‎- Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir. Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura...

¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Fragmento de Sinsajo


Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos
Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.
Aquí es seguro, aquí es cálido
Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño
Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.

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sábado, 20 de agosto de 2011

Sinsajo/Capitulo 16

CAPITULO 16



—Siempre.

En el crepúsculo de morphling, Peeta susurró la palabra y fui buscándolo para él. Es una gasa, un mundo color violeta, sin bordes gruesos, y con muchos lugares para esconderse. Empujo a través de bancos de nubes, percibo el aroma a canela, a eneldo. Una vez que siento su mano sobre mi mejilla y trato de atraparla, se disuelve como niebla entre mis dedos.

Cuando finalmente comienzo a salir a la superficie en la habitación del hospital estéril 13, recuerdo. Estaba bajo la influencia del jarabe de sueño. Mi tobillo había sido herido después de que me cayera de una rama sobre la cerca eléctrica y caí de vuelta en el 12. Peeta me había puesto en la cama y le había pedido que estuviera conmigo mientras me desvanecía. Había susurrado algo que no pude entender del todo. Pero alguna parte de mi cerebro había atrapado una sola palabra como respuesta y la había dejado nadar entre mis sueños para burlarse de mí ahora. —Siempre.

El morphling embotaba hasta los extremos todas las emociones, así que en vez de una puñalada de dolor, apenas sentía vacío. Un fantasma de muerte pintó donde las flores solían florecer. Desafortunadamente, no había suficiente droga restante en mis venas como para que pudiera ignorar el dolor en la parte izquierda de mi cuerpo. Allí fue donde la bala golpeó. Mis manos se encerraron sobre el grueso vendaje del tamaño de una pelota que envolvía mis costillas y me pregunté qué estaba haciendo aquí todavía.

No era él, el hombre arrodillado antes que yo en el cuadrado, el quemado de Nut. Él no jaló el gatillo. Era alguien más lejano en la muchedumbre. Había menos que una sensación de penetración que el sentimiento de que había sido golpeada con un martillo de almádena. Todo después del momento de impacto es confusión ligada con tiros. Traté de sentarme, pero la única cosa que pude manejar fue un gemido.

La cortina blanca que dividía mi cama de la del resto de los pacientes se levantó, y Johanna Mason me miró. Al principio me sentí amenazada, porque me atacó en la arena. Tengo que recordarme que lo hizo para salvar mi vida. Era parte de la conspiración de los rebeldes. Pero aún así, eso no significaba que no me odiaba. ¿Quizás su trato hacia mí era un acto para el Capitolio?

–Estoy viva, —dije rudamente.

—Sin bromas, descerebrada. —Johanna se acercó y cayó pesadamente en mi cama, enviando punzadas de dolor a través de mi pecho. Cuando sonrió ante mi falta de comodidad, supe que no estábamos allí para una escena de cálida reunión. —¿Todavía dolorida? —Con una mano experta, rápidamente desconectó la Morphling pegada a mi brazo y la conectó a su propio tubo. —Empezaron a cortar mi suplemento hace unos días. Con miedo de que me convirtiese en alguno de esos locos del Seis. Tuve que tomarla prestada de ti cuando no había moros en la costa. No pensé que te importara.

¿Importarme? ¿Cómo me puede importar cuando ella fue casi torturada hasta la muerte por Snow después del Quarter Quell? No tengo derecho a que me importe, y ella lo sabe.

Johanna suspira mientras la morphling entra a su corriente sanguínea. —Quizás estaban metidos en algo en el Seis. Drógate y pinta flores en tu cuerpo. No es una vida tan mala. Parece más feliz que la del resto de nosotros, de todas maneras.

En las semanas desde que había dejado el 13, había ganado algo de peso de vuelta. Una suave capa de cabello se había esparcido en su cabeza rapada, ayudando a esconder algunas de las cicatrices. Pero si estaba desviando mi morphling, estaba luchando.

—Han conseguido este doctor importante que viene todos los días. Se supone que me tiene que estar ayudando a recuperarme. Como si un tipo que ha pasado su vida metido en el hoyo de un conejo fuese a arreglarme. Un completo idiota. Al menos veinte veces por sesión me recuerda que estoy totalmente a salvo. —Manejé una sonrisa. Es una cosa totalmente estúpida para decir, especialmente para una ganadora.

