‎- Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir. Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura...

¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Fragmento de Sinsajo


Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos
Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.
Aquí es seguro, aquí es cálido
Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño
Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.

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jueves, 18 de agosto de 2011

Sinsajo/Capitulo 6


CAPITULO 6


El shock de escuchar la voz de Haymitch ayer, de aprender que él era no sólo funcional, sino que tenía algunas medidas de control sobre mi vida de nuevo, me enfureció. Dejé el estudio directamente y me negué a admitir sus comentarios desde la cabina hoy. Aún así, supe inmediatamente que él estaba en lo cierto sobre mi presentación.
Tomó toda esta mañana para que él convenciera a los otros de mis limitaciones. Eso no puedo arrancarlo. No puedo pararme en un estudio de televisión usando un vestuario y maquillaje en una nube de humo falso y congregar a los distritos a la victoria. Es increíble, de verdad, cuánto tiempo he sobrevivido a las cámaras. El crédito de eso, por supuesto, va para Peeta. Sola, no puedo ser el Sinsajo.
Nos reunimos alrededor de la enorme mesa en el Comando. Coin y su gente. Plutarch, Fulvia, y mi equipo de preparación. Un grupo de 12 que incluye a Haymitch y a Gale, pero además unos pocos más que no puedo explicar, como Leevy y Sae la Grasienta. En el último minuto, Finnick lleva a Beetee, acompañado por Dalton, el ganadero experto del distrito 10. Supongo que Coin ha armado esta extraña variedad de personas como testigos de mi fracaso.
Sin embargo, es Haymitch quien da la bienvenida a todos, y por sus palabras entiendo que ellos han venido ante su invitación personal. Esta es la primera vez que hemos estado en una habitación juntos desde que lo arañé. Evito mirarlo directamente, pero capto un vistazo de su reflejo en una de las brillantes consolas de control a lo largo de la pared. Él se ve ligeramente amarillo y ha perdido un montón de peso, dándole una apariencia contraída. Por un segundo, temo que esté muriendo. Tengo que recordarme a mí misma que no me importa.
Lo primero que Haymitch hace es mostrar el material que acabamos de grabar. Parezco haber sido alcanzada por una nueva depresión bajo la guía de Fulvia y Plutarch. Tanto mi voz como mi cuerpo tienen una cualidad entrecortada e inconexa, como un títere siendo manipulado por fuerzas invisibles.
—De acuerdo —Haymitch dice cuando ha terminado—. ¿A alguien le gustaría discutir si esto es de utilidad para nosotros para ganar la guerra? —Nadie habla—. Eso nos ahorra tiempo. Así que, todos nos quedaremos en silencio por un minuto. Quiero que todos piensen en un incidente en el que Katniss Everdeen genuinamente los conmovió. No donde ustedes estuvieran celosos de su peinado, o donde su vestido se encendiera en llamas o que ella hiciera un más o menos decente disparo con una flecha. No donde Peeta estuviera haciendo que ella les agradara. Quiero escuchar un momento donde ella los hiciera sentir algo real.
El silencio se prolonga y estoy empezando a pensar que nunca acabará, cuando Leevy habla.
—Cuando ella se ofreció voluntaria para tomar el lugar de Prim en la cosecha. Porque estoy segura que ella pensó que iba a morir.
—Bueno. Excelente ejemplo —dice Haymitch. Toma un marcador púrpura y escribe en un bloc de notas—. Voluntaria por su hermana en la cosecha. —Haymitch mira alrededor de la mesa—. ¿Alguien más?
Estoy sorprendida cuando la siguiente persona en hablar es Boggs, de quien pienso que es un robot musculoso que cumple los deseos de Coin.
—Cuando ella cantó la canción. Mientas la pequeña chica moría. —En algún lugar de mi mente, una imagen sale a la superficie con un Boggs joven apoyado sobre su cadera. En el pasillo del comedor, creo. Quizá él no es un robot después de todo.
—Quién no se quedó mudo con eso, ¿verdad? —dice Haymitch, escribiendo.
