‎- Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir. Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura...

¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Fragmento de Sinsajo


Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos
Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.
Aquí es seguro, aquí es cálido
Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño
Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.

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sábado, 20 de agosto de 2011

Sinsajo/Capitulo 21


CAPITULO 21


Eso hace que sean dos las peticiones por la muerte de Peeta en menos de una hora.

—No seas ridículo —dice Jackson.

—¡Acabo de asesinar a un miembro de nuestro equipo! —Grita Peeta.

—Tú sólo lo empujaste lejos de ti. No podrías haber sabido que provocarías la red en ese exacto lugar —dice Finnick, tratando de calmarlo.

—¿Qué importa? Está muerto, ¿verdad? —Las lágrimas comienzan a correr por la cara de Peeta—. Yo no lo sabía. Jamás he sido así antes. Katniss tiene razón. Yo soy el monstruo. Soy el muto. ¡Yo soy a quien Snow convirtió en un arma!

—No es tu culpa, Peeta —dice Finnick.

—No pueden llevarme con ustedes. Es sólo cuestión de tiempo antes de que mate a otra persona. —Peeta echa una mirada alrededor de nuestros rostros en conflicto—. Quizá piensan que es más amable abandonarme en algún lugar. Dejarme correr mi propia suerte. Pero eso es lo mismo que entregarme al Capitolio. ¿Piensan que me estarían haciéndome un favor al enviarme de regreso a Snow?

Peeta. Nuevamente en las manos de Snow. Torturado y atormentado hasta que ya no quede ningún resto de su ser anterior que pueda volver a surgir.

Por alguna razón, la última estrofa de “El Árbol de la Ejecución” comienza a reproducirse en mi cabeza. La parte donde el hombre prefiere ver a su amante muerta antes de que tenga que enfrentar el mal que la aguarda en el mundo.

Estás, Estás
Viniendo hacia el árbol
Lleva un collar de cuerda, justo a mi lado.
Extrañas cosas sucedieron aquí
Pero no más extraño sería
Si nos encontramos a medianoche en el árbol de la ejecución.


—Te mataré antes que eso suceda —dice Gale—. Lo prometo.

Peeta vacila, como si estuviera sopesando la certeza de esa oferta, y entonces sacude la cabeza. —No es suficiente. ¿Qué pasa si no estás allí para hacerlo? Quiero una de esas píldoras de veneno que tienen el resto de ustedes.

Nightlock. Hay una píldora en el campamento, en una ranura especial en la manga de mi traje de Sinsajo. Pero hay otra en el bolsillo delantero de mi uniforme. Es interesante que ellos no se la dieran a Peeta. Quizás Coin pensó que él lo tomaría antes de que tuviera la oportunidad de matarme. No está claro si Peeta se mataría ahora, para evitarnos el tener que asesinarlo, o sólo si el Capitolio lo secuestra otra vez. En el estado en el que está, supongo que sería más temprano que tarde. Ciertamente haría las cosas más fáciles para el resto de nosotros. No tener que matarlo. Ciertamente simplificaría el problema de tratar con sus episodios homicidas.

No sé si son las vainas, o el miedo, o ver a Boggs morir, pero siento la arena todo a mi alrededor. Es como si nunca la hubiera dejado, realmente. Una vez más, peleo no sólo por mi propia supervivencia, sino por la de Peeta también. Cuán satisfactorio, cuán entreteniendo sería para Snow si yo tuviera que matarlo. El tener la muerte de Peeta en mi conciencia por el resto de lo que me quede de vida.

—No se trata de ti —digo—. Estamos en una misión. Y tú eres necesario en ella. —Miro al resto del grupo—. ¿Piensan que podríamos encontrar algún alimento por aquí?

Además del equipo médico y las cámaras, no tenemos nada más que nuestros uniformes y nuestras armas.

La mitad de nosotros se queda para vigilar a Peeta o para estar pendiente de la transmisión de Snow, mientras que los otros buscan algo para comer. Messalla demuestra ser el más valioso porque vivió en una réplica de este apartamento y sabe dónde es más probable que las personas escondieran sus alimentos. Como por ejemplo que hay un espacio de almacenamiento oculto por un panel espejado en el dormitorio, o cuán fácil es quitar la tapa de la ventilación en el pasillo. Entonces, aunque las alacenas de la cocina estén vacías, encontramos más de treinta alimentos enlatados y varias cajas de galletas.

