‎- Es la hora. Ya no hay vuelta atrás. Los juegos van a comenzar. Los tributos deben salir a la Arena y luchar por sobrevivir. Ganar significa Fama y riqueza, perder significa la muerte segura...

¡Que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Fragmento de Sinsajo


Hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
Recuesta tu cabeza y cierra tus adormilados ojos
Y cuando los abras de nuevo, el sol estará en el cielo.
Aquí es seguro, aquí es cálido
Aquí las margaritas te protegen de cualquier daño
Aquí tus sueños son dulces y mañana se harán realidad
Y mi amor por ti aquí perdurará.

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jueves, 18 de agosto de 2011

Sinsajo/Capitulo 9


CAPITULO 9


Dejo de intentar dormir después de que mis primeros pocos intentos son interrumpidos por pesadillas indescriptibles. Después de eso, sólo me acuesto quieta y finjo respiraciones tranquilas cuando alguien entra a verificar cómo estoy. En la mañana, soy liberada del hospital y se me indica que me tome las cosas con calma. Cressida me pide que grabe unas cuantas líneas para un nuevo propo del Sinsajo. En el almuerzo, me mantengo esperando que las personas traigan a colación la aparición de Peeta, pero nadie lo hace. Alguien debe haberlo visto además de Finnick y yo.
Tengo entrenamiento, pero Gale tiene programado trabajar con Beetee en armamento o algo, así que consigo permiso para llevarme a Finnick al bosque. Vagamos un rato y entonces tiramos nuestros comunicadores bajo un arbusto. Cuando estamos a salvo en la distancia, nos sentamos y discutimos la emisión de Peeta.
—No he escuchado ni una sola palabra al respecto. ¿Nadie te ha dicho algo? —pregunta Finnick. Niego con la cabeza. Él hace una pausa antes de preguntar—. ¿Ni siquiera Gale? —Me estoy aferrando a la pizca de esperanza de que Gale honestamente no sabe nada sobre el mensaje de Peeta. Pero tengo un mal presentimiento de que sí lo sabe—. Quizá está tratando de encontrar el tiempo de decírtelo en privado.
—Quizá —digo.
Nos quedamos en silencio tanto tiempo que un ciervo pasa cerca. Lo derribo con una flecha. Finnick se lo lleva arrastrando de vuelta a la valla.
Para la cena, hay picadillo de carne de venado en el estofado. Gale me lleva de regreso al compartimento E después de que comemos. Cuando le pregunto lo que ha estado sucediendo, de nuevo no hay mención de Peeta. Tan pronto como mi madre y mi hermana están dormidas, deslizo la perla fuera del cajón y paso una segunda noche en vela con la perla firmemente agarrada en mi mano, repitiendo las palabras de Peeta en mi cabeza. “Pregúntate a ti misma, ¿realmente confías en las personas con las que estás trabajando? ¿Realmente sabes lo que está sucediendo? Y si no lo sabes… averígualo”. Averígualo. ¿Qué? ¿De quién? ¿Y cómo puede Peeta saber nada excepto lo que el Capitolio le dice? Es sólo un propo del Capitolio. Más ruido. Pero si Plutarch piensa que es sólo la línea del Capitolio, ¿por qué no me contó al respecto? ¿Por qué nadie nos lo ha hecho saber a Finnick o a mí?
Bajo este debate está la verdadera fuente de mi angustia: Peeta. ¿Qué le han hecho? ¿Y qué le están haciendo en este momento? Claramente, Snow no se tragó la historia de que Peeta y yo no sabíamos nada sobre la rebelión. Y sus sospechas han sido reforzadas, ahora que yo aparecí como el Sinsajo. Peeta puede sólo suponer las tácticas de los rebeldes o inventar cosas para decirles a sus torturadores. Mentiras que, una vez descubiertas, serían severamente castigadas. Qué abandonado por mí se debe sentir. En la primera entrevista, trató de protegerme tanto del Capitolio como de los rebeldes, y no sólo he fallado en protegerlo, sino que he traído más horrores sobre él.