—¡Lloré cuando ella drogó a Peeta para poder ir a conseguirle medicina y cuando le dio un beso de despedida! —suelta Octavia sin querer. Entonces se cubre la boca, como si estuviera segura de que esto era un grave error.
Pero Haymitch sólo asiente.
—Oh, sí. Drogar a Peeta para salvar su vida. Muy lindo.
El momento empieza a ponerse denso tan rápido y sin un orden en particular. Cuando tomé a Rue como aliada. Cuando extendí mi mano hacia Chaff la noche de la entrevista. Cuando traté de llevar a Mags. Y una y otra vez cuando levanté esas bayas que significan diferentes cosas para diferentes personas. Amor por Peeta. Negación a darme por vencida bajo probabilidades imposibles. Desafío hacia la inhumanidad del Capitolio.
Haymitch sostiene el bloc de notas.
—Así que, la pregunta es, ¿qué tiene en común todo esto?
—Eran acciones de Katniss —dice Gale quedamente—. Nadie le dijo qué hacer o decir.
—¡Improvisado, sí! —dice Beetee. Estira una mano y le da palmaditas a la mía—. Así que deberíamos solo dejarte sola, ¿cierto?
La gente ríe. Incluso yo sonrío un poco.
—Bueno, todo eso es muy lindo pero no muy útil —dice Fulvia fastidiosamente—. Desafortunadamente, sus oportunidades para ser maravillosa son más bien limitadas aquí en el 13. Así que a menos que estés sugiriendo que la lancemos a la mitad del combate…
—Eso es exactamente lo que estoy sugiriendo —dice Haymitch—. Ponla afuera en el campo y sólo mantén las cámaras grabando.
—Pero las personas piensan que está embarazada —señala Gale.
—Expandiremos el rumor de que ella perdió al bebé por el choque eléctrico en la arena —replica Plutarch—. Muy triste. Muy desafortunado.
La idea de enviarme al combate es controversial. Pero Haymitch tiene un caso muy difícil. Si me presento bien sólo en circunstancias de la vida real, entonces dentro de ellas debería estar.
—Cada vez que la preparamos o le damos sus líneas, lo mejor que podemos esperar es por algo regular. Tiene que venir de ella. A eso es a lo que la gente está respondiendo.
—Incluso si somos cuidadosos, no podemos garantizar su seguridad —dice Boggs—. Ella será un objetivo para cada…
—Quiero ir —interrumpo—. No estoy ayudando a los rebeldes aquí.
—¿Y si eres asesinada? —pregunta Coin.
—Asegúrese de conseguir algunas grabaciones. Pueden usar eso, de todos modos —respondo.
—Bien —dice Coin—. Pero demos un paso a la vez. Encuentra la situación menos peligrosa que pueda evocar alguna espontaneidad en ti. —Ella camina alrededor del Comando, estudiando los mapas iluminados de los distritos que muestran la posición actual de las tropas en la guerra—. Llévenla al 8 esta tarde. Hubo pesados bombardeos esta mañana, pero la lluvia parece haber corrido su curso. La quiero armada con un escuadrón de guardias. El equipo de cámara en el suelo. Haymitch, tú estarás en el aire y en contacto con ella. Veamos lo que sucede allí. ¿Alguien tiene algún otro comentario?
—Laven su cara —dice Dalton. Todos se giran hacia él—. Ella es aún una niña y ustedes la hacen ver como de treinta y cinco años. Se siente mal. Como algo que el Capitolio haría.
Mientras Coin suspende la reunión, Haymitch pregunta si puede hablar conmigo a solas. Los otros se van excepto por Gale, que persiste inciertamente a mi lado.
—¿De qué te preocupas? —Haymitch me pregunta—. Soy yo quien necesita el guardaespaldas.
—Está bien —le digo a Gale, y él se va. Entonces, queda sólo el zumbido de los instrumentos y el ronroneo del sistema de ventilación.
Haymitch toma un asiento frente a mí.
—Vamos a tener que trabajar juntos de nuevo. Así que, adelante. Sólo dilo.
Pienso en el gruñidor y cruel intercambio en el aerodeslizador. La amargura que siguió. Pero todo lo que puedo decir es:
—No puedo creer que no rescataras a Peeta.
—Lo sé —replica él.
Hay una sensación de algo incompleto. Y no porque él no se haya disculpado, sino porque nosotros éramos un equipo. Habíamos hecho un trato para mantener a Peeta con vida. Un pacto de borrachos y poco realista hecho en la oscuridad de la noche, pero un trato es justo eso. Y en el fondo de mi corazón, sé que ambos fallamos.
—Ahora dilo —le digo.