La acumulación enoja a los soldados rebeldes del 13. —¿No es esto ilegal? —dice Leeg 1.

—Al contrario, en el Capitolio serías considerado estúpido si no lo haces —dice Messalla—. Aún antes del Quarter Quell, las personas comenzaban a almacenar los suministros escasos.

—Mientras otros se quedaban sin ellos —dice Leeg 1.

—Correcto —dice Messalla—. Así es cómo funciona aquí.

—Afortunadamente, o nosotros no tendríamos cena —dice Gale—. Todos tomen una lata.

Algunos en nuestra compañía parecen reacios a hacerlo, pero es un método tan bueno como cualquier otro. Yo realmente no estoy de humor para repartir todo en once partes iguales, teniendo en cuenta la edad, el peso, y la actividad física. Fisgoneo en la pila, a punto de conformarme con una sopa de bacalao, cuando Peeta sostiene una lata para mí. —Aquí.

La tomo, no sabiendo qué esperar. La etiqueta dice “Guisado de Cordero”.

Aprieto los labios juntos cuando llegan los recuerdos de las gotas de lluvia cayendo a través de las piedras de la cueva, mis tentativas inadecuadas de coqueteo, y el aroma de mi plato preferido del Capitolio llenando el aire. Entonces alguna parte de todo ello debe estar todavía en su cabeza, también. Cuán felices, cuán hambrientos, cuán cercanos estábamos cuando esa cesta de picnic cayó justo fuera de nuestra cueva. —Gracias. —Abro la tapa superior—. Incluso tiene ciruelas pasas. —Doblo la tapa y la utilizo como una cuchara provisional, llevando un poco hacia mi boca. Ahora, este lugar también sabe como la arena.

Pasamos una caja de galletas rellenas con extravagante crema cuando los sonidos de pitidos comienzan otra vez. El sello de Panem se ilumina en la pantalla y se queda allí mientras suena el himno. Y entonces comienzan a mostrar imágenes de los muertos, tal y como lo hacían con los tributos muertos en la arena. Empiezan con las cuatro caras de nuestro equipo de televisión, seguido por Boggs, Gale, Finnick, Peeta, y yo. Excepto por Boggs, no se molestan en mostrar a los soldados del 13, bien porque no tienen la menor idea de quiénes son, o porque saben que ellos no significarán nada para la audiencia. Entonces el propio Presidente aparece, sentado en su escritorio, con una bandera desplegada detrás de él, y una blanca rosa brillando en su solapa. Pienso que probablemente se hizo algún nuevo retoque recientemente, porque sus labios están más hinchados que lo usual. Y su equipo preparatorio debería realmente aflojar un poco con su rubor.

Snow felicita a los Agentes de la Paz por un trabajo magistral, los honores para ellos por deshacerse de la amenaza llamada Sinsajo. Con mi muerte, él predice un giro en la guerra, ya que los rebeldes desmoralizados ya no tendrán a nadie a quién seguir. ¿Y qué fui yo, realmente? Una pobre chica inestable con un pequeño talento de arco y flecha. No fui una gran pensadora, ni el cerebro de la rebelión, solamente un rostro que la gente decidió seguir porque había llamado la atención de la nación con sus burlas al Capitolio en los Juegos. Pero necesaria, tan necesaria, porque los rebeldes no tienen ningún líder verdadero entre ellos.

En algún lugar en el Distrito 13, Beetee presiona un interruptor, porque ahora no es el Presidente Snow sino la Presidenta Coin quien nos mira. Se presenta a sí misma a todo Panem, identificándose como la cabeza de la rebelión, y entonces me elogia. Alaba a la chica que sobrevivió a las Cosechas y a los Juegos del Hambre, y entonces convirtió a un país de esclavos en un ejército de guerrilleros. —Muerta o viva, Katniss Everdeen permanecerá siendo el rostro de esta rebelión. Si sus resoluciones flaquean, piensen en el Sinsajo, y encontrarán en ella la fuerza que necesitan para liberar a Panem de sus opresores.