Como si tal estado del ser alguna vez existiese, en cualquier lugar, para cualquiera. —¿Y qué tal tú, Sinsajo? ¿Te sientes totalmente a salvo?

—Oh sí. Hasta que recibí un disparo, —dije.

—Por favor, esa bala nunca te tocó. Cinna vio por ello, —dijo ella.

Pensé en las capas de la armadura de protección en mi traje de Sinsajo. Pero el dolor venía de algún lugar.

—¿Costillas rotas?

—Ni siquiera. Sólo golpeadas muy bien. El impacto rompió tu bazo. No pudieron repararlo.

Hizo un gesto de desdeño con la mano. —No te preocupes, no necesitas uno. Y si así fuera, te hubieran encontrado uno, ¿no lo crees? Es el trabajo de todos mantenerte con vida.

—¿Es por eso que me odias? —pregunté.

—En parte, —admitió. —Los celos están ciertamente involucrados. También pienso que eres un poco dura de pasar. Con tu drama romántico chocante y tu defensor en el acto de ayuda. Sólo que no es un acto, lo que te hace más insoportable. Por favor, siéntete libre de tomarte esto personal.

—Tú debiste haber sido el Sinsajo. Nadie hubiese tenido que alimentar tus líneas, —dije.

—Cierto. Pero a nadie le agrado, —me dice.

—Pero, confiaban en ti. Para sacarme, —le recordé. —Y estaban asustados por ti.

—Aquí, quizás. En el Capitolio, ahora eres tú por la que tienen miedo. —Gale aparece en la puerta, y Johanna se desengancha limpiamente la vía del morphling y me la reconecta. —Tu primo no me tiene miedo, —me dijo confidencialmente. Se empuja fuera de mi cama y cruza la puerta, dándole un codazo en la pierna a Gale con sus caderas cuando lo pasa.

—¿Qué más, hermoso? —Podemos escuchar la risa mientras desaparece por el pasillo.

Levanto mis cejas cuando toma mi mano. —Aterrorizado, —masculla él. Me río, pero se vuelve una mueca de dolor.

–Fácil. — Acaricia mi rostro cuando el dolor se muestra. —Tienes que parar de correr derechita hacia los problemas.

—Lo sé. Pero alguien arruinó una montaña, —contesté.

En vez de retirarse, se inclinó más cerca, buscando mi rostro. —Piensas que estoy descorazonado.

—Sé que no lo estás. Pero no te diré que está bien, —dije.

Luego se retira, casi impacientemente. —Katniss, ¿qué diferencia hay, realmente, en aplastar a nuestro enemigo en una mina o sacarlos del cielo con una de las flechas de Beetee? El resultado es el mismo.

—No sé, estamos bajo ataque en el Ocho, por una cosa. El hospital estaba bajo ataque, —dije.

—Sí, y esos aviones flotantes vinieron del Distrito Dos, —dice él. —Así que, al tumbarlos, previmos ataques futuros.

—Pero qué clase de pensamiento...puedes volverlo un argumento para matar a cualquiera en cualquier momento. Puedes justificar el enviar niños a los Juegos del Hambre para prevenir a los distritos de salirse de la raya, —digo.

—No me como esa, —me dice.

—Yo sí, —contesto. —Debieron ser esos viajes a la arena.

—Bien, sabemos como estar en desacuerdo, —dice él. —Siempre lo hemos hecho. Quizás sea bueno. Aquí entre tú y yo, ya obtuvimos al Distrito Dos.

—¿En serio? —Por un momento una sensación de triunfo se esparce dentro de mí. Luego pienso en la gente en el cuadrado. —¿Hubo peleas luego de que fuese disparada?

—No muchas. Los trabajadores de Nut se llevaron por delante a los soldados del Capitolio. Los rebeldes sólo se sentaron y observaron, —dijo. —En realidad, todo el país se sentó y observó.

—Bueno, eso es lo que hacen mejor, —digo.

Uno pensaría que la pérdida de un órgano principal daría razones para mentir un par de semanas, pero por alguna razón, mis doctores me querían levantada y moviéndome casi inmediatamente. Aún con el morphling, el dolor interno se redujo los primeros días, pero luego volvía considerablemente. Sin embargo, la desinflamación de los golpes de las costillas, prometía aguantar por un tiempo. Comencé a resentir que Johanna se metiese con mi suplemento de morphling, pero todavía la dejaba tomar lo que quisiera.