Al amanecer, pongo mi antebrazo en la pared y miro aturdidamente el horario del día. Inmediatamente después del desayuno, tengo programado ir a Producción. En el comedor, mientras miro mi cereal caliente con leche y betabeles blandos, descubro un communicuff en la muñeca de Gale.
—¿Cuándo lo conseguiste de vuelta, Soldado Hawthorne? —pregunto.
—Ayer. Pensaron que si voy a estar en el campo contigo, podría ser un sistema de comunicación de respaldo —dice Gale.
Nadie jamás me ha ofrecido un communicuff. Me pregunto, si pidiera uno, ¿lo conseguiría?
—Bueno, supongo que uno de nosotros debe ser accesible —digo con un filo en mi voz.
—¿Qué significa eso? —dice.
—Nada. Sólo estoy repitiendo lo que tú dijiste —le digo—. Y estoy totalmente de acuerdo con que el accesible deberías ser tú. Sólo espero aún tener acceso a ti también.
Nuestras miradas se enganchan, y me doy cuenta de lo furiosa que estoy con Gale. Que no creo por un segundo que él no haya visto el propo de Peeta. Que me siento completamente traicionado de que él no me dijera sobre eso. Nos conocemos el uno al otro demasiado bien para que él no lea mi humor y suponga lo que lo provocó.
—Katniss… —él empieza. Ya la admisión de culpa está en su tono de voz.
Agarro mi bandeja, cruzo al área de depósito, y pongo violentamente los trates en el estante. Para cuando estoy en el pasillo, él ya me ha alcanzado.
—¿Por qué no dijiste algo? —pregunta, sujetando mi brazo.
—¿Por qué no lo hice? —Libero mi brazo de un tirón—. ¿Por qué tú no lo hiciste? Y lo hice, por cierto, ¡cuando te pregunté anoche sobre lo que había estado sucediendo!
—Lo siento. ¿De acuerdo? No sabía qué hacer. Quería decirte, pero todos tenían miedo de que ver el propo de Peeta te pusiera enferma —dice.
—Tenían razón. Me puso enferma. Pero no del todo tan enferma como el que tú me hayas mentido por Coin. —En ese momento, su cumminucuff comienza a sonar—. Ahí está ella. Más vale que corras. Tienes cosas que decirle.
Por un momento, verdadero dolor aparece en su rostro. Entonces, la fría furia lo reemplaza. Se gira sobre sus talones y se va. Quizá he sido demasiado rencorosa, al no darle el tiempo suficiente para explicar. Quizá todos están simplemente tratando de protegerme a base de mentirme. No me importa. Estoy harta de que las personas me mientan por mi propio bien. Porque en realidad es principalmente por su propio bien. Miéntele a Katniss sobre la rebelión y así ella no hará nada loco. Envíala a la arena sin una pista para que podamos sacarla. No le digan sobre el propo de Peeta porque podría ponerla enferma, y es bastante difícil conseguir una presentación decente de ella así.
Sí me siento enferma. Desconsolada. Y demasiado cansada para un día de producción. Pero ya estoy en Remake, así que entro. Hoy, descubro, volveremos al distrito 12. Cressida quiere hacer entrevistas improvisadas con Gale y yo, alumbrando nuestra demolida ciudad.
—Si ustedes están dispuestos a eso —dice Cressida, mirando de cerca mi cara.
—Cuenta conmigo —digo. Me pongo de pie, poco comunicativa y rígida, como un maniquí, mientras mi equipo de preparación me viste, arregla mi cabello, y aplica maquillaje en mi cara. No lo suficiente para mostrar, sólo lo suficiente para cubrir el borde de los círculos bajo mis ojos insomnes.
Boggs me escolta hacia el Hangar, pero no hablamos más allá de un saludo preliminar. Estoy agradecida por sobrevivir a otro intercambio sobre mi desobediencia en el 8, especialmente ya que su máscara luce tan incómoda.
