‎- Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir. Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura...

¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Fragmento de Sinsajo


Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos
Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.
Aquí es seguro, aquí es cálido
Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño
Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.

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sábado, 20 de agosto de 2011

Sinsajo/Capitulo 26


CAPITULO 26


En el pasillo, me encuentro a Paylor de pie exactamente en el mismo lugar.

—¿Has encontrado lo que buscabas? —Me pregunta.

Sostengo el capullo blanco en respuesta y paso tropezando por delante de ella. Debo haber regresado a mi cuarto, porque lo siguiente que sé, es que estoy llenando un vaso con agua del grifo del baño y poniendo la rosa en él. Me hundo hasta las rodillas en la fría baldosa y entrecierro los ojos en la flor, mientras la blancura parece hacer difícil concentrarse en la cruda luz fluorescente. Mi dedo se atora el interior de mi pulsera, girándolo como un torniquete, dañando mi muñeca. Estoy esperando que el dolor me ayude a aferrarme a la realidad de la manera en que lo hizo Peeta. Tengo que aguantar. Debo saber la verdad sobre lo que ha sucedido.

Hay dos posibilidades, aunque los detalles asociados a ellas pueden variar. En primer lugar, como he creído, el Capitolio envió ese aerodeslizador, dejó caer los paracaídas, y sacrificaron la vida de sus niños, sabiendo que los rebeldes recién llegados iban en su ayuda. Hay evidencias para apoyar esto. El sello del Capitolio en el aerodeslizador, la falta de cualquier intento de golpe del enemigo desde el cielo, y su larga historia usando a los niños como peones en su batalla contra los distritos. Luego está la versión de Snow. Que un aerodeslizador del Capitolio tripulado por rebeldes bombardearon a los niños para poner fin rápidamente a la guerra. Pero si este fuera el caso, ¿por qué el Capitolio no abrió fuego contra el enemigo? ¿El factor sorpresa los desconcertó? ¿No les quedaban defensas? Los niños son algo muy preciado en el 13, o al menos eso ha parecido siempre. Bueno, no yo, tal vez. Una vez que había cumplido mi cometido, era prescindible. Aunque creo que ha pasado mucho tiempo desde que he sido considerada una niña en esta guerra. ¿Y por qué iban a hacer eso a sabiendas que sus propios médicos probablemente responderían y morirían en la segunda explosión? Ellos no lo harían. No podían. Snow está mintiendo. Manipulándome como siempre lo ha hecho. Con la esperanza de ponerme en contra de los rebeldes y posiblemente destruirlos. Sí. Por supuesto.

¿Entonces qué me molesta? Esas bombas de doble explosión, por ejemplo. No es que el Capitolio no pudiera tener el mismo tipo de arma, es sólo que estoy segura de que los rebeldes las hicieron. Es una creación de Gale y de Beetee. Luego está el hecho de que Snow no hizo ningún intento de fuga, cuando yo lo conozco por ser un superviviente consumado. Parece difícil de creer que no tuviera un retiro en alguna parte, algún búnker repleto de provisiones donde podría vivir el resto de su pequeña vida de serpiente. Y, por último, está su evaluación de Coin. Qué irrefutable es que ella haya hecho exactamente lo que él dijo. Dejar que el Capitolio y los distritos peleen unos contra otros por el terreno y luego pasando a tomar del poder. Incluso si ese era su plan, no significa que ella tirara los paracaídas. La victoria ya estaba en su mano.

Todo estaba en su mano.

Excepto yo.

Recuerdo la respuesta de Boggs cuando yo admití que no había pensado mucho en el sucesor de Snow. “Si tu respuesta inmediata no es Coin, entonces eres una amenaza. Eres el rostro de la rebelión. Puedes tener más influencia que cualquier otra persona. Exteriormente, lo mejor que tú has hecho es tolerarla.”