Rumores de mi muerte se habían esparcido campantes, así que enviaron al equipo a grabarme en mi cama de hospital. Mostré mis puntos de sutura y mis impresionantes moretones y felicité a los distritos por su exitosa batalla para unirse.

Luego advertí al Capitolio que nos esperaran pronto.

Como parte de mi rehabilitación, tomé caminatas cortas sobre el suelo cada día. Una tarde, Plutarch se unió a mí y me dio una actualización de nuestra situación. Ahora que el Distrito 2 se había aliado a nosotros, los rebeldes se estaban tomando un respiro para reagruparse. Fortificando las líneas de soporte, viendo a los heridos, reorganizando sus tropas. El Capitolio, como el 13 durante los Días Oscuros, se sentía cortado de ayuda exterior mientras sostiene la amenaza de un ataque nuclear sobre sus enemigos. A diferencia del 13, el Capitolio no está en posición de reinventarse y volverse autosuficiente.

—Oh, la ciudad puede ser capaz de economizar por un tiempo, —dice Plutarch. —Ciertamente, hay reservas de emergencia almacenadas. Pero la gran diferencia entre el Trece y el Capitolio son las expectativas de la población. El Trece estaba acostumbrado al trabajo duro, mientras que en el Capitolio, todo lo que han conocido es a Panem et Circenses.

—¿Qué es eso? —Reconocí Panem, por supuesto, pero el resto es estupidez.

–Es un dicho de miles de años antes, escrito en una lengua llamada Latín sobre un lugar llamado Roma, —explica él. —Panem y Circenses se traduce en “Panes y Circos”. El escritor quería decir que como agradecimiento a los vientres y al entretenimiento, su gente había dejado sus responsabilidades políticas y por ende, su poder.

Pienso en el Capitolio. El exceso de comida. Y el entretenimiento extremo. Los Juegos del Hambre. —Así que para eso están los Distritos. Para proveer el pan y el entretenimiento.

—Sí, mientras siga gobernando, el Capitolio podría controlar su pequeño imperio. Ahora, no puede proveer ninguno, al menos dentro del estándar al que la gente está acostumbrada, —dice Plutarch. –Tenemos la comida y estoy a punto de poner en acción un entretenimiento propio que seguro es popular. Después de todo, todo el mundo ama una boda.

Me congelo en el sitio, enferma ante la idea que estaba sugiriendo. De alguna manera poniendo en escena una perversa boda entre Peeta y yo. No había sido capaz de enfrentar el lente de un lado desde que había estado de vuelta y, como requerimiento propio, sólo consigo noticias acerca de la condición de Peeta de Haymitch. Habla muy poco acerca de ello. Técnicas distintas están siendo intentadas. Realmente nunca habrá una manera de curarlo. Y ahora ¿quieren que me case con Peeta como una forma de entretenimiento?

Plutarch se apura a asegurarme. —Oh, no, Katniss. No es tu boda. La de Finnick y Annie. Todo lo que necesitas hacer es aparecer y pretender estar feliz por ellos.

—Esa es una de las pocas cosas que no tendré que pretender, Plutarch, —le digo.

Los próximos días traen una ráfaga de actividad mientras el evento es planeado. Las diferencias entre el Capitolio y el 13 se han puesto en evidencia por el evento. Cuando Coin dice “boda”, ella quiere decir dos personas firmando un trozo de papel y siendo asignados a un nuevo compartimiento. Plutarch quiere decir cientos de personas vestidos de gala en una celebración de tres días. Es impresionante verlos discutir por los detalles. Plutarch tiene que pelear por cada invitado, cada nota musical. Cuando Coin veta una cena, entretenimiento, y alcohol, Plutarco grita,

—¡¿Cuál es el punto del entretenimiento si nadie se está divirtiendo?!

Es difícil ganarse a un hacedor de juegos. Pero aún una celebración silenciosa causa agitación en el trece, donde parece no existir ningún día festivo. Cuando es anunciado que se quieren niños para cantar la canción de la boda del Distrito 4, casi todos los niños aparecen. No hay falta de voluntarios para ayudar con las decoraciones. En el comedor, la gente habla emocionada del evento.