En el último momento, recuerdo enviar un mensaje a mi madre sobre mi partida del 13, y enfatizo que no será peligroso. Subimos a bordo del aerodeslizador para el corto viaje al 12 y estoy dirigida en un asiento en la mesa donde Plutarch, Gale y Cressida están estudiando minuciosamente un mapa. Plutarch está rebosando satisfacción mientras me muestra los efectos del antes y después del primer par de propos. Los rebeldes, quienes estaban apenas manteniendo un punto de apoyo en varios distritos, se han congregado. Han, en realidad, tomado el 3 y el 11 (el último es tan crucial ya que es el principal proveedor de alimentos de Panem), y han hecho incursiones en varios otros distritos también.
—Prometedor. Muy prometedor de hecho —dice Plutarch—. Fulvia va a tener la primer ronda de spots “Recordamos” listos esta noche, así podemos dirigir a los distritos individuales con sus muertos. Finnick es absolutamente maravilloso.
—Es doloroso de observar, en realidad —dice Cressida—. Él conocía a tantos de ellos personalmente.
—Eso es lo que lo hace tan efectivo —dice Plutarch—. Directo del corazón. Todos ustedes lo están haciendo hermosamente. Coin no podría estar más satisfecha.
Gale no les dijo, entonces. Sobre que yo fingí no haber visto a Peeta y sobre mi furia ante su encubrimiento. Pero supongo que es demasiado poco, demasiado tarde, porque todavía no puedo dejar eso pasar. No importa. Él no está hablándome tampoco.
No es hasta que aterrizamos en la Pradera que me doy cuenta de que Haymitch no está entre nosotros. Cuando le pregunto a Plutarch sobre su ausencia, él sólo sacude la cabeza y dice:
—No podía enfrentarlo.
—¿Haymistch? ¿No fue capaz de enfrentar algo? Quería un día libre, más probablemente —digo.
—Creo que sus palabras reales fueron: “No puedo enfrentarlo sin una botella” —dice Plutarch.
Ruedo mis ojos, con la paciencia agotada hacia mi mentor, su debilidad por la bebida, y lo que podría o no confrontar. Pero cerca de cinco minutos después de mi regreso al 12, estoy deseando tener una botella conmigo. Pensé que me había hecho a la idea de la desaparición del 12 (al escucharlo, verlo desde el aire, y vagar a través de sus cenizas). Así que, ¿por qué todo me provoca una fresca punzada de dolor? ¿Estaba simplemente demasiado fuera de ello antes de comprender por completo la pérdida de mi mundo? ¿O es la mirada en el rostro de Gale mientras camina asimilando la destrucción lo que hace que la atrocidad se sienta nueva?
Cressida dirige al equipo para comenzar conmigo en mi vieja casa. Le pregunto lo que quiere que haga.
—Lo que sea que sientas —dice. De pie en mi cocina, no me siento con ganas de hacer nada. De hecho, me encuentro a mí misma enfocándome en el cielo (el último tejado que queda) porque demasiados recuerdos están ahogándome. Después de un rato, Cressida dice—: Eso está bien, Katniss. Movámonos.
Gale no se va tan fácilmente de su antigua vivienda. Cressida lo graba en silencio por unos cuantos minutos, pero justo cuando él saca de las cenizas la única reliquia de su vida previa (un retorcido atizador de metal), ella comienza a preguntarle sobre su familia, su trabajo, su vida en la Veta. Ella lo hace volver a la noche del bombardeo y reactuarlo, comenzando en la casa, abriéndose camino a través de la Pradera y de los bosques hacia el lago. Yo me rezago detrás del equipo de grabación y de los guardaespaldas, sintiendo su presencia como una violación a mi amado bosque. Este es un lugar privado, un santuario, ya corrompido por la maldad del Capitolio. Incluso después de que hemos dejado atrás los carbonizados muñones cerca de la valla, aún estamos tropezando con cuerpos en descomposición. ¿Tenemos que grabarlo para que todos lo vean?