—No puedo creer que lo dejaras fuera de tu vista esa noche —dice Haymitch.
Asiento. Eso es todo.
—Lo repito una y otra vez en mi cabeza. ¿Qué podría haber hecho para mantenerlo a mi lado sin romper la alianza? Pero nada viene a mí.
—No tenías elección. E incluso si hubiera podido hacer que Plutarch permaneciera y lo rescatara esa noche, todo el aerodeslizador se hubiera caído. Apenas salimos como estaba todo. —Finalmente, me encuentro con los ojos de Haymitch. Ojos de la Veta. Grises y profundos y con círculos de noches sin sueño—. Él no está muerto Katniss.
—Estamos aún en el juego —trato de decir con optimismo, pero mi voz se agrieta.
—Aún dentro. Y yo soy aún tu mentor. —Haymitch apunta su marcador hacia mí—. Cuando estés en tierra, recuerda que yo estoy en el aire. Tendré la mejor vista, así que haz lo que yo te diga.
—Veremos —respondo.
Regreso a la habitación de remake y observo las rayas de maquillaje desaparecer por el drenaje mientras restriego mi cara para limpiarla. La persona en el espejo parece andrajosa, con su poco uniforme piel y ojos cansados, pero se parece a mí. Me arranco el brazalete de tela, revelando la fea cicatriz del rastreador. Eso se parece a mí también.
Ya que estaré en una zona de combate, Beetee me ayuda con la armadura diseñada por Cinna. Un casco de algún metal entretejido que encaja bien en mi cabeza. El material es flexible, como tela, y puede ser colocado como una capucha en caso de que no quiera tenerlo arriba todo el tiempo. Un chaleco para reforzar la protección sobre mis órganos vitales. Un pequeño audífono blanco que se une a mi cuello por un cable. Beetee asegura una máscara a mi cinturón que no tengo que usar al menos que haya un ataque con gas.
—Si ves a alguien cayéndose por razones que no puedes explicar, póntelo inmediatamente —dice él. Finalmente, ata una funda dividida en tres cilindros de flechas a mi espalda—. Sólo recuerda: lado derecho, fuego. Lado izquierdo, explosivos. Centro, normal. No deberías, pero más vale prevenir que lamentar.
Boggs aparece para escoltarme abajo a la División Aerotransportadora. Justo cuando el elevador llega, Finnick aparece en estado de agitación.
—¡Katniss, no me dejarán ir! ¡Les dije que estoy bien, pero ni siquiera me llevarán en el aerodeslizador!
Asimilo el aspecto de Finnick, sus piernas desnudas mostradas entre su bata de hospital y sus pantuflas, su enredado cabello, su medio anudada cuerda enredada alrededor de sus dedos, la salvaje mirada en su rostro; y sé que cualquier ruego de mi parte será inútil. Incluso no pienso que sea buena idea llevarlo. Así que doy una palmada con mi mano en su cabeza y digo:
—Oh, lo olvidé. Es esta estúpida contusión. Se suponía que te dijera que te reportaras con Beetee en Armamento Especial. Él está diseñando un nuevo tridente para ti.
Ante la palabra “tridente” es como si el viejo Finnick saliera a la superficie.
—¿De verdad? ¿Qué hace?
—No lo sé. Pero si es algo como mi arco y flechas, vas a adorarlo —digo—. Sin embargo, necesitarás entrenar con él.
—Correcto. Por supuesto. Supongo que más vale que baje allá —dice.
—¿Finnick? —digo—. ¿Quizá con algunos pantalones puestos?
Él baja la mirada a sus piernas como si notara su conjunto por primera vez. Entonces, se quita rápidamente su bata de hospital, quedándose sólo en ropa interior.
—¿Por qué? ¿Encuentras que esto es…? —Pone una ridículamente provocativa pose— ¿…una distracción?
No puedo evitar reír porque es divertido, y es extra divertido porque hace a Boggs lucir muy incómodo, y estoy feliz porque Finnick en realidad suena como el chico que conocí en el Quarter Quell.
—Soy sólo humana, Odair. —Subo antes de que las puertas del elevador se cierren—. Lo siento —le digo a Boggs.
—No lo sientas. Pensé que tú… Manejaste eso bien —dice—. Mejor que a que yo lo arrestara, de todos modos.
—Sí —digo. Le lanzo una larga mirada de reojo. Él está probablemente a la mitad de sus cuarentas, con cabello cortado a rape y ojos azules. Postura increíble. Ha hablado dos veces hoy de formas que me hacen pensar que él preferiría que fuéramos amigos que enemigos. Quizá debería darle una oportunidad. Pero él sólo parece tan a ritmo con Coin…
