar a un pájaro de sus plumas. Vamos como por la mitad cuando él dice, “¿Alguna posibilidad de que comamos algo de estos?”

“Sí. La mayor parte va a la cocina del campamento, pero ellos esperan que yo les dé un par de ellos a quienes sea con los que me esté quedando esta noche,” digo yo. “Por dejarme quedar con ellos.”

“¿No es suficiente con el honor de hacerlo?” él dice.

“Eso pensarías,” contesto yo. “Pero se dice que los sinsajos son nocivos para la salud.”

Desplumamos en silencio por otro rato. Luego él dice. “Ayer vi a Peeta. A través del cristal.”

“¿Qué pensaste?” pregunté.

“Algo egoísta,” dice Gale.

“¿Qué ya no tienes por qué tener celos de él?” Mis dedos dieron un tirón, y una nube de plumas floto a nuestro alrededor.

“No. Justo lo contrario.” Gale retira una pluma de mi cabello. “Pensé…que nunca competiría con eso. Sin importar cuanto me duela.” Él gira la pluma entre su dedo índice y pulgar. “No tengo una oportunidad si él no se recupera. Tú nunca serias capaz de dejarlo ir. Siempre te sentirías mal por estar conmigo.”

“De la misma forma en que me sentía mal por tí al besarlo” dije yo.

Gale sostiene mi mirada. “Si yo pensara que eso es cierto, casi podría vivir con el resto de ello.”

“Es cierto,” yo admito. “Pero también lo es lo que tu dijiste sobre Peeta.”

Gale hace un sonido de exasperación. Sin embargo, después de que hemos dejado los pájaros y nos hemos ofrecido para ir al bosque a juntar leña para el fuego de la noche, me encuentro envuelta entre sus brazos. Sus labios rozando los desvanecidos moretones de mi cuello, haciendo su camino hasta mi boca. A pesar de lo que siento por Peeta, aquí es cuando acepto en lo más profundo de mi ser que él nunca regresara a mí. O yo nunca regresare a él. Me quedare en el 2 hasta que caiga, iré al Capitolio a matar a Snow, y entonces moriré por mis lesiones. Y él morirá demente y odiándome. Así que en la atenuada luz yo cierro mis ojos y beso a Gale para recompensar todos los besos que he refrenado, y porque ya no importa más, y porque estoy tan desesperadamente sola que no puedo soportarlo.

El toque de Gale, su sabor y su calor me recuerda que al menos mi cuerpo sigue vivo, y por el momento es una sensación que es bienvenida. Yo desocupo mi mente y dejo que las sensaciones corran a través de mi piel, feliz por perderme a mi misma. Cuando Gale se aparta ligeramente, yo me muevo hacia adelante para cerrar el espacio, pero siento su mano bajo mi mentón. “Katniss,” él dice. Al instante que abro mis ojos, el mundo parece inconexo. Este no es nuestro bosque o nuestras montañas o nuestro camino. Mi mano va automáticamente hacia la cicatriz en mi sien izquierda, la cual asocio con la confusión. “Ahora bésame.” Desconcertada, sin pestañear, me quedo ahí parada mientras él se inclina y presiona sus labios sobre los míos brevemente. Él examina mi rostro detenidamente. “¿Qué está pasando por tu cabeza?”

“No lo sé,” susurro de vuelta.

“Entonces es como estar besando a alguien que esta borracho. Eso no cuenta,” él dice con un débil intento de risa. Recoge una pila de leña y lo deja en mis manos vacías, trayendome de regreso a mí misma.

“¿Cómo lo sabes?” digo, más que todo para cubrir mi vergüenza. “¿Has besado a alguien que estaba borracho?” Supongo que Gale pudo haber estado besando chicas a diestra y siniestra en el 12. Certeramente tenía suficientes interesadas. Nunca antes había pensado mucho en ello.

Él solo sacude la cabeza. “No. Pero no es difícil de imaginar.”