Para cuando alcanzamos el lago, Gale parece haber perdido su habilidad para hablar. Todos están goteando sudor (especialmente Castor y Pollux en sus caparazones de insectos) y Cressida pide un descanso. Levanto puñados de agua del lago con mis manos, deseando poder bucear en él y salir a la superficie sola y desnuda y sin ser observada. Vago alrededor del perímetro por un rato. Cuando vuelvo a la pequeña casa de concreto junto al lago, hago una pausa en la puerta y veo a Gale apoyando el atizador retorcido que rescató contra la pared cerca de la chimenea. Por un momento, veo una imagen de un solitario extraño, alguna vez en el futuro, vagando perdido en la tierra salvaje y encontrándose con este pequeño lugar de refugio, con el montón de troncos cortados, la chimenea, el atizador. Preguntándose cómo llegó a ser esto. Gale se gira y encuentra mis ojos y sé que está pensando en nuestra última reunión aquí. Cuando peleamos sobre si huir o no. Si lo hubiéramos hecho, ¿estaría el distrito 12 aún allí? Pienso que sí. Pero el Capitolio aún estaría en control de Panem también.
Reparten sandwiches de queso y los comemos en la sombra de los árboles. Intencionalmente, me siento en el lejano borde del grupo, junto a Pollux, así no tengo que hablar. Nadie está hablando mucho, en realidad. En el relativo silencio, las aves recuperan los bosques. Le doy un codazo a Pollux y señalo un pequeño pájaro negro con una corona. Salta a una nueva rama, abriendo momentáneamente sus alas, presumiendo sus manchas blancas. Pollux hace gestos hacia mi broche y levanta una ceja interrogativamente. Asiento, confirmando que es un sinsajo. Levanto un dedo para decir “Espera, te mostraré”, y silbo un canto de pájaro. El sinsajo ladea su cabeza y silba el canto justo en respuesta a mí. Entonces, para mi sorpresa, Pollux silba unas pocas notas por su cuenta. El ave le responde inmediatamente. La cara de Pollux se rompe en una expresión de deleite y tiene una serie de melódicos intercambios con el sinsajo., mi suposición es que es la primera conversación que tiene en años. La música provoca a los sinsajos como las flores a las abejas, y en un corto tiempo él tiene media docena de ellos posados en ramas sobre nuestras cabezas. Él me da un golpecito en el brazo y usa una ramita para escribir una palabra en el suelo. ¿CANTAS?
Usualmente, lo rechazaría, pero es un poco imposible decir que no a Pollux, dadas las circunstancias. Además, las voces de canciones de los sinsajos son distintas a sus silbidos, y me gustaría que él las escuchara. Así que, antes de que realmente piense lo que estoy haciendo canto la canción de cuatro notas de Rue, la que ella usaba para indicar el final de la jornada de trabajo en el 11. Las notas que terminaron como la música de fondo para su muerte. Las aves no saben eso. Ellas captan la simple frase y la hacen rebotar de aquí para allá entre ellas en dulce armonía. Justo como lo hicieron en los Juegos del Hambre antes de que los mutos llegaran a través de los árboles, siguiéndonos hacia la Cornucopia, y lentamente carcomieron a Cato hasta convertirlo en pulpa sangrienta…
—¿Quieres escucharlos cantar una verdadera canción? —suelto. Lo que sea para detener esos recuerdos. Me pongo de pie, moviéndome de vuelta entre los árboles, descansando mi mano sobre el áspero tronco de un arce donde los pájaros están. No he cantado “El árbol de la ejecución” en voz alta durante diez años, porque está prohibida, pero recuerdo cada palabra. Comienzo suavemente, dulcemente, como mi padre lo hacía.