—No tenía la menor idea de cuánto significaba yo para ella —digo, lo que provoca una risa de Gale y miradas interrogativas por parte de los otros.

Aparece una foto de mí luciendo hermosa y violenta con un montón de llamas parpadeando detrás de mí. Ninguna palabra. Ningún lema. Mi rostro es todo que necesitan ahora.

Beetee le devuelve las riendas a un muy controlado Snow. Tengo el presentimiento de que el presidente creía que el canal de emergencia era impenetrable, y que alguien acabará muerto esta noche porque fue violado.

—Mañana por la mañana, cuando recuperemos el cuerpo de Katniss Everdeen de las cenizas, veremos exactamente quién era el Sinsajo. Una chica muerta que no pudo salvar a nadie, ni siquiera a ella misma. —Sello, himno, y fuera.

—Excepto que no la encontrarás —dice Finnick a la pantalla vacía, expresando lo que probablemente todos estábamos pensando.

El período de gracia será breve. Una vez que ellos caven a través de esas cenizas y regresen sin esos once cuerpos, sabrán que escapamos.

—Podremos conseguir una ventaja, por lo menos —digo. De repente, me siento tan cansada. Todo lo que quiero hacer es acostarme en un sofá afelpado verde cercano y dormir. Envolverme en un capullo de mantas hechas de piel de conejo y ganso. En vez de eso, saco el Holo e insisto en que Jackson me enseñe las órdenes más básicas —que es realmente ingresar las coordenadas del las cuadrículas más cercanas— para que al menos pueda comenzar a operar la cosa yo sola. Mientras el Holo proyecta nuestros alrededores, siento que mi corazón se hunde aún más. Debemos estar moviéndonos más cerca de objetivos cruciales, porque el número de vainas ha aumentado notablemente. ¿Cómo podremos adelantarnos dentro de este ramillete de luces parpadeantes sin ser detectados? No podemos. Y si no podemos, entonces estamos atrapados como pájaros en una red. Decido que es mejor no adoptar una actitud superior cuando estoy con estas personas. Especialmente cuando mis ojos continúan regresando a ese sofá verde. Entonces digo: —¿Alguna idea?

—¿Por qué no comenzamos excluyendo algunas posibilidades? —Dice Finnick—. Las calles no son una posibilidad.

—Los tejados son tan malos como las calles —dice Leeg 1.

—Quizá aún tengamos una oportunidad de regresar, volver por donde vinimos —dice Homes—. Pero eso significaría una misión fallida.

Una punzada de culpa me golpea, ya que esta misión fue mi idea. —Nunca fue la intención que fuéramos hacia delante. Sólo tuvieron la desgracia de estar conmigo.

—Bien, ese es un punto discutible. Estamos contigo ahora —dice Jackson—. Así que... no podemos permanecer aquí. No podemos subir. No podemos movernos lateralmente. Creo que eso sólo nos deja una opción.

—Ir por debajo —dice Gale.

Por debajo de la tierra. Lo cual odio. Así como odio las minas y los túneles y al Distrito 13. Debajo de la tierra, donde temo morir, lo cual sé que es estúpido porque incluso si me muero en la superficie, lo próximo que harán será enterrarme bajo tierra, de todos modos.

El Holo puede mostrar los niveles subterráneos así como los del nivel del suelo. Veo que cuando bajamos el nivel, las líneas limpias y fiables de la calle son entrelazadas con un lío de giros y curvas de túneles. Aunque las vainas parecen menos numerosas.

Dos puertas más abajo, un tubo vertical conecta nuestra fila de apartamentos con los túneles. Para alcanzar el apartamento de tubo, deberemos apretarnos por un túnel de mantenimiento que corre a lo largo del edificio. Podemos entrar al túnel por la parte trasera de un closet encubierto en el piso superior.