Quizás es más que las festividades. Quizás es porque todos estamos tan hambrientos de que algo bueno suceda que queremos ser parte de ello. Eso explicaría el por qué—cuando a Plutarch le da un ataque por el traje de la novia—me hago voluntaria para llevar a Annie a mi casa en el 12, donde Cinna dejó una variedad de trajes de noche en un gran closet de almacenamiento en la planta baja. Todos los vestidos de boda que diseñó para mí volvieron al Capitolio, pero hay algunos vestidos que usé en el recorrido de la victoria.

Estoy un poco recelosa con Annie desde que lo único que sé sobre ella es que Finnick la ama y todo el mundo piensa que está loca. En el viaje de aerodeslizadores, decido que está menos loca que inestable. Se ríe en momentos extraños de la conversación o sale de ella distraídamente. Esos ojos verdes se fijan en un punto con tal intensidad que tratas de encontrar lo que ella ve en el espacio vacío. Algunas veces, sin razón alguna, presiona sus manos sobre sus oídos como si bloqueara un sonido doloroso. De acuerdo, es rara, pero si Finnick la ama, es suficiente para mí.

Tengo permiso para que mi equipo de preparación venga, así que me siento aliviada de no tener que tomar de ninguna manera las decisiones de moda.

Cuando abro el armario, todos nos quedamos en silencio porque la presencia de Cinna es muy fuerte en el flujo de las telas.

Octavia cae sobre sus rodillas, frota el dobladillo de una falda sobre su mejilla, y rompe a llorar.

—Ha pasado tanto tiempo, —lloriquea, —desde que he visto algo bonito.

A pesar de las reservas de Coin de que es muy extravagante, y del lado de Plutarch demasiado monótono, la boda es sensacional. Los trescientos afortunados invitados sacrificados desde el 13 y los muchos refugiados usan sus ropas de diario, las decoraciones está hechas del follaje de otoño, la música es proveída por un coro de niños acompañados por un solo violinista que sobrevivió del 12 con su instrumento. Así que es simple, frugal para los estándares del Capitolio. No importa porque nada puede competir con la belleza de la pareja. No es por las galas prestadas –Annie usa un vestido de seda verde que utilicé en el cinco, Finnick uno de los trajes de Peeta que alteraron--- aunque la ropa es llamativa. ¿Quién puede superar los rostros radiantes de dos personas para las cuales una vez, este día, era sólo una imposibilidad virtual?

Dalton, el chico del ganado del 10, dirige la ceremonia, desde que es similar a la utilizada en su distrito. Pero hay toques únicos del distrito 4. Una red tejida por todo el piso que cubre a la pareja durante sus votos, el toque de sus labios con agua salada, y la antigua canción de bodas, que une el matrimonio como un viaje por el mar.

No, no tengo que pretender que estoy feliz por ellos.

Después del beso que marca su unión, los aplausos, y el brindis con cidra de manzana, el violinista toca una tonada que voltea cada cabeza del distrito 12. Hemos sido el distrito más pequeño y pobre en Panem, pero sabemos cómo bailar. Nada ha sido programado en este punto, pero Plutarch, que está llamando al entretenimiento desde el cuarto de control, debe tener sus dedos cruzados. Muy segura, Greasy Sae toma a Gale por la mano y lo trae hasta el medio del salón y lo enfrenta con él. La gente sale a borbotones para unírseles, formando dos líneas. Y el baile comienza.

Estoy parada fuera, a un lado, aplaudiendo al ritmo, cuando una mano huesuda me aprieta por encima del codo.

Johanna me frunce el ceño. —¿Vas a perder la oportunidad de hacerte ver por Snow bailando?

Ella está en lo correcto. ¿Qué podría gritar victoria más alto que el Sinsajo divirtiéndose con música? Consigo a Prim en la multitud. Desde que las tardes de invierno nos brindaron mucho tiempo para practicar, realmente somos una buena pareja. Ignoro sus preocupaciones por mis costillas, y tomamos nuestros lugares en la línea. Duele, pero la satisfacción de tener a Snow viéndome bailar con mi hermana pequeña reduce los otros sentimientos a polvo.