“Tú estás, tú estas
llegando al árbol
Donde colgaron a un hombre que dicen que asesinó a tres.
Cosas extrañas han ocurrido aquí
No sería extraño
Si nos encontramos a la medianoche en el árbol de la ejecución.”
Los sinsajos empiezan a alterar sus canciones a medida que son conscientes de mi nueva oferta.

"Tú estás, tú estás
llegando al árbol
Donde el hombre muerto gritó a su amor que huyera.
Cosas extrañas han ocurrido aquí
No sería extraño
Si nos encontramos a la medianoche en el árbol de la ejecución.”

Tengo la atención de los pájaros ahora. En un verso más, seguramente habrán capturado la melodía, ya que es simple y se repite cuatro veces con poca variación.


"Tú estás, Tú estás
llegando al árbol
Donde te dije que corrieras, para que ambos fuéramos libres.
Cosas extrañas han ocurrido aquí
No sería extraño
Si nos encontramos a la medianoche en el árbol de la ejecuión.”

Silencio en los árboles. Sólo el susurro de las hojas en la brisa. Sin pájaros, sinsajos u otros. Peeta tenía razón. Ellos se callan cuando yo canto. Al igual que lo hacían con mi padre.

“Tú estás, tú estás
llegando al árbol
Usando un collar de soga, a mi lado.
Cosas extrañas han ocurrido aquí
No sería extraño
Si nos encontramos a la medianoche en el árbol de la ejecución".
Los pájaros están esperando a que yo continúe. Pero eso es todo. Último verso. En el silencio recuerdo la escena. Había vuelto a casa de un día en el bosque con mi padre. Sentada en el suelo con Prim, que era apenas una niña, cantando "El árbol de la ejecución". Haciéndonos collares con viejos trozos de cuerda como él decía en la canción, sin saber el verdadero significado de las palabras. La melodía era simple y fácil de armonizar, sin embargo, y en esa época yo era capaz de memorizar cualquier cosa con música después de una ronda o dos. De repente, mi madre nos quitó los collares de cuerda y le gritó a mi padre. Empecé a llorar porque mi madre nunca gritaba, y entonces Prim estaba llorando y salí corriendo a esconderme. Como tenía exactamente un único escondite—en el Prado bajo un arbusto de madreselva—mi padre me encontró de inmediato. Él me tranquilizó y me dijo que todo estaba bien, sólo que era mejor no cantar esa canción nunca más.
Mi madre quería que yo la olvidara. Entonces, por supuesto, cada palabra estuvo de inmediato, de manera irrevocable marcada en mi cerebro.
No la volvimos a cantar, mi padre y yo, o incluso a hablar de ella. Después de su muerte, ésta solía venir de nuevo a mí mucho. Al ser mayor, comencé a entender la letra. Al principio, contaba cómo un individuo está tratando que su novia se encuentre en secreto con él a medianoche. Pero es un lugar extraño para una cita, un árbol de ejecución, donde fue colgado un hombre por asesinato. La amante del asesino debía de haber tenido algo que ver con el asesinato, o tal vez la iban a castigar de todos modos, porque el cadáver del hombre le gritaba que corriera. Eso es raro, obviamente, la cosa del cadáver hablando, pero no es hasta el tercer verso que "El árbol de la ejecución" comienza a ser preocupante. Te das cuenta de que el cantante de la canción es el asesino muerto. Él todavía está en el árbol de la ejecución. Y aunque le dijo a su amante que huyera, no cesa de preguntarse si ella vendrá a su encuentro. La frase Donde te dije que corrieras, para que ambos fuéramos libres es la más preocupante porque al principio te parece que le está hablando de cuando él le dijo que huyera, presumiblemente hacia la seguridad. Pero entonces uno se pregunta si se refería a que ella corriera hacia él. A la muerte. En la estrofa final, está claro que eso es lo que está esperando. Su amante, con su collar de soga, ahorcada junto a él en el árbol.
Solía pensar que el asesino era el hombre más espeluznante que te podías imaginar. Ahora, con un par de viajes a los Juegos del Hambre a mis espaldas, decido no juzgarlo sin saber más detalles. Tal vez su amante ya fue condenada a muerte y estaba tratando de hacérselo más fácil. Hacerle saber que estaría esperando. O tal vez pensó que el lugar en el que él la estaba dejando era en realidad peor que la muerte. ¿No había querido matar a Peeta con esa jeringa para salvarlo del Capitolio? ¿Era realmente mi única opción? Probablemente no, pero yo no podía pensar en otra en ese momento.