—De acuerdo, entonces. Borremos toda marca que indique que estuvimos aquí —digo. Eliminamos todos los signos de nuestra estadía. Enviamos las latas vacías por un tobogán de basura, y empaquetamos las otras para más tarde, giramos los cojines del sofá manchado de sangre, borramos las huellas de los mosaicos. No hay forma de arreglar el picaporte de la puerta principal, pero cerramos un segundo cerrojo, lo que evitará por lo menos que la puerta se abra ante cualquier contacto.

Por último, sólo queda Peeta para convencer. Se planta en el sofá azul, negándose a moverse. —Yo no voy. O revelaré su posición o lastimaré a alguien más.

—Los agentes de Snow te encontrarán —dice Finnick.

—Entonces déjeme una píldora. Sólo la tomaré si tengo que hacerlo —dice Peeta.

—Esa no es una opción. Vamos —le dice Jackson.

—¿O harás qué? ¿Dispararme? —Pregunta Peeta.

—Te noquearemos y te arrastraremos con nosotros —dice Homes—. Lo que nos ralentizarán y nos pondrán en peligro.

—¡Ya dejen de hacerse los nobles! ¡No me importa si muero! —Se gira hacia mí, implorando ahora—. Katniss, por favor. ¿No lo ves? Yo sólo quiero estar fuera de esto.

El problema es que sí lo veo. ¿Por qué no puedo simplemente dejarlo ir? ¿Darle una píldora, apretar el gatillo? ¿Es porque Peeta me importa demasiado o porque no puedo dejar que Snow gane? ¿Acaso lo he convertido en una pieza dentro de mis Juegos privados? Eso es despreciable, pero no estoy segura de que esté muy por debajo de mí. Si es verdad, sería más considerado matar a Peeta ahora mismo. Pero, para bien o para mal, no estoy siendo motivada por la bondad. —Malgastas nuestro tiempo. ¿Vienes voluntariamente o te noqueamos?

Peeta esconde su rostro entre sus manos por un momento, entonces se pone de pie para unírsenos.

—¿Deberíamos liberar sus manos? —pregunta Leeg 1.

—¡No! —Le gruñe Peeta, acercando sus puños más a su cuerpo.

—No —repito—. Pero yo quiero tener la llave.

Jackson me la da sin decir una palabra. La guardo en el bolsillo delantero de mis pantalones, donde hace clic al chocar contra la perla.

Cuando Homes abre la pequeña puerta metálica hacia el túnel de mantenimiento, nos topamos con otro problema. No hay manera de que los armazones de los insectos puedan pasar por el estrecho pasaje. Castor y Pollux se los quitan y toman unas pequeñas cámaras de emergencia. Cada una es del tamaño de una caja de zapatos, y probablemente funcionan igual de bien. Messalla no puede pensar en ningún lugar donde ocultar los esqueletos voluminosos, así que terminamos por dejarlos en el armario. Dejar un rastro tan fácil de seguir me frustra, ¿pero qué más podemos hacer?

Aún yendo en fila, sosteniendo nuestros paquetes y cargas a los lados, es un viaje apretado. Pasamos de lado por el primer apartamento, y llegamos al segundo. En este apartamento, uno de los dormitorios tiene una puerta marcada como “utilidad” en vez de cuarto de baño. Detrás de la puerta está el cuarto con la entrada al tubo.

Messalla frunce el entrecejo hacia la amplia tapa circular, regresando por un momento a su propio mundo escrupuloso. —Es por esto que nadie jamás quiere la unidad central. Los trabajadores vienen y van a cada rato y no hay un segundo baño. Pero el alquiler es considerablemente más barato. —Entonces advierte la expresión divertida de Finnick y agrega—: Olvídenlo.

La tapa del tubo es simple de abrir. Una amplia escalera con cubiertas de caucho en los escalones promete un descenso rápido y fácil hacia el interior de la ciudad. Nos reunimos en la boca de la escalera, esperando a que nuestros ojos se ajusten a las débiles luces, aspirando la mezcla de sustancias químicas, moho y agua residual.

Pollux, pálido y sudoroso, estira su mano y toma fuertemente la muñeca de Castor. Como si fuera a caerse si no hubiera alguien para estabilizarlo.