“Así que, ¿Jamás has besado a alguna otra chica?” preguntó yo.

“Yo no dije eso. Sabes, solo tenías doce cuando nos conocimos. Y además eras realmente fastidiosa. Yo tenía otra vida a parte de andar de caza contigo,” él dice, levantándose con la leña.

De repente, estoy genuinamente curiosa. “¿A quién besaste? ¿Y dónde lo hiciste?”

“Demasiadas para recordar. Detrás de la escuela, en el escorial, tu nómbralo,” él dice.

Yo hago rodar mis ojos. “¿Entonces, cuando me volví tan especial? ¿Cuándo me llevaron al Capitolio?”

“No. Como seis meses antes de eso. Justo después del Año Nuevo. Estábamos en el Quemador comiendo alguna bazofia de Sae la Grasienta. Y Darius te estaba molestando con cambiar un conejo por uno de sus besos. Y yo me di cuenta… que me importaba,” él me dice.

Recuerdo ese día. Frio cortante y oscuro a las cuatro de la tarde. Habíamos estado cazando, pero una pesada nevada nos había conducido de vuelta al pueblo. El Quemador estaba repleto de gente buscando refugio ante el clima. La sopa de Sae la Grasienta, hecha con los restos de los huesos de un perro salvaje que habíamos matado una semana atrás, estaba por debajo de sus estándares usuales. Aun así, estaba caliente, y yo estaba muriendo de hambre mientras me la tomaba, sentada con las piernas cruzadas sobre su mostrador. Darius estaba inclinado en el poste de la caseta, haciéndome cosquillas en la mejilla con la punta de mi trenza, mientras yo le daba manotazos a su mano para que la quitara. Él estaba explicando por qué uno de sus besos meritaba un conejo, o posiblemente dos, ya que todos sabían que los hombres pelirojos eran los más viriles. Y Sae la Grasienta y yo nos estábamos riendo porque él era tan ridículo y persistente y seguía señalando mujeres alrededor del Quemador quienes él decía habían pagado más que un conejo para disfrutar de sus labios. “¿Ves? ¿La de la bufanda verde? Ve y pregúntale a ella. Si necesitas una referencia. ”

A un million de millas de aquí, hace un billón de días, eso sucedió. “Darius solo estaba bromeando,” digo yo.

“Probablemente. Aunque tu serias la última en enterarte si él no lo estuviera haciendo,” Gale me dice. “Mira con Peeta. Mira conmigo. O incluso con Finnick. Me estaba empezando a preocupar porque él había puesto tus ojos en ti, pero parece que ahora se ha vuelto a encarrilar.”

“Tú no conoces a Finnick si piensas que él me amaría,” Yo digo.

Gale se encoje de hombros. “Sé que él estaba desesperado. Eso hace que la gente haga todo tipo de cosas locas.”

No puedo evitar pensar que eso va dirigido a mí.


A primera hora de la mañana siguiente, los cerebros se reunieron para tomar el problema de la Nuez. Yo soy invitada a la reunión, a pesar de que no tengo mucho para contribuir. Evito la mesa de conferencias y me siento en el amplio alfeizar que tiene una vista de la montaña en cuestión. El comandante del 2, una mujer de mediana edad llamada Lyme, nos lleva a un tour virtual de la Nuez, su interior y fortificaciones, y recuenta los intentos fallidos por determinar su tamaño. Yo me he cruzado brevemente con ella un par de veces desde mi llegada, y estaba perseguida por la sensación de que la había conocido antes. Ella es lo suficiente memorable, con más de metro ochenta de altura y un cuerpo musculoso. Pero es solo cuando veo un clip de ella en el campo, liderando un asalto en la mera entrada de la Nuez, que algo hace click y me doy cuenta de que estoy en presencia de otra vencedora. Lyme, la tributo del Distrito 2, que ganó sus Juegos del Hambre hace más de una generación. Effie nos envió su grabación, entre otras, para prepararnos para el Quarter Quell. Yo probablemente he captado algunos vistazos de ella durante los Juegos a través de los años, pero ella ha mantenido un bajo perfil. Con mi recién adquirido conocimiento del trato hacia Haymitch y Finnick, todo lo que puedo pensar es: ¿Qué le hizo el Capitolio a ella después de que ganó?