De pronto, estoy pensando en Prim, que aún no tenía catorce años, no tenía la edad suficiente para que le concedieran el título de soldado, pero de alguna manera estaba trabajando en las líneas del frente. ¿Cómo sucedió una cosa así? Que mi hermana hubiera querido estar allí, no tengo ninguna duda. Que sería más capaz que muchos que eran más mayores, eso es un hecho. Pero para todo eso, alguien de un rango muy alto tuvo que aprobar el poner a alguien de trece años en el combate. ¿Lo hizo Coin, con la esperanza que la pérdida de Prim me empujara completamente al borde? ¿O, al menos, firmemente de su lado? Ni siquiera tendría que presenciar eso en persona. Numerosas cámaras estarían cubriendo el Círculo de la Ciudad. Capturando el momento para siempre.

No, ahora me estoy volviendo loca, cayendo en un estado de paranoia. Demasiada gente sabría de la misión. Las palabras se escaparían. O ¿no? ¿Quién iba a saberlo, además de Coin, Plutarch, y una pequeña tripulación, leal o fácilmente desechable?

Necesito ayuda para trabajar esto hacia fuera, todos en los que confío están muertos. Cinna. Boggs. Finnick. Prim. Está Peeta, pero él no puede hacer más que especular, y quién sabe en qué estado estará su mente, de todos modos. Y eso me deja sólo con Gale. Él está muy lejos, pero incluso si estuviera a mi lado, ¿podría confiar en él? ¿Qué podía decirme, con qué frase podría expresarlo, sin que ello implicara que fue su bomba la que mató a Prim? La imposibilidad de esa idea, más que otra cosa, es la razón por la que Snow debe estar mintiendo.

En última instancia, sólo hay una persona que pueda saber lo que pasó y puede que siga estando de mi lado.

Abordar el tema sería un riesgo. Pero aunque creo que podría jugarme con Haymitch mi vida en la arena, no creo que él delatara a Coin. Cualquier problema que podamos tener el uno con el otro, preferimos resolver nuestras diferencias de una en una.

Me levanto del suelo, salgo por la puerta, y voy todo el pasillo hasta su habitación. Cuando no hay respuesta a mi llamada, me empujo dentro. Ugh. Es increíble lo rápido que se puede manchar un espacio. Platos de comida a medio comer, botellas de licor hechas añicos y pedazos de muebles rotos en un arrebato de borracho están dispersos por su cuarto. Él está tendido, descuidado y sin lavar, en una maraña de sábanas en la cama, desmayado.

—Haymitch —digo, moviéndole la pierna. Por supuesto, eso es insuficiente. Pero le doy unos cuantos intentos más antes de volcarle la jarra de agua en la cara. Él viene en sí con un jadeo, cortando a ciegas con su cuchillo. Al parecer, el fin del reinado de Snow no vino a significar el final de su terror.

—Oh. Tú —dice. Puedo decir por su voz que él todavía está borracho.

—Haymitch —empiezo.

—Escucha eso. El Sinsajo encontró su voz. —Se ríe—. Bueno, Plutarch va a estar feliz. —Él toma un trago de una botella—. ¿Por qué estoy empapado?

Yo sin convicción dejó caer la jarra detrás de mí en una pila de ropa sucia.

—Necesito tu ayuda —le digo.

Haymitch eructa, llenando el aire con gases de licor blanco. —¿Qué pasa, cariño? ¿Más problemas de chicos? —No sé por qué, pero esto me daña de una manera en la que rara vez Haymitch puede hacerlo. Esto se ha de reflejar en mi cara, porque incluso en su estado de embriaguez, trata de volver atrás—. Está bien, no es gracioso. —Ya estoy en la puerta—. ¡No tiene gracia! ¡Vuelve! —Por el ruido sordo de su cuerpo al caer al suelo, supongo que él trató de seguirme, pero ese no es el punto.

Zigzagueo a través de la mansión y desaparezco en un armario lleno de cosas de seda. Las saco de los ganchos hasta que hay un montón y luego me escondo en ellas. En el forro de mi bolsillo, encuentro una tableta de morphling perdida y la trago en seco, dejando a un lado mi creciente histeria. No es suficiente para que las cosas mejoren, sin embargo. Oigo a Haymitch llamándome en la distancia, pero en su estado no me va a encontrar. En especial, no en este nuevo lugar. Envuelta en seda, me siento como una oruga en un capullo esperando la metamorfosis. Siempre supuse que sería una condición pacífica. Al principio lo es.