Supongo que mi madre pensó que todo eso era demasiado retorcido para una niña de siete años, sin embargo. Especialmente una que hizo su propio collar de cuerda. No era como si ahorcarse fuera algo que sólo sucedió en una historia. Un montón de personas fueron ejecutadas de esa manera en el 12. Puedes apostar que no quería que yo la cantara en frente de mi clase de música. A ella probablemente no le gustaría que lo hiciera aquí ni incluso para Pollux, pero al menos no estoy—espera, no, estoy equivocada. Cuando miro de reojo, veo que Castor me ha estado grabando. Todo el mundo me está mirando con atención. Y Pollux tiene lágrimas corriendo por sus mejillas, porque sin duda mi peculiar canción ha sacado a relucir un terrible incidente en su vida. Genial. Suspiro y me recuesto contra el tronco. Es entonces cuando los sinsajos comienzan su versión de "El árbol de la ejecución". De sus bocas, es muy hermoso. Consciente de que estoy siendo grabada, permanezco en silencio hasta que escucho el grito de Cressida, —¡Corten!
Plutarch se acerca a mí, riendo. —¿De dónde viene esto? ¡Nadie lo creería si lo hubiéramos preparado! —Pone un brazo alrededor de mí y me besa en la parte superior de mi cabeza con una fuerte palmadita—. ¡Eres de oro!
—No lo hacía por las cámaras —le digo.
—Afortunados de estar aquí, entonces —dice él—. ¡Vamos, todos, regresamos al pueblo!
Al caminar penosamente de vuelta a través del bosque, buscamos una roca, y tanto Gale como yo volvemos la cabeza a la vez en la misma dirección, como un par de perros capturando un olor en el viento. Cressida se da cuenta y pregunta qué hay en esa dirección. Admitimos, sin hacernos mención el uno al otro, que es nuestro viejo lugar de encuentro de caza. Ella quiere verlo, incluso después de decirle que no es nada en realidad.
Nada más que un lugar donde yo era feliz, pienso.
Nuestra rocosa cornisa domina el valle. Quizás un poco menos verde de lo habitual, pero las zarzas cuelgan cargadas de frutos. Aquí comenzaron incontables días de caza y de trampas, de pesca y recolección, vagabundeando juntos por el bosque, descargando nuestros pensamientos mientras llenábamos nuestras bolsas de caza. Esta fue la puerta de entrada para ambos al sustento y la cordura. Y era la solución para ambos.
No hay Distrito 12 del que escapar a partir de ahora, no hay Agentes de la paz que engañar, no hay bocas hambrientas que alimentar. El Capitolio se llevó todo eso, y estoy a punto de perder a Gale también. El pegamento de la necesidad mutua que nos unió tan estrechamente por todos esos años se está derritiendo. Manchas oscuras, sin luz, se muestran en los espacios entre nosotros.
¿Cómo puede ser que hoy, al frente de la horrible desaparición del 12, estamos demasiado enfadados para hablarnos el uno al otro?
Gale tan bueno que me mintió. Eso es inaceptable, incluso si estaba preocupado por mi bienestar. Su disculpa pareció genuina, sin embargo. Y yo se la arrojé de vuelta a su cara con un insulto para asegurarme de que le dolía. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué siempre estamos en desacuerdo ahora? Es todo un embrollo, pero de alguna manera siento que si iba de nuevo a la raíz de nuestros problemas, mis acciones serían el corazón de ellos. ¿De verdad quiero que él se vaya lejos?
Mis dedos rodean una mora y la arrancan de su tallo. La ruedo suavemente entre el pulgar y el índice.
De repente, me dirijo a él y la lanzo en su dirección. —Y quizá las probabilidades… —le digo. La lanzo alto por lo que tiene mucho tiempo para decidir si la deja caer a un lado o la acepta.
Los ojos Gale están en mí, no en la baya, pero en el último momento, abre la boca y la captura. Mastica, traga, y hay una larga pausa antes de que él diga, —….están siempre a tu favor. —Pero él lo dice.
Cressida nos ha sentado en un rincón en las rocas, donde es imposible no tocarnos, y nos engatusa para que le hablemos sobre la caza. Lo que nos condujo hacia el bosque, cómo nos conocimos, nuestros momentos favoritos. Nos descongelamos, comenzando a reír un poco, a medida que relatamos el percance con las abejas y los perros salvajes y zorrinos. Cuando la conversación gira alrededor de cómo se siente el trasladar nuestra habilidad con las armas a los bombardeos en el 8, yo dejo de hablar. Gale sólo dice, —Demasiado.
En el momento en que llegamos a la plaza del pueblo, la tarde se está convirtiendo en noche. Llevo a Cressida a los escombros de la panadería y le pido que grabe algo. La única emoción que soy capaz de mostrar es agotamiento. —Peeta, este es tu hogar. No tenemos noticias de nadie de tu familia desde el bombardeo. El Doce ha desaparecido. ¿Y tú estás pidiendo un cese del fuego? —Echo un vistazo a la vacuidad—. No hay nadie que te escuche.