Bailar nos transforma. Le enseñamos los pasos a los invitados del Distrito 13. Insistimos en un número especial para el novio y la novia. Unan sus manos y hagan un círculo gigante giratorio donde las personas muestren su trabajo con los pies. Nada tonto, alegre, o divertido había pasado en tanto tiempo. Esto podría continuar toda la noche sino fuera por el evento planeado durante la propuesta de Plutarch. El único del que no había escuchado hablar, pero se suponía tenía que ser una sorpresa.

Cuatro personas acarrearon un inmenso pastel de bodas de un cuarto lateral. La mayoría de los invitados se apartaron, haciendo camino para esta rareza, esta increíble creación, con azul y verde, blanco con olas de punta de hielo nadando con peces y barcos de vela, sellos y flores del mar. Pero me hice camino entre la multitud para confirmar lo que yo sabía a primera vista. Tan segura como que los puntos de bordado del vestido de Annie fueron hechos por la mano de Cinna, las flores congeladas en el pastel fueron hechas por Peeta.

Esto podría parecer una cosa muy pequeña, pero decía mucho. Haymitch me había ocultado algo muy importante a mí.

El chico que vi por última vez, gritando como loco, tratando de romper libremente sus ataduras, nunca hubiese podido hacer esto. Nunca hubiera tenido tal foco, mantenido sus manos calmas, diseñado algo tan perfecto para Finnick y Annie. Como anticipando mi reacción, Haymitch se encuentra a mi lado.

–Tengamos una charla, —dice.

Fuera en el pasillo, lejos de las cámaras, pregunto, —¿Qué está pasando con él?

Haymitch menea su cabeza. —No lo sé. Ninguno de nosotros sabe. Algunas veces está casi racional, y luego, sin ninguna razón, se va de nuevo. Hacer el pastel fue un tipo de terapia. Ha estado trabajando en él por días. Al verlo...parecía casi como antes.

–Así que, ¿ya ha tenido el recorrido por el lugar? –Pregunté. La idea me ponía nerviosa en casi cinco niveles distintos.

—Oh, no. Hizo los adornos bajo guardia pesada. Todavía está bajo candados y llaves. Pero he hablado con él, —dice Haymitch.

—¿Cara a cara? —Pregunto. —¿Y no se volvió loco?

–No. Molesto conmigo, pero por todas las razones correctas. Por no decirle lo del complot de los rebeldes y qué se yo.

Haymitch se detuvo un momento, como diciendo algo. —Dice que le gustaría hablar contigo.

Estoy en un bote congelado, arrojada alrededor de olas azules y verdes, la cubierta moviéndose bajo mis pies. Mis palmas presionaron la pared para calmarme. Esto no era parte del plan. Dejé a Peeta fuera de mí en el 2.

Luego se suponía tenía que ir al Capitolio, matar a Snow, y ser sacada de mí misma. El tiro de pistola era una retirada temporal.

Se suponía que nunca iba a oír las palabras Dice que quiere verte. Pero ahora que las he escuchado, no hay forma de rehusarme.

A la media noche, estoy parada fuera de la puerta de su celda. Habitación de hospital. Teníamos que esperar que Plutarch terminara su material de archivo de la boda, por la cual, a pesar de la falta de lo que él llamaba animación, estaba complacido. –Lo mejor del Capitolio ignorando al Doce todos estos años es que ustedes todavía tienen algo de espontaneidad. La audiencia se come eso. Como cuando Peeta anunció que estaba enamorado de ti o el truco de las bayas. Hacen buena televisión.

Deseo poder encontrarme con Peeta a solas. Pero la audiencia de doctores se ha reunido detrás del espejo de una sola cara, portapapeles listos, bolígrafos igual. Cuando Haymitch me da el de acuerdo en mi audñifono, abro lentamente la puerta.

Esos ojos azules se cerraron en mí instantáneamente. Él tiene tres sistemas de retención en cada brazo, y un tubo que puede darle de una droga que lo pone inconsciente sólo en caso de que pierda el control. No pelea para liberarse, aunque, sólo me observa con la mirada precavida de alguien que todavía no ha entendido que está en presencia de una imbécil.

Camino hasta que estoy cerca de un metro de su cama. No hay nada que hacer con mis manos, así que cruzo mis brazos cuidadosamente sobre mis costillas antes de hablar. —Hey.

—Hey, —contesta. Es como su voz, casi su voz, excepto que hay algo nuevo en ella. Una sombra de sospecha y reproche.