Pero a medida que se hace de noche, me siento más y más atrapada, asfixiada por los enlaces resbaladizos, sin poder salir hasta que me haya transformado en algo bello. Me retuerzo, tratando de deshacerme de mi cuerpo en ruinas y abriendo el secreto de las impecables alas crecientes. A pesar del enorme esfuerzo, sigo siendo una criatura horrible, lanzada a mi forma actual por la explosión de las bombas.

El encuentro con Snow abre la puerta a mi viejo repertorio de pesadillas. Es como ser picada por las rastrevíspulas de nuevo. Una ola de imágenes horripilantes con un breve respiro el cual confundo con despertar—sólo para encontrar otra ola llamándome de nuevo. Cuando los guardias finalmente me localizan, estoy sentada en el suelo del armario, enredada en seda, gritando con mi cabeza fuera. Peleo con ellos en un principio, hasta que me convencen de que están tratando de ayudarme, retiran las prendas asfixiantes y me acompañan de regreso a mi habitación. En el camino, pasamos una ventana y veo un gris amanecer cubierto de nieve que se extiende por el Capitolio.

Un Haymitch con resaca me espera con un puñado de pastillas y una bandeja de comida que ninguno de nosotros tiene el estómago para comer. Él hace un débil intento de hacerme hablar de nuevo, pero, viendo que no tiene sentido, me manda a un baño que alguien ha preparado. La bañera es profunda, con tres escalones hasta el fondo.

Entro fácilmente en el agua caliente y me siento, con la espuma hasta el cuello, con la esperanza de que los medicamentos funcionen pronto. Mis ojos se enfocan en la rosa, la cual ha extendido sus pétalos durante la noche, llenando el aire húmedo con su fuerte perfume. Me levanto y alcanzo una toalla para ahogarlo, cuando alguien llama tentativamente y la puerta del baño se abre, revelando tres caras conocidas. Tratan de sonreírme, pero incluso Venia no puede ocultar su conmoción por mi devastado cuerpo de muto.

—¡Sorpresa! —Chilla Octavia, y luego rompe a llorar. Estoy dándole vueltas a su reaparición cuando me doy cuenta de lo que debe ser esto, el día de la ejecución. Han venido a prepararme para las cámaras. Convertirme en una Belleza de Base Cero. No es de extrañar que Octavia esté llorando. Es una tarea imposible.

Apenas pueden tocar mi mosaico de piel por miedo a hacerme daño, así que me enjuago y me seco sola. Les digo que casi no noto el dolor ahora, pero Flavius todavía hace una mueca mientras me rodea con una túnica. En el dormitorio, encuentro otra sorpresa. Sentada en posición vertical en una silla. Brillante con su dorada peluca metálica a juego con sus altos zapatos de charol, sujetando un portapapeles. Cabe destacar que sin cambios, excepto por la mirada vacía en sus ojos.

—Effie —digo.

—Hola, Katniss. —Se pone en pie y me besa en la mejilla como si nada hubiera ocurrido desde nuestra última reunión, la noche antes del Quarter Quell—. Bueno, parece que tenemos otro gran, gran, gran día por delante. Así que ¿por qué no comenzamos tu preparación y destapamos y vemos sobre los preparativos?

—Muy bien —le digo de vuelta.

—Dicen que Plutarch y Haymitch han tenido dificultades para mantenerla con vida —comenta Venia en voz baja—. Ella fue encarcelada después de tu fuga, así que eso ayuda.

Eso me tranquiliza un poco. Effie Trinket, rebelde. Pero no quiero que Coin la mate, así que hago una nota mental para presentarla de esa manera si pregunta. —Creo que es bueno que Plutarch os secuestrara a los tres después de todo.

—Somos el único equipo de preparación que sigue vivo. Todos los estilistas desde el Quarter Quell están muertos —dice Venia. Ella no dice específicamente quien los mató. Estoy comenzando a preguntarme si importa. Ella coge con cuidado una de mis manos con cicatrices y la sostiene inspeccionándola—. Ahora, ¿qué piensas sobre las uñas? ¿Rojas o tal vez un negro azabache?