Cuando nos encontramos ante el trozo de metal que fue la horca, Cressida pregunta si alguno de nosotros ha sido torturado. En respuesta, Gale se quita la camisa y le da la espalda a la cámara. Fijo la mirada en las marcas de los azotes, y de nuevo oigo el silbido del látigo, veo su figura ensangrentada colgando inconsciente por las muñecas.
—Ya he terminado —anuncio—. Nos encontraremos en la Aldea de los Vencedores. Algo para… mi madre.
Supongo que caminé hacia aquí, pero lo siguiente de lo que soy consciente es de estar sentada en el suelo en frente de los armarios de la cocina de nuestra casa en la Aldea de los Vencedores. Meticulosamente meto las vasijas de cerámica y botellas de vidrio en una caja. Colocando vendajes limpios de algodón entre ellas para evitar que se rompan. Envuelvo los racimos de flores secas.
De repente, me acuerdo de la rosa en mi tocador. ¿Fue real? Si es así, ¿sigue estando ahí arriba? Tengo que resistir la tentación de verificarlo. Si está ahí, sólo me va a asustar otra vez. Me apresuro con mi embalaje.
Cuando los armarios están vacíos, me doy la vuelta para encontrar que Gale se ha materializado en mi cocina. Es preocupante cómo puede aparecer sin hacer ruido. Está apoyado en la mesa, pasando los dedos contra la veta de la madera. Sitúo la caja entre nosotros. —¿Te acuerdas? —me pregunta—. Aquí es donde me besaste.
Así que la gran dosis de morfina que le administraron después de los azotes no fue suficiente para borrar eso de su conciencia. —No pensé que recordaras eso —le digo.
—Tendría que estar muerto para olvidarlo. Tal vez ni siquiera entonces —me dice—. Tal vez voy a ser como ese hombre en “El árbol de la ejecución”. Aún esperando por una respuesta. —Gale, a quien nunca he visto llorar, tiene lágrimas en los ojos. Para evitar que se derramen, me inclino hacia delante y presiono mis labios contra los suyos. Sabemos a calor, cenizas y miseria. Es un sabor sorprendente para un beso tan suave. Él se aleja primero y me da una sonrisa irónica—. Sabía que me besarías.
—¿Cómo? —Digo yo. Porque ni yo misma me reconozco.
—Porque estoy apenado —dice—. Esa es la única manera en la que llamo tu atención. —Coge la caja—. No te preocupes, Katniss. Esto pasará. —Se va antes de que pueda contestar.
Estoy demasiado cansada para trabajar a través de su última acusación. Paso el breve trayecto al 13 acurrucada en un asiento, tratando de ignorar a Plutarch hablando de uno de sus temas favoritos—la armas que no tiene a su disposición. Aviones de alto vuelo, satélites militares, desintegradores celulares, aviones teledirigidos, armas biológicas con fechas de vencimiento.
Traído por la destrucción de la atmósfera o la falta de recursos o de escrúpulos morales. Puedes escuchar el lamento de un organizador de los Juego, que sólo puede soñar con estos juguetes, que debe conformarse con aerodeslizadores y misiles de tierra y sencillas armas antiguas.
Después de quitarme mi traje de Sinsajo, me voy directamente a la cama sin comer. A pesar de ello, Prim me tiene que agitar para que me levante por la mañana. Después del desayuno, no hago caso a mi horario y tomo una siesta en el armario de suministros. Cuando salgo, arrastrándome por entre las cajas de tiza y lápices, es hora de comer de nuevo. Obtengo una porción extra-grande de sopa de guisantes y me dirijo de nuevo al compartimiento E cuando me intercepta Boggs.
—Hay una reunión en el Comando. Haz caso omiso de tu horario actual —dice.
—Hecho —le digo.
—¿Lo has seguido en todo el día? —pregunta con exasperación.
—¿Quién sabe? Estoy mentalmente desorientada. —Extiendo mi muñeca para mostrar mi brazalete médico y me doy cuenta de que se ha ido—. ¿Ves? Ni siquiera puedo recordar que me quitaron mi pulsera. ¿Por qué me quieren en el Comando? ¿Me he perdido algo?
—Creo que Cressida quería mostrarte los propos del Doce. Pero supongo que los vas a ver cuando estén en el aire —dice.
—Eso es lo que necesito un horario de eso. Cuando los propos están en el aire —le digo. Me lanza una mirada, pero no hace más comentarios. Las personas han abarrotado el Comando, pero me han guardado un asiento entre Finnick y Plutarch. Las pantallas ya están sobre la mesa, mostrando la alimentación regular del Capitolio.
—¿Qué está pasando? ¿No estamos viendo los propos del Doce? —Pregunto.
—Oh, no —dice Plutarch—. Quiero decir, posiblemente. No sé exactamente qué escenas planea usar Beetee.
—Beetee cree haber encontrado una manera de entrar en la alimentación de todo el país —dice Finnick—. Para que nuestros propos se transmitan en el Capitolio, también. Ahora está abajo trabajando en esto en Defensa Especial. Habrá programación en directo esta noche. Snow haciendo una aparición o algo así. Creo que esto es el punto de partida.