—Mi hermano trabajó aquí abajo después de que lo convirtieran en un Avox —dice Castor. Por supuesto. ¿Quién más mantendría limpios estos húmedos pasajes fétidos minados con vainas?— Nos tomó cinco años poder comprarle la salida hacia la superficie. No vio el sol ni una sola vez en ese tiempo.

Bajo mejores circunstancias, en un día con menos horrores y más descanso, alguien sabría sin duda qué decir. En lugar de eso, todos nos quedamos ahí parados durante mucho tiempo, tratando de formular una respuesta.

Finalmente, Peeta se gira hacia Pollux. —Bueno, entonces acabas de convertirte en nuestro activo más valioso.

Castor se ríe y Pollux sonríe un poco.

Estamos a medio camino del primer túnel cuando me doy cuanta de qué fue tan notable acerca de ese intercambio. Peeta sonó como era antes, el que siempre podía pensar en lo correcto para decir cuando nadie más podía. Irónico, animador, un poco gracioso, pero no a cuestas de nadie. Miro atrás hacia él mientras camina penosamente adelante de sus guardias, Gale y Jackson, con sus ojos fijos en el suelo, sus hombros encorvados hacia delante. Tan abatido. Pero, por un momento, él estuvo realmente aquí.

Peeta tenía razón. Pollux resulta valer más que diez Holos. Hay una red sencilla de túneles anchos que se corresponde directamente al plano de las calles de arriba, fundamentalmente avenidas y calles transversales. Lo nombraron Transfer, ya que pequeños camiones lo utilizan para entregar bienes alrededor de la ciudad. Durante el día, sus muchas vainas son desactivadas, pero de noche es un campo minado. Sin embargo, cientos de pasajes adicionales, túneles, vías de trenes, y tubos de drenaje forman un laberinto de varios niveles. Pollux sabe detalles que llevarían a un desastre seguro para un recién llegado, como por ejemplo qué ramificaciones quizás requieran máscaras antigás o tengan alambres conectados a alarmas, o ratas del tamaño de castores. Nos pone sobre aviso acerca del chorro de agua que barre por las alcantarillas periódicamente, anticipamos el momento en que los Avoxes cambian de turnos, nos guiaba a través de húmedos y oscuros tubos para esquivar el casi silencioso paso de los trenes de carga. Más importante aún, tiene conocimiento acerca de las cámaras. No hay muchas en este lugar oscuro y brumoso, excepto en el Transfer. Pero nos mantenemos bien alejados de allí.

Bajo la guía de Pollux, hacemos un buen tiempo, un excelente tiempo si lo comparas con nuestro viaje en la superficie. Después de aproximadamente seis horas, la fatiga nos invade. Son las tres de la mañana, así que supongo que aún tenemos unas horas antes de que se descubra que nuestros cuerpos están desaparecidos, que busquen entre los escombros de todo el bloque de apartamentos en caso de que tratáramos de escapar por los túneles, y que la cacería comience.

Cuando sugiero que tomemos un descanso, nadie se opone. Pollux encuentra un pequeño y tibio cuarto lleno de máquinas cargadas de palancas y botones. Sostiene arriba sus dedos para indicar que debemos irnos antes de que pasen cuatro horas. Jackson organiza un horario de guardia y, ya que no estoy en el primer turno, me meto en el espacio apretado entre Gale y Leeg 1 y voy directo a dormir.

Parece que sólo unos minutos pasaron cuando Jackson me sacude para despertarme, diciéndome que estoy de guardia. Son las seis, y en una hora tendremos que retomar la marcha. Jackson me dice que coma una lata de alimento y que mantenga un ojo en Pollux, quien insistió en mantenerse de guardia la noche entera. —Él no puede dormir aquí —me dice. Me arrastro a un estado de relativa vigilancia, como una lata de estofado de papa y frijoles, y me siento contra la pared frente a la puerta. Pollux parece estar totalmente despierto. Probablemente ha estado reviviendo esos cinco años de encarcelamiento a lo largo de toda la noche. Tomo el Holo y me las ingenio para ingresar nuestras coordenadas y escudriñar los túneles. Como me esperaba, registra más vainas a medida que nos acercamos más hacia el centro del Capitolio. Durante un rato, Pollux y yo clickeamos el Holo, viendo las trampas que nos esperan más adelante. Cuando mi cabeza comienza a girar, se lo entrego a él y me recuesto contra la pared. Miro a los soldados durmientes, al equipo y a mis amigos, y me pregunto cuántos de nosotros volveremos a ver la luz del sol.