Flavius realiza un milagro de belleza en mi cabello, despejando incluso el frente mientras que le lleva algo más de tiempo el ocultar las calvas en la parte posterior. Mi cara, ya que se salvó de las llamas, no presenta más que los desafíos de siempre. Una vez que estoy en el traje de Sinsajo de Cinna, las cicatrices son visibles sólo en el cuello, los antebrazos y las manos. Octavia se asegura de poner mi insignia de Sinsajo encima de mi corazón y damos un paso atrás para mirarme en el espejo. No puedo creer lo normal que me han hecho parecer en el exterior cuando internamente soy un terreno baldío.

Hay un golpe en la puerta y Gale camina dentro.

—¿Puedo tener un minuto? —pregunta.

En el espejo, veo a mi equipo de preparación. No están seguros de a dónde ir, chocan entre sí unas cuantas veces y luego se encierran en el baño. Gale se pone detrás de mí y examinamos los reflejos el uno del otro. Estoy buscando algo para agarrarme, alguna señal de la niña y el niño que se conocieron por casualidad en el bosque hace cinco años y se hicieron inseparables. Me pregunto qué hubiera sido de ellos si los Juegos del Hambre no se hubieran llevado a la chica. Si ella se hubiera enamorado del chico, incluso se hubiera casado con él. Y en algún momento en el futuro, cuando los hermanos y hermanas se hubieran levantado, se escaparía con él al bosque y dejaría atrás para siempre el 12. ¿Habrían sido felices, en la naturaleza, o en la oscuridad, incluso si la tristeza trenzada entre ellos hubiera crecido sin la ayuda del Capitolio?

—Te he traído esto. —Gale sostiene una funda. Cuando la cojo, me doy cuenta de que posee una sola y ordinaria flecha—. Se supone que es simbólico. Tienes que disparar el último tiro de la guerra.

—¿Qué pasa si la pierdo? —Digo yo—. ¿Coin la recuperará y me la traerá? ¿O simplemente disparará ella misma a la cabeza de Snow?

—Así no la perderás. —Gale ajusta la funda en mi hombro.

Estamos allí, cara a cara, sin encontrar los ojos del otro. —No viniste a verme en el hospital. —Él no contesta, así que finalmente acabo de decir—. ¿Fue tu bomba?

—No lo sé. Tampoco Beetee —dice—. ¿Acaso importa? Siempre pensarás eso.

Él espera que yo lo niegue, quiero negarlo, pero es verdad. Incluso ahora puedo ver el destello de ella quemándose, sentir el calor de las llamas. Y nunca voy a ser capaz de separar ese momento de Gale. Mi silencio es mi respuesta.

—Eso era lo que yo tenía a mi favor. Cuidar a tu familia —dice—. Dispara recto, ¿de acuerdo? —Me toca la mejilla y se va. Quiero llamarlo y decirle que estaba equivocado. Que voy a buscar la manera de estar en paz con esto. Recordar las circunstancias en que se creó la bomba. Tomar en cuenta mis propios crímenes inexcusables. Desenterrar la verdad acerca de quién dejó caer el paracaídas. Demostrar que no fueron los rebeldes. Perdonarle. Pero como no puedo, sólo voy a tener que lidiar con el dolor.

Effie viene para conducirme a algún tipo de reunión. Recojo mi arco y en el último minuto recuerdo la rosa, brillando en su vaso de agua. Cuando abro la puerta del baño, me encuentro a mi equipo de preparación sentados en fila en el borde de la bañera, encorvados y vencidos. Recuerdo que yo no soy la única que ha sido despojada de su mundo. —Vamos —les digo—. Tenemos un público esperándonos.

Estoy esperando un encuentro en producción en el que Plutarch me enseñe dónde ponerme y me de mi señal para disparar a Snow. En su lugar, me envían a una habitación donde seis personas se sientan alrededor de una mesa. Peeta, Johanna, Beetee, Haymitch, Annie, y Enobaria. Todos llevan el uniforme gris de los rebeldes del 13. Nadie se ve muy bien. —¿Qué es esto? —Digo yo.

—No estamos seguros —responde Haymitch—. Parece ser una reunión de los vencedores restantes.

—¿Somos todos los que quedamos? —Pregunto.