Cuando Lyme termina su presentación, comienzan las preguntas de los cerebros. Pasan horas, y el almuerzo viene y se va, mientras ellos tratan de dar con un plan realista para tomar la Nuez. Pero mientras Beetee piensa que podría ser capaz de invalidar ciertos sistemas de computadoras, y hay alguna discusión sobre poner el puñado de espías en uso, nadie tiene ningún pensamiento innovador. Mientras la tarde pasa, la plática sigue regresando a una estrategia que se ha intentado repetidas veces—el asalto de las entradas. Puedo ver la frustración de Lyme edificándose por lo que tantas variaciones de este plan han fracasado, tantos de sus soldados se han perdido. Finalmente, ella estalla, “La próxima persona que sugiera que tomemos las entradas mejor que tenga una brillante forma para hacerlo, ¡porque va a ser el que liderara esa misión!”

Gale, quien está demasiado agitado para sentarse en la mesa por más de un par de horas, ha estado alternando entre pasearse y compartir mi alfeizar. En un primer momento, él pareció aceptar la afirmación de Lyme de que las entradas no podían ser tomadas, y abandono por completo la conversación. Por la última hora o algo así, él se ha sentado en silencio, su entrecejo fruncido en concentración, mirando fijamente a la Nuez a través del cristal de la ventana. En el silencio que sigue al ultimátum de Lyme, él habla en voz alta. “¿Realmente es tan necesario que tomemos la Nuez? ¿O sería suficiente con invalidarla?”

“Ese sería un paso en la dirección acertada,” dice Beetee. “¿Qué es lo que tienes en mente?”

“Piensen en ello como una guarida de perros salvajes,” Gale continua. “Ustedes no van a forzar su entrada. Asi que tienen dos opciones. Atrapar los perros en el interior o hacerlos salir.”

“Hemos tratado bombardeando las entradas,” dice Lyme. “Ellos se han establecido muy dentro de la roca como para poder causarles un daño real.”

“No estaba pensando en eso,” dice Gale. “Estaba pensando en usar la montaña.” Beetee se levanta y se une a Gale en la ventana, esforzándose por ver a través de sus gafas que no le quedan. “¿Lo ves? ¿Viniéndose a bajo por los lados?”

“Sendas de avalanchas,” dice Beetee por lo bajo. “Sería difícil. Tendríamos que diseñar la secuencia de detonación con gran cuidado, y una vez que esté en movimiento, no podríamos esperar poder controlarla.”

“No tenemos que controlarla si abandonamos la idea de que tenemos que poseer la Nuez,” dice Gale. “Solo cerrarla.”

“¿Así que estas sugiriendo que comencemos avalanchas y bloqueemos las entradas?” pregunta Lyme.

“Eso es,” dice Gale. “Atrapar el enemigo al interior, cortarles los suministros. Hacer que les sea imposible enviar afuera sus aerodeslizadores.”

Mientras todos están considerando el plan, Boggs se tira sobre una pila de planos de la Nuez y frunce el ceño. “Se arriesgan a matar a todo el que este adentro. Miren el sistema de ventilación. Es bastante rudimentario. Nada como lo que tenemos en el Trece. Depende por completo de bombear aire al interior desde las laderas. Bloqueen esas ventilaciones y sofocaran a todo el que este atrapado. ”

“Ellos aún pueden escapar a través del túnel del tren hacia la plaza,” dice Beete.

“No si nosotros lo estallamos,” dice Gale con brusquedad. Su intención, su plena intención, se hace clara. Gale no tiene ningún interés en preservar la vida de aquellos que están en la Nuez. Ningún interés en enjaular a la presa para usarla después.

Esta es una de sus trampas mortales.

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