Cuando mis ojos caen sobre Peeta, quien descansa su cabeza junto a mis pies, veo que está despierto. Deseo ser capaz de leer lo que pasa por su mente, poder entrar y desenmarañar el lío de mentiras. Pero entonces me conformo con algo que en realidad puedo hacer.

—¿Comiste algo ya? —Le pregunto. Una sacudida leve de su cabeza indica que no lo ha hecho. Abro una lata de sopa de pollo y arroz y se la entrego, quedándome con la tapa, en caso de que piense cortarse las muñecas con ella o algo. Él se incorpora e inclina la lata, tomando la sopa sin molestarse realmente en masticar. El fondo de la lata refleja las luces de las máquinas, y de pronto recuerdo algo que ha estado dando vueltas en el fondo de mi mente desde ayer—. Peeta, cuando preguntaste acerca de lo que le sucedió a Darius y Lavinia, y Boggs te dijo que fue verdadero, tú dijiste que así lo creías. Porque no había nada brillante acerca de ello. ¿Qué quisiste decir con eso?

—Ah. No sé exactamente cómo explicarlo —me dice—. Al principio, todo fue una total confusión. Pero ahora puedo separar ciertas cosas. Creo que comienza a surgir un patrón. Las memorias que alteraron con el veneno de rastrevíspula tienen esta cualidad extraña. Como que son demasiado intensas o las imágenes no son estables. ¿Recuerdas cómo era cuando fuimos picados?

—Árboles rompiéndose. Mariposas gigantes de colores. Me caí en un hoyo de burbujas naranjas. —Pienso acerca de ello—. Burbujas naranja brillantes.

—Correcto. Pero nada acerca de Darius o Lavinia era como eso. Creo que no me habían dado el veneno todavía —dice.

—Bien, eso es bueno, ¿verdad? —Pregunto—. Si puedes separar los dos, entonces puedes averiguar cuál es verdad.

—Sí. Y si pudiera hacer que me crezcan alas, podría volar. Sólo que a las personas no les crecen alas —dice—. ¿Verdadero o falso?

—Verdadero —digo—. Pero las personas no necesitan alas para sobrevivir.

—Los Sinsajo sí. —Termina la sopa y me devuelve la lata.

En la luz fluorescente, los círculos bajo sus ojos parecen magulladuras. —Aún hay tiempo. Deberías dormir. —Sin resistirse, se echa hacia atrás, pero sólo mira fijamente la aguja en una de las esferas mientras se mueve de un lado al otro. Lentamente, como lo haría con un animal herido, extiendo mi mano y toco una onda de pelo de su frente. Él se congela por mi toque, pero no se aleja. Entonces continúo acariciando suavemente su cabello hacia atrás. Es la primera vez que voluntariamente lo he tocado desde la última arena.

—Tú aún intentas protegerme. ¿Verdadero o falso? —susurra.

—Verdadero —contesto. Parece requerir más explicación—. Porque eso es lo que tú y yo hacemos. Nos protegemos el uno al otro. —Después de unos minutos, él se duerme.

Poco antes de las siete, Pollux y yo nos movemos entre los otros, despertándolos. Están los bostezos y los suspiros usuales que acompañan al despertar. Pero mis oídos recogen algo más, también. Casi como un silbido.

Quizás es sólo vapor que escapa por un tubo, o el soplido lejano de uno de los trenes….

Hago callar al grupo para escucharlo un poco mejor. Hay un silbido, sí, pero no es un sonido prolongado. Son múltiples exhalaciones que forman palabras. Una única palabra. Resonando a través de los túneles. Una palabra. Un nombre. Repetido una y otra y otra vez.

—Katniss.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

los tragicos amantes estan proximos de volver....

Anónimo dijo...

estas en lo cierto... los amantes trágicos vuelven a la acción... :D