El sello del Capitolio aparece, subrayado por el himno. Entonces me quedo mirando a los ojos de serpiente del Presidente Snow mientras él saluda a la nación. Parece atrincherado detrás de su podio, pero la rosa blanca en la solapa está a la vista. La cámara se aleja para incluir a Peeta, a un lado frente a un mapa proyectado de Panem. Está sentado en una silla elevada, con sus zapatos apoyados en un peldaño de metal. El pie de su pierna ortopédica golpea a un ritmo irregularmente extraño. Gotas de sudor corren a través de la capa de maquillaje sobre el labio superior y la frente. Pero es la mirada de sus ojos—enfado aún fuera de foco—lo que más me asusta.
—Está peor —susurro. Finnick agarra mi mano, dándome un ancla, y trato de salir adelante.
Peeta comienza a hablar en un tono de frustración acerca de la necesidad del alto el fuego. Destaca el daño causado a la infraestructura clave en varios distritos, y mientras habla, partes del mapa brillan, mostrando imágenes de la destrucción. Una presa rota en el 7. Un tren descarrilando con una piscina de residuos tóxicos derramándose sobre los depósitos de los coches. Un granero derrumbado después de un incendio. Todos estos atribuidos a la acción de los rebeldes.
¡Bam! Sin previo aviso, de repente estoy en la televisión, de pie entre los escombros de la panadería.
Plutarch salta poniéndose en pie. —¡Lo hizo! ¡Beetee lo interrumpió!
La sala está zumbando con la reacción mientras Peeta regresa, distraído. Él me ha visto en el monitor. Trata de volver a su discurso pasando a la explosión de una planta de purificación de agua, cuando un clip de Finnick hablando sobre Rue lo reemplaza. Y entonces todo se descompone en una batalla de difusión, mientras los amos de la tecnología del Capitolio tratan de defenderse de los ataques de Beetee. Pero ellos no están preparados, y Beetee, aparentemente anticipando que no tendría el control, tiene un arsenal de entre cinco y diez clips de sesiones con los que trabajar. Vemos la presentación oficial deteriorada mientras que es salpicada con los fragmentos elegidos de los propos.
Plutarch está con espasmos de placer y la mayoría del mundo está animando a Beetee, pero Finnick permanece quieto y sin palabras a mi lado. Me encuentro con los ojos de Haymitch desde el otro lado de la habitación y veo mi propio temor reflejado de vuelta. El reconocimiento de que con cada alegría, Peeta se desliza aún más lejos de nuestro alcance.
El sello del Capitol regresa, acompañado de un tono de audio bajo. Esto dura unos veinte segundos antes de que Snow y Peeta vuelvan. El set está confuso. Estamos escuchando los intercambios desesperados de su cabina. Snow sigue adelante, diciendo que claramente los rebeldes están intentando trastocar la difusión de información que ellos encuentran incriminatorias, pero es la verdad y la justicia reinará. La emisión total se reanudará cuando la seguridad haya sido reintegrada. Él le pregunta a Peeta, si dada la demostración de esta noche, él tiene alguna despedida para Katniss Everdeen.
Al mencionar mi nombre, la cara de Peeta se contorsiona por el esfuerzo. —Katniss... ¿cómo crees que terminará esto? ¿Qué quedará? Nadie está a salvo. Ni en el Capitolio. Ni en los distritos. Y... el Trece... —Él inhala fuertemente, como si luchara por el aire; sus ojos parecen locos—. ¡Será destruido por la mañana!
—Apaguen la cámara —ordena Snow—. ¡Finalicen esto! —Beetee lleva todo al caos por el parpadeo de una foto mía de pie delante del hospital a intervalos de tres segundos. Pero entre las imágenes, estamos al tanto de la acción que se vive realmente en el set. Peeta intenta seguir hablando. La cámara es derribada para registrar el suelo de baldosas blancas. La pelea de botas. El impacto del golpe que es inseparable del grito de dolor de Peeta.
Y su sangre mientras se esparce por las baldosas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Peta, resiste!

"Pueden vaciarte, pueden quebrarte, toma mi mano para aferrarte, pueden rodearte, pueden matarte y dejarte a un lado del mar... RESISTE"
Resiste de TeenAngels.

No se porqué sentí que quedo perfecto

Anónimo dijo...

No se cuantas veces grite al leer este capitulo :(

Anónimo dijo...

WHAAAAT? EL DISTRITO 13 VA A SER DESTRUIDO??? Y SI EN EL CAPITOL MUESTRAN A LA GENTE GOLPEANDO A PEETA COMOCQ LOS HABITANTES DEL CAPITOL NO VAN A ESTAR TAN CONTENTOS... AH, Y ESTE BEETEE TIENE QUE TRABAJR EN anonymus