—El precio de la fama —dice Beetee—. Éramos el objetivo de ambas partes. El Capitolio mató a los vencedores de los que sospechaban que eran rebeldes. Los rebeldes mataron a los que creían que se habían aliado con el Capitolio.

Johanna frunce el ceño hacia Enobaria. —Entonces, ¿qué está haciendo ella aquí?

—Ella está protegida por lo que llamamos el Trato Sinsajo —dice Coin mientras entra detrás de mí—. Ese en el qué Katniss Everdeen estuvo de acuerdo en apoyar a los rebeldes a cambio de la inmunidad de los vencedores capturados. Katniss ha mantenido su parte del trato, y yo, también.

Enobaria sonríe a Johanna. —No pongas esa cara de suficiencia —dice Johanna—. Vamos a matarte de todos modos.

—Siéntate, por favor, Katniss —dice Coin, cerrando la puerta. Tomo asiento entre Annie y Beetee, colocando cuidadosamente la rosa de Snow encima de la mesa. Como de costumbre, Coin va directa al grano—. Les he pedido que vengan aquí para resolver un debate. Hoy vamos a ejecutar a Snow. En las semanas anteriores, cientos de sus cómplices en la opresión de Panem han sido juzgados y ahora esperan su propia muerte. Sin embargo, el sufrimiento en los distritos ha sido tan extremo que estas medidas parecen ser insuficientes para las víctimas. De hecho, muchos están pidiendo una completa aniquilación de los que tenían la ciudadanía del Capitolio. Sin embargo, en el interés de mantener una población sostenible, no nos podemos permitir esto.

A través del agua del vaso, veo una imagen distorsionada de una de las manos de Peeta. Las marcas de quemaduras. Los dos somos mutos de fuego ahora. Mis ojos viajan hasta donde las llamas lamieron su frente, chamuscando las cejas pero sin tocar los ojos. Los mismos ojos azules que se solían encontrar con los míos y luego revoloteaban hacia el colegio. Así como lo hacen ahora.

—Por lo tanto, una alternativa se ha puesto sobre la mesa. Dado que mis colegas y yo no podemos llegar a ningún consenso, se ha acordado que vamos a dejar que los vencedores decidan. Con una mayoría de cuatro se aprobará el plan. Nadie podrá abstenerse de votar —dice Coin—. Lo que se ha propuesto es que en lugar de eliminar a toda la población del Capitolio, tendremos unos finales y simbólicos Juegos del Hambre, usando a los niños directamente relacionadas con aquellos que tenían más poder.

Los siete nos volvemos hacia ella. —¿Qué? —dice Johanna.

—Tener otros Juegos del Hambre utilizando a los niños del Capitolio —dice Coin.

—¿Estás bromeando? —Exige Peeta.

—No, también os digo que si hacemos los Juegos, se sabrá que se hicieron con vuestra aprobación, aunque el detalle individual de sus votos será mantenido en secreto por su propia seguridad —nos dice Coin.

—¿Esta idea fue de Plutarch? —Pregunta Haymitch.

—Fue mía —dice Coin—. Parece equilibrada entre la necesidad de venganza con la menor pérdida de vidas. Podéis emitir vuestro voto.

—¡No! —Estalla Peeta—. ¡Yo voto que no, por supuesto! ¡No podemos tener otros Juegos del Hambre!

—¿Por qué no? —replica Johanna—. A mí me parece muy justo. Snow incluso tiene una nieta. Yo voto que sí.

—Yo también —dice Enobaria, casi con indiferencia—. Que tomen un trago de su propia medicina.

—¡Esta es la razón por la que nos rebelamos! ¿Os acordáis? —Peeta mira al resto de nosotros—. ¿Annie?

—Yo voto que no con Peeta —dice—. Es lo que Finnick haría si estuviera aquí.

—Pero no lo está, porque los mutos de Snow lo mataron —le recuerda Johanna.

—No —dice Beetee—. Sería un mal precedente. Tenemos que dejar de vernos los unos a los otros como enemigos. En este punto, la unidad es esencial para nuestra supervivencia. No.

—Vamos con Katniss y Haymitch —dice Coin.