Hay una serie de ruidosos clicks. El elevador hace una ligera pausa y entonces comienza a moverse lateralmente hacia la izquierda.
—¿Va hacia los lados? —pregunto.
—Sí. Hay toda una red de caminos de elevadores debajo del 13 —responde—. Este se encuentra justo sobre el transmisor de radio hacia la quinta plataforma del puente aéreo. Está llevándonos al Hangar.
El Hangar. Los calabozos. Defensa Especial. En algún lugar la comida es cultivada. La energía generada. El aire y el agua son purificados.
—El distrito 13 es incluso más grande de lo que pensé.
—No puedo tomar crédito por mucho de ello —dice Boggs—. Básicamente heredamos el lugar. Ha sido todo lo que podemos hacer para mantenerlo andando.
Los clicks se reanudan. Bajamos de nuevo brevemente, sólo un par de niveles, y las puertas se abren en el Hangar.
—Oh —dejo salir involuntariamente ante la vista de la flota. Fila tras fila de diferentes tipos de aerodeslizadores—. ¿Heredaron estos también?
—Algunos los fabricamos. Otros eran parte de la fuerza aérea del Capitolio. Han sido actualizados, por supuesto —dice Boggs.
Siento esa punzada de odio contra el 13 otra vez.
—Así que ustedes tienen todos estos y dejan al resto de los distritos indefensos contra el Capitolio.
—No es así de simple —replica—. No estábamos en posición de lanzar un contraataque hasta hace poco. Apenas podíamos permanecer vivos. Después de que habíamos derrocado y ejecutado a la gente del Capitolio, sólo un puñado de nosotros sabíamos siquiera cómo pilotear. Podríamos haberlos destruido con misiles y armas nucleares, sí. Pero siempre hay la cuestión mayor: si nos involucramos en ese tipo de guerra con el Capitolio, ¿quedaría alguna vida humana?
—Eso suena como lo que Peeta dijo. Y todos ustedes lo llaman traidor —rebato.
—Porque él exigió un cese al fuego —dice Boggs—. Notarás que ninguno de los dos lados ha usado armas nucleares. Estamos resolviéndolo a la manera antigua. Por aquí, Soldado Everdeen. —Indica uno de los aerodeslizadores más pequeños.
Subo a las escaleras y lo encuentro repleto con el equipo de televisión y más equipo. Todos los demás están vestidos con los overoles grises militares del distrito 13, incluso Haymitch, aunque él parece infeliz por lo ajustado de su cuello.
Fulvia Cardew se mueve a empujones y hace un sonido de frustración cuando ve mi cara limpia.
—Todo ese trabajo, tirado en el drenaje. No te estoy culpando, Katniss. Es sólo que muy pocas personas nacen con rostros listos para las cámaras. Como él. —Ella engancha a Gale, quien está en una conversación con Plutarch, y lo gira hacia nosotras—. ¿No es guapo?
Gale sí luce asombroso con el uniforme, supongo. Pero la pregunta sólo nos avergüenza a ambos, dada nuestra historia. Estoy tratando de pensar en una respuesta ingeniosa, cuando Boggs dice bruscamente:
—Bueno, no esperes que estemos demasiado impresionados. Acabamos de ver a Finnick Odair en ropa interior. —Yo decido continuar y que Boggs me agrada.
Hay una advertencia del próximo despegue y me ato a un asiento al lado de Gale, confrontándome con Haymitch y Plutarch. Nos deslizamos a través de un laberinto de túneles que se despliegan a una plataforma. Alguna especie de dispositivo elevador levanta la nave lentamente a través de los niveles. Y de golpe, estamos afuera en un gran campo rodeado por bosques, entonces nos elevamos de la plataforma y somos envueltos en nubes.
Ahora que la ráfaga de actividad anticipando que esta misión ha terminado, me doy cuenta que no tengo idea de a lo que me estoy enfrentando en este viaje al Distrito 8. De hecho, sé muy poco sobre el estado actual de la guerra. O lo que se necesitaría para ganarla. O lo que sucedería si ganáramos.