—Haymitch dice que querías hablar conmigo, —digo.

—Mirarte para comenzar.

Es como si estuviera esperando que me transformara en un híbrido lobo babeante ante sus ojos. Me mira tanto tiempo que me encuentro a mí misma echando miradas furtivas al espejo de una sola cara, esperando por alguna dirección de Haymitch, pero mi audífono se mantiene en silencio. —¿No estás muy grande, verdad? ¿O particularmente linda?

Sé que ha estado en un infierno y ha regresado, y aún así la observación me roza de la peor manera. —Bueno, tú te has visto mejor.

El consejo de Hyamitch de retroceder es amortiguado por la risa de Peeta. —Y ni siquiera remotamente agradable. Para decirme eso después de todo lo que he pasado.

—Sí. Todos hemos pasado por mucho. Y tú eras el conocido por ser bueno. No yo. —Estoy haciendo todo mal. No sé por qué me siento tan a la defensiva. ¡Ha sido torturado! ¡Ha sido secuestrado! ¿Qué está mal conmigo? De repente, pienso que puedo comenzar a gritarle—ni si quiera sé qué—así que decido salir de allí. —Mira, no me siento muy bien. Quizás pase mañana.

Apenas he alcanzado la puerta cuando su voz me detiene. —Katniss. Recuerdo lo del pan.

El pan. Nuestro momento de conexión real antes de los Juegos del Hambre.

—Te mostraron el video de mí hablando de ello, —digo.

—No. ¿Hay una cinta de ti hablando de ello? ¿Por qué el Capitolio no la usó contra mí? —pregunta.

—La hice el día que fuiste rescatado, —respondo. El dolor en mi pecho se enrosca por mis costillas como un tornillo. El baile fue un error. —Así que, ¿qué recuerdas?

–Tú. En la lluvia, —dice suavemente. —Buscando en nuestros botes de basura. Quemando el pan. Mi madre pegándome. Sacando el pan para el puerco pero luego dándotelo a ti en su lugar.

–Eso es. Eso fue lo que sucedió, —digo. —Al día siguiente, después de la escuela, quise agradecerte. Pero no sabía cómo.

—Estábamos fuera al final del día. Traté de captar tu mirada. Miraste lejos. Y luego...por alguna razón, pienso que agarraste un diente de león. —Yo asiento. Sí se acuerda. Nunca había hablado de ese momento en voz alta. —Debí haberte amado bastante.

—Lo hiciste. —Mi voz se ahoga y pretendo toser.

—¿Y tú me amaste? —pregunta.

Mantengo mis ojos en el suelo de azulejos. —Todo el mundo dice que lo hice. Todos dicen que esa fue la razón por la que Snow te torturó. Para romperme.

—Esa no es una respuesta, —me dice. —No sé qué pensar cuando me enseñan algunas de las cintas. En esa primera arena, parece que hubieras tratado de matarme con esos jugadores.

—Estaba tratando de matarlos a todos, —digo. —Me tenían acorralada.

–Luego, hay muchos besos. No parecen muy genuinos de tu parte. ¿Te gustó besarme? —pregunta.

—Algunas veces, —admito. —¿Sabes que nos están viendo ahora?

—Lo sé. ¿Qué pasa con Gale? –continúa él.

Mi furia está regresando. No me importa su recuperación—esto no era asunto de las personas tras el espejo.

—No besa mal tampoco, —digo cortadamente.

—¿Y estabas bien con ambos? ¿Tú besando al otro? –preguntó.

—No. No estaba bien con ninguno de los dos. Pero no estaba pidiendo tu permiso, —le digo.

Peeta se ríe de nuevo, fríamente, despectivamente. —Bueno, eres una pieza de trabajo, ¿no es así?

Haymitch no protesta cuando salgo. Abajo por el pasillo. A través de la colmena de compartimentos. Encuentro un conducto caliente detrás del cuarto de lavandería. Me toma mucho tiempo llegar a la razón por la cual estoy tan molesta.

Cuando lo hago, es casi demasiado mortificante como para admitirlo. Todos esos meses dando por sentado que Peeta pensaba que yo era maravillosa estaban terminados. Finalmente, puede ver quién realmente soy. Violenta. Destructiva. Manipuladora. Mortal.

Y lo odio por eso.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Él sí te quiere ya no llores !