¿Fue así entonces? ¿Hace setenta y cinco años o más? ¿Un grupo de personas se sentaron y emitieron sus votos para iniciar Los Juegos hambre? ¿Hubo desacuerdos? ¿Alguien en un caso de misericordia fue aplastado por las convocatorias hacia la muerte de los niños de los distritos? El aroma de la rosa de Snow llega hasta mi nariz, hasta mi garganta, apretándola fuertemente por la desesperación. Todas aquellas personas que amé, han muerto, y estamos hablando de los próximos Juegos del Hambre en un intento de evitar el desperdicio de vida. Nada ha cambiado. Nada va a cambiar ahora.

Mido mis opciones con cuidado, pasando a través de todo. Manteniendo los ojos fijos en la rosa, digo, —Yo voto que sí... por Prim.

—Haymitch, te toca —dice Coin.

Un furioso Peeta martillea a Haymitch con la atrocidad que él podría comenzar a partir de ahora, pero puedo sentir a Haymitch mirándome. Es en este momento, entonces. Cuando nos damos cuenta de exactamente cuán parecidos somos, y de lo mucho que él realmente me comprende.

—Estoy con el Sinsajo —dice.

—Excelente. Eso aprueba la votación —dice Coin—. Ahora deberíamos ocupar nuestros lugares para la ejecución.

Cuando ella me pasa, levanto el vaso con la rosa. —¿Puedes asegurarte que Snow esté usando esto? ¿Sobre su corazón?

Coin sonríe. —Por supuesto. Y me aseguraré de que él sabe sobre los Juegos.

—Gracias —le digo.

La gente se mueve en la habitación, rodeándome. Tras el último toque de maquillaje, Plutarch me da instrucciones mientras soy guiada a las puertas de la mansión. El Círculo de la ciudad se desborda, la gente se agolpa por las calles laterales. Los demás toman sus lugares fuera. Guardias. Funcionarios. Líderes de los rebeldes. Vencedores. Oigo los gritos que indican que Coin ha aparecido en el balcón. Entonces Effie me da un golpecito en mi hombro, y salgo a la luz del sol invernal. Camino hacia mi posición, acompañada por el rugido ensordecedor de la multitud. Según las instrucciones, me doy la vuelta para que me vean de perfil, y espero.

Cuando Snow sale por la puerta, el público se vuelve loco. Aseguran sus manos detrás de un poste, lo cual no es necesario. Él no va a ir ninguna parte. No hay ningún sitio a donde ir. Este no es el amplio escenario antes del Centro de Entrenamiento, sino la estrecha terraza en frente de la mansión presidencial. No es de extrañar que nadie se molestara en hacerme practicar. Él está a diez metros de distancia.

Siento al arco ronronear en mi mano. Lo echo hacia atrás y agarro la flecha. Posicionándola, apuntando a la rosa, pero mirando su cara. Tose y baba sangrienta corre por su barbilla. Pasa la lengua por sus hinchados labios. Busco en sus ojos la menor señal de algo, miedo, remordimiento, cólera. Pero sólo tienen el mismo aspecto divertido con el que terminaron nuestra última conversación. Es como si estuviera diciendo las palabras de nuevo. "Oh, mi querida señorita Everdeen. Pensé que habíamos acordado no mentirnos el uno al otro.”

Él tiene razón. Lo hicimos.

La punta de mi flecha se vuelve hacia arriba. Suelto la cuerda. Y la presidenta Coin se derrumba sobre el lado del balcón y se precipita hacia el suelo. Muerta.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

WTF??!!! o_o




Itzi

Anónimo dijo...

BASTA DE DARME MINIS ATAQUES DEL CORAZON -.- KATNISSS!!

Anónimo dijo...

Por fin, venganza.

Anónimo dijo...

la vengaza siempre es dulce...

Anónimo dijo...

Para para paraaaa

QUEE?
me tiene como desconcertada esto. Dios.

Anónimo dijo...

YA SË PORQUÉ, PORQUE RECOROD Q SNOIW DIJO Q NO LE IBA A MENTIR Y EL DIJO QUE COIN MATO A PRIM Y ENTONCES X ESO LE DISPArÓ A COIN