Plutarch trata de disponerlo en términos simples para mí. Primero que todo, cada distrito está actualmente en guerra con el Capitolio excepto el 2, el cual siempre ha tenido una relación favorecedora con nuestros enemigos a pesar de su participación en los Juegos del Hambre. Ellos obtienen más comida y mejores condiciones de vida. Después de los Días Oscuros y la supuesta destrucción del 13, el Distrito 2 se convirtió en el nuevo centro de defensa del Capitolio, aunque es públicamente presentado como la casa de las presas de piedra de la nación, de la misma manera en que el 13 era conocido por su minería de grafito. El Distrito 2 no sólo fabrica armamento, entrena e incluso provee Agentes de la paz.
—¿Quieres decir… que algunos de los Agentes de la paz nacen en el 2?—pregunto—. Pensé que todos ellos venían del Capitolio.
Plutarch asiente.
—Eso es lo que se supone que pienses. Y algunos sí vienen del Capitolio. Pero su población nunca podría sostener una fuerza de ese tamaño. Entonces está el problema de reclutar ciudadanos criados en el Capitolio para una aburrida vida de privaciones en los distritos. Un compromiso de veinte años para un Agente de la paz, sin matrimonio, ni hijos permitidos. Algunos se unen por el honor de eso, otros lo toman como una alternativa de castigo. Por ejemplo, si te unes a los Agentes de la paz tus deudas son perdonadas. Muchas personas están atascadas en deudas con el Capitolio, pero no todas ellas son adecuadas para el deber militar. Así que el distrito 2 es a donde volvemos por tropas adicionales. Ellos son criados con un pensamiento de guerreros. Tú has visto lo entusiastas que sus hijos son para ofrecerse voluntarios como tributos.
Cato y Clove. Brutus y Enobaria. He visto su entusiasmo y su sed de sangre también.
—Pero ¿todos los otros distritos están de nuestro lado? —pregunto.
—Sí. Nuestra meta es apoderarnos de los distritos uno por uno, finalizando con el Distrito 2, y de este modo cortar la cadena de suministro del Capitolio. Entonces, una vez que esté débil, invadiremos el Capitolio mismo —dice Plutarch—. Eso será todo un tipo de desafío distinto. Pero cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
—Si ganamos, ¿quién estaría a cargo del gobierno? —pregunta Gale.
—Todos —Plutarch le dice—. Vamos a formar una república donde la gente de cada distrito y el Capitolio puedan elegir sus propios representantes para ser su voz en un gobierno centralizado. No me vean tan suspicaces; ha funcionado antes.
—En libros —murmura Haymitch.
—En libros de Historia —dice Plutarch—. Y si nuestros ancestros pudieron hacerlo, entonces nosotros podemos también.
Francamente, nuestros ancestros no parecen hacer alarde al respecto. Quiero decir, mira el estado en el que nos dejaron, con las guerras, y el planeta arruinado. Claramente, ellos no se preocuparon por lo que le sucedería a las personas que venían después de ellos. Pero esta idea de la república suena como una mejora sobre nuestro actual gobierno.
—¿Y si perdemos? —pregunto.
—¿Si perdemos? —Plutarch mira afuera hacia las nubes, y una sonrisa irónica tuerce sus labios—. Entonces esperaría que los Juegos del Hambre del próximo año sean completamente inolvidables. Eso me recuerda. —Él toma un frasco de su chaleco, sacude unas cuantas píldoras color violeta oscuro en su mano, y las sostiene hacia nosotros—. Las llamamos nightlock (cerradura nocturna) en su honor, Katniss. Los rebeldes no pueden permitirse el lujo de que seamos capturados ahora. Pero lo prometo, será completamente indoloro.
Sostengo una capsula, insegura de dónde ponerla. Plutarch da un golpecito a un lugar en mi hombro al frente de mi manga izquierda. Lo examino y encuentro un pequeño bolsillo que tanto asegura la píldora como la oculta. Incluso si mis manos estuvieran atadas, podría inclinar mi cabeza y morderlo para liberarla.
Cinna, al parecer, ha pensado en todo.

5 comentarios:

solsitoooo dijo...

BUENA FINNICK ODAIR SOS REEE CAPO XD XD XD XD XD SI NO ESTUVIERA PEETA Y FUERA KATNISS ME IRIA CON EL XP XP XP XD XD XP XD XP

Anónimo dijo...

....katniss lo lograra

Anónimo dijo...

Este libro lo siento mas lento que los anteriores, pero quiero llegar al final de la historia......

Anónimo dijo...

Por que no fui YO la que vio a Finnick en ropa interior? yo quiero :c

Anónimo dijo...

Ansioso de leer el capítulo 7, pena que recien podré en uno o dos días